Páginas

martes, 2 de noviembre de 2021

Los perros del bambú. Entrevista a Vicent Gascó


Me concedió una entrevista estos días el escritor castellonense Vicent Gascó al hilo de su tercera novela publicada Los perros del bambú (Unaria). Basada en hechos reales, la historia nos transportará a los exóticos paisajes de Tailandia, pero sobre todo a Birmania. Narra el periplo de su protagonista entre 1988 y 2016, incluyendo el regreso de Zaw Zaw a su país. 

  Un viaje emocional pero también peligroso ya que el protagonista participó en el Shiq lay lone (los cuatro ochos) de 1988. El trasfondo real de esta novela de la reciente historia de Myanmar nos recuerda que este año el país sufrió un golpe de estado. Amor, aventura, misterio, historia y exotismo contado en contrapunto de la mano de Vicent Gascó en esta Los perros del bambú.

  P.: En el capítulo tercero de Los perros del bambú, un personaje menciona a una periodista española, llamada Mayka. Intuímos que es un guiño a la misma que le prologa la novela, Mayka Navarro. Coméntenos esa doble aparición de la que sin duda se siente orgulloso.

  R.: Coincidí con Mayka Navarro en el viaje que hice a Myanmar en 2018. Pronto percibí la energía y simpatía de esa mujer. Y conectamos desde el primer momento. Entonces no sabía que se trataba de una conocida periodista de La Vanguardia y reportera de televisión. Lo supe porque la reconocieron unas turistas españolas en un restaurante de Yangon. 

  Mi decisión de escribir una novela ambientada en Birmania se produjo cuando ya estaba allí, y Mayka me mostró enseguida su entusiasmo e interés por el proceso de documentación que yo estaba iniciando de la mano de nuestro guía, Zaw Zaw (a la postre protagonista de Los perros del bambú).

  Mayka, además, se leyó la que entonces era mi última novela, Amado Amati. Lo hizo mientras navegábamos por el lago Inle en un trayecto de varios días. Cuando la terminó, me dijo que le había encantado. Entonces supe, aunque no se lo dije, que le pediría que fuera la prologuista de la nueva novela que empezaba a gestarse. 

  Se estaba forjando una relación de amistad y, además, Mayka iba a ser mi primera colaboradora en Los perros del bambú. Me pareció, como tú indicas, un guiño simpático mencionarla dentro de la trama. 

  Su amable contribución no termina en la elaboración de un prólogo precioso y emotivo: estamos planificando una presentación de la novela en Barcelona en la que ella me presente y participe en el coloquio. 

  P.: Cada capítulo se abre con un refrán o proverbio birmano, quizá un elemento más para sumergirnos en la cultura birmana sobre la que se asienta la novela. Háblenos de ello, si le parece.

  R.: A menudo un refrán consigue transmitir un mensaje poderoso en tan solo unas palabras. Descubrí que el refranero birmano era rico y con una enorme profundidad. Por ello decidí iniciar cada capítulo con uno de sus proverbios. Para ello, los seleccioné cuidadosamente con el fin de que su mensaje expusiera una idea relacionada con el contenido del capítulo en cuestión. La reflexión a la que se ve abocado el lector cuando se encuentra con el refrán, le obliga, por una parte, a darse un pequeño respiro, unos segundos de reposo, y, por otra, le permite ir conociendo, a medida que avanza la lectura, la cultura y la forma de entender la vida del pueblo birmano a través de estos pensamientos traducidos en palabras. El lector tiene la oportunidad, además, de buscar la conexión entre el significado del proverbio y el argumento del capítulo. 

  P.: La acción, la epopeya del protagonista de Los perros del bambú, se ve potenciada con el recurso narrativo del contrapunto temporal. Me gustaría que nos comentase cómo fue la parte creativa o compositiva de esta novela a partir del testimonio real original por parte del guía birmano del que nos habla en los agradecimientos.

