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lunes, 22 de febrero de 2016

FERNANDO ALBERCA: «Nos volvemos más sensibles con la madurez y la senectud».



Esta semana traigo a ‘Autores y libros’ una entrevista especial, pues la obra de su autor no es de ficción sino de divulgación publicado por Fernando Alberca de Castro (Córdoba, 1966). El libro en cuestión lleva por título ‘Tú también puedes ser Einstein’ (Planeta, 2015) y sigue la estela de otro anterior ‘Todos los niños pueden ser Einstein’. Profesor y orientador en Secundaria y profesor de la Universidad de Córdoba, está considerado como uno de los mayores expertos del mundo en motivación, creatividad, conducta del niño y del adolescente y éxito escolar. Colabora con los principales medios de comunicación en televisión, radio, prensa impresa, digital y TED.


He preferido comentar con él una serie de cuestiones que aparecen en su libro para profundizar en aspectos como la felicidad, el aprendizaje, el fracaso o la comprensión entre otros.

 “Todo lo que aprendemos y vivimos acaba por conectarse en nuestra vida.”

La vida es un cúmulo de experiencias. Todo lo que nos pasa importa. Se acumula en nosotros, en nuestra vida y conocimiento. De las experiencias negativas aprendemos y en las positivas encontramos ánimo: por eso todas son necesarias e importantes. Pero vivir no es solo acumular experiencias, sino que vivimos más cuanto mejor relacionamos lo vivido. Somos los humanos especialistas en asociar, en fabricar utensilios y ropas de abrigo con material reciclado; con los trazos de lo que vamos viviendo y nutre nuestra sabiduría, nuestra esperanza, nuestro aprendizaje y vivimos así mejor: aprovechando lo que nos sucede. Aprovechar lo vivido es aprovechar la vida y vivir mejor.

“La mayoría de los seres humanos abandonan cuando están a punto de conseguir algo o cuando encuentran el segundo obstáculo.”

Ejemplos como los de J. K. Rowling, autora del Harry Potter que no encontró editorial hasta el decimosegundo intento, nos demuestra que la constancia permitió muchos éxitos y la impaciencia causó muchos fracasos. Saber mantener los objetivos, los sueños, pese a los obstáculos aumenta enormemente nuestras posibilidades de éxito, de logro, porque muchas veces creemos que un proyecto no es viable simplemente porque encontramos un obstáculo al principio.

“La libertad de quien tiene poco que perder posibilita la grandeza de lo que es.”

Cuando el ser humano se atreve a dar un paso decisivo es cuando no pasa nada si no se consigue lo imaginado (en muchos casos porque nadie lo espera), pero sí que pasa mucho si lo logra. Así Jobs crea Apple porque nadie esperaba que lo hiciera. Picasso pinta porque no sentía la presión que sí sentía para estudiar por ejemplo y no lo hacía. Es más fácil aportar algo que reamente haga progresar a la humanidad si nadie lo está esperando seriamente aparte de uno mismo. No tener nada que perder en este sentido es una constante que encontramos en los grandes hombres que hacen progresar con su talento la humanidad. Einstein creó su teoría de la relatividad y hasta cinco artículos diferentes por los que pudo alcanzar el Premio Nobel con cada uno de ellos, en el año en que estuvo trabajando aburrido, como funcionario administrativo en la oficina de patentes, con tiempo para pensar, y en donde nadie esperaba de él que hiciera descubrimiento alguno.  

“Muchas cosas mejoran cuando las personas actuamos para que mejoren sin esperar a que cambien por si solas.”

Cualquier logro y aún más la felicidad depende más de nosotros mismos de lo que parece. Incluso en aquellos problemas en los que nuestro granito de arena parece que no bastará. Puede que provoque un desencadenamiento de efectos que sí lo logren. Las cosas más grandes del ser humano comienzan por un hecho aparentemente minúsculo, pobre u ordinario. A menudo, en los problemas de cada día nos lamentamos tanto o pasamos tanto tiempo quejándonos de que otros no hacen, que no cambian porque nadie hace nada por que cambien, mientras nosotros solo nos quejamos.
La mayor parte de la suerte que pasamos la vida esperando, se provoca acertando con empeño.

