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lunes, 26 de mayo de 2014

IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN: «No me gusta juzgar a los personajes, si alguien está en condición de juzgar es el lector.»

Entrevisté en la Feria del Libro de Valencia a Ignacio Martínez de Pisón, nacido en Zaragoza aunque reside en Barcelona desde 1982. 
Escribió junto a Emilio Martínez Lázaro el guion de 'Las trece rosas', que fue candidato a mejor guion original para los premios Goya, y es coautor -junto a Fernando Trueba- del guion de 'Chico & Rita', película de animación dirigida por Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando. 
Autor de una docena de libros, entre los que destacan la colección de cuentos 'El fin de los buenos tiempos' o las novelas: 'Carreteras secundarias', 'María bonita', 'El tiempo de las mujeres', 'El día de mañana' o 'Dientes de leche'. Acaba de publicar la novela 'La buena reputación' (Seix Barral, 2014). 



En 'La buena reputación' ¿hay más nostalgia y recuerdo que esperanza y necesidad de encontrarnos a nosotros mismos?

Nostalgia yo creo que no hay, pero es verdad que muchos de estos personajes, al igual que yo mismo, tienen una necesidad de retornar a la infancia, hay como un paraíso perdido que funciona al menos como mito para todos los personajes. Es una novela en la que los personajes pueden ser unas veces malos y una veces buenos, pero no son siempre buenos ni siempre malos; cuando los vemos comportarse de forma correcta yo creo que tenemos más motivos para confiar en ellos y para la esperanza. 
A mí no me gusta juzgar a los personajes, creo que si alguien está en condición de juzgar es el lector, pero lo que no puede hacer el escritor es absolver o condenar a personajes, y lo que me gusta es mostrar cómo se comportan o cómo nos comportamos porque no creo el ser humano sea muy diferente de mis personajes, cómo a veces nos comportamos de una manera y otras de otra, y muchas veces el propio sentimiento de culpa nos hace mejores. La necesidad de redimir algo, alguna culpa anterior nos convierte en mejores personas. 
Casi siempre hay en mis personajes ese conflicto entre culpa y redención; el propio Samuel, que es un personaje que llega a tener un dilema entre la lealtad a sí mismo y las lealtades diversas hacia su mujer, hacia a su amante, sobre todo hacia su comunidad, los judíos de Melilla, también es un hombre que en un momento falla a los suyos, y cuando falla a los suyos reacciona de alguna manera, reacciona diciendo hay que reparar el daño causado. Seguramente esta visión judeo-católica pues funciona por igual para todos los personajes.

En uno de los capítulos, en concreto en la Novela de Elías, él reflexiona sobre la vida más allá de la muerte, sobre la versión doméstica de la eternidad propuesta por la religión, comparándola con los personajes de las películas, ¿acaso no es eso lo que hace un escritor, poder vivir muchas vidas merced a la inmortalidad de sus personajes?

Yo creo que definitivamente a través de los personajes de la novelas podemos vivir otras vidas, pero no solo los escritores, también los lectores. Hay mucho en las novelas de vidas vicarias, de vidas posibles que los personajes denuncian o descartan, eligen, y al mismo tiempo nos somete; cuando vemos a esos personajes nos enfrentamos a un espejo que nos refleja a nosotros mismo y que nos dice: bueno, a lo largo de la vida has tenido ocasión de escoger varias veces, ¿lo has hecho bien, lo has hecho mal?, ¿si hubieras escogido otro camino donde te hubiera llevado la vida? 
Creo que los personajes nos plantean esta idea de que vivimos muchas vidas, pero algunas se quedan en nada, que podríamos haber vivido otras vidas de forma más plena.

Mercedes reflexiona sobre el egoísmo por naturaleza de los hijos, ‘Por eso los padres sabían perdonar y los hijos no. Para ellos los padres eran el presente, para los padres los hijos eran sobre todo el pasado’, leo en la novela.

Sí, es un poco la sensación que tenemos los padres, siempre recordamos cómo son nuestros hijos, cómo han sido nuestros hijos, es como una visión que recorre años; es decir, el padre, la madre, la madre sobre todo que es la que tiene la idea de familia, siempre recordará cómo era su hijo cuando tenía unos meses, cuando dio los primeros pasos… Mientras que los hijos olvidan, digo en el presente, realmente no se acuerdan de que su madre les limpiaba el culo, les daba de mamar, ¿no?, no agradecerán jamás el pasado simplemente porque no son conscientes de este pasado, solo son conscientes de lo que les espera, del futuro y eso establece una relación de desigualdad, de desequilibrio, de cierta injusticia, por decirlo de alguna manera. Muchas de las reflexiones de Mercedes o de Miriam son reflexiones que a cualquier persona de mi edad le han venido a la cabeza en algún momento. 
Por ejemplo, en algún momento Miriam dice que la madurez consiste en que aún no has dejado de ocuparte de tus hijos y empiezas a ocuparte de tus padres, tienes dos frentes abiertos: uno por arriba y otro por abajo. Son estas reflexiones que creo que se nos han ocurrido a todos y que te encuentras a cierta edad, en ese momento de cierto agobio de tener esos dos frentes abiertos. Yo lo que busco con mis libros cuando  hablamos de miembros de una la familia es que todos tenemos una familia y que todos nos enfrentamos más o menos a problemas universales o que son comunes.

‘El amor de una madre era algo real, poderoso, subyugante -dice Mercedes-, no era uno de esos lugares comunes de los novelistas.’

Mercedes ya ves que lo que la hace mejor es la escritura; ella, en el momento en el que recupera la relación, aunque sea a través de cartas con su hija Sara, la recupera pero por escrito. La escritura no sé si te convierte en mejor persona, pero establece una distancia con los hechos, es decir, es como si las cosas sabes que tienes que sentarte aquí y ahora, como si las estuvieras viendo desde un momento posterior o si es desde un lugar tan lejano donde perdieran la gravedad, y es esta pérdida de gravedad, esta distancia probablemente lo que hace que Mercedes sea capaz de comportarse con cierta nobleza, con cierta generosidad que en la vida real no muestra, sino que hace lo contrario de su actitud habitual.

La conclusión es: ¿la literatura nos hace mejores? No me atrevería  a decirlo. Quiero ser optimista, quiero pensar que por lo menos a Mercedes, que tiene sus momentos bueno y sus momentos malos, uno de sus momentos buenos tiene que ver con su experiencia con la literatura, que le permite analizar la relación con su hija y el punto de vista de la hija y el suyo, ver con esa condición básica del escritor que consiste en ver desde todos los puntos de vista y no ponerse nunca de un lado y ponerse en otro lado. Entonces, yo creo que la gran lección que Mercedes aprende con la escritura es esa, que es capaz de reflexionar defendiendo sus intereses pero también defendiendo los de la otra persona y que todos tenemos una pequeña parte de razón.

Muchas gracias y mucha suerte, Ignacio.

Por Ginés J. Vera

2 comentarios:

  1. Extraordinaria entrevista en la que brillaron tanto el entrevistado como el entrevistador.. Felicidades a ambos.

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