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lunes, 30 de mayo de 2016

SANTIAGO POSTEGUILLO: «En la medida de mis posibilidades, intento seguir la senda de Tolkien».



Entrevisto esta semana a Santiago Posteguillo, no es la primera vez, ya lo hice cuando vino a Valencia a promocionar un libro que me resultó sumamente interesante ‘La sangre de los libros’. Le pregunto en esta ocasión por su novela ‘La legión perdida’ (Planeta 2016), su obra más ambiciosa y espectacular, que cierra la exitosa trilogía de Trajano.

En esta tercera entrega de la trilogía de Trajano está muy presente China, uno de los temas es precisamente los tratos del emperador con ese país al que le debemos inventos tan importantes como el sismógrafo, la pólvora, el compás o el propio papel sin el cual difícilmente hubiera alcanzado tanto éxito esta trilogía.

Con esta tercera entrega de la trilogía de Trajano he intentado mostrar el mundo antiguo en su totalidad. La visión internacional de Trajano facilitaba este proyecto. “La legión perdida” es una novela histórica de largo aliento, como dicen en América Latina, es decir, de enormes dimensiones y de gran ambición narrativa. En la novela tenemos hasta cuatro grandes civilizaciones: Roma, Partia, el imperio kushan del norte de la India y la China de la dinastía han. La ruta de la seda unía a todos estos imperios. El mundo es global desde mucho antes de lo que podemos imaginar. Y Europa es y ha sido una gran civilización, pero ni la mejor ni la única. Me interesaba mostrar nuestro pasado en contexto.

Entre los muchos detalles históricos que vamos a encontrar en ‘La legión perdida’, está una naumaquia, con tiburones incluidos; cuéntenos brevemente este espectáculo naval tan del gusto de Julio Cesar.

Las naumaquias eran recreaciones de batallas navales que los romanos realizaban o bien en lagos próximos a Roma (como hizo Claudio) o en gigantescos estanques construidos para este propósito, como ocurría en tiempos de Trajano y de la novela “La legión perdida”. Parece ser que en una primera fase, se realizaron naumaquias en el propio Anfiteatro Flavio (el Coliseo) antes de que se excavara la red de túneles del hipogeo debajo de la arena, pero esto no es tan comprobado.

A menudo descubro novelas que no sé si calificarlas como ‘ficción histórica’. No es necesario traicionar la Historia para hacer buena literatura, ¿cierto?

Lo que tenemos son diferentes tipos de novela histórica donde el nivel de historicidad (palabra que está en el DRAE) varía. “El nombre de la Rosa” de Humberto Eco es histórica por su perfecta ambientación de un monasterio medieval, pero la trama es ficción insertada en esa ambientación. Pero ficción genial y entretenidísima que además es usada por el autor para ilustrar y explicar los conflictos religiosos de la época. Robert Graves, sin embargo, hace ambientación histórica en “Yo, Claudio” además de que sus personajes y trama central sean también históricas. Mis novelas entroncan con este tipo de novela histórica. Finalmente, también tenemos ucronías en donde se juega a contar que habría pasado si la historia hubiera sido diferente. Es un género distinto, pero especulativo que puede ser interesante. Lo que no es correcto es presentar una novela que no sigue la historia ni por personajes ni por ambientación como novela histórica. Los lectores saben lo que quieren y van seleccionando qué autores o autoras les interesan más.

¿Nos sorprenderá encontrar algún detalle poco conocido de la figura del emperador Adriano en su libro? Pariente de Trajano, al morir este creo que accedió al trono en extrañas circunstancias.

Trajano quizá pensó en Adriano como sucesor en una primera etapa de su gobierno, pero a medida que observaba que Adriano no era proclive a mantener los territorios conquistados, Trajano empezó a pensar en otras opciones como sucesor. Aquí emerge la figura del africano Lucio Quieto, brazo derecho de Trajano, como opción más probable. Adriano, por supuesto, no estaba por dejarse apartar de la línea sucesoria y orquesto un complejo plan para, aprovechando la enfermedad de Trajano, ser proclamado nuevo César. Adriano dio un auténtico golpe de Estado en el que eliminó a todos aquellos que podían oponerse a su ascenso.

Otros escritores que han tratado en sus libros sobre las legiones perdidas, creo que en ‘La legión perdida’ la base es una ucronía, hechos que pudieron haber ocurridos y que imagino usted expone bajo su mirada personal.

Veamos, una ucronía, técnicamente, es cambiar los datos históricos. Por ejemplo, una novela de Saki sobre la invasión de Inglaterra por parte del Kaiser alemán. Esto es ucronía porque nunca ocurrió y sabemos que nunca ocurrió. Es muy interesante porque Saki describe como hay gente que colabora con los invasores y otros que forman una resistencia. Es todo imaginación pero anticipa lo que luego pasará unas décadas después con la invasión nazi de Francia. En la “Legión perdida”, no obstante, estamos mucho más próximos a la historia, porque recreo una posible teoría, la del investigador Homer Dubs, que apunta lo que quizá ocurrió. Nadie puede afirmar taxativamente que no fuera así. Hay historiadores a favor y en contra de lo que recreo en la novela, pero esto no es ucronía, sino novelar una posible teoría. Existe la posibilidad de que todo ocurriera de forma muy similar a cómo se cuenta en la novela.

