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lunes, 3 de octubre de 2016

ROSARIO RARO: «Mi desafío fue que los personajes inventados no parecieran fantasmagorías».

Conozco a Rosario Raro desde hace años, nos une no solo ser de la misma quinta y la escritura, también la docencia literaria como me recuerda durante esta entrevista que le agradezco personalmente, ocupada por una parte con la promoción nacional de su exitosa novela ‘Volver a Canfranc’ (Planeta, 2015) y, por otra, alimentando de páginas la novela que tiene en el horno para dentro de no mucho. Me dice que me cuenta detalles inéditos porque no le gusta repetirse en las entrevistas, algo que también agradezco casi tanto como ese detalle de sincerarse con las tres novelas que le han hecho llorar. Os dejo sus palabras y, como siempre, agradecido por vuestros comentarios.

Antes de abrir la novela me encuentro con el fajín o vitola (confieso que suelo descartarlos rápidamente no sé si te pasa lo mismo) y leo una frase inquietante por la que te quería preguntar. Es de Luz Gabás que afirma que ‘recupera parte de nuestro pasado’ y además que ‘merecía ser contada’. 

Estaría bien analizar qué hace cada lector con la faja: utilizarla como marcapáginas, hay quienes las coleccionan como se hacía con las vitolas de los puros… Lo que es evidente es que se trata de un buen reclamo. En mi caso, la de Luz Gabás me ha ayudado muchísimo.

Yo solo he llorado con el final de tres libros porque sus desenlaces me parecieron prodigiosos. Con La pell freda de Albert Sánchez Piñol, con El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez y con Regreso a tu piel de Luz Gabás. Creo que con eso reflejo toda la admiración que siento hacia ella. Fue la primera persona que leyó las galeradas de la novela por indicación de la editorial Planeta y me fue muy bien que fuera alguien precisamente que conoce el Pirineo oscense. Junto a mi editora me presentó la novela en Madrid, así que creo que por todos estos motivos la faja no es nada accidental sino que “tocaba”. 

Entiendo que había una necesidad de sacar a la luz estos hechos, así que la pregunta es ¿cómo surgió esta historia, la de esta Estación de Canfranc, de la que se ha escrito tanto, y que ha aparecido en varias películas incluso?

En mi caso la historia sobre Canfranc surgió después de ver muchas fotografías del edificio. Fui de fuera a dentro. Después de atravesar el túnel por el que se accede me quedé maravillada por la manera en que el tiempo y sus historias se habían quedado allí suspendidas, condensadas. Podría haber escrito otras tramas, otros sucesos, pero decidí quedarme con la vida ejemplar del que fue jefe de la aduana internacional allí durante la II Guerra Mundial: Albert Le Lay, Laurent Juste en mi libro. Y a través de este homenaje a su memoria tuve la suerte de conocer a su nieto.

El curso de la II Guerra Mundial tiene mucho que ver con la Estación de Canfranc, pensamos en seguida en Normandía, en el desembarco de los aliados, pero en parte esto se fraguó desde aquí, desde Canfranc, también hay cierta vinculación con el consulado inglés de San Sebastián y la Resistencia. ¿Qué puedes contar brevemente de esto a los lectores?

Parece que a través de esta estación se cruzó a piezas el primer radiotransmisor que permitió que se pusiera en contacto el alto mando aliado con la resistencia. En mi novela hay una escena que lo recrea. Son episodios emocionantes porque persiguen lo que hace que un ser humano sea digno: la libertad. 

Canfranc fue un enclave estratégico, el paso central por los Pirineos, el camino más corto entre Madrid y París. Fue y es muchas cosas que suenan a película. Pasaron por allí (y se salvaron) algunos de los mejores artistas e intelectuales del siglo XX: Max Ernst, Marc Chagall, Alma Mahler e incluso Josephine Baker. En este último caso, quien corría peligro no era ella sino su marido Jean Lion, magnate de la industria azucarera, por su condición de judío. 

Hay una parte real, verídica y otra que has creado para la novela, te quiero preguntar por el mayor desafío a la hora de introducir a esos personajes ficticios en la parte verídica de los hechos que sí sucedieron en la Estación.

Me interesa mucho el territorio nuevo que se crea al mezclar historia y ficción. Mi desafío fue que los personajes inventados no parecieran fantasmagorías al lado de los que sí que existieron, aunque lo de existir, si lo circunscribimos a “estar inscrito en el registro civil” que decía Max Aub, es un estatus bastante limitado. Conocemos a muchos otros personajes que surgieron de la mente de un escritor y a los que la posteridad les ha otorgado carta de naturaleza. Esto lo decía Buñuel de sí mismo, que pasados unos siglos se pensaría que él era un personaje de ficción. Desde luego hizo muchos méritos para asegurarse de que así fuera. 

Tu novela también es una historia de generosidad y de amor entre tanta dureza, entre tanta miseria humana y horror. Háblanos de esa parte tan seductora de la novela.

