Carlos Sisí me concede
una simpática entrevista al hilo de la publicación de la última entrega de su
saga zombi ‘Los caminantes’, concretamente ‘Tempus fugit’ (Minotauro, 2016). No
dejo escapar más tiempo antes de presentaros la entrevista. Espero que os
guste.
En esta quinta entrega
vemos que aparecen nuevos personajes, pero también otros que reaparecen en
‘Tempus fugit’, ¿revivirlos
literariamente obedece por entero a la necesidad de atar cabos sueltos en
entregas anteriores?
Los personajes son herederos del estado de las cosas en anteriores
entregas. Hay algunos nuevos, y otros que parecieron despedirse tiempo atrás,
pero que han vuelto. Alguno hay que no debió volver nunca pero lo ha hecho de
todos modos (risas); en general me fijo mucho en lo que los lectores aplauden y
piden en las redes sociales, encuentro mucha satisfacción en el hecho de que
pidan y tengan ganas. Las ganas lo son todo.
Y en esa línea quería
preguntarle por ese regreso al inicio, a Carranque, un poco como la propia
estructura fragmentaria de la narración, esa visión coral, pero coméntanos lo
del regreso al ‘origen’; la vida son
ciclos y el ‘tempus fugit’
Me apetecía, tenía ganas, y como bien dices, soy muy de cerrar
círculos. La última novela que será la sexta en la serie ocurrirá en Málaga en
los escenarios donde todo empezó, para cerrar cosas. Si se restablecerá la
civilización y se terminará el problema zombi o esperarán sobreviviendo (que no
viviendo) está por ver.
Ya que habla de la sexta
entrega, aunque en esta quinta entrega de la saga parecen cerrarse muchas de las
historias de los personajes que aparecieron en libros pasados, cuéntenos a qué
o a quién como ‘resucitará’ en un nuevo libro.
Lo que se cuente en el sexto, como se ha podido ver o se está
viendo estos días en el quinto, será algo bastante sorprendente. Mi virus zombi
es en esencia una súper célula madre que regenera todo el cuerpo hasta lo
delirante, así que quizá puedan terminar de ajustarlo y ver qué sale a partir
de ahí. Pero como improviso mucho mientras escribo (siempre digo que soy el
primer lector de mis libros) puede pasar casi de todo, en realidad (risas).
Sobre la voz narrativa
coral, creo modestamente que es una de las razones de que se lea tan rápido –mi
felicitación–, casi tanto como el caminar de esos zombis al oír ruidos, ¿coincidimos más lectores en esto?
Sí, es algo que me dicen a menudo. El estilo es rápido y directo a
propósito; son libros de aventuras, disfrutables en esencia. Imagino una escena
como si de una película se tratara y trato de describirla; tampoco mucho, dejo
que la imaginación del lector decore con su riqueza interior lo que esbozo. Y
funciona. Lo ven realmente. Es una obra coral por un motivo muy sencillo,
quería que el lector sufriese la tensión de no saber quién es el protagonista
siquiera, así, cualquier personaje está expuesto a la muerte.
A la hora de enganchar también
me ha fascinado el lenguaje, ese toque de ironía –si se me permite–. Imagino
que en el terror como en las escenas de sexo –donde también hay mucha carne y
mucha urgencia– es fundamental saber construir emociones con palabras precisas,
¿es así? ¿Disfruta a
la hora de escribir, de describir, o necesita pasar un poco de miedo para
‘entonarse’?
El miedo lúdico se busca y hasta se paga, el miedo de verdad es el
peor cáncer de la humanidad. Creo que tras cada acto de maldad, por inopinado
que sea, hay Miedo. Si pudiéramos erradicarlo tendríamos un mundo mucho mejor.
El miedo que planteamos en los libros y otras obras de ficción nos distrae del
miedo real que no nos permite ser felices, ni ser nosotros mismos, para
empezar. Cómo se cocina y se sirve ese miedo lúdico es algo que cada creador
aprende y lleva a cabo de manera diferente; en mi caso prescindo de la
exactitud de la palabra por una composición general mucho más sencilla y
directa; mi melodía es sencilla pero efectiva. Creo que aprendí de mi madre, es
una excelente contadora de historias que conmueven y te empujan emocionalmente,
así hayan pasado cuarenta años desde que las vivió.
Quiero preguntarle por
un personaje entrañable, esa niña con la que he empatizado por su candidez.
¿Resulta difícil meterse en la piel y la mentalidad infantil, lo es más si se
trata de ‘hacer ver’ al lector el miedo o la incomprensión de lo que nos rodea
a esa edad?
Me manejo bien con los niños, no solo soy padre de tres, es que
nunca he dejado morir al niño interior. Aún me emociono visitando jugueterías y
cada Viernes es un pequeño fin del mundo laboral para centrarme en un
apocalipsis de juegos, salidas y despreocupaciones. Sé cómo piensan y cómo
reaccionan, y además son absolutamente deliciosos de plasmar.
A la hora de plantear lo
suculento de la historia ¿se tiene en cuenta antes el sentido común o lo
científico de la parte de ciencia-ficción? ¿Es cada vez menos ficción aventurar este tipo de Apocalipsis?
No sé qué tienen los apocalipsis que nos atraen profundamente.
Continuamente el cine nos trae películas catastrofistas que son luego grandes
éxitos de taquilla. Imagino que, de alguna manera, el plan general de la
Sociedad como tal nos asfixia un poco. Nos encontramos un poco encorsetados,
tal vez, en esta rutina zombi de levantarse, ganar dinero, gastar lo ganado, y
dormir otra vez. Seguramente el futuro, caso de ir mal, se parece más a “The
Road” (La Carretera) que a Los Caminantes, pero como no nos enmendemos
tendremos un circo a lo Mad Max. Por otro lado, siempre… siempre… prefiero
utilizar el sentido común a otra cosa. Algunos personajes mueren porque, en el
transcurso de la acción, lo más natural y lógico dadas las circunstancias es
que el personaje muera, por mucho que no lo tuviera pensado.
Carlos Sisí (Madrid,
1971) vive en Calahonda (Málaga) con su mujer y sus tres hijos. En 2009
sorprendió al público español con su serie «Los Caminantes», que situaba el
apocalipsis zombi en las soleadas tierras malagueñas y se convirtió en un
verdadero fenómeno de ventas. También es el autor de ‘La hora del mar’ y ganó
la X edición del Premio Minotauro con ‘Panteón’. Dirige una revista digital
online y su empresa familiar de diseño y soluciones de Internet.