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lunes, 27 de abril de 2015

NURIA BARRIOS: «El silencio es el contrapunto de la escritura y hay que saber utilizarlo muy bien».

Maleta de Libros da voz esta semana a la escritora madrileña Nuria Barrios. Acaba de publicar el libro de relatos ‘Ocho centímetros’ en Páginas de Espuma. Curiosamente, antes de empezar la entrevista, le pregunto por un microrrelato que escribió hace años titulado ‘Lagarto, lagarto’, confesándome que fue un encargo y es el único que escribió. Como digo, esta escritora y doctora en Filosofía además de las novelas Amores patológicos (Ediciones B) y El alfabeto de los pájaros (Seix Barral); es autora de numerosos relatos presentes en numerosas antologías, además de ser autora de los libros de poemas El hilo de agua (Algaida), ganador del Premio Ateneo de Sevilla, y Nostalgia de Odiseo (Vandalia); así como del libro de relatos El zoo sentimental (Alfaguara); y de un libro de viajes, Balearia (Plaza y Janés). Colabora habitualmente como crítica con el suplemento literario de El País y con la revista Mercurio.

¿Por qué son once estos relatos y no diez o doce?

No los sé, porque supe cuando los tenía que tenía todos, sí vi que había un par que no me gustaban, vamos, que no respondían ya al ritmo que tenía el libro. Supe muy bien como empezaba el libro y como acababa y, en cierta, forma una voz que ya tengo el principio y el final, esta forma como un ciclo.

Entonces ¿es  interesante leerlos en el orden en el que están y no salteados?

Si, por supuesto, yo recomiendo que se lean del uno al once.

Además del estilo, la evocación y la mirada afilada a la realidad ¿qué tienen en común estas once historias?

La atención al dolor, pero contemplado no de la forma tradicional, no a partir de la tragedia sino como parte consustancial de la vida. El observar como el desastre y la normalidad van de la mano.

De algún modo los finales de estas historias son finales abiertos, se me antoja, como haciendo partícipe a los lectores de una secuencia, espectadores del teatro de la humanidad.

Se te antoja muy bien porque efectivamente esa era la intención por eso los dejo siempre abiertos.

Un personaje en “Yo era un buldócer” dice: ‘Nombrar es poseer’.  ¿Por eso es tan importante lo que decimos, lo que se enuncia con nombre propio?

El lenguaje tiene un poder inmenso y lo que pasa es que vivimos en un época en donde el lenguaje se ha convertido prácticamente en publicidad e importa muy poco que lo que se dice tenga un contenido, pero cuando lo que se busca es precisamente enunciar a algo nombrar realmente y lo que hay entre nosotros no hay nada más poderoso que el lenguaje, para todo, para encarar la vida, para pensar, para encauzar las emociones…

Si importante es lo que se nombra también lo es lo contrario, no nombrar.

Claro, el silencio es el contrapunto de la escritura y hay que saber utilizarlo muy bien para que lo que se dice tenga mayor peso, el silencio precisamente lo que evita es la verborrea y el lenguaje vacío.

¿Cómo se llega a una frase como la que leemos en “Un puente de cristal”: ‘Esperar la muerte es difícil, incluso para quien está acostumbrado a convivir con ella’?

Pensando, pensando en la realidad y lo que hablábamos antes, enunciándola, enunciándola de la forma que sea más precisa posible.

Háblenos de la banda sonora de estas once historias, de diez al menos, ya que ‘Danny Boy’ tiene la suya (homónima) aunque a un personaje le parece que ‘es muy fea’.

Es muy pequeño, hace el contrapunto para no caer en el melodrama.
La que quiera poner el lector; la verdad, si hubiera querido marcar como en ‘Danny Boy’ una música un clima lo hubiera hecho y no lo he hecho porque prefiero que sea el propio lector el que decida si le va una música u otra o nada.

Muchas gracias y mucha suerte, Nuria.


Por Ginés J. Vera.

lunes, 6 de abril de 2015

CARLOS MENESES NEBOT: «Fue una novela rechazada constantemente por su contenido altamente sexual».

