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lunes, 25 de mayo de 2015

MANUEL VICENT: «Lo que más profundamente llega a la imaginación del lector no es la realidad ni el realismo, sino la verosimilitud».

Maleta de libros tiene el honor de entrevistar esta semana al escritor Manuel Vicent. Aunque muy vinculado con Valencia nació en Villavieja (Castellón) en 1936, tras obtener la Licenciatura en Derecho y Filosofía por la Universidad de Valencia, estudió periodismo en Madrid. Escritor, periodista, articulista, autor de biografías, artículos periodísticos, libros de viajes, apuntes de gastronomía o entrevistas entre otros géneros. Ha publicado numerosas novelas como por ejemplo: ‘Tranvía a la Malvarrosa’ (1994), ‘Jardín de Villa Valeria’ (1996) ‘, Pascua y naranjas (1993), Son de Mar (Premio Alfaguara 1999), La novia de Matisse (2000), Cuerpos sucesivos (2003), Verás el cielo abierto (2005), León de ojos verdes (2008). También es autor de la antología Los mejores relatos (1997) y de las colecciones de artículos Nadie muere la víspera (2004), Las horas paganas (1998), Viajes, fábulas y otras travesías (2006), Póquer de ases (2009) y Mitologías (2012). Le entrevisto tras la publicación de ‘Desfile de ciervos’ (Alfaguara, 2015) una novela continuación a ‘Aguirre, el magnífico’ (2011) y ‘El azar de la mujer rubia’ (2013).

Con ‘Desfile de ciervos’ completa la trilogía iniciada con ‘Aguirre el magnífico’ en 2011, ¿cuáles son los hilos conductores y qué va a sorprender al lector en esta tercera entrega?

Yo me imagino que si se leyeran las tres de una tirada yo creo que lo que les une será: un estilo de narración, un tejido social, una historia de todos los días, de sucesos concretos, parte de política, parte de la sociedad, y en el primero que es Aguirre el magnífico eso está vertebrado alrededor de una figura irrepetible que es el Duque de Alba, que primero fue sacerdote, después fue intelectual y después duque. en la segunda, que es La mujer rubia, es más política porque se está vertebrada sobre un triángulo político que es el rey, Suarez y la chica rubia que es Carmen Díaz de Ribera pero empleo un bosque lácteo que es la memoria perdida de Suarez, y en esta la historia sigue y lo que sirve de metáfora aquí es el cuadro de la familia real como una antítesis del mito de Dorian Grey, en que todo se corrompe, se destruye alrededor y el cuadro queda intacto tal como era cuando los sueños solo estaba en la gente, yo creo que lo que une es la historia de España, una historia contada desde el punto de vista literario.

Se menciona el retrato de Dorian Grey, en alusión al personaje de la novela homónima de Oscar Wilde, quizá haya gente que no la haya leído, ¿aconseja leerla antes o después? ¿Con qué mito, idea o sensación quiere que se quede el lector de ‘Desfile de ciervos’?

La sensación de un cuadro, de cualquier obra de arte ya sea una pintura, una música, un poema o un libro, siempre lo completa el que lo lee, el espectador, el oyente, etc. En este caso en ese cuadro de la familia real que está pintado inicialmente en 1994 están los personajes tal cual eran entonces; de hecho, cuando el espectador ve ese cuadro ¿qué ve? Ve a unos personajes que no han envejecido, pero el espectador sabe perfectamente lo que ha sucedido en los últimos veinte años. Y claro, esa sensación, esa vivencia que tiene en la vida la incorpora al cuadro y al espectador. No es necesario que se lea la historia de Dorian Grey que es un mito que continua, que está perfectamente a nuestro alcance al ver fotos antiguas nuestras y como envejece todo mientras que en las fotografías no envejeces. Es jugar con esa doble mirada, como una metáfora.

Personajes reales con otros de ficción, realidad e irrealidad. ¿A veces la ficción nos ayuda a comprender la realidad y viceversa?