Es así porque considero que las circunstancias extremas funcionan como una lupa de laboratorio y hacen que salga lo mejor y lo peor de un ser humano. Creo que en la adversidad es donde realmente se conoce a las personas. Lo que puede hacer más atractivo a un héroe es precisamente su insistencia en negar la importancia de sus hazañas. Hay dos caminos: minimizar lo grande o aumentar lo pequeño, este segundo es el más directo a la hilaridad. 

Puestos a quedarme con una frase no sé si elegir esta: ‘Solo tenemos una vida, pero con la que podemos salvar muchas’, es de Albert Le Lay; una frase que evoca heroísmo y generosidad, quizá también a la figura de Oskar Schindler o, menos conocido aunque también español, al ángel de Budapest (Ángel Sanz Briz)…

Sí, para contrarrestar tanto horror hubo personas como ellos. La escena del primer capítulo cuando el jefe de la aduana baja la palanca de un cuadro de luces para fingir un apagón en las instalaciones y permitir que el grupo de refugiados crucen la playa de vías en medio de la oscuridad para ocultarlos en la habitación bisiesta puede estar ocurriendo en este momento en varios lugares del mundo simultáneamente. 

Igual que estoy convencida de que las personas no cambian, y eso nos llevaría a una discusión inacabable sobre los personajes llamados planos o redondos, por los que nos dedicamos a esto de la narratología en nuestras clases, como es el caso de nosotros dos. Se plantea una especie de paradoja ontológica con esta cuestión: si consideramos que es muy cierto lo de “genio y figura hasta la sepultura”, resulta bastante inverosímil que en el lapso temporal que se recoge en una novela, necesariamente el personaje tenga que cambiar, porque resultaría bastante inverosímil que así lo hiciera. Lo que sucede es que reacciona de forma insospechada ante situaciones nuevas, pero es él mismo. Como se dice coloquialmente: “se desconoce”. 

A primera vista puede parecer que esta novela tiene mejor acogida entre un público más ‘maduro’, por así decirlo, ya que narra hechos que sucedieron hace más de medio siglo, como experta en blogs, en redes sociales, (sé que tu tesis doctoral trata sobre la escritura en Internet) y el mundo editorial ¿cuál crees que es la mejor manera de llegar a un público más joven a la hora de acercarles este tipo de novelas, de sucesos históricos ya documentados ya novelados?

Durante estos dieciséis meses desde que salió, he observado en las ferias del libro y en las presentaciones y demás actividades literarias que Volver a Canfranc tiene lectores muy variados y con esto me refiero a que han venido a comprarla desde adolescentes hasta personas octogenarias e incluso algún nonagenario. En la feria de Huesca, por ejemplo, se acercó un señor que se llama Guillermo y tiene 94 años y me dijo: “Yo estuve en Canfranc con los alemanes”.

Esto lo relaciono con que tiene varios motores argumentales: el tema judío, y por extensión la II Guerra Mundial con sus implicaciones de táctica militar, todo lo que tiene que ver con el mundo ferroviario, el paisajístico porque los escenarios sobrecogen por su majestuosidad, el propio edificio de la estación, la relación de los personajes, el tirón que tiene Durandarte por sí mismo. De todos ellos es por el que más me han preguntado a propósito de su existencia, que decíamos antes. Representa el sueño del justiciero. En fin, y la fantasía que Jana Belerma, la camarera protagonista, no se quiere permitir. 

Creo que cada grupo de lectores se ha acercado por un motivo distinto a este libro y después han descubierto los demás. En lugares muy distantes de España me he encontrado personas que tenían relación con Canfranc porque sus padres habían estado destinados allí, porque habían hecho la mili en Jaca, maniobras en Rioseta, porque fueron de colonias un verano, etc. Desde la Edad Media ha sido un lugar de paso y esto hace que se haya convertido en una referencia para los viajeros: primero fueron los peregrinos del Camino de Santiago y después los pasajeros de la línea de tren internacional. Es un lugar con potentes propiedades magnéticas. 

Imagino que quedan muchas historias dormidas, por contar, no solo de Canfranc (máxime si has tenido que documentarte y -hasta con ello te daría para alguna más-) sino también de lo que sucedió durante la II Guerra Mundial en España, ¿cómo crees que debe enfocarse este interés literario para que no suceda tal vez como con la Guerra Civil Española (a la que se le ha sacado tanto jugo que casi llega a saturar a los lectores y a las propias editoriales)?

En el caso de la guerra de España, como tú dices, hay muchísimo material. Es un tema inevitablemente presente porque es una herida sin cicatrizar, un tajo abierto. Un enfrentamiento fratricida siempre es lo peor que puede hablar de un pueblo. Tenemos serios problemas desde siempre con la “Marca España”. 

Por ejemplo, aunque el canciller de hierro no sea precisamente santo de mi devoción, hay una frase de Otto von Bismarck que me gusta mucho. Él decía: “España es el país más fuerte que conozco. Lleva siglos intentando autodestruirse y aún no lo ha conseguido”. Irónica, pero por desgracia muy certera. 

