Páginas

lunes, 27 de octubre de 2014

MARÍN SOTELO: «No suelo ser muy explícito con las fechas en mis novelas».

Entrevisto a Martín Sotelo con quien he tenido el placer de compartir confidencias literarias desde su primera novela Bailes de medio siglo finalista del premio Roman de Chambéry, a la mejor primera novela escrita en castellano.

Nacido en Toledo, estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Ha compaginado sus estudios con múltiples trabajos de profesor, redactor, corrector, investigador y documentalista aunque actualmente trabaja como corrector y profesor. Le entrevisto al hilo de su segunda novela La Vida Muerta (Alfabia, 2014) además de felicitarle desde Maleta de libros por haber sido seleccionado Nuevo Talento FNAC 2014.

Fui un mal lector y me leí el texto de la contraportada antes de leer la primera página, en aquel se hace referencia al personaje del doctor Dangel como vertebrador de las historias de La vida muerta, me quedo con la caracterización de Gundi, acaso porque creo que hay muchos Gundi a nuestro alrededor, ¿está de acuerdo?

Yo mismo soy como Gundi. Es mi personaje favorito. Un hombre que vive tranquilo en su mundo, soñando, y que cuando sus sueños empiezan a cumplirse teme no estar a la altura de lo soñado.

Tras leer La vida muerta veo que enhebras personajes con historias que convergen, que discurren como ese río también presente a modo de personaje silencioso. ¿Qué fue lo más complejo a la hora de buscar el enfoque: los personajes o el paisaje?

Los personajes. El paisaje, para mí, no es más que una recreación mental de los personajes. Por tanto, no me interesan los paisajes desligados del discurrir mental de los personajes. La primera imagen que se me vino a la mente es precisamente la imagen con la que comienza la novela: una extraña mujer que aparece de pronto una noche en mitad del bosque para pedirle a un barquero que la ayude a cruzar el río. El resto vino solo, tratando de imaginar lo que había al otro lado del río y entre los árboles. 

No sé si atreverme a hablar en estas historias cruzadas de tu novela de dolorosas verdades frente a la incertidumbre de los deseos de los protagonistas.

Es que el deseo siempre es incertidumbre, y, como tal, se prolonga en una verdad incierta que duele y a la vez ilusiona por su mismo carácter enigmático. Debía mantener, por tanto, la ambigüedad durante todo el relato para crear una atmósfera digna de los tumbos que los personajes van dando.

Hay un claro guiño a la política, a la turbidez de los intereses malsanos del poder político, quizá conformando esa banda sonora de nocturnidad, de clandestinidad, de lo furtivo.

Hay una corrupción de pensamiento, incluso en los sueños, a lo largo de toda la novela. Los fines se consiguen mediante confusos rodeos, nunca directamente, como si se supiera que son fines necesarios pero malsanos y hubiera que mantenerlos en secreto. El personaje del político es uno más dentro de esa corrupción. Si hay políticos así es porque hay un tejido social que lo mantiene y lo permite. 

El hecho de que a Gundi le guste leer novelas de piratas es premeditado, ¿verdad?

Gundi se refugia en esas noveluchas para seguir recordando a Analía, ya que de pequeños jugaban a piratas. También para seguir preservando de esa forma su infancia. El que sea un personaje lector, es decir, nostálgico y fantasioso, me permitía describir sus pasajes con ese velo incierto de los sueños, en donde luces y sombras, verdad y mentira se confunden en una misma cosa. 

El doctor Dangel llega a afirmar una frase que no sé si comparte, la de que todo consiste en desviar la vista a tiempo, en distraer la realidad y pensar en otra cosa.

No la comparto, pero suele ser así. Es lo que todo el mundo hace para tratar de sobrevivir. Yo mismo desvío la vista hacia los libros y allí distraigo la realidad para hallar en las páginas otra realidad más verdadera y comprensible.

Al igual que comentaba con la presencia del rio, hay otro ‘personaje’ velado en toda la novela, uno tan antiguo como inmaterial, que se asoma a menudo poético, como en la frase: ‘Septiembre se envolvía en un velo mortuorio’. O ‘Todos estamos condenados desde el nacimiento’.

Es el Tiempo. No suelo ser muy explícito con las fechas en mis novelas, ni siquiera con los meses, pero me gustaba la idea de fijar septiembre porque es un mes de nuevos planes e idénticas estrategias, como diría Nacho Vegas. Es un mes en que pretendemos cumplir y afianzar todos esos sueños y proyectos que hemos ido planeando durante el verano, y me venía bien para relanzar la novela hacia su final.
Personajes, paisajes, historias que convergen, pero también silencios, ese silencio que la Dávalos apostilla al decir ‘todo lo que te guardes para la tumba te matará en vida.’ ¿Qué silencio queda o debería quedar tras leer La vida muerta?

Un silencio fecundo, hecho de todos los silencios de los que se nutre la novela, y que el lector debe interpretar a su antojo. Todo aquello que no se cuenta en una novela siempre es más importante y poderoso que lo que se cuenta. La novela no debe crecer en el texto propiamente dicho, sino en esos pasillos vacíos, subterráneos, que las palabras abren y que el lector debe llenar con su vida y su imaginación.

Muchas gracias y mucha suerte Martín.


Por Ginés J. Vera 

1 comentario:

  1. Esta vez me presentas a un autor que no me sonaba de nada. Pero al que tendré que leer, por lo que leo en esta fantástica entrevista. Me ha gustado, en especial su respuesta a la última pregunta.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar