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lunes, 21 de abril de 2014

MERCEDES ABAD: «Es la mirada del otro y el espejo el que nos devuelve nuestra incorrección estética.»

Mercedes Abad, autora de diversas obras de teatro y adaptaciones, libros de relatos y dos novelas, me saluda con la maleta apoyada en el sofá donde voy a entrevistarla, en un céntrico hotel de Valencia. Acaba de llegar de Barcelona. Su último libro, La niña gorda (Páginas de Espuma, 2014), son una suerte de relatos que se leen como una novela o viceversa. Unos minutos para sentarnos y romper la formalidad del cuestionario que traigo preparado. Le comento un libro anterior –Ligeros libertinajes sabáticos–, también de relatos, con el que obtuvo el Premio La sonrisa vertical en 1986. Ya sí, con tono distendido, le pregunto si las razones que le han llevado a escribir este libro, no han sido las de quitarse o aligerarse de algún recuerdo infantil.

«Absolutamente, absolutamente –afirma convencida–. La niña gorda c'est moi. Como dice un alumno mío: son unas memorias obesas, de niña obesa; con todo lo que significa haber sido una niña gorda en un momento de formación de la personalidad y de la identidad, ese difícil tránsito de la infancia a la pubertad, a la adolescencia y a la juventud, que es difícil aunque no seas una niña gorda. Y, bueno, ahí está todo el dolor, las humillaciones, las afrentas, los agravios recibidos por ser diferente, y entonces esa soledad de la niña, claro, que aparece casi como un refugio.

»O sea, la soledad está muy bien, porque en soledad no recibes ese sentimiento, no se alimenta ese sentimiento terrible de exclusión. Cuando sale la niña al ruedo cree que jamás gustará a los niños, y ve que las amigas también la marginan, la excluyen de un modo sibilino y sutil, con una crueldad muy sibilina. Pero de algún modo yo creo que se habla de gordura…

»A parte, cualquiera, casi cualquiera, ha sido un niño gordo. Es decir, el niño gafotas, el tímido, al que le sudan las manos, el que huele a no sé qué, el afeminado... Todos tenemos algo que nos hace, de pronto, un apestado social.»

Al oír esto último me identifico con los que no tienen un empleo y a veces sufren la incomprensión social.

«Yo creo que es la peor gordura –añade–, porque engorda mucho ser pobre; claro, engorda mucho porque a base de patatas, de arroz, de guisotes con materiales baratos…, o sea, la comida que no engorda es la cara, precisamente. Todos somos niños gordos».

Retomo la conversación hacia la protagonista de La niña gorda, Susana Mur, quien dice de sí misma que es una ‘neurótica frágil y efervescente, colérica, bulliciosa e impredecible.’

«Si, así es ella, tiene un par de rasgos míos. Un par, pero no todos, solo lo de colérica. Efervescente y colérica, yo diría –medita entre risas–; lo de impredecible también, son tres.»

¿A veces hay que vivir sin tanta autoexigencia? Le pregunto, al hilo de lo que la protagonista se pregunta a su vez, si la conciencia de su fealdad la afea aún más.

«Sí, claro –afirma–, si no te miraras al espejo y si no estuviera la mirada del otro no habría gordos no habría feos; pero claro, es la mirada del otro y el espejo el que nos devuelve nuestra incorrección estética, nuestra inadecuación. Los niños lo descubren muy pronto, Enseguida saben que es mejor ser guapo que feo y si eres guapo o feo, y no tanto por tus compañeros de edad, que también, pero los adultos también te lo marcan… –Hace una pausa antes de añadir–: Mi madre me había dicho un montón de veces: “tu mayor belleza es tu pelo.” La presión social no solo es la de los niños que son crueles, también los adultos.»

Consulto mis notas, le indico que tengo un par de frases más para que me comente. La primera sobre el ‘tozudo apego a la vida’ de Susana Mur, como una evidencia cuando ésta afirma que: ‘mi problema o mi salvación, según se mire, siempre ha sido que no sé vomitar.’

«Eso es absolutamente autobiográfico, yo no sé vomitar… –admite–. O sea, cuando vomito es que estoy muy al límite de que me lleven a urgencias; no puedo vomitar. Lo cual, supongo que me ha librado de la anorexia. De todos modos, cuando yo era pequeña, un problema tan dramático como la anorexia o no se hablaba o no existía, o no estaba diagnosticado o no existía; y si no estaba diagnosticado probablemente es porque no era el problema social que puede haber sido estos últimos años. Pero, efectivamente, yo creo que es mi tozudo apego a la vida y mi amor a la comida. Mi amor absoluto a la comida, soy una tragaldabas, y encima no soy solo tragaldabas, sino que retengo y memorizo, recuerdo muy bien cuando y si lo que como es bueno y me impresiona y disfruto. Los sabores se almacenan en mi memoria como la magdalena de Proust.»

Ambos advertimos que se va notando la hora de comer y, antes de despedirme para que pueda saborear un delicioso arroz con verduras –que ya probase con deleite en una anterior visita a Valencia–, le pido que me comente esta otra frase, sobre el poder, concretamente algo que piensa la protagonista, que ‘siempre hay la misma cantidad de poder, lo que tu ganas hay alguien que lo pierde.’

«Evidentemente, Susana descubre, en el primer cuento además, las relaciones de poder; ella está haciendo el tránsito, cuando su madre la lleva al endocrino descubre que ella tiene mala conciencia, y que en su conciencia, para calmarla, es capaz de hacer cualquier cosa, lo que la convierte en manipulable, ahí está descubriendo las relaciones de poder. Claro, el poder entre tú y yo siempre es el mismo, y el que lo tiene lo tiene entero, el poder no es algo que se reparta tan equitativamente: o lo tienes tú o lo tengo yo.  

»No es como la posesión de pelota de un partido de fútbol –me pone un ejemplo que me parece curioso, sin entrar en detalles sobre la relación entre su libro y el fútbol–, que si uno tiene el 48%, el otro es el 52%; no, el que lo tiene lo tiene y somete al otro.»


Agradeciéndole su paciencia, le pido robarle unos minutos más, para tomar una fotografía con su libro. Al proponerle que sea original, sonríe y se lleva a su ‘niña gorda’ a la boca, casi literalmente. 

Buen provecho y muchas gracias, Mercedes. 

Por Ginés J. Vera

2 comentarios:

  1. Gracias de nuevo! Siempre que paso por aquí descubro a un nuevo autor o autora que me tienta mucho. Estos relatos o novela me llaman mucho la atención.
    Besotes!!

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    1. Hola Margari, de nuevo gracias por tu visita y comentario. Tuve la oportunidad de leer este libro y me gustó. Estoy seguro de poder entender lo que me comentas en la medida me pasa que me gustaría poder leer muchos más libros, de escritores que entrevisto o de los que adquiero, me regalan, etc. Resultado: cajas con libros a la espera de tardes veraniegas, otoñales, etc en las que me dedique a ello.
      Entrevistar a escritores me da la oportunidad de ver que aunque nos parezcan (algunos) inaccesibles, o que creen sus libros de la nada, son personas comprometidas y muy disciplinadas.
      Lo dicho, gracias y un saludo víspera al día del libro.

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