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lunes, 29 de junio de 2015

FERNANDO MOROTE: «Todo lo que he escrito hasta ahora creo que ha sido posible porque no estoy en el Perú».


Entrevisto al escritor peruano Fernando Morote (Piura, Perú-1962) de forma reincidente pues ya reseñé una obra suya, otro libro de relatos, tras la publicación de “Brindis, bromas y bramidos” (2013). Actualmente vive en Nueva York y colabora con revistas de España y Perú, escribiendo artículos sobre cine clásico, entre otros temas. De hecho, coincidimos literariamente desde hace un tiempo en la revista online, Contra Estudio.
   Morote participó en el taller de creación literaria del Museo de Arte de Lima. Ha sido ganador del II Premio Internacional Sexto Continente de Relato Erótico y finalista del VII Premio Internacional Vivendia-Villiers de Relato. Es autor de las novelas: “Los quehaceres de un zángano” (2009) y “Polvos ilegales, agarres malditos” (2011), el mencionado libro de relatos “Brindis, bromas y bramidos” (2013), el poemario “Poesía Metal-Mecánica” (1994). En esta ocasión le pregunto por su ‘La cocina del infierno’ (MRV Editor Independiente, 2015).

‘La cocina del infierno’ podría decirse que es una gran alegoría en tres actos, "Los ingobernables". "La cocina del infierno" y "El comando meón", ¿a qué obedece el que sean precisamente tres partes y el hecho de que tengan ritmos y tonos diferentes?

Los tres relatos constituyen etapas diferentes de una misma historia. Un grupo de amigos comparten su adolescencia en Lima y cuando se ven ante la necesidad de emprender su propio camino salen del Perú. En el extranjero acumulan una variedad de experiencias que repercuten en su crecimiento personal. Al paso de los años vuelven no sólo a su país sino a su ciudad y especialmente a su barrio, entonces encuentran que con lo aprendido afuera pueden ayudar a mejorar la calidad de vida en su comunidad.
Cada texto reclama y responde a una aproximación distinta porque son momentos diferentes en las vidas de los protagonistas. La intención es mostrar cómo sus puntos de vista, sus intereses, sus reacciones, sus sentimientos cambian o se modifican a través del tiempo, debido a los vuelcos que toman sus existencias.

El primer relato, "Los ingobernables", creo que tiene mucho de reivindicativo, aunque refleja bien la ternura de esa juventud contrastada con la fiereza del entorno, el desarraigo y la búsqueda de la identidad un hilo conductor en estas tres historias.

Los protagonistas tratan de escapar de un pozo. Las historias no glorifican ni justifican sus comportamientos o sus decisiones. Lo que viven “Los ingobernables” en el Perú es lo mismo que ha podido vivir otra generación de jóvenes en latitudes y épocas distantes. 

‘La cocina del infierno’, además de dar nombre al libro, es un ejercicio literario en sí mismo ya que el lector se encuentra con un estilo narrativo rápido, en cierto modo fragmentario, fotográfico que al parecer tiene relación con la técnica pictórica de Jackson Pollock.

Hallar y elegir el formato para “La cocina del infierno” fue un proceso de exploración y ensayo. Recordé que años atrás había escrito un relato titulado “Alegre panorama de verano”, que está incluido en mi novela “Los quehaceres de un zángano” y presenta similar construcción. Se trata de graficar con palabras, frases, oraciones lo que sería una ráfaga de ametralladora. Pero también, ya que el texto se refiere implícitamente a la estadía de uno de los personajes en la ciudad de Nueva York, decidí que la pintura de Pollock, abstracta y expresionista, su técnica lúdica del chorreo y el goteo, podía transmitir con fidelidad el contenido.

En el tercer relato largo de este libro reencontramos a algunos de los personajes del primer relato, en “Comando Meón” hay una doble vuelta al origen y con ella una voluntad de enmendar errores, los de los demás, con un marcado sentido del humor; se embarcan en una cruzada muy loable pero, como se dice ahora, políticamente incorrecta. Rescato una frase divertida e ilustrativa: ‘En esa pandilla de asiduos bebedores, que madrugaban sólo para sudar las culpas semanales haciendo un poco de ejercicio, antes de la clásica borrachera dominical, la fibra muscular había sido desplazada por el tejido adiposo.’

