En Maleta de libros esta
semana me reencuentro con un escritor, Carlos Meneses Nebot, al que ya tuve el
placer de entrevistar hace un año. Si en aquella ocasión fue con la publicación
del libro de relatos El día que murió Amy
Winehose (Sloper, 2014), en esta es de una novela largamente dormida en un
cajón, casi olvidada que también sale con el sello de Sloper, ‘Sabor a proteína humana’. Os dejo al final de esta entrevista
el enlace a la que le realicé un año atrás por si queréis hincarle el diente
también por partida doble.
¿Cómo surgió la idea de escribir 'Sabor
a proteína humana'?
Pues
brotó como un relato. En principio no
constaba con más de 15 folios. Iba a pertenecer al volumen de relatos que formó
mi primer libro “Vuélate la tapa de los sesos”, pero “algo” hizo que lo
reconsiderara y lo apartara del conjunto. Supongo que la posibilidad de
convertirlo en una novela. La idea brota de mi situación sentimental en aquella
época, no muy afortunada, de ahí que quisiera escribir sobre la desintegración
de una pareja. A lo largo de los años fui retocando, cortando, reconstruyendo y
puliendo la historia sin alejarme de su origen. Fue una novela rechazada
constantemente por su contenido altamente sexual. Cuando menos me lo esperaba,
ya lo había descartado, Sloper me la ha querido publicar.
En la cocina de esta novela paladeo: una
voz retrospectiva en cursiva que se contrapone al tiempo continuo de narración;
acción y reflexión, presente y pasado.
Los Flash-back cobran el sentido en esta
novela de dar una imagen más global de lo que ha sido el protagonista y de lo
que siempre ha corroído su mente. Es una forma de redondearlo y creo que dota
de una mayor veracidad, pese a ser una historia fantástica, a la forma de
actuar de Sabino.
Liz se presenta ante Sabino como ‘una
detective contratada por Satán’. Va a ser tan importante en su vida, o más,
como lo es su mujer, Carmen, ¿no te parece?
En
esencia, Liz es el personaje más decisivo de la novela. Digamos que ella es la catapulta que
necesitaba Sabino para romper con todo la cotidianidad. Y, a su vez, para “mostrarle” el reverso de
la moneda que, pese a no ser ajeno a él, jamás se había propuesto indagar tan a
fondo en él.
Sobre esa cotidianidad leo dos frases antes de preguntarte ¿cómo
definirías a Sabino al principio de la novela? ‘La indiferencia se ha
convertido en mi mayor aliada y eso es mi mejor armadura’. (…) ‘Te has casado,
tienes trabajo, un piso, coche… Viene la dificultad de huir de ese atolladero.
Se ha convertido en un laberinto sin salida’.
Sabino
es un tipo quemado por la rutina. Lleva años casado y su vida conyugal carece
de alicientes. Ni el sexo con su pareja le reconforta. Y lo peor es que no sabe
cómo salir de esa relación que se va prorrogando conforme él cada vez se haya
más desapegado de su mujer.
Precisamente Liz le da este consejo: ‘No
te quedes nunca clavado, monstruo, porque
si no te mueres un poquito cada vez’.
En
esta frase se hace hincapié en la rutina nuevamente. El sedentarismo de Sabino
tras años de matrimonio, es evidente. Liz únicamente ejerce como la voz de su
conciencia, en este caso, como la voz de las tropelías que “debe” cometer para
salir del caos que es su casa.
Él es consciente de su laberinto, de
algún modo, como una mecha a punto de recibir la llama (guiño a The Doors), cuando dice: ‘Purple rain
solo irrumpe en mis adentros como antesala de una serie de cambios repentinos
que se van a producir’.
Bueno,
ahí se juega un poco con el tema fantástico.
En esta novela algo gótica y onírica “Purple rain”, de Prince, me
pareció idónea para dar “música” a la fantasía que corre por la cabeza de
Sabino. También los Doors son estupendos
para reflejar como la “maldad” se va adueñando de las facciones del
protagonista.
Junto al ‘Purple rain’ de Prince, otra
canción mítica de The Doors ‘Light my fire’ pone música a esta búsqueda de
Sabino.