Yo creo que es lo que nos mas profundamente llega a la imaginación del lector no es la realidad ni el realismo sino la verosimilitud; la verosimilitud es una realidad convertida en ficción, una verdad que sabemos que ha existido, que hemos vivido, pero que el autor convierte eso en una materia literaria, en un vuelo literario, eso tiene mucha más repercusión en el lector.

Un inicio contundente: un ahorcado, en realidad, tres. ¿Llegará un momento en el que nos volvamos insensibles al dolor y a la violencia en los medios de comunicación y en la literatura?

Eso ya está, la violencia no es más que una costumbre. De hecho ahora mismo, para que tú te fijes en una noticia, por ejemplo de Irak, ¿cuántos muertos necesitas para fijar la atención?, cincuenta ya no te vale, cien tampoco, tendrían que ser mil, a partir de mil, pero el año que viene tendrían que ser cinco mil. ¿Tú qué sabes lo que está pasando en Libia? Nada, si no hay cámaras no sabes que está pasando en Libia, ¿qué pasa en Siria?, si no sale en el telediario no existe. La violencia es una costumbre.

Entre tanto sueño derrotado la imagen, a modo de entrante, de la nariz rota del jugador Luis Enrique en el Mundial de fútbol.

Es una metáfora, la nariz rota de una derrota, es una metáfora, una nariz rota de un jugador que ahora está de moda, 20 años después, está en los periódicos, es una forma de empezar. Es una metáfora de la derrota y luego la victoria en el Mundial, una forma de escribir sobre lo que ha pasado.

El lenguaje de esta novela no deja indiferente, ‘la máquina de picar carne de la opinión pública’, leo; ¿qué separa a Belén Esteban de la verdadera familia real, de los Borbones, en el papel?

Para mí es que no se ni quién es, es una señora que es famosa por salir en la tele y a la vez sale en la tele porque es famosa y es una retroalimentación; un corral de gallinas que hay allí, de gallos y gallinas, a mí no me interesa nada. 

Sacó un libro.

Los libros son fáciles de sacar.

Muchas gracias y mucha suerte, Manuel.

Por Ginés J. Vera.

lunes, 18 de mayo de 2015

MERCEDES DE VEGA: «No, no es una novela política, es una novela de emociones».

Entrevisto en el hotel valenciano de costumbre a la escritora Mercedes de Vega. Nacida en Madrid es licenciada en Sociología y Ciencias Políticas. Ha residido y trabajado en Nueva York y Barcelona. Ha cursado estudios literarios en la Universidad Complutense de Madrid y participado en numerosos talleres de escritura creativa. Ha colaborado en revistas literarias como Los Papeles de Iria Flavia, y es miembro del jurado del Concurso Resonancias de Cuento. Ha publicado la novela ‘El profesor de inglés’, el libro de relatos ‘Cuentos del sismógrafo’, y varias publicaciones colectivas. Ha sido galardonada por dos años consecutivos (2013 y 2014) en los Premios del Tren "Antonio Machado". La entrevisto por la reciente publicación de su segunda novela ‘Cuando estábamos vivos’ (Plaza Janés, 2015).

   Que la novela transcurra en el periodo histórico de la Segunda República puede desanimar a algunos lectores o al menos pensar que va a incluir tintes políticos, que quizá sea ‘otra novela sobre la Guerra Civil’.

   No, no es una novela política, es una novela de emociones. Es una novela que está ambientada en la Segunda República. Va caminando por un espacio temporal desde 1928 a 1936 que es justamente la Segunda República; es un contexto tan poderoso que no podía obviarlo. La historia de amor que yo planteo en la novela es una excusa para un recorrido mítico, mío personal como novelista. Considero que el periodo es muy superior, nos remite a nuestra historia, al final somos lo que somos por el pasado que arrastramos y no es un pasado tan lejano. En este caso el periodo al que se circunscribe la novela es casual en el sentido en el que para mí era importante hablar de unos personajes y vivieron en esta época y no en otra. No es algo que yo haya elegido, yo quería hacer mi novela, la novela de mis personajes y mis personajes estaban en este momento histórico.