  R.: Zaw Zaw era el guía del grupo de viajeros que fuimos a Myanmar. Nos esperaba en el aeropuerto de Yangón y, al verlo, me sorprendió su imagen. Era alto, corpulento, con una larga coleta, con la piel aceitunada y con rasgos faciales que no se correspondían con una persona natural del sudeste asiático (sus ojos eran redondos, por ejemplo). Superaba los cincuenta años y su forma de hablar cadenciosa y amable era un preludio de la personalidad serena y generosa que descubrí con el paso de los días. 

  Lo primero que me contó, después de decirme que sus padres y abuelos procedían de la India, fue: “el ocho del ocho del ochenta y ocho, a las ocho horas y ocho minutos, los birmanos nos alzamos contra el gobierno”. Esa frase fue como un resorte que activó la maquinaria de mis tripas, allí donde se fabrican los impulsos para ponerme a crear historias. Mi reacción fue inmediata. Le expliqué mi intención de escribir una novela y le pregunté si podía interrogarle con respecto a ese episodio, a su vida y a Birmania en general. Accedió encantado y durante quince días estuvimos comiendo a parte del grupo; y también en los desplazamientos en furgoneta de un lugar a otro me sentaba con él, le interrogaba y grababa o anotaba en mi cuaderno sus respuestas. Me llevé de Birmania un material muy valioso que complementé durante los dos años siguientes con la información que conseguí de libros, vídeos, artículos de internet, etc. 

  En 2019 también viajé a Tailandia para documentarme sobre ese país, ya que parte de la novela transcurre en él. Desde España mantuve con Zaw Zaw una relación a través del whatsapp en la que me resolvía las dudas que me iban surgiendo durante la elaboración de la historia. .

  Conocí al Zaw Zaw actual y también, a través de sus relatos, al joven universitario que tuvo que dejar la carrera de químicas y que se implicó en una revolución fallida. 

  Esta dualidad temporal me incitó a escribir la novela en esos dos momentos. Lo hice a través de un paulatino flashback en el que se alternan episodios de finales del siglo pasado con otros ubicados en 2016. 


 
 P.: Antes mencionaba la parte cultural acotada al principio de los capítulos, pero más allá de los pasajes descriptivos, de la ambientación, son innegables esos toques de folclore popular. Incluso de las tradiciones del pueblo birmano, entre lo religioso o lo supersticioso. Por ejemplo, le pediría que nos hablase del mahabote (el zodiaco birmano), de las nameits (o premoniciones) o de los nats (los espíritus protectores), sin olvidar la importancia de ver posarse una luciérnaga o una abubilla, por ejemplo.

  R.: En Birmania predomina el budismo de la corriente therevada, en el que las supersticiones procedentes de las religiones prebudistas tienen una fuerte influencia. Los birmanos son muy creyentes del mahabote, zodiaco que relaciona cada día de la semana con un planeta y con un animal de poder. El mahobote determina muchas de las decisiones y acciones de los birmanos. Por ejemplo, a los niños y niñas se les bautiza con un nombre que debe empezar por unas letras determinadas según el signo del zodiaco bajo el que hayan nacido. De esta manera, cuando se conocen dos personas, saben si son afines en aspectos como llevar a cabo un negocio o en una relación sentimental. 

  La población birmana cree en los nameits, presagios que pueden aparecer en cualquier lugar y en cualquier momento: un insecto que se te posa encima, un perro que aúlla, y también los sueños. Todas estas señales son interpretadas por los birmanos y las asocian a los acontecimientos que tienen lugar con posterioridad.  

  El propio general Ne Win, mandatario que desde 1962, manejó el país con una esperpéntica mezcla de política autocrática y superstición, tomó muchas de sus decisiones condicionado por sus astrólogos o por el mahabote o los nameits

  Dentro del sincretismo que se produce entre las religiones animistas previas al budismo y la propia doctrina de Buda, existen los nats. Son 37 espíritus del bosque a los que les tienen gran devoción. Los consideran genios protectores y cada birmano tiene predilección por uno o unos en particular.  

