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lunes, 26 de junio de 2017

Harkaitz Cano: “Algo me dice que la compra del libro ha sustituido a su lectura”.

Esta semana me concede una entrevista el escritor Harkaitz Cano que acaba de publicar ‘El turista perpetuo’ (Seix Barral), un libro de relatos muy acorde con estos calores y esta estación estival.

Los relatos incluidos en ‘El turista perpetuo’ parecen moverse en espacios muy vinculados al agua, en su mayoría: la playa, el río o la piscina como telón de fondo. ¿Hasta qué punto se apoya en esos escenarios a la hora de plantear los conflictos y las tramas, por ejemplo, en estas catorce historias?

Sin duda el agua invoca por sí misma esa doble vertiente: purifica y relaja por una parte, pero puede también ser una amenaza latente. Es fuente de placer, pero también de peligro. He tratado de buscar ese contraste entre la temperatura solar de muchos de los relatos y la tensión que los atraviesa, a veces inquietante, a veces oscura. Escenarios y clima pueden contrastar con las tramas o reforzarlas, pero es cierto que una situación de calor extremo puede llegar a desenmascarar; la canícula, por ejemplo, puede llevarnos a saltarnos las fórmulas de cortesía y hacer que nos mostremos más irritables, impacientes o rudos. Tal y como somos en realidad. Y es ahí cuando un escritor pulsa la tecla REC y comienza a grabar.  

La imagen de la portada sobreviene del relato final, ‘Aullad, estrellas’, lo tomo para preguntarle por sus medusas metafóricas, por sus raptos de inspiración, si los tiene.

Así es, las medusas aparecen en el primer relato y en el último y cumplen dos funciones muy dispares, tal y como hablábamos antes al referirnos al agua: en el primer caso representan el miedo y el peligro, mientras que en el último encontramos a un escritor aparentemente supersticioso que cree en el veneno inspirador de las picaduras. En mi caso tengo comprobado que el mejor momento para escribir coincide con las primeras horas del día. No son muchas, solamente un par de ellas. A partir de ese momento es puro reciclaje: puedo releer o avanzar a trompicones, pero ya no es lo mismo. Las dos primeras horas son de puro quirófano, después queda la ronda médica en planta, una parte del trabajo necesaria, pero no tan intensa.

Me quedo con una frase de este mismo relato para preguntarle por ese boom de publicadores, de escritores: se editan ingentes cantidades de libros, pero se lee. La frase es de Bidarte cuando afirma que: ‘No son escritores lo que necesitamos, sino lectores.’

Es algo a lo que doy muchas vueltas, francamente. Nos empeñamos en publicar nuestros libros, pero… ¿no debería ser uno de los trabajos del escritor rescatar las perlas ocultas en ese magma de texto inabarcable y darle un nuevo contexto? Leer a los clásicos y recontextualizar, más que empeñarnos en crear algo “nuevo y original” (¡como si tal cosa existiese!). Algo me dice que la compra del libro ha sustituido a su lectura. Uno compra el libro y ya lo da por leído.

Hay una abundante profusión de personajes con nombres vascos, imagino que es un recurso buscado, que es una forma de dotar de verosimilitud a las historias y, de paso, acercarlas a su realidad más cercana no solo como autor de ficción.

Hay una apuesta por crear historias que suceden aquí y ahora, en mi entorno más próximo, en este rincón de Europa en el que me ha tocado vivir, y en una época muy cercana, que es la que mejor conozco. Si se les aplicase la prueba del carbono-14 a estos relatos en el futuro se podrían datar fácilmente… Creo que durante años ha habido cierto complejo por parte de algunos escritores vascos –entre los que me incluyo– a la hora de utilizar con naturalidad nuestros nombres y hemos buscado otros nombres más “homologables” y neutros como Nora, Laura, Santi, etc. Es un tema curioso.

A pesar del título de estos relatos, nada tan perpetuo como la trama de ‘Boeing 767’, ese monólogo interior, a lo Ulyses de Joyce, que se convierte en un uróboro.

