Entrevisto esta
semana para Maleta de libros al escritor y periodista Ignacio Elguero.
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de
Madrid. Tiene publicados los ensayos
generacionales “Al encerado” (Planeta. 2011). “Los niños de los
chiripitifláuticos” (La Esfera.2004) y “Los padres de Chencho” (La Esfera.
2006). Así como varios poemarios. En la actualidad es Director de Programas de
RNE, emisora a la que trabaja desde hace 16 años. Le entrevisto por su primera
novela publicada este año ‘Leift Garrett en el dormitorio de mi hermana’
Esta novela tiene una gran banda sonora,
supongo que siendo un profesional de la radio le habrá sido cercano, que no fácil,
y hasta cierto punto emotivo incluirla entre las páginas.
Efectivamente,
la novela tiene una banda sonora. Es la banda sonora de la generación del baby boom, que es la que escuchaba cada
uno de nosotros, la que escuchaban los hermanos mayores, los pequeños y los
padres. En definitiva, lo que sonaba en casa: en la tele de dos canales, en la
radio y en el tocadiscos. Y va desde Bee Gees, Supertramp, Eagles, Police,
pasando por Umberto Tozzi, Abba y
Francis Cabrel hasta Victor Jara o Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina.
Cada momento tiene su música, cada capítulo su canción. Es una forma de ubicar
la acción de forma temporal y acentuar la tensión dramática de la narración.
La protagonista y un antiguo novio tienen
una escena interesante, además de profunda, en un momento de la novela en el
que reflexionan sobre la infidelidad a partir de una película, Match Point,
¿por qué la eligió especialmente? ¿La infidelidad también es un tema importante
cuando se quiere hablar de amor y desamor?
La película me parece
una de las mejores de Woody Allen. Una gran película. La reflexión que hace
sobre el tema del amor, el deseo, la saciedad del mismo; la pasión amorosa, el
sexo, los celos y el sentimiento de culpa
es magistral. La infidelidad es un tema apasionante como material
literario, pues conlleva en torno al mismo todo tipo de pulsiones humanas.
Viendo su perfil bioliterario creo que esta
es su primera novela tras haber publicado ensayos y poemarios. ¿Cómo surgió la
idea de escribir ‘Leift Garrett en el dormitorio de mi hermana’ y qué retos le
surgieron respecto a sus anteriores obras?
Yo siempre he
estado interesado por el periodo histórico que me ha tocado vivir. Me interesa
el desarrollo de la llamada generación del baby
boom, y he publicado varios libros en torno a ello, como ‘Los niños de los
Chiripitifláuticos’ o ‘Al encerado’.
Ahora quería novelarlo, y así nace la novela.
¿Hubiera sido muy distinta esta novela si
Teresa hubiera encontrado un poster de Los Beatles, Camilo Sesto o Umberto
Tozzi?
No, hubiese
sido igual. En el fondo no sale más que al comienzo de la novela, en la pared
del dormitorio de la protagonista. Utilizo a Leif Garrett como icono de unos
años, de una adolescencia lúdica, iniciática, pero nada más.
‘O te apuntas a las nuevas tecnologías o no
existes. La sociedad, de una u otra forma, te obliga.’ Lo comenta Julián a Teresa,
¿realmente cree que es así, ha pensado en si esta novela llegará más a un
público madurito que a otro, más
joven, digamos a los ‘nativos digitales’?
Cualquier persona
mayor, digamos, de treinta años, se identifica perfectamente con lo que en ella
se dice. Es decir, es una novela de reflexión en torno al amor, la memoria, el
desamor, las decepciones, el paso del tiempo, la vejez de los padres, la
llegada de los hijos, las amistades… Una novela de sentimientos, que arranca a
finales de los setenta y llega hasta hoy en día. Es evidente que las nuevas
tecnologías han cambiado muchas cosas, desde el ocio a la forma de
relacionarnos.
A una persona
joven, lo que le choca, tras la lectura del libro, no es solo los cambios
tecnológicos, que también, sino cómo vivimos la juventud: la forma de
relacionarnos, nuestros miedos, inquietudes, nuestra moral etc.
Teresa, en una conversación con sus amigas,
dice que no es que ya no tenga ilusiones, pero que la vida se ve de otra
manera, ‘se mira más hacia atrás que hacia delante’. Me ha recordado a esa
frase que dice que la vida se vive mirando hacia delante pero se entiende
mirando hacia atrás.
No se puede
vivir del pasado, pero somos pasado. De primeras, todo el mundo es más pasado
que futuro, pues el pasado es experiencia vivida y el futuro no existe. Recordar,
recrear imágenes pasadas, reconstruir mentalmente momentos de felicidad,
personas que ya no están con nosotros,
por ejemplo, son aptitudes de la mente humana que nos hacen únicos como
especie. Un don. Por eso me gusta retratar el pasado, gozarlo como posibilidad
de recuerdo. Pero no concibo quedarte solo ahí, no evolucionar al ritmo de la
sociedad, del nuevo tiempo.
Ana, otro personaje de esta novela, afirma
que ‘los hombres envejecen peor que las mujeres, que si se quedan calvos y
engordan no hay quien los reconozca’. Lo remata añadiendo que al parecer el
cantante Leif Garrett actualmente ‘está hecho una penita’. No sé qué opina,
temo su respuesta.
Creo que,
efectivamente, los hombres envejecemos peor, bueno, algunos… En la novela trato
el tema del paso del tiempo como deterioro físico. Reflexiono sobre la pérdida
de la juventud y el ansia de los individuos –empujados por la sociedad–, de
alargarla. Hablo de la llamada ‘tiranía de la imagen’. Digamos lo que digamos,
a nadie le hace gracia envejecer. En un determinado momento, nos gustaría
detenernos. La pérdida de la belleza, la elasticidad de los cuerpos, su dureza,
su hermosura es algo que puede acabar convirtiéndose en obsesión.
Otra frase que extraigo de esta estupenda
novela, una de esas que invitan a la reflexión, como la de que las cosas
suceden por algo, es esta: ‘La soledad asusta, tanto quizá como la muerte, que
es la soledad total, definitiva.’
Trato la
soledad desde dos puntos de vista. La nuestra es una generación que se pensaba
que muchas cosas eran para toda la vida, pero no. Los abuelos, los padres se querían para toda
la vida. En la actualidad, el número de
divorcios entre las personas de cuarenta y cincuenta años es alto, más que en
las generaciones anteriores, y posiblemente no sea superado por las
generaciones más jóvenes. Eso ha hecho que tras una ruptura, con la
consiguiente decepción vital, llegue una especie de sentimiento de soledad que
abruma. Y por otro lado abordo la soledad de los padres que van quedando viudos
o viudas. Otra soledad que ofusca, y que
entristece a los hijos.
Ahora hecho de menos una segunda novela,
continuación o no, con un Julián que encuentre un poster de Samantha Fox y
empieza a evocar su juventud.
Sí, pues lo he
pensado. La visión masculina de todo el mundo de relaciones y actitudes que
refleja Teresa pero visto desde el otro lado, desde la óptica del chico. Pero
la verdad es que si escribí desde la mirada de una protagonista femenina es
porque las actitudes del chico, el pensamiento masculino, me parece más
previsible.
Muchas gracias, Ignacio y mucha suerte.
Por Ginés J. Vera.
Foto: web del autor. (c)