Otra
canción entre esperanzadora y agridulce. Esperanzadora en el sentido de buscar
el placer infinito, algo que le llene, que le alumbre. Y agridulce porque en su
fuero interno, Sabino es totalmente consciente de que eso es harto complicado,
aunque lo roce con las yemas de los dedos, por no decir imposible.
Hallamos pronto el color de la sangre,
el rojo fuego, maridando con el color de la noche, el de las pesadillas, aunque
mejor lo destilo con la frase: ‘El negro es lo real, es tu inconsciente, donde
reside el verdadero yo’.
De
nuevo es la voz de Liz, personaje que se mueve en el lado sombrío de la mente
de Sabino. Liz representa el negro en
toda su oscuridad. Y, a su vez, el rojo
en el sentido más sangriento de la palabra.
Entre las reflexiones que saetean el río
subterráneo de la novela destaco esta de Sabino: ‘Quiero creer que todos
tenemos alguna vez pensamientos libidinosos y que no soy una excepción’.
En
la novela, Sabino ansía hallar todo aquello de lo que ha sido privado a lo
largo de toda su vida. Se mueve en una especie de “pilla todo aquello que te dé
placer sin importarte el prójimo. Sacia tus instintos más primarios. Derriba
los obstáculos. Devora a quién trate de impedirlo. En una palabra:
canibalízate.
He creído ver cuando dice: ‘Me
aterrorizo porque comprendo que todos podemos llegar a realizar los actos más
depravados y horribles con tal de encontrarlo (el placer infinito)’ que llega
un punto donde se acerca a su luz personal.
Y es
ahí, en ese punto en el cuál está aproximándose a su cenit, cuando se da cuenta
del horror. Del horror que uno es capaz de cometer cuando se engancha al lado
oscuro de su propia personalidad. Se torna un adicto y no ve más allá, hasta
que una “bofetada moral” tiene lugar en el momento más inesperado.
Una reflexión que alude, bajo mi modo de
ver, a uno de los grandes temas de ‘Sabor a proteína humana’: ‘El cambio a la bestialidad
y a la brutalidad llegará sin darte cuenta, porque tú no puedes escapar de tu
“yo” interior’.
Aquí
se vuelve a dar rienda suelta a todo aquello que le corroe por dentro. Está
claro que es un hombre frustrado: su matrimonio, su trabajo, sus amistades…
todo esto lo inunda de desesperación. La válvula de escape es ser una suerte de
Míster Hyde.
He dejado una frase de la novela para
que la comentes, si te parece, una con mucha proteína que Liz le dispara a
bocajarro a Sabino: ‘Abstráete y disfruta de los pequeños momentos que te
ofrece la vida. No es malo ser simple’.
Simplemente,
y valga la redundancia, la mayor parte de la gente piensa que hay que tener
grandes aspiraciones en la vida como si con ello pudieras convertirte en algo
mejor. Nos olvidamos de que, tal vez, saboreando un simple helado
Ferrero-Rocher ya estamos dándole sentido al día a día. O, tal vez, no. Esa es
siempre mi disyuntiva.
Tres personajes secundarios que me han
interesado: ‘El presentador de finos bigotes’; de otro, su amigo Goyo y, si me
permites un guiño, uno que se llama ¿Ginés?
El
presentador de finos bigotes ejerce el efecto dramático de ser el propagador
visible de todas las desapariciones que acaecen en la ciudad. Sabino cree ver
en él un reflejo de lo que es él mismo: disfruta interiormente con todo ello
porque eso significa elevar los índices de audiencia al igual que el propio
Sabino se retroalimenta de todas esas desdichas. Goyo no deja de ser una
versión masculina pero adolescente de Liz. En su época estudiantil era su mejor
colega, su mejor compinche, y ya se atisbaba en él que no era un simple
gamberrete como era Sabino. No, Goyo, ya era potencialmente un psicópata y aún
así, Sabino se siente fascinado por él al igual que décadas después lo está por
Liz. El nombre de Ginés me gustaría recordar el porqué lo puse a un
personaje. No lo sé. Tal vez porque siempre me aburro de llamar
Pedro, Juan, Carlos, Pepe a mis personajes.
Muchas
gracias y mucha suerte, Carlos.
Por
Ginés J. Vera.
La entrevista que mantuvimos tras la publicación de su libro de relatos podéis leerla aquí.