Entrevisto a Martín
Sotelo con quien he tenido el placer de compartir confidencias literarias desde
su primera novela Bailes de medio siglo finalista
del premio Roman de Chambéry, a la mejor primera novela escrita en castellano.
Nacido en
Toledo, estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Ha
compaginado sus estudios con múltiples trabajos de profesor, redactor,
corrector, investigador y documentalista aunque actualmente trabaja como
corrector y profesor. Le entrevisto al hilo de su segunda novela La Vida Muerta (Alfabia, 2014) además de
felicitarle desde Maleta de libros por haber sido seleccionado Nuevo Talento
FNAC 2014.
Fui un mal lector y me leí el texto de la
contraportada antes de leer la primera página, en aquel se hace referencia al
personaje del doctor Dangel como vertebrador de las historias de La vida
muerta, me quedo con la caracterización de Gundi, acaso porque creo que hay
muchos Gundi a nuestro alrededor, ¿está de acuerdo?
Yo mismo soy
como Gundi. Es mi personaje favorito. Un hombre que vive tranquilo en su mundo,
soñando, y que cuando sus sueños empiezan a cumplirse teme no estar a la altura
de lo soñado.
Tras leer La vida muerta veo que enhebras
personajes con historias que convergen, que discurren como ese río también presente
a modo de personaje silencioso. ¿Qué fue lo más complejo a la hora de buscar el
enfoque: los personajes o el paisaje?
Los
personajes. El paisaje, para mí, no es más que una recreación mental de los
personajes. Por tanto, no me interesan los paisajes desligados del discurrir
mental de los personajes. La primera imagen que se me vino a la mente es
precisamente la imagen con la que comienza la novela: una extraña mujer que
aparece de pronto una noche en mitad del bosque para pedirle a un barquero que
la ayude a cruzar el río. El resto vino solo, tratando de imaginar lo que había
al otro lado del río y entre los árboles.
No sé si atreverme a hablar en estas historias
cruzadas de tu novela de dolorosas verdades frente a la incertidumbre de los
deseos de los protagonistas.
Es que el
deseo siempre es incertidumbre, y, como tal, se prolonga en una verdad incierta
que duele y a la vez ilusiona por su mismo carácter enigmático. Debía mantener,
por tanto, la ambigüedad durante todo el relato para crear una atmósfera digna
de los tumbos que los personajes van dando.
Hay un claro guiño a la política, a la
turbidez de los intereses malsanos del poder político, quizá conformando esa
banda sonora de nocturnidad, de clandestinidad, de lo furtivo.
Hay una
corrupción de pensamiento, incluso en los sueños, a lo largo de toda la novela.
Los fines se consiguen mediante confusos rodeos, nunca directamente, como si se
supiera que son fines necesarios pero malsanos y hubiera que mantenerlos en
secreto. El personaje del político es uno más dentro de esa corrupción. Si hay
políticos así es porque hay un tejido social que lo mantiene y lo permite.
El hecho de que a Gundi le guste leer novelas
de piratas es premeditado, ¿verdad?
Gundi se
refugia en esas noveluchas para seguir recordando a Analía, ya que de pequeños
jugaban a piratas. También para seguir preservando de esa forma su infancia. El
que sea un personaje lector, es decir, nostálgico y fantasioso, me permitía
describir sus pasajes con ese velo incierto de los sueños, en donde luces y
sombras, verdad y mentira se confunden en una misma cosa.
El doctor Dangel llega a afirmar una frase
que no sé si comparte, la de que todo consiste en desviar la vista a tiempo, en
distraer la realidad y pensar en otra cosa.
No la
comparto, pero suele ser así. Es lo que todo el mundo hace para tratar de
sobrevivir. Yo mismo desvío la vista hacia los libros y allí distraigo la
realidad para hallar en las páginas otra realidad más verdadera y comprensible.
Al igual que comentaba con la presencia del
rio, hay otro ‘personaje’ velado en toda la novela, uno tan antiguo como
inmaterial, que se asoma a menudo poético, como en la frase: ‘Septiembre se
envolvía en un velo mortuorio’. O ‘Todos estamos condenados desde el
nacimiento’.
Es el Tiempo.
No suelo ser muy explícito con las fechas en mis novelas, ni siquiera con los
meses, pero me gustaba la idea de fijar septiembre porque es un mes de nuevos
planes e idénticas estrategias, como diría Nacho Vegas. Es un mes en que
pretendemos cumplir y afianzar todos esos sueños y proyectos que hemos ido
planeando durante el verano, y me venía bien para relanzar la novela hacia su
final.
Personajes, paisajes, historias que
convergen, pero también silencios, ese silencio que la Dávalos apostilla al
decir ‘todo lo que te guardes para la tumba te matará en vida.’ ¿Qué silencio
queda o debería quedar tras leer La vida muerta?
Un silencio
fecundo, hecho de todos los silencios de los que se nutre la novela, y que el
lector debe interpretar a su antojo. Todo aquello que no se cuenta en una
novela siempre es más importante y poderoso que lo que se cuenta. La novela no
debe crecer en el texto propiamente dicho, sino en esos pasillos vacíos,
subterráneos, que las palabras abren y que el lector debe llenar con su vida y
su imaginación.
Muchas gracias y mucha suerte Martín.
Por Ginés J. Vera