“Gran cosa es detenerse a observar lo  mismo que observan muchos, formulándose las oportunas preguntas que otros no respondieron.”

Crear es encontrar nuevas formas de resolver los problemas de siempre o encontrar la formulación de nuevos problemas que necesitamos resolver. Por ejemplo, Isaac Newton, que dedujo la teoría dela gravedad comenzando por preguntarse cuál era la razón real por la que una manzana caía al suelo cuando estaba madura. Se lo preguntó una tarde después de millones de seres humanos asistieran al mismísimo hecho de ver caer las manzanas al madurar, quizá sin preguntarse siquiera por qué o sin preguntárselo hasta encontrar una solución a su pregunta. Él se lo preguntó, lo resolvió y cambió la historia de la Ciencia al hacerlo: porque supo descubrir en un hecho cotidiano un fenómeno trascendental.

“Retrasar un trabajo lo hace más difícil que si se afronta  cuanto antes y bien.”

Lo que se empieza se acaba antes; lo que no, se eterniza y crece en nosotros la ansiedad por no afrontarlo y solucionarlo: se complica por no enfrentarse a lo que se ha de hacer, sabemos que deberíamos hacer y queremos hacer, aunque nunca encontremos las ganas para iniciarlo. Para ello es buen truco comenzar por un paso pequeño, fácil, asequible y muy probable.

“Cada vez nos atrae menos lo práctico que lo bello y lo bueno, y nos llena más la sinceridad de los gestos y los hechos que las palabras”.

Buscar lo bueno, lo bello y lo mejor es una cuestión de madurez y de sinceridad.
Al nacer, en la mayoría de las personas predomina el hemisferio izquierdo (el lógico, secuencial analítico, el de la memoria, la atención…), respecto al derecho (creativo, imaginativo, intuitivo, emocional…). Pero solo tenemos todos un único cerebro. 
Desde antes de nacer ese hemisferio más lógico, racional, el de la atención, la memoria, juega un papel básico; unido al de nuestro hemisferio más rico (derecho), el de las operaciones más brillante y superiormente humanas, como son las de querer desinteresadamente o aspirar a una vida mejor.

Es como si necesitáramos primitivamente en nuestro desarrollo madurativo más lógica al inicio, más atención, más memoria, seguir pasos en una secuencia segura y más palabras (todo lo que inicia en el hemisferio izquierdo y por ello quizá suela ser el predominante). Para necesitar al madurar cada vez más dosis de intuición, de creatividad, más imaginación cada vez, más emoción. Por eso nos volvemos más sensibles con la madurez y la senectud. Cada vez nos atrae más lo bello y bueno que lo práctico, y nos llena más la sinceridad de los gestos y los hechos, que las palabras. 


“La felicidad nada tiene que ver con la ausencia de problemas. Los problemas están siempre ahí. (…) Lo importante es ser feliz con  ellos, no esperar a que desaparezcan”.

Quien espera no tener problemas para ser feliz, está condenado a no ser feliz nunca. Porque la felicidad es perfectamente compatible con las dificultades. A menudo incluso son las dificultades las que nos sitúan en un punto de vista mucho más propicio para ver las cosas como son, nosotros mismos incluso. Es  importante aprender que la felicidad siempre es posible, con independencia delas circunstancias. En las mismas circunstancias hay personas que logran ser muy felices (porque aprenden a valorar lo que tienen y antes no valoraban, el cariño que reciben) y otras muy infelices: en las mismas circunstancias. Porque el ser humano tiene una capacidad desde que es creado que le hace tender a la felicidad por encima de toda situación. Por eso ha de aprender a ponerse en la órbita de la felicidad. 

“La falta de comprensión se alimenta siempre de la ignorancia.”

