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lunes, 29 de febrero de 2016

SUSANA RODRÍGUEZ LEZAUN: «El apego que siento hacia Navarra ha trascendido en las páginas de "Sin retorno"».



La autora en la Cruz del Peregrino, en Roncesvalles-Orreaga
Nacida en Pamplona en 1967, Susana Rodríguez Lezaun es periodista de vocación y profesión, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco, desde pequeña supo que lo suyo era contar historias, unas reales, las que cada día plasma en el diario para el que trabaja, y otras inventadas, las que llenan las páginas de sus cuentos y novelas. Dice sentir predilección por autores latinoamericanos, con especial devoción hacia Gabriel García Márquez. Como periodista ha trabajado en el ‘Heraldo de Soria’, ‘El Mundo’ y ‘Diario de Noticias de Navarra’, donde coordina y elabora un suplemento semanal dedicado a la actualidad educativa. "Sin retorno" (DeBolsillo, 2015) es su primera novela.

‘En una provincia tan tranquila como Navarra, una muerte violenta era un acontecimiento absolutamente fuera de lo habitual…’ Me preguntaba siendo así de dónde surgió la idea de escribir ‘Sin retorno'.

Cierto, Navarra es una provincia sumamente tranquila. Evidentemente hay robos, asaltos, agresiones e incluso homicidios, seis el año pasado, por ejemplo, pero nada que se salga de lo que consideramos "normal". Aún así, Navarra es el escenario perfecto para cualquier crimen. Tenemos parajes inhóspitos y deshabitados, pueblos en mitad de las montañas o pegados al desierto, ciudades con calles oscuras y edificios semiderruidos, tascas de medio pelo en las que los perdedores beben hasta que no recuerdan nada... Hace falta muy poco para cometer un crimen. Los escritores suecos de género negro construyen sus novelas en pueblecitos de quinientos habitantes rodeados de bosques. Lo que hay que preguntarse siempre es si la paz y tranquilidad que se respira es real o sólo una ilusión...

Y, ¿por qué escogió este género en concreto, con lo tranquila que es Navarra, para su primera novela? 

Respecto a lo de elegir el género negro para mi primera novela, me confieso una lectora voraz de este tipo de literatura. Desde que descubrí a Agatha Christie cuando no era más que una niña he leído todo lo que ha caído en mis manos. Georges Simenon, Vázquez Montalbán, Donna Leon, Connelly, Chandler, Poe, Dashiell Hammet, Sue Grafton, Patricia Highsmith, James Ellroy... Aunque intercalo otras lecturas, lo cierto es que en mis estanterías lo que prima es el género negro, y creo que cuando mi cabeza empezó a pergeñar la novela, lo primero que creó fue un crimen.

¿Es una manera de reivindicar el patrimonio cultural y natural de Navarra? 

No era mi intención consciente ensalzar el patrimonio de Navarra, pero creo que el apego que siento hacia ella ha trascendido en las páginas de "Sin retorno". Además, me encantan los Sanfermines, disfruto de cada minuto que estoy en la calle. Pamplona se transmuta durante una semana al año y es un espectáculo digno de verse; más allá del encierro y las borracheras, hay una fiesta apta para todos los públicos que acoge a todo el que llegue con ganas de pasarlo bien.

El Camino de Santiago está muy presente y los lectores también verán asomarse la fiesta navarra por excelencia: los Sanfermines.

Cuando era pequeña, mis padres nos llevaban a mis hermanos y a mí de excursión cada domingo. Muchos de esos pequeños viajes tenían como destino Roncesvalles, Burguete y Espinal, el inicio del Camino de Santiago. En verano correteábamos por el monte y el invierno disfrutábamos de la nieve. Nos cruzábamos con decenas de peregrinos que avanzaban despacio, cargados con sus mochilas, por un camino pedregoso, estrecho y empinado. Todos sonreían y todos nos saludaban, cada uno en su idioma, pero siempre eran cordiales y simpáticos con los cuatro críos que hacían el gamberro en el lindero. Mis padres nos contaban historias de peregrinos perdidos, de osos que los devoraban, de campanas que sonaban por la noche... El Camino es mágico de principio a fin, pero en Roncesvalles, en el corazón de los Pirineos, las leyendas se multiplican y desbordan la imaginación. 

He encontrado una rica descripción en los escenarios, una profusión en los detalles quizá para darle mayor verosimilitud y pervivencia a las imágenes conforme el lector va entrando en la trama.