   La novela se abre al lector en 1995 con la confesión de Lucía, ya anciana, su necesidad de contar una serie de secretos guardados con miedo durante demasiados años. Háblenos de quién es Lucía sin desvelar, por descontado, esos secretos.

   La narradora de mi historia, Lucia, es una mujer que a los 90 años, desde Roma, vive en el exilio del que no va a volver jamás. Nos va a contar sus últimos años en España, del 28 al 36, donde ella mantiene una relación adúltera. En la novela vemos la confesión de una mujer adúltera, de la relación de adulterio, solo que ella no lo vive como una Madame Bovary, ella es una mujer del siglo XX que reivindica su libertad, aunque dentro de una familia conservadora, muy monárquica; fíjate que su padre, durante toda la novela, su máxima aspiración es que vuelva Alfonso XIII y cargarse la República. Ahí lo que he hecho es jugar con la historia de dos familias porque realmente es una saga familiar, son dos familias que se complementan pero que son muy diferentes, una historia de saga familiar.
   En las guardas el libro tiene una foto de Madrid de los años 20 tomada desde el Círculo de Bellas Artes, lo cual es muy curioso, porque la novela empieza en el Círculo. También aparece un cuadro genealógico, el de las dos familias que son las protagonistas de la historia, un poco para poner en antecedentes a los lectores de lo que nos vamos a encontrar.

   ‘Cuando estábamos vivos’ es una historia de amor, celos, venganzas que además está inspirada en hechos reales, ¿no es cierto?

   Sí, está basada en hechos reales; con dos hechos que ocurrieron en mi familia he montado esta historia, pero además sin querer haberla montado. Fue a través de un proyecto de investigación genealógica cuando fue surgiendo con los años esta novela.

   Una novela de personajes pero también de escenarios, sobre todo del Madrid de la época que hará la delicia de los lectores, con detalles aportando credibilidad como ese toro paseándose por la Gran Vía o ese oso blanco que se escapó de la Casa de Fieras.

   Eso son dos anécdotas madrileñas que ocurrieron de verdad y en ese momento temporal. Entonces, claro, da verosimilitud; además, da una estampa social del momento histórico, de lo que está pasando en Madrid, de cómo es la vida de la gente, completamente distinta a la de ahora: cómo es posible que un oso se escape de la Casa de Fieras y ataque a un guarda. O ese toro que se le escapa a un ganadero que los llevaba subiendo por el Manzanares y que fue corneando a la gente por la Gran Vía. Y que curiosamente se encuentra en ese momento allí un torero que lo lidia… 

   De película de Buñuel.

   Totalmente surrealista. Un extranjero diría: pero qué país, ¿esto es real o ficción? Esto es un poco lo que me interesa en la Literatura: en qué momento pones la línea que marca el límite entre la realidad y la ficción; me pareció tan ilustrativo que no pude resistirme a incorporar en la narración estos pasajes.

   He tomado un dato que aparece en el libro, el último auto de fe en Valencia a mediados del XIX, el último condenado por herejía por la Inquisición, Cayetano Ripoll. Se lo comenta el personaje de Francisco a Juliana donde además le dice: ‘Nadie quiere desenterrar el pasado de este país, hecho de sangre y exilio’. ¿Aún nos queda más historias por desenterrar de nuestro pasado reciente, de hace 70 u 80 años, novelas que cuenten historias reales de sangre y exilio?

