Quedo con Dolores García Ruiz en la cafetería del mismo hotel de
Valencia en el que la conocí cuando presentó su novela ‘La reina del azúcar’ con
una gran afluencia de público. En esta ocasión departimos antes de preguntarle
directamente por ella, por su segunda novela. ‘El secreto de Monna Lisa’, su
primera novela, fue traducida a varios idiomas y publicada en numerosos países.
Precisamente comienzo por preguntarle si ambas novelas tienen algo en común.
Así es, me dice, «En el fondo, lo que llamaríamos el tema, yo creo que viene
a ser muy similar, es la búsqueda de uno mismo, a la construcción de uno mismo
a lo largo de la vida. Quizá en Inés Belmonte se vea más claro todavía que en
‘El secreto de Mona’ Lisa respecto a Leonardo. Yo creo que lo que tienen, tanto
Lisa e Inés, es ese punto en común, son personas que no lo tienen nada fácil,
lo tienen muy complicado y que tienen que estar luchando frente a todos los
obstáculos que se les interponen para ser como son ellas, es muy complicado y
medio lo consiguen, no lo acaban de conseguir nunca del todo, pero en esa lucha
está lo hermoso de su existencia, y quizá sea lo que guste al lector cuando lea
a la novela».
Y aunque el tema es el mismo, adivino que
emplazar a ‘La reina del azúcar’ en Melilla, su ciudad natal, no es casual, que
es una manera de rendirle un homenaje. «Sí, claro que sí, por supuesto
–afirma–. A mi ciudad natal y a los
melillenses porque, fíjate que cosa más curiosa, es una ciudad tan hermosa que
es la segunda ciudad en el mundo con mayor patrimonio modernista después de Barcelona,
y sin embargo, la mayoría de los españoles la desconocen, no saben que joyita
que tienen en el Mediterráneo. Si, es un homenaje porque es una ciudad que ha
luchado mucho por sí misma, por mantener una serie de valores occidentales,
realmente es la puerta de Europa y lleva más de 500 años siéndolo, no es nada
nuevo».
Lo que me cuenta a continuación, me
sorprende a mí casi tanto como a ella en su momento, mientras se documentaba
para escribir esta novela. «Fíjate que cosa más curiosa uno de mis
personajes, el comandante Fonseca, que en la novela se encuentra implicado en
los documentos que está investigando pues, paralelamente, a mí me ocurrió lo
mismo; yo estaba documentándome para hacer la novela y me encontré con la
sorpresa que a mí, personalmente lo que estaba investigando, me afectaba.
Resulta que ese capítulo en concreto, no lo conocía, desconocía lo que había
hecho el regimiento nº 14, que se había sacrificado para ganar tiempo, para que
otras tropas salvaguardaran a las mujeres y a los niños que estaban indefensos
en Melilla. Entre esos niños había 3 que con el tiempo fueron familia mía. Me
llevé una tremenda impresión al descubrir aquello, estaba descubriendo que
parte de mi propia historia, de alguna forma directa yo había nacido gracias al
sacrificio de aquellas personas y esto me conmovió».
Y es que en la novela se relata un hecho
histórico que sucedió en el norte de África contemporáneo con los personajes de
la novela. «Es un episodio desconocido para la mayoría de la gente, si
fuéramos americanos, británicos o franceses habría unas 500 películas por no
decir 500 novelas sobre ese episodio realmente impresionante. Cómo no llegaban
a 600 hombres y se enfrentaron a 18,000 con tal de ganar tiempo, porque sabían
que de allí no iban a salir; tenían mujer, tenían hijos, algunos tenían novias,
simplemente estaban vivos y querían seguir viviendo. Era la única manera de
que, lo que era la infantería corriendo para darle tiempo a coger un trenecito
que les podía llevar a Melilla antes de que la caballería de Abdelkrim pudiera
acabar Melilla a conquistarla. Porque Melilla era la gran promesa de Abdelkrim,
esos hombres rifeños le seguían a cambio de lo que se les había prometido, que
era el saqueo de las poblaciones por las que iban pasando y el gran tesoro:
Melilla. Las casas, las mujeres, todo lo que pudieran encontrar allí, y al
final con la incertidumbre de no sé si muero, si lo van a conseguir o no, pero
era por la oportunidad y si, fue suficiente para que pudieran llegar».
Por descontado, aunque Dolores García me
dio algún detalle más prefiero no desvelarlo y dejar a los lectores que lo
averigüen entre las páginas de ‘La reina del azúcar’. Lo que sí debe saber el
lector es que no es solo histórica, tiene dos partes diferenciadas, la novela
está narrada en contrapunto, alternando pasado y presente, lo escogió así, me
indica, para darle agilidad a la historia. «Esa era la idea, porque lo que no
quería era, de alguna manera, soltar el rollo histórico. Porque una novela
tiene que ser eso, ficción y tener al lector metido en un ambiente, porque para
lo otro ya están los libros de Historia; sobre todo quería contar historias,
historias de personas, historias de personajes, porque todos los que aparecen
ahí conforman una especie de mosaico, de personajes reales y de ficción. Yo
quería contar la historia de una serie de personas que se ven en una situación
límite y cómo con sus pocos recursos son capaces de ir superar esos obstáculos.
Quizá es lo que ocurre a lo largo de la evolución del personaje de Inés
Belmonte, que comienza de una manera, enriquecida con los sufrimientos, con lo
que ha disfrutado de la vida. Es una lección de vida, un enseñarnos cómo se
pueden superar las situaciones difíciles y cómo, a pesar de ir viviendo grandes
dramas, cómo se puede salir enriquecido de lo que aprende, triste, dolido, pero
enriquecido».
Para personajes quien da título a la novela,
la protagonista, Inés Belmonte. Le pregunto a Dolores García por esta, por los
rasgos que destacaría, a lo que me indica uno que, como ella dice, está muy de
moda, «la capacidad de reinventarse, pues Inés Belmonte es una mujer,
que en principio llega allí con una vida cómoda, con un futuro prometedor y, de
repente, lo pierde todo, tiene que salir adelante, no solo ella sino que tiene
que sacar adelante a su familia, a sus hermanas, a su madre. Quizás esa
fortaleza de espíritu, esa capacidad de adaptarse a las circunstancias y, sobre
todo, la capacidad de empezar de nuevo. Lo que hace Inés Belmonte con los
elementos cercanos a ella, recursos y personas, volver a empezar, es algo muy
difícil y verdaderamente muy admirable e Inés Belmonte lo va a hacer de una
forma increíble».
He dejado lo mejor para el final, el postre,
pues en cierto modo de dulces también hablamos. Le comenté que me había seducido un dulce repostero de su ciudad, esas rosas de oro que
no sé si existen o no en la realidad. «Bueno,
fíjate, esas no han existido como tal, pero si ha existido una milhoja con una
crema que si es real, y la crema es exquisita, realmente es única. La receta está
ahí, más o menos, en la novela, o sea que alguien puede tener ahí la receta y
ahora se ha convertido en una auténtica joya porque la ficción se ha convertido
en realidad. Esto es real, la única persona que elaboraba esa crema en Melilla
apareció muerta en el obrador llevándose el secreto, así que solamente está en
mi novela. Es un pastel que sí he probado de niña y realmente es exquisito, me
he pasado la vida buscando en la península esa milhoja y no la he encontrado».
Muchas gracias y mucha suerte, Dolores.
Por Ginés J. Vera.