Si uno conociera de verdad cómo es quien es diferente, no solo le comprendería, sino que sería muy fácil amarle. Por eso el amor hace en verdad ver mucho mejor cómo son las personas en realidad, con sus defectos, errores e incluso malas intenciones. Si los patos que nacieron con el cisne hubieran sabido lo que eran los cisnes, no hubieran tratado tan mal al que consideraron por ignorancia un patito feo; porque simplemente no era un pato feo sino un cisne bello. O como nos advirtió Albert Einstein: “si a un pez lo juzgamos por cómo trepa un árbol, creerá toda su vida que es inútil”. Cuando no se comprende a alguien o algo es que nos falta información, es una carencia nuestra: ignorancia culpable o no, pero ignorancia.

“Desear algo no lo hace posible pero si desearlo tanto que la concentración y el trabajo sí lo hagan posible.”

Hoy sufrimos un mal que alimenta nuestra impotencia: creer que desear mucho algo hace que se cumpla. Así nos lo ha dicho Walt Disney y nos lo hemos ido creyendo, pero la verdad es que desear ir a ver en persona la Torre Eiffel viviendo en España no nos hace estar junto a ella. Solo lo haría ir a París. Pero desearlo, y desearlo con muchas emociones entrelazadas, sí facilita que esté entre nuestras prioridades y que encontremos las fuerzas para ahorrar y encontrar como llegar hasta ella.

“La templanza, la prudencia y la justicia son viejos remedios que desde hace veinticinco siglos el ser humano transmite como herencia útil y secreta para vivir mejor y ser feliz.”

Aristóteles, junto a otros sabios de Oriente y Grecia, hace ya veinticinco siglos proponía como un medio esencial en el arte de vivir, practicar la justicia con todos y el autodominio, autocontrol. Generaba felicidad a uno mismo y a los que nos rodean, decían.

“A cierta edad los errores por desatención se confunden con los errores por desconocimiento o torpeza”.

Nuestra capacidad de solucionar problemas, nuestra inteligencia puede crecer y no menguar con la edad, con la vejez.
Es cierto que el cuerpo se desgasta naturalmente desde que se nace. Pero la inteligencia está vinculada proporcionalmente a la experiencia, la reflexión y a la madurez. Y a más edad, crecen las posibilidades de experiencia y madurez normalmente.
Es cierto que la experiencia, el cansancio, las circunstancias y la sabiduría pueden hacernos mucho más selectivos con lo que recordamos, aprendemos y atendemos. Que nuestro cansancio, estrés, desconfianza comunicativa, riesgo u otros factores pueden hacernos a veces cometer errores que no cometíamos cuando éramos más jóvenes y teníamos menos prejuicios o nos importaban más algunos riesgos. O que a cierta edad, uno tiene la sensación de que se juega ya menos, y entonces la atención declina y los errores por desatención aumentan y pueden confundirse con ignorancia o torpeza, cuando solo es sencillez o selección de preocupaciones.

“El fracaso solo es una parte del proceso de nuestra vida y de nuestro éxito. (…) Realmente se entiende la importancia del fracaso cuando se tiene la perspectiva del éxito final”.

Todo éxito exterior comienza con un aparente fracaso interior y al tiempo todo éxito exterior en verdad puede ser el inicio de un fracaso interior trascendente. La verdad es que eso a lo que solemos llamar fracaso, error, es verdad la oportunidad de encontrar el camino del éxito más permanente y real. Los grandes personajes de la historia nos lo confirman con sus vidas, llenos de aparentes fracasos que con paciencia, ilusión, esperanza en muchos casos y trabajo siempre, acabaron en los éxitos más reconocidos de la humanidad.

Muchas gracias y mucha suerte, Fernando.

Por Ginés J. Vera.

2 comentarios:

  1. Una conversación interesante e instructiva. Muy buena. Voy a apuntarme sus dos libros, que me van a gustar.
    Besotes!!!

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    1. Creo que es la entrevista más larga hasta ahora, Margari; espero que te haya gustado tanto leerla como a mí mantenerla y su libro que, como no podía ser de otro modo, te recomiendo.
      Gracias y un saludo.

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