   Sí, fue el último condenado… La novela precisamente va de confesiones, y la novela va de memoria, sobre todo la memoria como relato que es de las cosas que más me interesaba sacar en la novela y efectivamente es así. La novela lo que hace es un recuerdo, sobre todo un tributo al pasado, yo lo he querido desenterrar, sobre eso que me cuentas de la Inquisición, de ese auto de fe. He querido hablar en esa época, no he podido resistirme al investigarlo, de la comunidad judía madrileña y, por extensión, en toda España. Es uno de los temas que me preocupa como autora y como novelista En mis novelas hay esa parte de desenterramiento, los españoles tenemos un miembro amputado, como dice Muñoz Molina, hay una serie de españoles a los que sacamos dramáticamente de nuestro país, y a los que se quedaron o nos los cargamos a través de la Inquisición o les hicimos que se olvidaran de su ideología, de su identidad. La novela va de identidades, también de la mía como escritora, es una búsqueda identitaria. He querido hablar de los conversos a través de una familia, en esta novela hay dos familias, la familia Anglada es de judíos conversos y me ha servido de excusa para hablar de la comunidad judía, por ejemplo madrileña, de cuando se inaugura la primera sinagoga en Madrid, en la calle del Príncipe, y de esta comunidad, de la política que se lleva a cabo con Alfonso XIII que luego continua con la Republica. Es un tema que me interesa y me preocupa y he querido contar en ‘Cuando estábamos vivos’.

Muchas gracias y mucha suerte, Mercedes.

Por Ginés J. Vera.

jueves, 7 de mayo de 2015

CHARLOTTE BETTS: «Susannah es una mujer inteligente en una época en la que se consideraba que ser muy leída era algo poco femenino».


Es un privilegio poder entrevistar para Maleta de Libros a la escritora londinense Charlotte Betts. Su primera novela me llamó la atención desde el título por razones personales: ‘La hija del boticario’. Betts  descubrió su pasión por la escritura después de toda una vida dedicada al diseño de moda y más tarde al interiorismo y la gestión de la propiedad inmobiliaria. La hija del boticario no solo tuvo muy buena acogida en su país, sino que con ella obtuvo entre otros: el premio YouWriteOn del Año en 2010, el Premio Joan Hessayon ​​para Nuevos Escritores en 2011 y el premio Romantic Novel RoNa de la Romantic Novelists’ Association´s Historical en 2013. Actualmente Betts vive con su marido en una cabaña en el bosque en las fronteras de Hampshire y Berkshire.

Para comenzar me gustaría preguntarle cómo surgió la idea de escribir La hija del boticario, de donde nació el germen para contar una historia enmarcada hace más de trescientos años en lugar de ubicarla en la época actual.

Hace quince años que empecé a escribir, pero ‘La hija del boticario’ es la primera novela que me publicaron. Las seis primeras que escribí estaban ambientadas en la actualidad, y después escribí una historia de amor situada en la Segunda Guerra Mundial. Aunque yo no la consideraba «histórica»; para mí era, sencillamente, la época de juventud de mis padres. Pero me fascinó tanto la documentación que hice sobre la época que decidí que mi siguiente novela sí que sería histórica en el sentido estricto de la palabra, y que me remontaría aún más atrás en el tiempo. Es entonces que leí el diario de Pepys y me decanté por el Londres del siglo XVII. La lectura del manual de Culpeper fue lo que me inspiró a hacer de mi protagonista una boticaria.

Háblenos de ese diario el de Samuel Pepys ya que su lectura le ha permitido acercarse al Londres del XVII en el que transcurre la novela.

Cuando decidí escribir una novela ambientada en el siglo XVII, mi padre me prestó su ejemplar. Me fascinó tanto que pasé una noche entera leyéndolo. Fue entonces que supe que tenía que escribir sobre el Londres de la peste, y del Gran Incendio. No solo me interesaban las descripciones de Samuel Pepys sobre la ciudad de aquel entonces, sino cómo su personalidad salía a relucir a través de su prosa. Aunque sus orígenes eran humildes, trabajó duro para ascender socialmente hasta alcanzar una posición en la que tenía acceso al mismo rey. Era inteligente, divertido, grosero, taimado y adúltero. Esas cualidades tan humanas me hicieron decidirme a escribir sobre gente común y sus preocupaciones, en lugar de la corte y la política.
Pasé largas horas con un mapa contemporáneo en una mano y el diario de Pepys en la otra, trazando los caminos que recorría y leyendo sus descripciones sobre lo que veía en sus trayectos.

