Nacida en Noguerones-Alcaudete (Jaén), es
Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales. Colabora como articulista en
el Diario de Jaén y con diversas publicaciones culturales. En el 2007 su
primera novela “La asesina de ojos bondadosos” obtuvo el primer premio del Certamen de Escritores Noveles de la
Diputación de Jaén. “El club de las palabras prohibidas” fue finalista en el
certamen de novela juvenil de los Premios Literarios Jaén 2009, y con “Arrugas
en la memoria” resultó finalista en los premios López Torrijos y Felipe Trigo.
Con más de una treintena de publicaciones en antologías de relatos editadas en
España y México, acaba de publicar La nieve en el almendro (El desván de la
memoria, 2013).
El
sexo siempre vende y un buen título es fundamental para un libro, asegura
Salvador. Comienzo por preguntarle por el ‘sexo’ en esta novela y por el
título, ¿cómo llegó a él?
En esta novela tiene importancia el sexo como
la tiene en la vida de las personas. No puede calificarse como erótica, ni
mucho menos. Simplemente se trataba de abordar la vida de un chico adolescente
enamorado de una mujer adulta, y a esa edad, el sexo está muy presente, es más,
puede llegar a convertirse en una obsesión. También tiene cabida el sexo
adulto, incluso el adúltero, pero siempre tratado con delicadeza, en ningún
momento se cae en la pornografía.
Y hablando de títulos, esta novela es como una
matrioska, esas muñecas rusas que
están una dentro de otra, y, en realidad, tiene dos títulos. La parte que
describe la adolescencia de Julián, el protagonista, escrita por Salvador, el
camarero aprendiz de escritor, se titula Retazos
de amor y sexo. Aquí se narra el despertar de un chico tanto emocional como
físicamente a la edad adulta.
El título de La nieve en el almendro lo elegí una vez terminada la novela, ya
había barajado otros distintos, pero ninguno me convencía. Hay un momento muy
poético, cuando Julián ve a Macarena desnuda y compara su piel con los
almendros floridos, que parecen estar nevados. Fue este párrafo el que me
inspiró el título: “Al verla
desnuda acudió a mi mente la imagen de un almendro nevado de flores, el único
árbol que se atreve a desafiar al invierno, a florecer en el helado mes de
enero, mientras el resto de las plantas permanecen aletargadas. Así era
Macarena, como la nieve en el almendro, una nieve cálida, fabricada con pétalos
de flores y capaz de iluminar la grisura que recubría mi vida”.
Culpa,
expiación y redención; tres palabras a lo Crimen
y castigo de Tolstoi, quizá muy aventurado por mi parte.
Es cierto que esta novela está marcada por la
culpa. Julián se siente responsable de un hecho trágico que ocurrió en su
infancia y, durante toda su vida, ha tratado de expiar esa culpa. La forma que
elige es aguantar a una mujer que no quiere soportar una existencia que no le
satisface en absoluto. Cree que merece su triste existencia. Su abuela le
inculcó el miedo al infierno y él quiere pagar en vida para evitar acabar allí.
No es algo consciente, ni racional, simplemente se va dejando llevar por las
circunstancias y, en vez de reaccionar, va aceptando cada revés de la vida como
algo merecido.
La redención viene cuando su pasado se
presenta en forma de mendiga, que es en lo que se ha convertido la mujer
hermosa que amó de adolescente. Todo se trastoca, empieza a replantearse su
vida y toma una decisión que a algunos les puede parecer mala, pero que yo
considero que es liberadora.
¿Con
la edad damos la impresión a los más jóvenes de que estamos de vuelta de todo?
¿Comparte eso de que los humanos florecemos muy pronto y nos marchitamos
lentamente?
Yo creo que la impresión que les damos a los
jóvenes es que no nos enteramos de nada. Y puede ser que lleven razón.
Olvidamos muy pronto lo que significa ser adolescente, dejamos atrás los sueños
juveniles con demasiada facilidad, nos obsesionamos por conseguir un trabajo
que, en muchos casos, ni siquiera nos satisface. Nos centramos en acumular
posesiones materiales y olvidamos lo verdaderamente importante: ser felices con
las pequeñas cosas que nos ofrece la vida.