En efecto, me encanta que cites esa figura, porque es exactamente lo que es. Siempre se habla del tópico de que en el momento de su muerte uno puede llegar a ver su vida resumida en una ráfaga de imágenes… Y digo yo, ¿por qué esperar al momento de la muerte si podemos hacer lo mismo con un relato? La hipótesis de este relato, quizá el más experimental del libro, es poder leer el último pensamiento de cada uno de esos viajeros del avión cuando la tragedia parece inevitable y construir, mediante la técnica del zapping, un loop con ese flujo de consciencia colectivo.

‘El Danubio mecánico’ se antoja una metáfora satírica de una realidad demasiado conocida y quizá por ello admite la distancia narrativa de poder fabular y reírnos, en cierto modo, de sus consecuencias.
Es un homenaje a “La autopista del sur” de Julio Cortázar, pero trayendo aquel enorme atasco de tráfico a hoy en día. Se trata de licuar de forma muy subjetiva muchos de los tópicos de la vieja Europa, un intento de poner sobre el tapete sus virtudes y sus complejos, pero también sus miserias, que son las nuestras. También podría interpretarse como una versión steam-punk de “El rapto de Europa” en el que se plantea nuestra identidad líquida… Aunque tiene apariencia fantástica, en el fondo es un relato muy realista, con una protagonista cuyo nombre coincide con el de la canciller alemana y cuyo subconsciente desatado cabalga de modo casi lisérgico.

¿Cree que a veces ocurre que al lector se le encasilla, quizá por el éxito de una primera novela o de una saga, como ha sucedido, por ejemplo, a algunos actores o músicos? Lo comento porque en el relato ‘El velero’ leemos que ‘convenía tener más cuidado con lo que uno hace bien; de lo contrario se corre el riesgo de no hacer otra cosa el resto de tus días.’

Creo que hay que ser consciente de las limitaciones de cada uno. Por ejemplo: a todos nos gustan una serie de escritores, pero no necesariamente nos parecemos a ellos. Está bien conocer los puntos fuertes de uno y sacarles partido, pero a veces me gusta jugar fuera de casa, practicar  disciplinas cuyas reglas desconozco, moldear la propia vocación trabajando a contracorriente u obligándome a sentirme incómodo con el género, el tono o el personaje que he elegido. Eso que decían ciertos pintores sobre atarse la mano diestra y tratar de volver a aprender a dibujar con la otra.

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Harkaitz Cano (Lasarte, Guipúzcoa, 1975)  se licenció en derecho por la UPV de San Sebastián, comenzando su andadura literaria con la creación del colectivo Lubaki Banda, en 1993. Publicó su primer libro de poesía, Kea behelainopean bezala en 1994, al que le siguieron las novelas Beluna jazz (1996) y Pasaia blues (1999); una antología de cuentos publicada en castellano que reúne los mejores relatos del autor, Enseres de ortopedia inútil (2002), y El puente desafinado (2003), un libro de crónicas literarias de Nueva York. Actualmente es colaborador habitual de varios periódicos del País Vasco, así como guionista de radio y televisión.


lunes, 19 de junio de 2017

Paula Izquierdo: «Toda la novela tiene su intención, su razón de ser.»


Esta semana comparto esta entrevista a la escritora Paula Izquierdo. La disfruté, la entrevista, entré en complicidad y risas enseguida con Paula, me sorprendió cuando me dijo que la chica de la portada era ella leyendo otra novela anterior suya. Gracias Paula.
Lo primero darle la enhorabuena por el premio, y máxime al coincidir con un hecho más que significativo, que haya sido Ud. la primera mujer en ganar este premio literario tras diez ediciones.

Gracias. En efecto, lo he ganado yo, mujer, este año, en su décima edición, pero ha dado esa casualidad, cuando yo estaba escribiendo esta novela no estaba pensando en que fueran a darme un premio ni nada.

Vamos, que no pensó en Logroño cuando escribió o mandó su novela a concurso.
No pensé en Logroño aunque me gusta el Rioja.