Es innegable la labor de documentación histórica reflejada en cada párrafo de la novela, me gustaría preguntarle por algunos de los libros, sobre todo los relacionados a temas de botica antigua y remedios naturales de la época, que ha consultado.

El libro que me fue más útil es un tratado de medicina llamado ‘Culpeper's complete herbal and English physician’, que se publicó por primera vez en 1653. Sin embargo, yo encontré un ejemplar de segunda mano de una copia en facsímil de 1826 que se reeditó en 1981, y es a ese ejemplar al que me referí durante la escritura de la novela.
Nicholas Culpeper fue un médico que consagró su trabajo a proporcionar remedios botánicos a los pobres. Creía que sus colegas de profesión cobraban precios abusivos por su trabajo, cuando había muchas medicinas sencillas que podían prepararse en casa. Una parte importante del libro se dedica a mostrar las plantas más útiles para que la gente pudiera identificarlas. La mayoría de ciudades, incluso Londres, no estaban muy alejadas del campo, con lo que era posible hacer una excursión para traer a casa cestos llenos de hojas y flores que podían secarse para preparar medicinas. El resto del libro se dedica a las recetas para preparar las medicinas, y a algunos consejos para el cuidado de los enfermos.
Hablando de enfermos, la novela transcurre durante la epidemia de peste de la época; hoy, vista con los ojos de los avances actuales, nos parece terrible como se trataba a la gente. Me sorprendió un detalle en el que se cuenta cómo se creía que habían sido los holandeses quienes la habían contagiado a Inglaterra.

Creo que hace falta recordar que en esta época los ingleses estaban en guerra con Holanda, así que los holandeses eran un chivo expiatorio habitual. En esa época, los ingleses eran muy suspicaces ante los extranjeros. Se corrió la voz que unos rollos de telas llegados de Holanda venían cargados de pulgas y esa fue la forma en la que la peste llegó a Inglaterra.
Debió de ser absolutamente aterrador vivir en plena epidemia de peste, especialmente teniendo en cuenta que las familias vivían a menudo hacinadas en condiciones insalubres.
Ver a gente muriendo a tu alrededor sin ninguna forma de evitarlo probablemente despertaría en cualquiera el instinto de supervivencia. Era muy importante deshacerse de los cadáveres cuanto antes, especialmente en verano, y solo los más pobres estaban dispuestos a arriesgar sus vidas realizando este trabajo, que además estaba muy mal pagado.
Encerrar a familias enteras en cuarentena cuando solo uno de ellos estaba enfermo solía ser una sentencia de muerte para toda la casa. Hoy en día, por supuesto, la medicina moderna permitiría tratar esta enfermedad. 

Si pasamos a los personajes de ‘La hija del boticario’ las mujeres parecen tener un papel destacado frente al de los personajes masculinos; son mujeres de carácter, no solo Susannah, también lo es, por ejemplo, la madrastra, Agnes Fygge o la criada Peg. ¿Ha querido reivindicar el papel de la mujer en esta época tan marcada por el machismo y la discriminación de las mujeres?

Aunque hay muchos hombres que se lo han pasado muy bien leyendo ‘La hija del boticario’, cuando la escribí imaginaba que tendría una mayoría de lectoras. Hoy en día las mujeres gozan de una libertad que hubiera sido impensable en el siglo XVII, y no creía que a los lectores contemporáneos fueran a interesarles personajes femeninos sumisos y apocados. Por su educación, Susannah se ve animada a pensar por sí misma y a cuestionar el rol en el que la sociedad quiere encasillarla. El personaje de Arabella puede parecer negativo, pero en realidad hay que tener en cuenta que solo hace lo que cree necesario para asegurarles un futuro a sus hijos. Agnes, por otro lado, como viuda adinerada goza de más libertad que muchas mujeres casadas.

Otro aspecto que me ha parecido interesante es el de la esclavitud, cómo ven los personajes el concepto de ser esclavo; ‘los esclavos tienen alma como nosotros’, dice Henry. Es llamativo el ejemplo de la ‘necesidad’ de que haya esclavos en las plantaciones de azúcar, para que puedan tener azúcar en Europa; ‘de otra forma sería inviable’, le dice Henry.

Este es un periodo histórico muy interesante, porque antes de la esclavitud, en las plantaciones trabajaban jornaleros blancos. Pronto se descubrió que los nativos negros caribeños eran más fuertes y resistían mejor el calor. La demanda insaciable de azúcar en Europa motivó la avaricia de los propietarios de las plantaciones y la esclavitud de los trabajadores negros.
Este tema me ha resultado muy difícil y delicado. La mayoría de europeos de la época creían, o preferían creer, que los esclavos eran, simplemente, ganado. Y así podían seguir consumiendo azúcar sin remordimientos de conciencia. Yo quería mostrar cómo Susannah supera sus propios prejuicios ante lo desconocido. Henry, por supuesto, creció en una plantación, rodeado de esclavos, donde se enamoró de Phoebe, su amiga de la infancia, así que su punto de vista es distinto.

La figura del padre de Susannah me llama la atención, no tanto por cómo se deja manipular a veces, sino por cómo ha educado a su hija, ella afirma que ha sido él quien le ha transmitido la pasión por aprender, quien le ha enseñado que ‘el conocimiento es fuerza’.

La pasión de Cornelius por aprender es una parte integral de su personalidad. Cuando su amada esposa, la madre de Susannah, murió, y su hijo se marchó a América, su reacción natural fue aproximarse a Susannah. Se consolaban el uno al otro.
Susannah es una mujer inteligente en una época en la que se consideraba que ser muy leída era algo poco femenino. En lo que respecta a sus relaciones, Cornelius es un hombre perezoso que siempre elige el camino más fácil. Se siente adulado por la admiración de su hija, y disfruta de la autoridad que tiene sobre ella como mentor, pero descuida planear el futuro de su hija asegurándose de que desarrolle cualidades más femeninas y encontrándole un buen marido. Se habría conformado si Susannah hubiera seguido trabajando con él indefinidamente, pero su enamoramiento de Arabella pone fin a todo eso.

La maternidad y el miedo a la muerte durante el parto son dos temas también relevantes en esta novela, ¿le ha ayudado a elaborar las partes más emotivas el hecho de ser usted madre de tres hijos? ¿En qué se ha inspirado para saber transmitir los miedos y anhelos de una joven de 26 años envuelta en los problemas de matrimonios concertados y la falta de medios económicos de una madre viuda y además embarazada?

Mi tercer hijo apenas tenía seis semanas cuando mi primer matrimonio se vino abajo, y esa situación me dejó económicamente desprotegida. Evoqué mis emociones de entonces, de la necesidad de trabajar duro para sacar adelante a mis hijos, para imaginar los miedos de Susannah. Estoy muy contenta con mi carrera profesional, pero mis hijos siempre han sido mi mayor prioridad, y creo que hay muchas madres que pueden identificarse con eso. Ahora mis hijos son mayores, y estoy muy orgullosa de ellos, ¡además de que tengo más tiempo para mí!
Los matrimonios concertados eran algo muy habitual en el siglo XVII, y a menudo se casaba a las mujeres para afianzar alianzas ventajosas, sin tener en cuenta sus deseos.

 ‘La hija del boticario’ ha recibido varias distinciones y premios, ¿qué le ha supuesto para usted estos reconocimientos por parte de la crítica y los lectores?

Empecé a escribir como diversión, sin imaginar que ninguna de mis novelas llegaría a publicarse. Es un honor inmenso que a lectores de todo el mundo les guste lo que escribo, ¡y no deja de maravillarme y encantarme cuando recibo mensajes de mis fans! Ahora mismo estoy trabajando en mi quinta novela histórica.

Muchas gracias Charlotte Betts, 
también quiero expresar mi agradecimiento a Laura Russo, al equipo de profesionales de Maeva Ediciones y en especial a los traductores que han hecho posible esta entrevista.

Por Ginés J. Vera.