A la hora de tratar un tema como el histórico ¿hasta qué punto un escritor debe ser riguroso para ‘contentar’ a los cultos y ‘aflojar’ con la acción o los personajes secundarios para hacerla accesible al gran público?

Muy buena pregunta. A mi entender, como en casi todas las cosas de la vida, el secreto está en encontrar un equilibrio razonable. En el caso de la novela histórica hay que conjugar unas dosis elevadas de seguimiento fiel de la historia, pero aprovechar todos los vacíos históricos para crear ficción intensa que complemente los datos que nos faltan. 

Imagino que para urdir una novela de este tipo y máxime si se trata de una trilogía la abordará con ayuda de esquemas, cronogramas y un guión para que nada se quede en el tintero (si eso es posible tras más de tres mil páginas), quizá la inclusión de mapas y croquis de batallas en su libros también es una forma de ayudar al lector, de establecer ese pacto de verosimilitud tan codiciado por los escritores de ficción o no.

Sin duda. Dibuja mapas y diagramas, me hago glosarios y cronogramas y mucho de este material que me ayuda a elaborar la novela lo pongo luego a disposición de los lectores y las lectoras en los apéndices al final de la novela. Esto es muy de Tolkien, que hacía lo mismo y que a mí siempre me encantó, así que, en la medida de mis posibilidades, intento seguir la senda de ese gran catedrático de Oxford.

Debe de haber un momento, después de miles de páginas dedicadas a Trajano, donde uno quiera poner el punto y final, por mucho cariño que se le coja al personaje y se le tenga por un emperador sin igual, ¿no es así?

Pues no. Permítemele que te contradiga afectuosamente en este punto. Pero me explicare. ¿Cómo se puede hartar uno de un líder que luchaba activamente contra la corrupción, que combatía una crisis económica haciendo política social, pensando en los desfavorecidos para quienes construía acueductos o distribuía alimentos? ¿Cómo puede cansarse alguien de un líder que afrontaba los problemas en lugar de dejarlos pudrirse? ¿Cómo puede alguien sentir hastío por un líder que antes de exigir un sacrificio predicaba con el ejemplo sacrificándose primero él? De eso uno no se cansa nunca. De lo que se agota uno en seguida es de estar gobernado por una pandilla de políticos que cobran sueldo meses y meses sin hacer su trabajo que no es otro que alcanzar un acto y formar gobierno. De eso sí se cansa uno. Trajano también sabía pactar. ¿Dónde hay un Trajano o una Trajana en el siglo XX? A Trajano sólo le he dado muerte porque soy fiel a la historia y lo he contado según ocurrió. Mucho tendrían que aprender nuestros gobernantes de este César de quien el Senado decía siempre a cada nuevo emperador: “Ojalá seas tan bueno como Trajano”. Por cierto, una duda personal: si Roma como civilización duró siglos y siglos con una sola cámara (el Senado)… ¿realmente necesitamos dos cámaras, un congreso y un Senado en España? Es por saber. Creo que en algún punto me he perdido.

Muchas gracias y mucha suerte, Santiago.

Por Ginés J. Vera.

Santiago Posteguillo es profesor de literatura en la Universitat Jaume I de Castellón. Estudió literatura creativa en Estados Unidos y lingüística, análisis del discurso y traducción en el Reino Unido. De 2006 a 2009 publicó su trilogía ‘Africanus’ sobre Escipión y Aníbal, merecedora de grandes elogios por parte de los expertos. Ha sido Escritor Valenciano del Año 2015, premiado por la Semana de Novela Histórica de Cartagena, obtuvo el Premio a las Letras de la Generalitat Valenciana en 2010 y fue galardonado con el Premio Barcino de Novela Histórica de Barcelona en 2014. Ha publicado también ‘La noche en que Frankenstein leyó el Quijote’ y ‘La sangre de los libros’. Con ‘La legión perdida’, cierra esta exitosa Trilogía de Trajano, iniciada con ‘Los asesinos del emperador’ y a la que siguió ‘Circo Máximo’.

2 comentarios:

  1. Este autor me ha conquistado totalmente con su trilogía de Escipión así que su última trilogía va a caer seguro. Eso sí, cuando esté integra en edición bolsillo, que son muchos los caprichos que se quiere dar una. Una gran entrevista. Es un gustazo escuchar y leer a este escritor.
    Besotes!!!

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    1. La verdad es que entiendo lo que dices de la edición íntegra de bolsillo, Margari, son muchas páginas y el tiempo no infinito, aún. Ya me cuentas qué tal cuando te embarques en esta trilogía de mi paisano. Un saludo.

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