En Maleta de libros esta semana me reencuentro con un escritor, Carlos Meneses Nebot, al que ya tuve el placer de entrevistar hace un año. Si en aquella ocasión fue con la publicación del libro de relatos El día que murió Amy Winehose (Sloper, 2014), en esta es de una novela largamente dormida en un cajón, casi olvidada que también sale con el sello de Sloper, ‘Sabor a proteína humana’. Os dejo al final de esta entrevista el enlace a la que le realicé un año atrás por si queréis hincarle el diente también por partida doble.

¿Cómo surgió la idea de escribir 'Sabor a proteína humana'?

Pues brotó como un relato.  En principio no constaba con más de 15 folios. Iba a pertenecer al volumen de relatos que formó mi primer libro “Vuélate la tapa de los sesos”, pero “algo” hizo que lo reconsiderara y lo apartara del conjunto. Supongo que la posibilidad de convertirlo en una novela. La idea brota de mi situación sentimental en aquella época, no muy afortunada, de ahí que quisiera escribir sobre la desintegración de una pareja. A lo largo de los años fui retocando, cortando, reconstruyendo y puliendo la historia sin alejarme de su origen. Fue una novela rechazada constantemente por su contenido altamente sexual. Cuando menos me lo esperaba, ya lo había descartado, Sloper me la ha querido publicar.

En la cocina de esta novela paladeo: una voz retrospectiva en cursiva que se contrapone al tiempo continuo de narración; acción y reflexión, presente y pasado.

Los Flash-back cobran el sentido en esta novela de dar una imagen más global de lo que ha sido el protagonista y de lo que siempre ha corroído su mente. Es una forma de redondearlo y creo que dota de una mayor veracidad, pese a ser una historia fantástica, a la forma de actuar de Sabino.

Liz se presenta ante Sabino como ‘una detective contratada por Satán’. Va a ser tan importante en su vida, o más, como lo es su mujer, Carmen, ¿no te parece?

En esencia, Liz es el personaje más decisivo de la novela.  Digamos que ella es la catapulta que necesitaba Sabino para romper con todo la cotidianidad.  Y, a su vez, para “mostrarle” el reverso de la moneda que, pese a no ser ajeno a él, jamás se había propuesto indagar tan a fondo en él.

Sobre esa cotidianidad leo dos frases antes de preguntarte ¿cómo definirías a Sabino al principio de la novela? ‘La indiferencia se ha convertido en mi mayor aliada y eso es mi mejor armadura’. (…) ‘Te has casado, tienes trabajo, un piso, coche… Viene la dificultad de huir de ese atolladero. Se ha convertido en un laberinto sin salida’.

Sabino es un tipo quemado por la rutina. Lleva años casado y su vida conyugal carece de alicientes. Ni el sexo con su pareja le reconforta. Y lo peor es que no sabe cómo salir de esa relación que se va prorrogando conforme él cada vez se haya más desapegado de su mujer.

Precisamente Liz le da este consejo: ‘No te quedes nunca clavado, monstruo, porque  si no te mueres un poquito cada vez’.

En esta frase se hace hincapié en la rutina nuevamente. El sedentarismo de Sabino tras años de matrimonio, es evidente. Liz únicamente ejerce como la voz de su conciencia, en este caso, como la voz de las tropelías que “debe” cometer para salir del caos que es su casa.

Él es consciente de su laberinto, de algún modo, como una mecha a punto de recibir la llama (guiño a The Doors), cuando dice: ‘Purple rain solo irrumpe en mis adentros como antesala de una serie de cambios repentinos que se van a producir’.

Bueno, ahí se juega un poco con el tema fantástico.  En esta novela algo gótica y onírica “Purple rain”, de Prince, me pareció idónea para dar “música” a la fantasía que corre por la cabeza de Sabino.  También los Doors son estupendos para reflejar como la “maldad” se va adueñando de las facciones del protagonista.

Junto al ‘Purple rain’ de Prince, otra canción mítica de The Doors ‘Light my fire’ pone música a esta búsqueda de Sabino.