Nunca había pensado eso de florecer pronto y
marchitarnos lentamente, puede ser, aunque prefiero pensar que no somos flores
perecederas, que en cualquier momento podemos coger las riendas de nuestra vida
y volver a florecer, aunque sea a base de abonarnos cada día. En mi caso creo
ese momento de nueva floración llegó cuando empecé a escribir, sentí que
rejuvenecía, que la escritura me podía sacar de la monotonía de una vida establecida,
de ese lento marchitar.
Una
ambientación cuidada de los ‘70 al transitar entre las páginas nombres como:
Sandokan, Marco, Jaimito, Torrebruno, Nino Bravo o los payasos de la tele; sin
olvidar: el Cola Cao, el Tulipan, las Mirindas o el chicle Bazoka. Háblenos de
ello.
Julián tiene más o menos mi edad y no es un
hecho aleatorio. Yo quería reflejar los recuerdos de mi infancia. En mi memoria
rondaban esos recuerdos, que fui centrando con la ayuda de internet, pues los
hechos se desarrollan en 1978 y no quería equivocarme. También pedí ayuda a
algunos amigos que habían crecido en
ciudades, para cerciorarme que la vida allí era tal como la describía, pues yo
me he criado en un pueblo, y entonces las diferencias eran mayores que ahora.
Mientras me documentaba disfruté mucho, fue
una forma de revivir una etapa de mi vida muy feliz. Y pensé que a la gente de mi edad también
podría gustarle estos guiños a esa época.
Salvador
nació en un pueblo de Jaén, de hecho se alude a Alcaudete, quería que nos
comentases ese guiño ‘personal’ al lector.
Es una forma de agradecer el hecho de ser
profeta en mi tierra. Mis primeros lectores son siempre mis paisanos.
Introducir Alcaudete en la novela fue lo mejor que se me ocurrió para dar las
gracias por el apoyo incondicional que siempre he recibido en mi pueblo. Por
ejemplo, a la presentación de este libro acudieron más de cien personas.
Por otra parte, por mi trabajo en el Área de
Desarrollo del Ayuntamiento de Alcaudete, estoy muy implicada en el desarrollo
y promoción de mi localidad, es algo que llevo metido en las venas, y la
literatura también es una forma de promoción. Salvando las distancias, Antonio
Muñoz Molina hace algo parecido cuando sitúa la acción de algunas de sus
novelas en Mágina, que todos sabemos que es Úbeda, su ciudad de nacimiento.
También
creo ver guiños a algunos autores como Monterroso o Jack London, no sé si son
casuales; aunque en un párrafo he leído la descripción de Julián frente al
espejo, ‘un hombre anodino… de los que pasan inadvertidos a los ojos de la
mayoría…’; he pensado en la novela La
asesina de ojos bondadosos al llegar a ‘Sería el perfecto asesino…’.
Monterroso es un autor de referencia en el
relato corto, que es mi género favorito, la mención en la novela es un pequeño
homenaje, fruto de mi admiración por él.
En cuanto a London, al nombrarlo quería poner
de relieve que un escritor no necesita vivir una experiencia, ni haber estado
en un lugar concreto para poder escribir sobre ello. Hay escritores
obsesionados en los detalles, se preocupan tanto de la ambientación que olvidan
que lo importante es crear historias, al menos desde mi punto de vista. Creo
más en la intuición que en la documentación, eso no significa que esta última
no sea necesaria, pero no debe convertirse en lo más importante de la novela.
Para mí lo interesante es lo que pasa por la cabeza de los personajes, cómo ese
medio físico en el que se desenvuelven les influye o les afecta.
La
asesina de los ojos bondadosos es una novela distinta, podríamos
encuadrarla dentro del género negro o policial, sí bien es cierto que hay un
nexo común: también es la culpa la que lleva a Severina, condenada por
asesinato, a tomar una decisión que condiciona el resto de su vida. Raquel, la
periodista que investiga el asesinato de una madre y siete de sus hijos, trata
de descubrir por qué una mujer de apariencia amable ha sido capaz de cometer un
crimen tan atroz.