La verosimilitud era una de mis mayores preocupaciones mientras estaba construyendo la novela. Soy periodista, y como tal mi trabajo es transmitir la verdad a mis lectores. Evidentemente estamos hablando de una obra de ficción, nada de lo que en ella se narra ha ocurrido, pero los escenarios por los que mis personajes se pasean son reales, existen y pueden visitarse. Cierto que me he tomado alguna licencia literaria, para eso escribir es un ejercicio de libertad, como acercar la selva de Irati a Roncesvalles, cuando en realidad distan unos veinte kilómetros, pero las calles, los edificios, los montes... todo existe. Sé que muchos autores prefieren escenarios inventados o directamente no le dan ninguna importancia a esa cuestión, pero para mí no podía ser de otra manera.

El amor está también presente en ‘Sin retorno’, una relación con Irene Ochoa a la que el destino parece darle una segunda oportunidad tras ese comienzo en la novela realmente impactante. 

El destino es impredecible y suele tener muy mal carácter. Irene Ochoa es una mujer maltratada que decide defender su vida acabando con la de su marido. Lo que menos esperaba era que el destino le ofreciese una segunda oportunidad un tanto envenenada. Tengo que reconocer que casi me ha costado más escribir las páginas dedicadas a las relaciones amorosas que los crímenes. Plasmar los sentimientos contradictorios de Irene, el miedo a ser descubierta, mientras David Vázquez se involucra cada vez más en la relación me ha resultado difícil. No quería parecer "rosa", pero tampoco fría y distante. Encontrar el equilibrio y hacerlo verosímil ha sido una dura tarea.

De nuevo tomo a Irene, un pensamiento suyo, para que nos lo comente pues en un thriller como este el miedo es un ingrediente imprescindible. ‘Solo sienten miedo quienes tienen algo que perder’.

Irene sólo tiene un camino posible: adelante. No puede detenerse ni mirar atrás. Corre porque no tiene nada que perder, ya lo ha perdido todo. Al principio de la novela, Irene es una mujer maltratada, sola, a la que poco le importa morir esa misma noche porque no tiene nada por lo que merezca la pena vivir. Sin embargo, todo cambia cuando el inspector David Vázquez entra en su vida. Se enamora de él casi sin darse cuenta y sabe que un paso en falso puede acabar con todo, podría perderlo todo de nuevo. Es entonces cuando nace en ella el miedo, y cuando decide avanzar, aunque el camino que elige es, sin duda, el más complicado.

David Vázquez reflexiona en un momento dado sobre que la experiencia le había enseñado que la presión constante es una buena baza cuando una investigación se alarga demasiado. ¿Ha contado con ayuda para la parte más policial, la de los entresijos de la criminología y forense? Destaco esos detalles de la lámpara de xenón y la luz negra del Handscope en el análisis policial de la escena.

Tuve la suerte de que la Policía Nacional de Pamplona me abrió las puertas de sus instalaciones y de su laboratorio. Una inspectora y una agente me guiaron por el complicado mundo de la investigación policial, explicándome cómo se procede desde que el sospechoso es detenido hasta que comparece ante el juez. También me hicieron una demostración de cómo trabajan los equipos de la policía científica. Disfruté mucho buscando huellas, cotejándolas con las de los sospechosos, rociando la escena en busca de rastros de sangre, intentando distinguir un billete  falso de uno verdadero... Les consulto todas las dudas que me surgen, que no son pocas, porque como ya he dicho soy un poco obsesa de la credibilidad.

Ya que ha mencionado a la Policía Nacional, háblenos de la colaboración existente entre ese cuerpo y la Guardia Civil en su novela, quizá como rasgo también distintivo de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad frente al tópico en EE.UU, por ejemplo, donde parece haber disputa de competencias.

En Navarra conviven Policía Foral, Policía Nacional y Guardia Civil, además de las policías locales en los municipios que las tengan. Parece mucho cuerpo de seguridad para tan poca provincia, pero creo que con los años han aprendido no sólo a tolerarse, sino también a trabajar en común. Pregunté por este asunto a los miembros de la Policía Nacional que me han ayudado con los aspectos más técnicos de la trama y me aseguran que la colaboración entre cuerpos es muy habitual, casi diaria, y que aquí nadie le "pisa" el terreno al otro. No sé si será del todo cierto, pero al menos eso es de lo que presumen.

Muchas gracias y mucha suerte, Susana.

Por Ginés J. Vera.

2 comentarios:

  1. Pues en esta ocasión me presentas a la autora. Y me gustaría probar con este libro, que el género negro me gusta mucho. A ver si me puedo quitar pendientes que llevan tiempo esperando en la estantería.
    Besotes!!!

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    1. Gracias por tu visita y comentario fieles, Margari. Tuve la oportunidad de visitar, más que recorrer, distintos puntos del Camino y ya ello me hizo elegir esta novela; creo que es una novela negra bien tramada y seguro que si tienes oportunidad te sorprenderá. Un saludo.

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