“Los ingobernables” han experimentado un período de evolución, pero no se han convertido en moralistas ni académicos. No quieren degradarse en esos términos. Son fieles a su naturaleza. La forma en que hablan, incluso, es una afirmación deliberada de su identidad, de la cual no reniegan. Cada miembro del “Comando Meón”, además, es un ingobernable, digamos reformado, que representa primero una forma de huir del ambiente que lo anula y luego también un modo de contribuir a su progreso.

Hay deseos, sueños, camaradería y un pequeño gran drama desnudándose ante los ojos del lector, ¿fue más fácil escribir este libro por residir fuera de Lima, del Perú que se asoma entre estas páginas?

Sí. De hecho, todo lo que he escrito hasta ahora creo que ha sido posible porque no estoy en el Perú. La distancia, no sólo física sino mental y emocional, me aporta una perspectiva más clara y amplia para contar las historias que quiero en la forma que elijo hacerlo.

También hay una parte veraz, escenarios y hechos verídicos de la historia reciente del Perú, además de darle verosimilitud a las narraciones ¿esconde una intención más allá de la literaria? Leo en ‘Los ingobernables’ sobre el barrio Mariano Melgar: ‘El Doctor, escrutando la periferia, dudaba de que los pobladores de aquella polvorienta invasión tuvieran conocimiento (o siquiera presumieran) de que el nombre que daba vida a su morada perteneciera al ilustre poeta arequipeño.’

Hacía mucho que tenía planeado escribir algunos relatos con esos hechos como marco de fondo. Cuando planeé “Comando Meón” descubrí que era mi oportunidad de incorporarlos para describir el contexto en el que los ingobernables crecieron y cómo afectó sus vidas. Además me proporcionó las herramientas para trazar los rasgos de su personalidad. También hay por supuesto una intención de observar la realidad social, económica y cultural del Perú en aquellos años, que en parte no es muy diferente a la que impera en la actualidad.

El lenguaje es otro punto que avala la realidad de estos personajes y estas historias dentro del contexto geográfico de quienes se van y vuelven a Lima sin abandonar del todo su identidad íntima. Leo en el segundo relato esta frase: ‘Tu lengua no está programada para dicciones extranjeras.’

Estoy siempre atento para eludir el vicio de hacer hablar a un ladrón como si fuera un profesor universitario. Al momento de escribir, ésta es una alarma que se activa de manera espontánea. Escogí un lenguaje específico que fuera acorde para cada relato. Si “Los ingobernables” o los miembros del “Comando Meón” no hablaran como lo hacen, no serían ellos. Su modo de hablar es parte de su personalidad. En cierta forma es su sello personal.

¿Existieron de algún modo el Narizón, el Conde, el Doctor, el Champero y el resto de personajes o solo son unos nombres figurados representativos de esa realidad de limeños ingobernables en un éxodo voluntario o involuntario?

Existen en la vida real. Estoy seguro de que se les puede encontrar en cualquier esquina de cualquier vecindad en cualquier país del mundo. En el caso particular de “Los ingobernables” y el “Comando Meón”, son mis amigos del alma.

Podéis leer aquí la reseña de su anterior libro de relatos.

Muchas gracias y mucha suerte, Fernando.

Por Ginés J. Vera.

jueves, 25 de junio de 2015

“Talco y bronce” de Montero Glez (por Fidel Tomás)

Esta reseña nos la envía nuestro colaborador ocasional en Maleta de Libros Fidel Tomás, espero que os guste.



Decía Joseph Brodsky (citando a Ajmátova) aquello de que: “El verso crece en verdad de la basura; y las raíces de la prosa no son más honorables.” Esta incómoda y poco honorable postura es la que parece vertebrar toda la obra narrativa de Montero Glez, una obra no apta para pacatos bienpensantes, ni para remilgados reconfortados al calorcito de la moral.

Acaba, el bueno de Montero, de ganar el VIII Premio Logroño de novela, con su recién editada “Talco y bronce” (Algaida editores), de lo cual yo me (y le) felicito. En esta, su ya sexta novela, nos encontramos con algunos de sus motivos temáticos recurrentes: delincuencia lumpen, amores a quemarropa, códigos del deshonor y manejo riguroso del argot suburbial (en este caso el de la España de los 80). De los poderes fácticos de la transubstanciación…perdón, de la santísima Transición, mejor no hablar. Desopilante por cierto el cameo de Adolfo Suarez, pasen y lean.