Hay ciertas coincidencias entre usted como autora y la protagonista, en muchas novelas los autores dejan parte de si, la pregunta que me hago es ¿qué hay de Ud. como autora en esta novela de una manera menos visible?
Viendo la portada ya ves que soy yo, la realidad es la siguiente. En todas las novelas los escritores nos dejamos la piel en el sentido literal del término, pero también en el sentido de que todas las experiencias, o muchas de las experiencias, podemos volcarlas de forma disfrazada en los libros. Lo menos visible de mi es lo más visible en la novela y es el interrogante que me supone la condición humana, el ser humano como tal, en concreto yo me he fijado en dos aspectos que son: supeditarse por amor al talento del hombre en una relación de hombre y mujer, aunque ahora ya da igual, hay varias, y también me ha interesado mucho ahondar en el aspecto del mal, por eso el compañero de Mirna, de doctorado, está intentando hacer un trabajo de doctorado sobre si el mal es adquirido o si bien es hereditario, sobre todo cuando se trata de un mal gratuito que no conduce sino a una pequeña fijación que tiene que volver a repetirse, a los asesinos en serie.

El personaje protagonista de ‘El callejón de los silencios’ es también una mujer, Mirna, háblenos de ella como exponente, en cierto modo, del papel de la mujer en la sociedad actual.
Mirna es una mujer que, en cierta medida, analiza la conducta de las mujeres que han sido precedidas por sus parejas, sus maridos, sus amantes; tiene que hacer un trabajo de psicología social, está haciendo el doctorado, y pretende hacer  el trabajo sobre las mujeres exiliadas y cómo ellas, con el tiempo, han sido diluidas como escritoras y como poetas, y en cambio sus maridos han tenido cierta fama.
Hablamos, por ejemplo, de Alberti o Juan Ramón Jiménez, y de muchos otros; lo cierto es que ella pretende analizar cuál el motivo que les ha llevado a eclipsarse y a dejar su talento al margen, precisamente para ayudar a sus maridos y realmente, a lo largo de la novela, uno se va dando cuenta de que ella se va tiñendo de ese mismo comportamiento, por eso ubico la novela en los años 89 y 90 cuando no había móviles.

Otro aspecto importante de esta novela es lo que vamos descubriendo por parte del narrador omnisciente y por parte de los personajes en un contexto histórico en el que no había teléfonos móviles ni mensajería instantánea ni teléfonos con internet.
¿Por qué es un narrador omnisciente? Precisamente porque el lector sabe mucho más de lo que los personajes saben de sí mismos y ellos de los otros dentro del trió amoroso. Todo y nada es visible en esta novela sobre quién soy yo.
Y claro, es que precisamente para poder contar lo que quería contar tenía que ocurrir cuando no había teléfonos móviles, precisamente por eso. Toda la novela tiene su intención, su razón de ser, cada una de las escenas y cada una de las cosas que aparecen; era imprescindible que en ese momento no hubiera en España teléfonos móviles, la comunicación a través de internet con los móviles tampoco, de modo que la comunicación se hacía en directo, como se hacía antes  sacando la información de un ordenador para llevarlo a otro.

Paula Izquierdo (Madrid, 1962), psicóloga de carrera, lleva quince años dedicada a la escritura. Entre sus ensayos se encuentran “Picasso y las mujeres” (Belacqua) y “Sexoadictas o amantes”. Ha publicado las novelas “La falta”, (Alianza), finalista del VI Premio Fernando Quiñónes, “El hueco de tu cuerpo”, (Anagrama) y “La vida sin secreto”, (Plaza & Janés); el libro de relatos “Anónimas” (Seix Barral) y la traducción de “Bubu de Montparnasse”, de Charles-Louis Philippe (Trama Editorial). Además de su tarea como narradora, ensayista y traductora, colabora en ABC y en distintos medios escritos.  Pertenece a la junta directiva de la ACE y ha coordinado, antologado y participado en el libro de relatos, “Cada vez lo imposible” (Alianza). Actualmente pertenece al Consejo Editorial y colabora en la revista Texturas.

lunes, 12 de junio de 2017

Luis Goytisolo: «Tres cuartas partes se lo dedico a la preparación y una parte a la redacción.»

La vida está llena de coincidencias y, quizá por ello, esta semana traigo a Maleta de libros una entrevista un poco especial. Fue una coincidencia el hecho de que el autor me la concediera y no he querido dejar pasar más tiempo, coincidiendo con el final ayer de la Feria del Libro de Madrid, para que viera a la luz. 