Cuando comencé a escribir Volver a Canfranc no me planteé que en el 2015 se cumplía el 70 aniversario del final de la II Guerra Mundial, ni muchas otras cosas que después han demostrado que era un momento muy oportuno para contar esta historia. Mi única intención era compartir unos hechos que a mí me habían emocionado y quería ver si en los lectores surtían el mismo efecto. 

Creo que quienes escribimos tenemos un compromiso social ineludible, una labor de rescate imposible de obviar, que nos debe conducir a poner el foco sobre aquello que se quiere silenciar; a arrojar luz sobre sucesos que a muchos no les conviene que se aireen y que por ende, a otros muchos les encantará saber de ellos. 

¿Qué ha quedado de esta novela en ti, qué va a quedar más allá de que escribas otras novelas, y qué quieres que quede en los lectores tras leerla, a quién/es quieres rendir tributo con ella si ese ha sido en parte tu deseo con su publicación?

Cuando hice el pregón de las fiestas de Canfranc dije que ahora tengo dos corazones en vez de uno y que se vive mejor así. Yo me he quedado para siempre en Canfranc y Canfranc en mí. Siento un profundo agradecimiento al lugar, pero sobre todo a sus gentes. 

La editorial Planeta envió el libro allí antes de que llegara a otros destinos más accesibles como Madrid o Barcelona, por ejemplo. Sé que fue un detalle muy agradecido. Para la presentación ante la prensa que fue en Canfranc Estación el 8 de abril de 2015 se acreditaron más de cuarenta medios nacionales y regionales. Yo quise llegar la víspera en tren, en el Canfranero para recorrer el viaducto de Cenarbe, ver el apeadero de Castiello-Borau y ascender por la vía a la alta montaña. Después de ocho horas de trayecto, crucé la avenida de Los Arañones y entré en una tienda de enfrente de la estación. Había un señor con mi libro en las manos y entonces no pude resistirme y le dije la frase que llevaba años deseando pronunciar: “Soy la autora”. Primero se sobresaltó y después me sonrió. Cuando salí a la calle él me siguió con la mirada mientras yo me dirigía a pie hacia el puerto de Somport para alojarme en el hotel que antes fue cuartel de carabineros. Todas mis vivencias vinculadas con Canfranc tienen esta misma carga de emoción. Es como salir y entrar de un libro continuamente. Después de pasar por Villanúa, cuando en la carretera veo el rótulo de Canfranc me dan escalofríos porque siento que entro en un lugar legendario. 

Gracias, Ginés Vera, por estas preguntas tan literarias sobre los aspectos que conforman la ficción, este quehacer nuestro al que nos dedicamos en cuerpo y alma para que sea verdad. Enhorabuena por tus libros y por los cursos que impartes a propósito de este oficio falaz, que diría don Sabino Ordaz, ­de la enseñanza de técnicas de escritura creativa. Dedicación que además compartimos. Hasta muy pronto. 

Rosario Raro (Segorbe, 1971). Doctora en Filología, postgraduada en Comunicación Empresarial y en Pedagogía, es profesora de creación literaria, dirige el Curso de Escritura Creativa de la Universidad Jaume I de Castellón desde 2004 y además de impartir clases sobre esta materia en distintas instituciones y ciudades. En 2009 fue una de las dos españolas finalistas del concurso de escritura literaria Virtuality Caza de letras de la UNAM de México y del premio Internacional de novela Vargas Llosa de la editorial Alfaguara. Con su obra literaria ha conseguido numerosos premios internacionales: Ciudad de Huelva, Magda Portal del Ministerio de la Mujer de Perú, Cruzando Culturas, Ateneo Ciudad Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, Igualdad de Aranda, Mujer Kimetz Elkartea de Ordizia, Tecnocuentos de RNE, Palabras de Mujer, etc. Ha sido traducida al catalán, al japonés y al francés. Su última novela publicada es ‘Volver a Canfranc’. (Planeta, 2015).

3 comentarios:

  1. Ginés, muchas gracias por esta conversación entre amigos y colegas. Se nota que a la pasión literaria le añadimos la perseverancia en la escritura. Espero que hasta pronto con otro libro o cualquier excusa. Un fuerte abrazo virtual, pero real.

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    1. Gracias a ti, Rosario, por partida doble o triple, por todo y encarecidamente por acercarte a este blog a dejar un comentario, entras en el selecto olimpo de entrevistados que lo hacen; más que agradecido desearte mucha suerte y, como ya hablamos, impaciente por leer la siguiente novela tuya. Un saludo.

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  2. Una entrevista fantástica! Cómo se nota cuando alguien está a gusto tanto por lo que se habla como por quien habla. Y por cierto, soy de las utiliza la fajita de los libros como marcapáginas. No me gusta tirarlas. Y también lloré con El amor en los tiempos del cólera... Si este libro ya lo tenía apuntado, ahora le tengo más ganas después de conocer mejor a su autora.
    Besotes!!!

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