“Talco y bronce” nos descerraja la historia de amor entre el Chuqueli y la Malata. Él es un honesto atracador vasco, afincado en el extrarradio de Madrid, donde la conoce a ella, que tiene casi 18 años y todo el esplendoroso futuro por delante que le ofrece el barrio de La Elipa. La historia transcurre con el vértigo de los atracos a joyerías y la velocidad con la que huyen de Perkins, un policía más franquista que ejemplar.

El descenso del Chuqueli y la Malata desde la miseria hasta la nada se desarrolla con una total maestría de medios y con una dosificación impoluta del ritmo narrativo, y el golpe de efecto final, logrado e inesperado cumple perfectamente su función, cual crisantemo en cementerio.

Aún así…

Aún así me parece que “Talco y bronce” no mantiene el listón a la altura en que lo habían dejado auténticas joyas a las que Montero Glez nos tenía acostumbrados (malacostumbrados). Me refiero a la portentosa y poderosísima plasticidad en el uso del lenguaje de sus dos primeras novelas: “Sed de champañ” y “Cuando la noche obliga”, o a la inolvidable “Pólvora negra” que Mateo Morral erró frente a Alfonso XIII. Me atrevo a sugerir que en estas obras primerizas la explosión y exuberancia lingüístico-poética de Montero Glez me recordaba a una mezcla milagrosa, imposible e implosiva entre Céline y Valle-Inclán.

El nivel al que había llegado Montero Glez era tal, que aún así “Talco y bronce” es una trepidante y valiente novela, aunque en ella se hayan sacrificado la ironía y la belleza poética de la podredumbre en el altar de una trama perfectamente construida. (¿Oís rechinar los huesos de Baudelaire?)

En todo caso, me alegra pensar que aún tenemos Montero para rato, porque no se le van a acabar los temas que le sirvan de inspiración.  Me reconforta pensarlo, casi tanto como recordar que frente a la puerta de entrada de la casa de Shakespeare en Stratford había un espléndido vertedero.   



Fidel Tomás es escrtor, prologuista y profesor de Filosofía. Podéis leer otra reseña suya aquí


domingo, 21 de junio de 2015

JUAN MANUEL PEÑATE RODRIGUEZ: «Es verdad que a ciertos personajes se les acaba cogiendo cariño».



Juan Manuel Peñate Rodríguez es un escritor sevillano que empezó a interesarse por el mundo de los libros desde adolescente. Apasionado de la lectura y el cine, la ilustración y la escritura. Aunque tiene en su haber varias obras escritas ha publicado un libro titulado ‘Al otro lado del cristal’ (Ed. Círculo Rojo), en el que recoge no solo relatos sino también tres novelas cortas.

¿A qué obedece la selección de estos siete relatos para agruparlos en este libro? ¿Por qué incluir junto a cuatro relatos tres novelas cortas?

Desde un principio me apeteció tocar todos los palos posibles; cuando terminaba una historia, con la siguiente me imponía el reto de cambiar por completo de registro, tal como suele pasarme cuando leo un libro a continuación de otro, que me gusta variar. Sin embargo, pese a lo diferentes que son, guardan un patrón muy definido, una homogeneidad que el lector enseguida reconoce como si cada uno de los relatos formase parte de un mismo universo.
La idea de combinar relatos con novelas cortas es algo que nunca me propuse, salió tal cual porque las propias historias así lo quisieron. No me pongo límites a la hora de desarrollar una trama u otra; es curioso porque de algún modo sé cómo empiezan y cómo terminarán, el punto exacto adonde quiero llevar de la mano al lector; es en el durante donde cualquier cosa puede pasar y la historia cobra vida por su cuenta. Solo me limito a narrar ese viaje enigmático e imprevisible.

He leído que uno de los grandes consejos literarios que más admiras es el de escribir exactamente el libro que a ti encantaría leer, en ese caso, qué autores te han llevado hasta ‘Al otro lado del cristal’.

