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lunes, 16 de septiembre de 2019

Entrevista a Rosario Raro

Agradecido de que Rosario Raro me conceda de nuevo una entrevista, quiero empezar por el final de su novela. Tranquilidad, no voy a desvelar el desenlace.

   Me refiero a que en las notas finales de ‘Desaparecida en Siboney’ (Planeta), Rosario indica que el primer flechazo entre esta novela y ella se dio en una casona de Cantabria. Quienes me conocen saben que profeso un amor especial a Santander y Cantabria. Por ahí, Rosario ya me ganó (de nuevo) con esta novela.

   Fue en El Capricho de Gaudí, también conocida como La Villa Quijano, en Comillas, donde descubrió «a quien llamé en mi novela Mauricio Sargal. Su nombre real fue Máximo Díaz de Quijano, comencé a tirar del hilo seducida por la mirada que sostenía en un retrato de la que fue su casa durante un periodo demasiado breve...»

   De Comillas viajamos a Barcelona, al menos virtualmente en esta entrevista. No en vano, por entonces Mauricio nos describe “la vía que formaba parte del primer trazado peninsular desde Barcelona a Mataró partían en dos el paisaje”. Lo de trazado peninsular es porque el primer tren inaugurado en España fue en 1837, en Cuba (entonces provincia española) y correspondía a la línea La Habana-Güines. Años después se construyó la línea de Barcelona a Mataró en 1848, línea todavía hoy en uso. 

   Cuba y Barcelona son dos ciudades con un gran peso en esta novela, por cierto. La ciudad condal es un personaje más de la novela, para mí, sin duda. La Barcelona del XIX es una Barcelona que «estaba en plena ebullición, los telares no paraban y la pregunta que hay detrás de este libro tiene mucho que ver con el origen del dinero para montar las fábricas textiles. », comenta Rosario. Pero, ¿qué es eso de la pregunta detrás de este libro?... Al parecer, mientras se documentaba para escribir ‘Desaparecida en Siboney’, Rosario descubrió ciertos secretos acerca de fortunas actuales de algunas de las grandes familias españolas que parecen provenir del tráfico de esclavos en las colonias americanas a finales del siglo XIX. 

 Pasados algo turbios donde algunas pruebas se han salvado... y otras fueron borradas. «Una guerra es la coartada perfecta para la quema de archivos.», asegura. 

  Y si en su anterior novela ‘La huella de una carta’, también basada en hechos reales (al igual de ‘Volver a Canfranc’), las cartas cobraban un protagonismo especial, en ‘Desaparecida en Siboney’ lo es un telegrama. «En mi novela hay un telegrama de Alfonso XII que contiene las claves de desvelamiento sobre la verdadera identidad de los protagonistas.» 

   Si uno está atento a ese telegrama e indaga en los personajes de ficción -a los que Rosario ha cambiado los nombres reales-, estos se convierten en figuras históricas reconocibles y famosas. Como ella misma comenta: «Muchos políticos y empresarios actuales descienden de familias que se dedicaron al tráfico de seres humanos. Creo que es algo que debe llevarnos a una profunda reflexión, a pensar en manos de quiénes estamos.»

 Porque ‘Desaparecida en Siboney’ invita a la reflexión, y mucho; la base de la novela no deja de ser ese grito de libertad, la puesta en valor del movimiento abolicionista en una época con una mentalidad muy diferente a la nuestra... O quizás no tanto.

   Viajemos de nuevo. Ahora por mar, tal y como nos cuenta Rosario y descubrimos en su novela.

  «Se le llamaba eufemísticamente "comercio triangular" a la trata de seres humanos. Los barcos partían de Europa hacia África, de allí a América y del Nuevo Continente hasta aquí de nuevo.» En ese “viaje redondo” o "comercio triangular" los buques nunca navegaban vacíos. «A África llevaban licores, caballos, armas…», comenta, y, en África, los negreros llenaban sus bodegas con esclavos que eran trasportados a América. Muchos no sobrevivían. Tras descargarlos en Cuba, Puerto Rico, Haití… los barcos volvían «con lo que nosotros conocemos por coloniales, los productos que se vendían en los ultramarinos: café, cacao, azúcar… también tabaco y mucho algodón para la industria textil.» Un viaje redondo, sin duda, para los bolsillos de muchos y para vergüenza de otros muchos más, ayer y hoy.

   Respecto a las condiciones de vida de la época, parece que se ha avanzado algo ya que «los abusos en las fábricas y en otros lugares de trabajo estaban a la orden del día», añade que el caso extremo eran las esclavas, ya que «como ni siquiera eran consideradas personas hasta muy avanzado el siglo XIX no había ninguna responsabilidad para nadie en el caso de que desaparecieran.»

   Rosario nos recuerda que «el movimiento abolicionista comenzó a tomar fuerza en estos años que yo relato, antes había sido silenciado de una u otra manera, cada vez que había brotado con cierta fuerza.»

  Puede parecernos que estos hechos, la esclavitud, haya quedado en el pasado, que sea algo tan lejano como cuando se comentan las atrocidades de los españoles tras la llegada de Cristóbal Colón a América ahora que se acerca la festividad del 12 de octubre… Pero no. 

  Rosario Raro, al final de la novela, en un apartado de no ficción, recoge «un dato del Slavery Index de la Walk Free Foundation en él aparece una cifra escalofriante respecto a la esclavitud: en la actualidad hay más de 40 millones de esclavos en el mundo.»

 No quiero cerrar esta entrevista con datos, sino con otro de los guiños habituales en las novela de Rosario. El que le hace a la propia literatura. La lectura, los libros y la poesía, están muy presentes en ‘Desaparecida en Siboney’, le comento. En tus anteriores también. Ella me dice que sí, que «de esta forma incluyo una biblioteca en mis novelas.» Le hablo de que no solo en Mauricio, a Manón también le gusta leer y que aparece un poeta junto a sus poemas entre las páginas. 

  «Laureano Parnás, el poeta, me pareció muy finisecular», y añade que «también en el caso del padre Narciso Vergel, que como ya habrás adivinado es el trasunto ficcionalizado de mosén Jacinto Verdaguer, también hay mucha literatura: ganó los Juegos Florales, escribió La Atlántida, es uno de los grandes autores de la literatura catalana. Todo lo que cuento de Vergel coincide punto por punto con la biografía de Verdaguer. Cliff Barnaby le regala el libro de Richard Ford a Manón… Y a doña Delia, por ejemplo, tal vez por su soberbia, por sus “ínsulas”, que diría ella en vez de “ínfulas”, no le interesan demasiado las palabras escritas por los demás, tal vez, porque eso significa que no le interesan los demás, en general.»

   Estoy seguro de que a tus lectoras y lectores les va a interesar volver a leerte, Rorario, y a quienes aún no te han leído, confío en que lo hagan tras leer esta entrevista.

Por cierto, la productora Diagonal TV ha adquirido los derechos audiovisuales de la novela 'Volver a Canfranc' para su adaptación a la pantalla. Puedes leer aquí la entrevista que me concedió Rosario acerca de esta novela.

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