´Dicen
que si sacas fuera lo que te hace daño,
el dolor disminuye’, comenta Julián.
Es algo de lo que estoy completamente segura.
En el momento que verbalizas los problemas, los sentimientos de dolor, de
culpa, de miedo…, pierden fuerza. Yo pasé por un hecho muy traumático y lo
único que me ayudaba a superar el dolor era compartirlo con los demás, hablar
de ello. Poco a poco, el dolor iba atenuándose, como si se fuera diluyendo.
Aunque nunca olvidaré lo que pasó, ahora puedo hablar de ello sin emocionarme o
ponerlo por escrito en una novela, algo que he hecho en esta: he utilizado a
María, un personaje secundario, para contar el peor momento de mi vida. Aunque
no he conseguido reflejar lo que sentí como hubiera querido. A veces me cuesta
más describir lo vivido que lo imaginado.
Salvador
dice que al ser escritor ‘mi capacidad de observación está más desarrollada’, y
que es parte de su ‘capacidad descubrir lo que está oculto bajo la piel’,
¿también opina lo mismo?
Sí, creo que es fundamental que el escritor
logre desarrollar su empatía al máximo. Solo así podrá ponerse en la piel de
sus personajes. Para ello, además de observar, es fundamental leer muchísimo.
Los escritores, sobre todo los buenos escritores, nos pueden transmitir muchas
sensaciones que, de otra forma, no podríamos vivir. Respecto a esta novela,
algunos hombres me han preguntado cómo sé tanto de ellos, cómo he podido reflejar
cosas tan íntimas que ellos creían solo suyas, pertenecientes a su intimidad.
No hubiera sido capaz de hacerlo si no hubiera leído a muchos autores
masculinos que han ido dejando en mi cabeza retazos de historias. Con ese
material, más mi experiencia personal con amigos, familiares, etc., he
conseguido construir el personaje de Julián.
¿Cuál
es el papel de los personajes masculinos tan marcado frente al de los femeninos
en esta novela?
Esta novela tiene su origen en un relato
titulado “El olor de la miseria”, el protagonista era un hombre y cuando decidí
convertirlo en novela lo mantuve así. Me lo planteé como un reto personal. En
mi anterior novela, La asesina de los
ojos bondadosos, las protagonistas eran dos mujeres, de diferente edad y
condición social, pero pertenecientes al género femenino. En La nieve en el almendro los personajes
masculinos acaparan el protagonismo: Julián niño, Julián adulto y Salvador, el
camarero, son los más importantes, mientras que las mujeres existen a través de
la visión que Julián tiene de ellas. Conocemos lo que sienten o piensan a
través de sus palabras o de los recuerdos del propio Julián; por tanto, su
imagen puede estar distorsionada.
Sobre todo, me interesaba mostrar de qué forma
las distintas mujeres que habían pasado por la vida de Julián habían influido
sobre él: Macarena, la madre de su mejor amigo de la que está enamorado;
Matilde, su mujer; Mariela, la prostituta mulata a la que visita de vez en
cuando, su abuela, su madre, su hermana, etc.
De
vuelta a la ambientación, me ha llamado con curiosidad el guiño a la democracia
en tanto se menciona el referéndum de la Constitución Española
de 1978.
Quería trasladar un recuerdo de mi infancia,
en esa fecha yo tenía nueve años y pasaba mucho tiempo en casa de mi tía Cándida.
Su suegro, que estuvo varios años en la cárcel durante el franquismo, estaba
muy implicado en política y la casa estaba siempre llena de propaganda
electoral, de sobres y papeletas. Fue así como tomé contacto con lo que
significaba la democracia y la importancia que tenía poder decidir sobre
nuestro futuro. Aunque, cuando pasaban las elecciones, mis primas, mi hermana y
yo utilizábamos las papeletas para jugar a las maestras.
A
nadie le gusta que le restrieguen la miseria delante de sus caras’, piensa
Julián.
¿Y no es así? ¿Cuántas veces hemos esquivado
la mirada de un mendigo? Nos parece adecuado ejercer la caridad, pero a
distancia, sin que se mezclen con nosotros. Apadrinamos niños, colaboramos con
las ONGs, pero que no se nos cuele ningún inmigrante en el piso de al lado, que
no se paren los mendigos en nuestro portal. A nadie le gusta darse de frente
con la miseria.