Como lector, uno va picoteando de aquí y de allí, enriqueciéndose, ampliando gustos con cada nuevo libro que llega a sus manos, pero creo que son los orígenes literarios los que te forjan como contador de historias, aquellos por quienes en su día aprendiste a apreciar la lectura, y hasta inspirar tu estilo. Podría decirte muchos, aunque solo citaré mis favoritos:
-Stephen King, cuya principal particularidad, y con la cual me identifico, es la de crear grandes historias a partir de ideas sencillas, cosas tan simples que cualquiera diría “A mí podría habérseme ocurrido”, por lo que conecta rápido con el lector. Eso y el surrealismo u originalidad, que también da mucho juego.
-Tolkien. De su obra lo que más me ha influenciado es el amor por la naturaleza, la belleza de las pequeñas cosas en un mundo hostil y sin esperanza, y que en cierta forma también reflejo en mis historias. Siempre me ha gustado definirlo como un “escritor verde”, una especie de legendario Tom Bombadil amante de la vida en su estado más primigenio.
-Paul Auster. Lo que más me identifico con él son los personajes que perfila: solitarios, imperfectos, llenos de dilemas existenciales, que en ocasiones optan por dejarse zarandear gustosos por los vientos del azar.
-Clive Barker. Con él aprendí a desarrollar el gusto por la crudeza, la sexualidad y el horror en la literatura. El relato “Tercera planta, por favor” es mi pequeño homenaje a él, un autor todavía poco conocido en nuestro país aunque cueste creerlo.

¿Crees que hay un punto de surrealismo en tus historias del mismo modo lo puede haber a menudo en la vida real de muchos de los que hemos leído tu libro?

Totalmente. Solo que en el papel el surrealismo se eleva a la enésima potencia para despertar emociones, ironías y reflexiones, tensando las circunstancias hasta llevarlas al límite. En el relato o novela corta que da título al libro por ejemplo, lo que me interesó desde el principio fue explorar la relación de ambas protagonistas al margen de lo que pasa ahí afuera, al otro lado del cristal, en un mundo estéril. Es decir, una excusa para ver hasta dónde me llevaban las posibilidades de dos mujeres que han abrazado una existencia anómala y la han acabado aplicando a sus rutinas. Ese planteamiento de… Bueno, y a partir de este punto qué hacemos.

Los géneros literarios son variados pues amén de ese halo de surrealismo también hay terror psicológico con algo de ciencia ficción por poner un par de ejemplos. ¿Es una forma de sorprender al lector o hay una intención más profunda?

Ahora que lo mencionas, la verdad es que sí. Más allá del reto de probarme a mí mismo en diferentes géneros (el principal cometido), también estaba la intención de descubrirle el gusto por ciertos géneros a alguien que se acerca receloso a la antología sin ser demasiado fan del terror, la ciencia ficción o la fantasía. El que es consumidor de un género muy concreto, explorará otros en su recorrido por este libro y, tal vez, si he hecho bien mi trabajo, amplíe sus preferencias.

También me han llamado la atención los personajes, quizá los más sorpresivos, el lector sabrá por qué, los del relato Dios Roco. ¿Qué importancia tienen para ti en su desarrollo psicológico frente a la propia trama argumental de cada historia?

Bueno, este relato es casi inclasificable. Con estos personajes quise hacer una metáfora de lo divino y lo terrenal, la diminuta e insignificante transcendencia que tenemos para el universo, una mota en el cosmos que, todavía hoy, alberga a gente que cree que somos el ombligo del mundo.
De todas formas, lejos de la parida filosófica que te acabo de soltar, te vas a reír de la verdadera razón:
Recuerdo con cariño unos personajes que salían en Barrio Sésamo (esta serie con la que muchos nos sentábamos a merendar de niños), unos insectos muy simpáticos que vivían en un macetero, que siempre hablaban de hacer una excursión o planear esto y lo otro, salían muy ilusionados pero nunca llegaban muchos centímetros más allá pues algo salía mal (empezaba a llover porque Epi o Blas regaba las plantas o lo que fuera). La secuencia siempre era la misma, pero me fascinaba. Transportado por este recuerdo quise crear un relato que hablara de esto, de esa gente con ilusiones que, por el hecho de estar atrapadas en sus rutinas, jamás reúnen el valor para perseguir sus sueños.

Una pregunta comprometida si la aceptas, el género del relato parece que va cobrando adeptos poco a poco en nuestro país, es mucho más usual que la opera prima de un escritor sea una novela. ¿Te planteaste esto en algún momento? ¿Por qué crees que en España los libros de relatos no están tan bien valorados como en otros países de lengua castellana?