Otra canción entre esperanzadora y agridulce. Esperanzadora en el sentido de buscar el placer infinito, algo que le llene, que le alumbre. Y agridulce porque en su fuero interno, Sabino es totalmente consciente de que eso es harto complicado, aunque lo roce con las yemas de los dedos, por no decir imposible.

Hallamos pronto el color de la sangre, el rojo fuego, maridando con el color de la noche, el de las pesadillas, aunque mejor lo destilo con la frase: ‘El negro es lo real, es tu inconsciente, donde reside el verdadero yo’.

De nuevo es la voz de Liz, personaje que se mueve en el lado sombrío de la mente de Sabino.  Liz representa el negro en toda su oscuridad.  Y, a su vez, el rojo en el sentido más sangriento de la palabra.

Entre las reflexiones que saetean el río subterráneo de la novela destaco esta de Sabino: ‘Quiero creer que todos tenemos alguna vez pensamientos libidinosos y que no soy una excepción’.

En la novela, Sabino ansía hallar todo aquello de lo que ha sido privado a lo largo de toda su vida. Se mueve en una especie de “pilla todo aquello que te dé placer sin importarte el prójimo. Sacia tus instintos más primarios. Derriba los obstáculos. Devora a quién trate de impedirlo. En una palabra: canibalízate.

He creído ver cuando dice: ‘Me aterrorizo porque comprendo que todos podemos llegar a realizar los actos más depravados y horribles con tal de encontrarlo (el placer infinito)’ que llega un punto donde se acerca a su luz personal.

Y es ahí, en ese punto en el cuál está aproximándose a su cenit, cuando se da cuenta del horror. Del horror que uno es capaz de cometer cuando se engancha al lado oscuro de su propia personalidad. Se torna un adicto y no ve más allá, hasta que una “bofetada moral” tiene lugar en el momento más inesperado.

Una reflexión que alude, bajo mi modo de ver, a uno de los grandes temas de ‘Sabor a proteína humana’: ‘El cambio a la bestialidad y a la brutalidad llegará sin darte cuenta, porque tú no puedes escapar de tu “yo” interior’.

Aquí se vuelve a dar rienda suelta a todo aquello que le corroe por dentro. Está claro que es un hombre frustrado: su matrimonio, su trabajo, sus amistades… todo esto lo inunda de desesperación. La válvula de escape es ser una suerte de Míster Hyde.

He dejado una frase de la novela para que la comentes, si te parece, una con mucha proteína que Liz le dispara a bocajarro a Sabino: ‘Abstráete y disfruta de los pequeños momentos que te ofrece la vida. No es malo ser simple’.

Simplemente, y valga la redundancia, la mayor parte de la gente piensa que hay que tener grandes aspiraciones en la vida como si con ello pudieras convertirte en algo mejor. Nos olvidamos de que, tal vez, saboreando un simple helado Ferrero-Rocher ya estamos dándole sentido al día a día. O, tal vez, no. Esa es siempre mi disyuntiva. 

Tres personajes secundarios que me han interesado: ‘El presentador de finos bigotes’; de otro, su amigo Goyo y, si me permites un guiño, uno que se llama ¿Ginés?

El presentador de finos bigotes ejerce el efecto dramático de ser el propagador visible de todas las desapariciones que acaecen en la ciudad. Sabino cree ver en él un reflejo de lo que es él mismo: disfruta interiormente con todo ello porque eso significa elevar los índices de audiencia al igual que el propio Sabino se retroalimenta de todas esas desdichas. Goyo no deja de ser una versión masculina pero adolescente de Liz. En su época estudiantil era su mejor colega, su mejor compinche, y ya se atisbaba en él que no era un simple gamberrete como era Sabino. No, Goyo, ya era potencialmente un psicópata y aún así, Sabino se siente fascinado por él al igual que décadas después lo está por Liz. El nombre de Ginés me gustaría recordar el porqué lo puse a un personaje.  No lo sé.  Tal vez porque siempre me aburro de llamar Pedro, Juan, Carlos, Pepe a mis personajes. 

Muchas gracias y mucha suerte, Carlos.

Por Ginés J. Vera.

La entrevista que mantuvimos tras la publicación de su libro de relatos podéis leerla aquí.