En
el lirismo metafórico de esta novela creo sentir las cuatro estaciones, también
los cuatro elementos bien identificados: el agua, la tierra, el aire (en forma
de gas) y el fuego.
La novela transcurre en otoño e invierno, lo
escogí así porque me parecía que eran las estaciones que mejor ambientaban esta
historia, pues no puedo negar que es un poco triste. Aunque podríamos decir que
Julián adolescente está en la primavera de su vida cuando conoce a Macarena.
Las flores del almendro, que simulan la nieve, aparecen de forma recurrente en
la novela. Estos árboles florecen en lo más crudo del invierno, como el amor de
Julián por Macarena, que es algo hermoso en un barrio pobre y gris.
Por otro lado, en mi novela utilizo el ciclo
del agua como una metáfora de la vida de Julián. En el momento actual, tiene
más de cuarenta años y su vida está congelada. Nada parece afectarle,
sobrelleva un matrimonio desgraciado sin quejarse, se conforma con seguir vivo.
La aparición de la mendiga, su antiguo amor de adolescencia, provoca que el
agua empiece a descongelarse. Finalmente, Julián consigue liberarse de sus
ataduras, ya es un gas, que se expande libre.
El fuego podemos identificarlo en el infierno
que la abuela de Julián se empeña en describir una y otra vez al chico. O en la
cabellera roja de Macarena. O en el ardor juvenil de Julián.
La tierra está en reflejada en el barrio
obrero donde se desarrolla su infancia, o en el bar, su refugio, el único lugar
donde consigue sentirse a salvo.
¿Cuánto
tiempo le ha llevado escribir esta novela y, sobre todo, si la ha escrito de
continuo o por el contrario ha dormido entremedias de otras el sueño de los
justos, como esperando madurar a la primavera de su finalización?
He necesitado más de tres años para
finalizarla. En ese tiempo ha habido muchos abandonos, algunos que yo pensaba
definitivos, pero la historia me atraía demasiado y eso me ha ayudado a superar
todas mis dudas e inseguridades. Hay momentos en que una novela te pide un
descanso o un cambio. En La nieve en el
almendro he dudado mucho sobre el tiempo verbal que debía utilizar (pasado
o presente) y si narrar en primera o en tercera persona. He cambiado varias
veces de opinión, lo que me ha llevado a tener que corregir para, después, volver
a la idea inicial. Ha sido mucho trabajo hasta encontrarme a gusto en la
narración de la historia. Es la trastienda de la escritura, el lector no debe
preocuparse por eso, somos los escritores los que debemos utilizar todas las
herramientas a nuestro alcance para que la lectura sea un placer.
En
La nieve en el almendro cobra una especial trascendencia la palabra escrita,
por la novela dentro de la novela, pero ¿también la narración oral, los
testimonios de los personajes que la vertebran?
Yo necesitaba contar
la infancia de Julián con libertad, sin sentirme presionada porque hubiera
discordancias entre la edad del que relata y las expresiones que utiliza. Por
eso decidí utilizar a Salvador como narrador. Él es un escritor novato, se
puede permitir el lujo de escribir lo que le dé la gana. El lector no me puede
recriminar nada, pues los errores que haya son de Salvador, no míos, incluso
puede que sean premeditados. ¿Por qué no? También era una forma de hacer un
homenaje a todos esos escritores que, como yo, tratamos de abrirnos camino en
el sector literario, que tiene demasiadas barreras de entrada.
Por otro lado, pienso
que los personajes se describen a sí mismos por lo que dicen y cómo lo dicen.
No me gustan las descripciones demasiado largas, no se trata de contar, sino de
mostrar al lector cómo son esos personajes, con sus acciones y con sus
palabras. Por eso le presto una atención especial a los diálogos.
Muchas
gracias y mucha suerte, Felisa.
Gracias por la
entrevista, me ha parecido original y me ha hecho reflexionar sobre cuestiones
que se plantean en mi novela.