Lo cierto es que mi primer libro fue una novela, el primero de una trilogía que pretendía escribir, me quedé a mitad del segundo. Y ahí quedó todo, digamos que era un proyecto demasiado ambicioso, por la extensión y la complejidad de la propia historia. Quién sabe si algún día lejano vea la luz. No obstante, no considero que fueran años perdidos, sino todo lo contrario, me sirvió de rodaje para forjar mi propio estilo y adquirir ciertas tablas. Así pues, al contrario que la mayoría, mi primer libro publicado, uno de relatos.
Respecto al rechazo o mala fama del género de relatos, sinceramente, no entiendo por qué. Tal vez se deba a que piensan que son historias hiperbreves (que las habrá) con las que les sea difícil engancharse. En mi caso me enorgullece haber conseguido, y me remito a las muchas críticas recibidas, que gente que no era aficionada a los relatos o con ciertos prejuicios iniciales de repente haya disfrutado de algunas de estas historias más que con una novela.
Somos muchos los autores que luchamos por descubrir las maravillas de este género que encumbró a Borges, Cortázar, Poe o Lovecraft. Yo siempre digo, qué lujo tener al alcance un surtido de buenas historias en un mismo libro, para al final realizar balance y hacer tuyas aquellas perdurables en la memoria.

Me gustaría saber si ya tienes pensado una nueva obra, si vamos a encontrar también relatos y hasta qué punto si pudieras, le darías la oportunidad a alguno de los personajes de estos relatos de protagonizar una novela independiente.

El segundo libro (que de hecho ya está escrito) va a ser también de relatos, explorando nuevos personajes y horizontes que estoy seguro harán las delicias de más de uno.
Los personajes no creo que tengan continuidad más allá de sus historias, sin embargo, y esto es una primicia, algunos de ellos aparecerán de forma breve en ciertos relatos de ese segundo libro; una manera de premiar a esos lectores más atentos que se leyeron “Al otro lado del cristal”, porque sí es verdad que a ciertos personajes se les acaba cogiendo cariño.

Muchas gracias y mucha suerte Juan Manuel.

Por Ginés J. Vera.

domingo, 14 de junio de 2015

LA REINA DEL AZUCAR, de Dolores García Ruiz




‘La reina del azúcar’ es la segunda novela de la escritora melillense Dolores García Ruiz. A la hora de clasificarla, aunque no soy amigo de las etiquetas, la incluyo en la novela histórica pues una buena parte tiene como telón de fondo sucesos históricos del siglo XX, más concretamente, con la situación de España y Marruecos en la primera mitad.

La novela comienza con la voz de Inés Belmonte, la protagonista de una de las dos historias paralelas en dos momentos históricos distintos. El personaje (ficticio) de Inés Belmonte posee tanto magnetismo como en comparativa el resto del elenco que participa en ambas partes contrapuntadas.

Clavó en mí sus ojos de hierbabuena,(…)

Muy positivo el realismo a la hora de apoyar los hechos en su vertiente histórica, pues se trata de una novela de ficción donde la autora seguro que ha querido dar cabida al desarrollo de los personajes tanto o más que al verismo histórico mencionado. Ello sin descuidar que la autora, natural de Melilla aunque viva actualmente en Valencia, me consta que ha querido rendirle un homenaje a su ciudad natal con esta novela.

La inclusión de una voz narrativa en forma de diario en la novela también aporta un toque de intensidad y empatía con el lector, vehículo necesario para ir encajando las distintas piezas de la trama confluyendo así los dos ejes temporales de la narración.

Clavó Encarna sus ojillos azules en el rostro de su hijo rastreando cualquier gesto que la alertara del verdadero estado de ánimo de su vástago.

Hay quien disfrutará más con la parte histórica, del mismo modo habrá quien apreciará la parte desarrollada en el momento actual por ser más ágil, quizá por la parte de intriga al hilo de unos documentos confidenciales que se investigan.

Apenas un hilo de aire entraba y salía de su pecho. No podía pensar. Todo su cerebro se había soldado en una sola pieza pesada e inoperante.

Una historia bien ambientada con suspense, intriga, romance y un vocabulario ameno y realista.

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Dolores García Ruiz nació en Melilla en 1964, donde pasó su primera infancia, a los nueve años se trasladó a Valencia, donde reside actualmente. Cursó estudios de Derecho por la UNED y es correctora profesional de edición.
Colabora en diversos programas de radio y televisión y publica artículos en revistas culturales de prestigio. Asimismo, imparte charlas y conferencias sobre Leonardo Da Vinci en las principales capitales españolas.
Su obra ‘El Secreto de Monna Lisa’ (Roca Editorial) está traducida a varios idiomas y ha sido publicada en numerosos países, entre ellos EE.UU., donde ha sido seleccionada por diversas universidades para formar parte de su fondo de biblioteca de obras en idioma español.