  P.: De la inmersión cultural a la sociopolítica, que también discurre por las páginas de la novela para enmarcar la historia. Aunque prefiero que nos hable de la pulsión romántica que palpita en algunas escenas de Los perros del bambú dotando a esta historia de una enriquecedora visión de unos años difíciles en Birmania

  R.: Los tabúes de la Birmania del siglo pasado eran muchos y muy arraigados e intensos. Las familias velaban por el honor de sus miembros, especialmente de las chicas jóvenes. También los prejuicios estaban presentes en la sociedad. Las familias acomodadas no permitían que sus hijos o hijas mantuvieran relaciones sentimentales con personas de clase inferior o de otra etnia o religión. Las señales de cariño en espacios públicos estaban muy mal vistas y las relaciones íntimas prematrimoniales había que mantenerlas en absoluto secreto. 

  En este escenario, el joven Zaw Zaw y la hija de un rico y poderoso empresario de Mandalay se enamoran. Este hecho confiere a la historia un buen número de episodios en los que los personajes deben lidiar con la moral que se les ha inculcado, con el miedo a ser descubiertos, con la rebeldía y con los impulsos pasionales propios de la juventud. 

  P.: Mencionaba los agradecimientos, al final del libro, donde nos habla de la parte verídica de esta historia. Intuyo que de algún modo, con la publicación de esta novela, no solo querrá rendir un homenaje al país, sino también a la persona que le relató unos hechos y de la que, creo, ya no ha sabido nada desde el golpe de Estado en Birmania este año.

  R.: Es muy probable que, de no haber conocido a Zaw Zaw, esta novela no existiría. 

  Zaw Zaw representa la búsqueda de las libertades, la capacidad de supervivencia, la resiliencia de quien ha tenido que encajar los golpes que le ha dado la vida y ha conseguido levantarse, la valentía de enfrentarse a la sinrazón. Tras el golpe de estado de febrero de este año, el destino de Zaw Zaw es una angustiosa incógnita. Mi intención era volver a Birmania para que Zaw Zaw supiera que el proyecto se ha consumado. Quería agradecerle su ayuda y entregarle la novela como un homenaje a él y a todos los birmanos que han padecido la opresión de sus mandatarios. De momento esto no es posible, pero tengo la confianza de que siga con vida y en libertad para culminar el merecido homenaje.  

  P.: Si se atreve, le propongo que nos aconseje acerca de una banda sonora para esta novela. Quizá quiera incluir a algunos grupos que se “oyen” entre las páginas. Me refiero a Pink Floyd, Pulp, Lou Reed, Prince o Iron Butterfly

  R.: Pink Floyd introdujo en su tema Seamus, del LP Meddle, los aullidos de un perro. Era la mascota de un amigo de David Gilmour, también músico. En el disco en directo grabado en las ruinas de Pompeya también se interpreta esta canción. Sin duda este tema sería uno de los que incluiría, junto al tema Dogs del LP Animals, también de Pink Floyd. Atendiendo al título de la novela y a la importancia simbólica de los aullidos de los perros dentro de la historia —como si de nameits se tratara— considero esas dos canciones muy apropiadas para la banda sonora de Los perros del bambú.


  Vicent Gascó (Castellón, 1963) es Diplomado en Profesorado, con postgrados en Psicoterapia Gestalt, Desarrollo de Personas, Riesgos Psicosociales y Coaching Ejecutivo. Es miembro de la Junta Rectora del Club de RRHH y docente colaborador en la Universitat Jaume I. Ha impartido numerosas conferencias en ámbitos académicos y empresariales, tanto acerca de la naturaleza humana como sobre otra de sus pasiones, la entomología. Ha formado parte del jurado de Premios Literarios y ha realizado trabajos como prologuista y como corrector de narrativa. Viajero empedernido desde muy joven, sus experiencias en culturas diversas y singulares han servido de poderosa inspiración para sus novelas. Es autor, entre otras obras, del libro de relatos Seis libélulas y de las novelas El círculo XY —publicación con mayor acogida en la Feria del Libro de Castellón en 2014—, Amado Amati —editado en la colección Castelló Negre.

1 comentario:

  1. Muy buena entrevista y muy interesante su novela. Tomo buena nota que no la conocía.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar