Páginas

jueves, 30 de noviembre de 2023

Siete cuentos para toda una vida. Fernando Trías de Bes

Dicen que nada sucede por casualidad, de ser así, no fue casual que llegase por sorpresa a mi casa Siete cuentos para toda una vida (Diana), de Fernando Trías de Bes

Dos fueron las expectativas que se abrieron justo antes que las páginas de este libro. La primera, al tratarse de un libro de relatos. Quien me conoce, sabe que soy amigo del genero, que huyo de los novelones pantagruélicos. Por tanto, ya desde ese título, me animé a bucear en el corazón de las siete historias. La segunda, aunque suene snob, me animó volver a leer la prosa de Trías de Bes

El autor me ganó con un libro al que respeto y admiro en su contenido y forma (entendida como arquitectura narrativa). Muchas y muchos lo conoceréis, me refiero a La buena suerte. Dos son también no ya los autores de este La buena suerte, pues lo escribió junto a Alex Rovira. También son dos los libros que he había leído hasta Siete cuentos para toda una vida, el más reciente, Yo soy así…, junto a Tomás Navarro. Parece que esa dupla se repite, lo cual no ha de ser casualidad. Me refiero a que el volumen Yo soy así es de relatos, por cierto. 

Pero volvamos a Siete cuentos para toda una vida. En sus casi trescientas páginas iremos descubriendo siete historias que es recomendable leer en orden. La razón es bien sencilla. De algún modo, son un camino, una línea argumental con el tiempo vital como protagonista silente. Desde el primero hasta el último recorren distintas etapas de la vida para contar, pero también para hacernos reflexionar. Como en otras obras de Trías de Bes, este Siete cuentos para toda una vida nos abre siete ventanas al autoconocimiento, a la autoaceptación y a la existencia plena. 

Historias que se tocan, se leen y casi se viven, en las que además de la emoción de la lectura descubriremos, de la mano de sus personajes, el valor de la amistad, el apego, la libertad o la creatividad. Experiencia, aprendizaje y perseverancia en siete cuentos, siete historias, siete, como número de la suerte, espiritual y energético para muchas culturas. Un último apunte, las ilustraciones corren a cargo de Blanca Trías de Bes. 


Fernando Trías de Bes (Barcelona, 1967) es economista, investigador social, observador atento y divulgador incansable. Autor de una veintena de libros, entre ensayos económicos, novelas, relatos y guiones. Entre los primeros, destacan La buena suerte (2004, Premio al mejor libro del año en Japón, en coautoría con Álex Rovira); El vendedor de tiempo (2005); El libro negro del emprendedor (2007); El hombre que cambió su casa por un tulipán (Premio Temas de Hoy 2009); El gran cambio (2013) y El libro prohibido de la economía (Premio Espasa 2015). Sus ensayos más recientes son: Las siete llaves (2020) y La solución Nash (2020). Entre sus principales títulos de ficción se cuentan El coleccionista de sonidos (2007); Mil millones de mejillones (2010) o Tinta (2011).


Siete cuentos para toda una vida. Fernando Trías de Bes. Diana.

martes, 28 de noviembre de 2023

Entrevista a Carlos Fortea

 

Habitualmente, traigo a Maleta de libros entrevistas de autores al hilo de su última novela. En este caso, mi entrevistado me concedió esta simpática entrevista al hilo de dos de sus novelas pues, de algún modo, están conectadas. Todo y que entre una y otra publicó El mal y el tiempo (Nocturna, 2017). Sin más preámbulos, os dejo con la entrevista. 


P.: Publicó en 2015, Los jugadores, una novela ambientada tras el final de la Gran Guerra, para retomar, este 2023, con El aviador, una suerte de continuación de algunos de los personajes. En este caso, El aviador se desarrolla el año en que prorrumpen las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos alemanes en Londres y la caída de Francia. Háblenos de estas dos novelas tan separadas en el tiempo de publicación, pero unidas por algunos personajes clave. 

R.: Las dos novelas están, en efecto, vinculadas por la reaparición de algunos personajes, pero se leen enteramente por separado, no son en absoluto continuación la una de la otra. En Los jugadores se planteaba como escenario la Conferencia de Paz de París de 1919, y cuando empecé a escribir El aviador, que sucede en Londres durante los nueve primeros meses de 1940, sentí de pronto la curiosidad de saber qué había sido de algunos personajes que aún eran jóvenes en aquella primera oportunidad, y tendrían algo más de cincuenta años en esta segunda. Y me encontré contando no solo su futuro, sino una parte más de su pasado que no había contado en Los jugadores. De alguna manera, fue lo que ellos quisieron… 

  Pero son dos novelas muy distintas. Los jugadores era una novela de tramas, en la que la importancia fundamental la tenían los acontecimientos, y El aviador es una novela de personajes, una novela de personas enfrentadas a grandes dilemas. El lector que aborde las dos encontrará experiencias muy diferentes entre sí. 

P.: He leído en varios medios eso de que España se mantuvo neutral durante la Primera Guerra Mundial. Pero creo que fue más bien una “neutralidad forzada” por los países aliados. Además, creo que también se le sumó una fuerte fractura social y política. Coméntenoslo al hilo de la trama de Los jugadores; ese papel tibio de nuestro país en el marco histórico de principios del siglo XX. 

R.: Bueno, yo creo que España se quedó -afortunadamente- fuera del conflicto porque, como es tradicional en nuestro país, había una fuerte división política interna entre “aliadófilos” y “germanófilos”, que llevaba hasta el mismo interior del palacio real. Luego, quedarse fuera le permitió hacer pingües negocios durante el conflicto, y de esa manera ganarse no la gratitud, sino la enemistad de todas las partes. Negocios que por cierto solo sirvieron para enriquecer a los que ya eran ricos, lo que causó una crisis económica terrible cuando acabó la guerra y se acabó el comercio de armas y pertrechos. En ese momento pagamos la factura que otros habían pagado antes con su sangre. 

P.: Aparquemos la Historia, con mayúsculas, para centrarnos en otros aspectos de la trama de Los jugadores. A pesar de los dos asesinatos que tendrá que descubrir el comisario Retier, no sé si podríamos tildarla de novela negra. Casi prefiero que sea su autor quien nos de su valoración. 

R.: Yo no la llamaría novela negra, como no la llamaría novela histórica. Es una novela de ambientación histórica que utiliza una trama policiaca como vehículo para contar unos acontecimientos que van mucho más allá de ella. La investigación del comisario Retier me sirve para llevar de un sitio a otro a los personajes y aflorar algunos de los conflictos que estaban perfilándose en aquella en gran parte fallida conferencia de paz. Pero creo que es una novela sin apellidos, una novela sin asignación de género. 

P.: Como ocurriera con Los jugadores, en El aviador se maridan los personajes históricos con los ficticios. Aprovecho para preguntarle por los femeninos; quizá, por ejemplo, por la profesora de piano, aunque no es la única. 

R.: Marina es un personaje al que tengo mucho cariño. Una representante de la serenidad en un mundo de agitación. Creo humildemente que, además, de una forma de serenidad muy femenina, que tiene los pies muy bien puestos en el suelo. Los personajes femeninos de esta novela me importan mucho. Me importa mucho Marina, pero también Laura, que ya me importó mucho en Los jugadores, y sobre todo Clara, que es quien da y recibe la réplica del otro personaje principal, el general Rojas, el aviador que da título al libro. 

P.: Entiendo que el título de El aviador hace justicia a esos avances técnicos de la época que van a transformar el mundo, por ejemplo, con la aviación, aunque sin descuidar los acontecimientos políticos y sociales ante un futuro cuajado de incertidumbre. Del cielo, de algún modo, llegó el final de la Segunda Guerra Mundial y la gran amenaza actual de las superpotencias de acabar con el mundo en forma de holocausto nuclear. Háblenos de ello en el contexto de ese aviador y el resto de personajes de su novela. 

R.: Bueno, yo he intentado exponer en la novela el papel de la aviación no como arma, sino como avance. De hecho, en un momento de la novela el general lamenta que el paso del tiempo haya convertido en agentes de destrucción a quienes empezaron siendo agentes de progreso. Antes de empezar a dejar caer bombas, la aviación había transportado personas, noticias, cartas. Yo no me siento en deuda con los aviadores que destruyeron las ciudades de Europa, sino con los que consiguieron llegar a Nueva York en seis horas y media, en tres mientras voló el Concorde

Carlos Fortea (Madrid, 1963) ha sido profesor de Traducción en la Universidad de Salamanca y en la actualidad imparte clases en la Universidad Complutense de Madrid. Ha traducido más de ciento cincuenta obras de literatura alemana que le han hecho merecedor de galardones como el Premio Ángel Crespo o el Premio Esther Benítez. Además, es autor de las novelas Impresión bajo sospecha (2009), El diablo en Madrid (2012), El comendador de las sombras (2013), Los jugadores (Nocturna, 2015) —finalista del Premio Espartaco de la Semana Negra de Gijón—, A tumba abierta (2016), El mal y el tiempo (Nocturna, 2017) y El aviador (Nocturna, 2023), así como del ensayo Un papel en el mundo (2023).


Podéis encontrar las novelas de Carlos Fortea aquí.

viernes, 24 de noviembre de 2023

El enigma de los niños gaviota. Entrevista a Antonio Puente Torrecilla

Me concedió estos días una entrevista el escritor gaditano Antonio Puente Torrecilla al hilo de su novela El enigma de los niños gaviota. Agradecido al autor y a Kasia Karposiuk de la editorial Distrito 93 por acercarnos literariamente.


P.: Ubica el grueso de la trama en un pequeño pueblo pesquero gallego, cuyo narrador cuenta algo acerca del “cariz atávico supersticioso propio de ciertos pueblos norteños”. A menudo, caemos en estereotipos, como este de los pueblos norteños o los de la gente del sur, bien maridado también en esta novela. Háblenos sobre ello.      

R.: Hay ocasiones en las que un escritor busca una historia y otras, como esta, en las que la historia me  encontró a mí. Hace más de diez años, estuve de viaje por Galicia, en concreto, por la impresionante Costa Ártabra, y, al pasar los acantilados de Cedeira, llegamos a San Andrés de Teixido, un pueblo de potente impacto visual donde se encendieron maquinarias y sentí que cientos de ruedecillas giraban revolucionadas: los radares habían captado algo. Aquella intuición comenzó a consolidarse al visitar los yacimientos y perderme entre la niebla buscando respuestas en geoglifos,   destilaciones, mujeres enlutadas, olor a mar, entre cientos de gaviotas acechando. Supongo que es imposible no caer en la tentación de adentrarse en esa enigmática idiosincrasia envuelta en la misma lluvia ancestral que envolvía los castros celtas… De la misma forma que es muy difícil resistirse a tener la mente receptiva cuando paseas por una calle gaditana o escuchas una conversación en cualquier taberna del Barrio de la Viña. Quizás el clima de uno y otro lugar propicie el tipo de mitos y leyendas que los caracteriza. El arte y las historias rezuman de lugares como La Coruña o Cádiz y se alojan en el cerebro como el salitre en la roca, que pasado el tiempo acaba abriendo. Cuando regresé a casa, escribí las tres novelas seguidas, una por año.

P.: El texto está trufado de referencias literarias. Desde Jean Baptista Grenouille a ese hostal “de cuyo nombre no quiero acordarme”; del Gato de Cheshire al capitán Nemo, pasando por Asterix, Stephen King, Sherlock Holmes, Matilda, Merimée; sin olvidar la obra De bello Gallico, de Julio Cesar, o al capitan Ahab… aunque la lista sigue.  Cuéntenos acerca de estas elecciones que se me antojan nada casuales.      

R.: Las referencias literarias cumplen varias funciones. Por un lado, está el grafismo del que pueden dotar a una escena y del paralelismo que pueda tener el personaje en cuestión en ese instante con la referencia sugerida. Por poner un ejemplo, para mí los olores adquirieron una nueva dimensión desde que leí El Perfume de Patrick Süskind, o no puedo concebir más perfecta femme fatale que la Carmen, de Merimée. Interiorizo las lecturas y, luego, ellas me ayudan a interpretar no sólo escenas de mis  novelas, sino mi vida en general. Por otro lado, también lo considero una forma de mostrar al lector  quién está detrás del biombo en el país de Oz, es decir, cuáles son los gustos literarios del autor.

P.: También hay algún que otro homenaje o tributo, ¿lo entrecomillo?, al séptimo arte. Por ejemplo, a El Resplandor, Los pájaros, Los puentes de Madison  o a “he visto arder naves más allá de Orión”; sin olvidar a Sean Connery, James Stewart, Vito Corleone o Forrest Gump, por dar algunos ejemplos. Todo en la vida es cine, cantaba Aute, aunque le dejo convencerme de si “los sueños, cine son” al hilo de esta novela.        

R.: El enigma de los niños gaviota es la primera parte de una trilogía que escribí de un tirón. Esta primera entrega está enfocada desde el punto de vista cinematográfico, en concreto en el suspense y por supuesto la figura que primero surge es Alfred Hitchcock. Hay numerosas escenas en las que incluso menciono  la cámara  física  que  sobrevuela  a los  personajes,  enfoques,  fundidos.  Obras como  Los pájaros, o La ventana indiscreta, pero sobre todo Vértigo. Lo considero una especie de código con el que tratar de sugestionar al lector y advertirle de dónde se está metiendo.      

  Y si en esta primera parte tuve la intención de poner al lector delante de una pantalla de cine, en la  segunda, El horizonte de las burbujas plateadas, Gonzalo investigará la desaparición de un equipo de científicos que estudian el cambio climático en Islandia, y la clave será el teatro, por lo que intentaré crear la ilusión de ambientar al lector en un patio de butacas como forma de narrarle el caso.       

  La tercera, titulada El oráculo de los vendavales, está inspirada en hechos reales: Mercedes estuvo desaparecida varios meses, pero regresó a casa con la convicción de que transcurrieron unas horas. Aquí  el ambiente girará en torno a la creación de una novela, una muy especial ya toda en el presente y que el  propio Gonzalo se encargará de convertir en ficción.

P.: Sigo con el tema de las referencias, en este caso, diría que justificadas por su amor al mar y, en este caso, casi afirmaría que a la obra de Homero. No solo se le cita, también a Circe, a Penélope y, por su  puesto, a Ítaca. Algo de epopeya y metafórico retorno a Ítaca he creído ver en el narrador protagonista de El enigma de los niños gaviota. No sé si lo comparte.     

R.: La Odisea es uno de mis libros de cabecera. Es prácticamente la primera obra literaria conocida que  ha sobrevivido a miles de años quizás gracias a su estructura; y atendiendo a esto, algunas vivencias de  Gonzalo Tristán cumplen con varias de las secuencias de Propp en cuanto a la estructura ancestral del  cuento, entre ellas el viaje del héroe, la magia, el combate, el impostor, el regreso, la transfiguración… Nuestro detective sigue algunos de estos pasos y finalmente consigue esa catarsis que busca en la palabra escrita, siendo ésta su Ítaca; todos tenemos una huida pendiente y una Ítaca a la que regresar, y a veces no es un lugar físico, sino un estado de la mente. 

P.: En esta época de citas breves y lapidarias, de tuits y retuits, hay algunas frases de su novela que  invitan a la reflexión. Por si las quiere comentar, he escogido estas dos: 

  Nadie es libre hasta que se enfrenta a sí mismo.      

R.: Parece un tópico, pero a medida que cumplimos años generamos aristas de las que vamos siendo conscientes.  Reconocerlas  se   convierte  a  veces  en   un  reto  a   nuestro  orgullo  y  superarlas  en   una necesidad para ser libres.    

  Quitarle a un hombre la memoria, es quitarle el alma.      

R.: Nuestra alma, lo que nos diferencia de otro animal, son nuestros recuerdos y la versión que cada cual se fabrica de ellos. Si nos los quitan nos convertimos en zombis, en animales con aspecto humano.     


Antonio Puente Torrecilla (Algeciras, Cadiz. 1979) fue finalista del II Certamen de Relato Corto Conil ante las drogas en 2008. Es autor de la novela Las Aguas del Tiempo en 2009. Ganador del XXXVI Certamen Literario Nacional José María Franco Delgado en el año 2010 con su relato, Piel de mojarra. Ha sido, así mismo, finalista del X Certamen de narrativa corta Carmen Martín Gaite en 2010 y finalista en el Certamen Literario Editorial Universo 2013. 


El enigma de los niños gaviota. Antonio Puente Torreciella. Distrito 93.

martes, 21 de noviembre de 2023

Iluminaciones. Alan Moore

A un mes de la entrada oficial del invierno, os traigo una lectura de sofá, manta y té con pastas. Quienes gusten de lecturas efervescentes, folletinescas, las de autobús o metro, me temo que no apreciarán la magia de Iluminaciones (Nocturna), de Alan Moore.

Curiosamente, Moore ha ganado todos los premios más importantes de la industria del cómic, como el Harvey, el Kirby y el Eisner, el gran premio del Festival Internacional del Cómic de Angulema, el World Fantasy Award, el Bram Stoker y el Max und Moritz en Alemania. 

Con esta antología de nueve relatos, que bien podrían ser ocho y una nouvelle, Moore se adentra por primera vez en el género de la narrativa breve. Fantasía y realidad se dan la mano en estas nueve historias de extensión variable, como comenté. No en vano, este libro de relatos abarca varias décadas de trabajo. 

Así, encontramos relatos de veintipocas páginas como: "Lectura en frío!, "Y, por último, para acabar con el silencio", "Ni siquiera leyenda" o, con algo más de treinta, por ejemplo, el relato que da nombre al libro, Iluminaciones

El lagarto hipotético, con más de cincuenta, tal vez nos recuerde a la novelita publicada originalmente en 1987 (en España, en 2008), en la que una joven prostituta que ha cometido un terrible sacrificio, tras yacer con brujos y nigromantes. Como nouvelle, por sus trescientas páginas, podemos calificar la obra Lo que podemos saber de Hombre Trueno. En esta, Moore parece hacer una crónica sarcástica de la industria del cómic durante los últimos setenta y cinco años desde el punto de vista de varios personajes, con sus altibajos en sus carreras. 

Hallaremos en la antología Iluminaciones, la excitante historia sobre un vidente y una curiosa llamada telefónica, muy al estilo del terror británico; también la del reencuentro del protagonista cuarentón con su pasado y un intrigante desenlace; o al grupo de aburridos investigadores sobrenaturales del Comité de Investigación Surrealista para Manifestaciones de lo Normal, decididos a pasar a la acción dejando atrás sus estudios teóricos. 

Las historias de Moore bailan a la luz de la imaginación con el eléctrico poder de la fantasía, la ciencia ficción y el suspense en un delicado equilibrio salpicado por lo mitológico, lo grotesco o lo exuberante en lo narrativo. Quinientas noventa páginas cargadas de la esencia del inigualable y aclamado novelista gráfico Alan Moore.


Alan Moore (Northampton, Reino Unido; 1953) desde joven fue un ávido lector gracias a las bibliotecas locales. Tras dejar los estudios y realizar trabajos muy variados, publicó obras como La balada de Halo Jones o V de Vendetta. Con La cosa del pantano empezó a publicar en DC, donde luego escribiría también cómics de sus principales personajes, como Superman o Batman. Fue también en DC donde publicó Watchmen, que resultó ganadora de premios como el Hugo, obtuvo una inmensa popularidad y fue elegida por la revista Time como una de las 100 mejores novelas del siglo XX. Después de publicar cómics como Un pequeño asesinato, From Hell, Promethea, La liga de los hombres extraordinarios, Top 10 o Providence, se embarcó en el género de la novela con La voz del fuego, El lagarto hipotético y Jerusalén.


Iluminaciones. Alan Moore. Nocturna ediciones.

viernes, 17 de noviembre de 2023

Caos, orden y otras movidas del universo. Adrián García @elfísicobarbudo

Como estudié una carrera de ciencias, imagino que me siento atraído por libros como este, libros como Caos, orden y otras movidas del universo (Oberón), de Adrián García; más conocido por @elfísicobarbudo. En efecto, es un libro de divulgación. Un libro sobre Física, así, en mayúsculas. Pero con dos grandes atractivos, si se me permite. 

El primero, que nos habla de la “otra” física. Ahora explicaré eso. Y, el segundo, que está contado, narrado, argumentado… con gran sentido del humor allí donde es necesario. Incluyendo, además, ejemplos de nuestro entorno, ya sea con series de televisión, por ejemplo, del cine o el rock, del cual también hablaré más adelante. 

Volvamos al principio. García, aunque seguro que me permitirá que le llame por su nick, nos contará desde cómo se le ocurrió estudiar la carrera universitaria de Física a qué es lo que responde la gente, en las conferencias que imparte, cuando pregunta que le digan en que piensan cuando oyen esa palabra: física. La mayoría piensa, o pensamos, en dos grandes áreas: la física de partículas, esto es la física cuántica, o la astrofísica. Él llega a afirmar que quizá porque ambas son “sexys”, aunque me inclino más por eso de que ha habido más divulgación sobre esas dos áreas. 

¿Os acordáis que hablé de “la otra física”? Pues bien, a él lo que le “pone” es esa otra física que no es ni la de los átomos, protones, cuarks ni los agujeros negros. Por eso, en Caos, orden y otras movidas del universo, nos invita  a descubrir, aunque sea de manera introductoria y sin agobios, de forma amena, la teoría del caos, la formación de patrones, las leyes de potencia, las redes o la sincronización. Así escrito parece harto peliagudo, pero no lo es. Al menos, no bajo la batuta del director de orquesta @elfísicobarbudo. Un guiño a la música, para ir cerrando con algo del principio, que esta reseña no parezca un caos (nuevo parpadeo a la temática que leeremos en este libro); al rock. 

Porque en los primeros compases de Caos, orden y otras movidas del universo, @elfísicobarbudo nos habla de cierto movimiento “caótico” o browniano en la naturaleza. Una forma de visualizarlo, es un concierto de rock, de rock duro, si no me fallan las cuentas. Tendréis que imaginar a un grupo de apasionados de la música metalera bailando y agitándose, con pequeños golpes entre sí. Un mosh-pit, vamos. ¿Lo tenéis? Pues ese agitarse grupal es muy parecido a cómo se comportan las partículas de un gas, chocando constantemente. 

Caos, orden y otras movidas del universo es, en resumen, un buen libro para estos días, no diré caóticos, pues caería en un topicazo, pero sí añadiré algo que nos comenta @elfísicobarbudo. Él está convencido de que sabiendo física, vamos a ser mucho más observadores de nuestro entorno, siendo capaces de identificar problemas y sistemas interesantes que valgan la pena estudiar. Por cierto, también se habla en este libro de redes y, aunque aparecen nombres como Einstein o Descartes, me ha encantado una de las frases de uno de los padres del estudio de las redes, la del matemático Alfréd Rényi. “Un matemático es un dispositivo que convierte el café en teoremas”… Un poco al revés que @elfísicobarbudo, que nos facilita los teoremas transformándolos en…, bueno, si no en café, en algo refrescante y apetecible. ¿Una tacita?


Adrián García, conocido en redes como «El Físico Barbudo», es graduado en Física por la Universitat de les Illes Balears (UIB) y máster en Física de Sistemas Complejos por el Instituto de Física Interdisciplinar y de Sistemas Complejos (IFISC). Tras su paso como semifinalista por el concurso nacional de monólogos científicos FameLab (organizado por la FECyT), ha copresentado «Balears fa Ciència», en la televisión de las Islas Baleares. Se ha subido en los escenarios de los principales eventos de divulgación científica de España como Desgranando Ciencia o Naukas, participa en la plataforma de ciencia creativa y divulgación «Scenio» y es miembro del grupo de monologuistas científicos «Big Van Ciencia». En 2022 fue finalista en los premios #ForYouFest de TikTok dentro de la categoría «Creador Referente» de Educación.

Caos, orden y otras movidas del universo. Adrián García @elfísicobarbudo. Oberón libros

viernes, 10 de noviembre de 2023

El amor de Francia. Jean-Marie Gustave Le Clézio

Hace años, creo que cuando le concedieron el premio Nobel de Literatura en 2008, leí algo de  Jean-Marie Gustave Le Clézio. Ha tenido que pasar el tiempo para que volviese a leerle, esta vez en forma de relatos. 

El amor de Francia (Lumen), es una antología de ocho relatos con un trasfondo social. Las ocho historias tocan el corazón del lector al ir descubriendo primero a sus protagonistas en sus dramas, luego, en cómo la sociedad, la nuestra, es a menudo partícipe, cómplice, de estos dramas aquí ficcionados. Pero la ficción de Le Clézio se asienta en lo vivido en su periplo por varios continentes, diría incluso que en recuerdos familiares, no en vano es descendiente de emigrantes bretones a Mauricio en el siglo XVII. 

Algunos de estos relatos ya fueron publicados con anterioridad, otros ven la luz con esta obra. Unos y otros abrazan temas como el amor, la familia, la memoria o la impunidad de la sociedad, del sistema hacia los más débiles, los más vulnerables. Y qué manera más oportuna para darles voz que protagonizando estas historias con niños. Con esos hermanos que huyen en Hanné a través de la selva. Huyen también la adolescente embarazada y el chaval incapacitado por el Perú profundo en Camino luminoso. Hay una huida muy especial en la pandilla protagonista de La Pichancha, sin olvidar no la huida, pero si la evasión unida a la migración forzosa de quien nos cuenta su vida en El amor de Francia, el relato que da título al libro. 

De una u otra forma, a mi entender, los ocho relatos hablan de la libertad, de la búsqueda a través de los distintos protagonistas; se percibe el amor, también la soledad, la injusticia, pero Le Clézio nos da esperanza, a los lectores y a sus personajes. Son historias emotivas, con una carga descriptiva casi poética de los escenarios a menudo como un personaje más tratando de impedir lo que anhelan, esa libertad, esa memoria frente al olvido no tanto personal como colectivo, social. Los sin voz, la tienen aquí, en El amor de Francia, opino. Nos invitan así a reflexionar sobre el colonialismo, las guerras, la esclavitud infantil o la importancia de la familia, de conservar las tradiciones sin perder la esperanza.  


Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza, Francia. 1940) es uno de los novelistas más celebrados y leídos de Francia. Originario de una familia de Bretaña emigrada a la isla Mauricio en el siglo XVII, realizó sus estudios en Niza y se doctoró en letras por el Collège Littéraire Universitaire. Su primera novela, El atestado (1963), obtuvo el Premio Renaudot. Le Clézio llevó una existencia nómada entre África del Norte, Asia y América hasta recalar, en 1970, en México. Allí fijó su residencia hasta 1992, año en que se trasladó a Albuquerque, Nuevo México, donde hasta hoy trabaja como profesor de literatura francesa. Es autor de más de treinta novelas y libros de relatos, entre los que destacan El diluvio (1966), La guerra (1970), Mondo y otras historias (1978), Desierto (1980), ganadora del Gran Premio Paul Morand de Literatura de la Academia Francesa, El buscador de oro (1985), Viaje a Rodrigues (1986), Printemps et autres saisons (1989), Onitsha (1991), Étoile errante (1992), Pawana (1992), La cuarentena (1995), El pez dorado (1997), La música del hambre (2008), Bitna bajo el cielo de Seúl (2019), y Canción de infancia (2021). Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2008


El amor de Francia. Jean-Marie Gustave Le Clézio. Lumen.

jueves, 2 de noviembre de 2023

Filosofía hispánica. Guillermo Gallardo, Fernando A Palacios y Luis Míguez

Tres son los autores de Filosofía hispánica (Oberón), concretamente, de Guillermo Gallardo, Fernando A Palacios y Luis Míguez. Pero son cuatro los libros que han pergeñado con un mismo espíritu divulgativo desde aquel Filosofía para todos. A aquel inicial le siguió Filósofas o barbarie, reseñado aquí, en el que recogían una buena selección de pensadoras y filósofas a lo largo de la Historia. 

  En el presente volumen, Gallardo, Palacios y Míguez han querido contarnos  la historia de la filosofía “española” como no nos la habían contado… y quizás deberían haberlo hecho. Algunos pensadores, filósofos, científicos y otros intelectuales nos pueden resultar incluso familiares. En cambio, en Filosofía hispánica descubriremos el rico legado que nuestros compatriotas “hispanos” nos dejaron para poder disfrutar de esos conocimientos que nos han traído hasta aquí desde los albores de los tiempos. 

  Porque ya en la Iberia prerromana hubo quien se hizo preguntas, aunque quizá fue Seneca, nuestro Socrates hispano quien diera el pistoletazo de salida. Cordobés aquel y también, obviamente, Osio de Córdoba, junto a Ibn Hazan, por dar algunos ejemplos más. El Al-Ándalus, el pensamiento sefardí en la Península Ibérica o la aportación de los pensadores del Nuevo Mundo son solo algunas etapas dignas de consideración en esta constelación de saberes. La globalización también permitió un intercambio de conocimientos y de intelectuales colocando a nuestros pensadores en el mapa internacional. Campoamor, Ortega y Gasset o Zambrano son solo algunos nombres, pero  Filosofía hispánica es mucho más que un simple escenario donde se suben actrices y actores del pensamiento. Es la puerta a la reflexión consciente de lo que ellas y ellos buscaron y nos legaron a las generaciones venideras. 

  El conocimiento no ocupa lugar, así que permitámonos leer este libro ameno, divertido, entusiasta y muy didáctico acerca de esas reflexiones y saberes, de innovaciones y revelaciones desde lo casi místico a lo más pragmático.  Gallardo, Palacios y Míguez cierran con este cuarto libro una serie de volúmenes que con seguridad dejará poso en sus lectores, quizá entre los más jóvenes por su diseño desenfadado y colorista, invitándonos a leer, a saber, a pensar y a mirar a la Historia con otros ojos. ¿Y a la filosofía?, también. 


  Filosofía hispánica. Guillermo Gallardo, Fernando A Palacios y Luis Míguez. Ediciones Oberón.

  Puedes leer aquí la reseña de Filósofas o barbarie