De esto, de los tiempos y de coincidencias sabe mucho Luis Goytisolo, quien estuvo promocionando su última obra, 'Coincidencias' (Anagrama) en la Feria del Libro de Valencia

Más allá de preguntarle por su libro, por estas 'Coincidencias', quise aprovechar la oportunidad de conversar con un escritor de la talla de Goytisolo (no en balde es miembro de la Real Academia Española desde enero de 1995), y que me contase qué opinaba sobre sus lectores, sobre la propia feria del libro o cómo fomentar la lectura en este país donde tanto se publica y se lee tan poco. Un último apunte: en la foto hay otra divertida coincidencia, al fondo puede verse al conocido presentador de televisión y escritor Cristian Gálvez.  

    «Este último libro procede de una veta literaria que vengo cultivando desde finales de los años 60 —comienza a contarme cuando le pregunto por el origen de 'Coincidencias'—, paralela a la de mis novelas. Mis novelas, en general, tienen un humor de carácter cervantino o anglosajón, es decir, humor, lo que se entiende por humor irónico; este libro, en cambio, procede, de unas piezas que yo llamé fábulas, que iba escribiendo paralelamente, publiqué tres libros de fábulas. Recientemente publiqué un relato, una narración, que titulé ‘El atasco’ que encabeza la reedición de todas estas fábulas.»

    »Recientemente se me ocurrió convertir este tipo de humor más bien disparatado, que no es ironía si no es en apariencia disparatado, tiene toda la coherencia del mundo, en novela. Entonces, a partir de ahí, confeccioné una novela; esto es una novela, hay diversos hilos temáticos que se van entretejiendo hasta formar una estructura realista completamente.»

Viendo que esa veta literaria arranca en los años 60, quise saber si ‘Coincidencias’ le había llevado mucho tiempo escribirlas. Curiosamente me respondió algo sumamente interesante sobre todo para quienes además de leer, escriben. Goytisolo me desveló en parte su método literario, al comentar:

   Lo que me lleva tiempo siempre es la preparación, de las cuatro partes o más que puede durar o que puede tomarme una novela -temporales, me refiero-, del tiempo que me toma escribir una novela, tres cuartas partes se lo dedico a la preparación y una parte a la redacción. Siempre es así, sea corta o larga. La preparación incluye notas sobre la estructura, de forma que cuando empiezo la novela sé el número de capítulos que habrá, el contenido de cada capítulo, el desarrollo argumental, en fin… incluso también el lenguaje en el que está escrito, frases enteras para pillarle el tono exacto. La estuve preparando un par de años y me he tomado tres meses redactarla.

Imagino que habiendo empezado tan joven a publicar, y ganando premios, uno sentirá de manera distinta el primer libro a este, las sensaciones serán muy diferentes. ¿Cómo se ve el hecho de estrenar obra ahora que lleva tantos años publicando?

   A mí lo que me preocupa es ver si la impresión coincide con el lector, si no he metido la pata o algo así, y siempre tengo la desgracia de abrirlo y encontrar una errata, esto me pasa con mucha frecuencia…

Pero ¿a qué se refiere?, ¿cómo abre el libro y encuentra esa pertinaz errata, al principio, al medio…?

   No, no, en la primera página, es abrir así, bum, ¡y ahí está! Luego resulta que afortunadamente hay muy pocas.

Entre pregunta y pregunta se acercan al stand de la feria lectores de Goytisolo a que les dedique este último libro pero también otros, lo noto y, al retomar las preguntas, se lo comento.

Querría preguntarle por los lectores, por alguna novela o novelas que sus lectores recuerden o le refieran cuando tiene la oportunidad de hablar con ellos.

   Siempre es ‘Antagonía’. Hay mucha gente que me sigue trayendo ejemplares de ‘Las afueras’, el primer libro que terminé a los 23 años, empecé a  escribir a los 20. Y yo no estoy satisfecho, no conseguí lo que quería, pero le dieron el premio Biblioteca Breve y tal, y viene gente que le encanta, que le sigue encantando más que a mí, seguramente; ejemplares de las 20 o 30 ediciones que puede haber habido, buscando sobre todo las más antiguas.

Y estando en la Feria del Libro de Valencia también le pregunté qué le parecen las ferias del libro, en general y la de Valencia, como iniciativa cultural quizá para que se reencuentren autores y lectores.

   Me he llevado una sorpresa con la de Valencia, que está en el esquema de la de Madrid, que es lo que me parece interesante: que sean varios días, que esté en un lugar tranquilo y que la gente venga tranquilamente. Por otra parte, los puestos que corresponden a las librerías especializadas en el género que buscan me parece muy bien. Esto del esquema de Barcelona que ha salido a la calle es intransitable.

En esa línea quise formularle una última pregunta, no quería robarle más tiempo ni a él ni a sus lectores, precisamente para que reflexionase sobre cómo cree que debería fomentarse que se lea más, pues según las estadísticas se lee poco en España. En definitiva,  ¿qué hay que hacer para que la gente lea más?

   El trayecto es muy largo, hay que empezar en los planes de enseñanza, habituar al niño a que no se limite al móvil, a enviar cosas, por pequeños que sean, mostrarle de algún modo el atractivo que tiene un relato largo —pero ellos se están habituando, además, al mensaje, a abreviarlo todo—, a la amplitud de lo que tiene un relato largo, bien hecho, que te envuelve. En cambio el mensaje este te hace saber algo, nada más. Me parece un error tremendo esta tendencia a ir suprimiendo las letras, esto es habituarle, habituar al joven a lo que es cultura o lectura, vamos.

Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) con su primera novela, Las afueras, ganó el Premio Biblioteca Breve en 1958. Es autor de numerosas novelas, entre las que destaca Antagonía, Estela del fuego que se aleja (Premio de la Crítica) o Naturaleza de la novela (Premio Anagrama de Ensayo). Ha obtenido, entre otros, el Premio Nacional de Literatura, y Premio Nacional de las Letras 2013. Es miembro de la Real Academia Española.

lunes, 5 de junio de 2017

Antonio Iturbe: «Para mí la literatura siempre ha sido fuente de grandes alegrías».


Me concede una entrevista el escritor Antonio Iturbe (Zaragoza, 1967) en la Feria del Libro de Valencia. Lo primero, darle la enhorabuena por haber obtenido el premio Biblioteca Breve 2017 con su novela ‘A cielo abierto’ (Seix Barral). A continuación, la simpática entrevista.
Si os gusta ‘El Principito’ o simplemente queréis conocer mejor la vida de su creador, Antoine de Saint-Exupèry, no os perdáis ‘A cielo abierto’ ni esta entrevista.

Creo que le interesa la literatura que se pregunta, que busca respuestas, la literatura del asombro de vivir frente a la del escepticismo.

Efectivamente, para mí la literatura siempre ha sido fuente de grandes alegrías, de grandes satisfacciones, me ha multiplicado la vida, por tanto, yo lo que quiero hacer cuando escribo es justamente es trasladar esa fascinación y ese asombro por la literatura, por tanto, ese tipo de libros que ahondan en la nausea, en lo disfuncional, en la derrota sobre la derrota, pues están bien y tienen su interés, pero me interesa más un tipo de literatura un poco más de trampolín, de catapulta.

En los cuatro años que estuvo construyendo esta novela seguro que hubo momentos de luz y de desanimo, de dudas, en eso quizá se parezca a su tocayo y protagonista de A cielo abierto, ¿qué más comparte con Antoine de Saint-Exupèry?

Esa para empezar, el tema de la duda, de la incertidumbre, efectivamente; al cabo de los años si sigues escribiendo te planteas si vas bien, si no vas bien, si tiene sentido, después comparto también el sentido que él tiene de mirar las cosas, que se trasluce en sus libros, ese sentido en el cual él quiere la literatura para contar historias y para que nos preguntemos cuál es nuestro lugar en el mundo y, sobre todo, nuestro lugar en el mundo respecto a los demás, cómo nos relacionamos con los demás, como son los hilos que tendemos, esa idea suya que me gusta mucho de que al final el mundo es un nudo de relaciones, de que nosotros al final somos hilos y, al final, lo que importa es como cosemos ese tapiz entre todos, ese sentido humanista de Saint-Exupèry me interesa mucho.

Vemos en los protagonistas una tierna dualidad, cuando están en el aire respecto a cuándo lo están en tierra, quizá sea otro paralelismo con los escritores, cuando están escribiendo y cuando no hasta que alzan el vuelo con el siguiente libro

Bueno, si desde luego, las personas somos múltiples y no somos de una sola pieza, no somos de bronce, tenemos contradicciones, tenemos momentos, igual que Saint-Exupèry efectivamente, podía ser por un lado un piloto muy aguerrido, valiente, alguien que se sube a esos aviones de papel de la época, y luego alguien muy frágil interiormente, alguien también muy poético y con un sentido casi místico de la humanidad, pero cuando ponía un pie en el suelo le encantaba beber champan, comer ostras y se subía a una mesa a cantar la Marsellesa, era muy noctámbulo y muy despilfarrador. Todos estamos hechos de muchas cosas y el escritor, naturalmente también, tienes tu momento de trascendencia cuando te pones detrás del ordenador, en tu mesa, y te pones a escribir, y luego no dejas de ser una persona con tus defectos, mundana, que a veces te tienta quedarte a ver el partido de fútbol del Barça en vez de ponerte a escribir y, bueno, uno es así siempre, poliédrico entre el cielo y el suelo.

Hay abogados que han escrito novelas sobre abogados y médicos sobre el mundo de la medicina, ¿cómo se planteó una novela con tanta aventura en el aire, en la cabina de un avión, sin haber pilotado una aeronave?

Yo he vivido muchas aventuras aéreas leyendo, yo soy un piloto de sofá que me han gustado mucho las historias de pilotaje; yo he volado mucho desde el salón de casa, pero sí que es verdad que llegó un momento en el que me planteé que para escribir un libro así tenia que experimentar como mínimo un poco sensaciones, un poco notar la vibración del momento y, bueno, aunque yo tengo un poco de vértigo y soy poco amigo de volar, pensé que debía hacerlo. Busqué y encontré una fundación que tiene en uso tres aparatos Bücker de los años 30, me hice socio de esta fundación aérea y volé en uno de esos aparatos y pude experimentar. Podría decirse que piloté durante dos minutos, el piloto iba atrás, son estos aparatos descabinados en los que va uno delante y uno detrás, me dijo por los cascos: ‘toma el mando’, que es una palanca, una palanca muy básica, y fue una experiencia estupenda, aviones muy ligeros, tocabas la palanca y el avión se ladeaba enseguida, prácticamente se mecían con las corrientes de aire, era como una cometa. Fue una experiencia bonita, muy corta, por mi cobardía no creo que repita muchos más vuelos, pero sí que creo que fue importante para escribir la novela.

Antonio Iturbe ha publicado las novelas Rectos torcidos (2005), Días de sal (2008) y La bibliotecaria de Auschwitz (2012), ganadora del Premio Troa «Libros con valores» y publicada en once países. Es autor de la serie de libros infantiles Los casos del Inspector Cito, traducida a seis lenguas y de la serie La Isla de Susú. Como periodista cultural, ha trabajado en El Periódico, en Fantastic Magazine y en Qué Leer, revista de la que fue director durante los últimos siete, y ha colaborado en radio y en publicaciones como Fotogramas o Avui. Actualmente es director de la revista Librújula, colaborador en Cultura/s, El País, Heraldo de Aragón y Mercurio, e imparte clases en la Universitat de Barcelona y en la Universidad Autónoma de Madrid. Su novela ‘A cielo abierto’ (Seix Barral) ha merecido el premio Bibloteca Breve 2017.

 

sábado, 3 de junio de 2017

Juan Pérez Chorro: «La ficción es, por supuesto, más interesante que la realidad.»

En esta ocasión traigo a Maleta de libros a un entrevistado muy especial, pues la novela sobre la que me concede la entrevista lo es sin duda para mí. Juan Pérez Chorro ha publicado recientemente su primera novela con la plataforma Amazon-KDP, no es su primera novela escrita aunque sí se puede decir que es la primera que rompe cierta barrera con el gran público. Más que detallar la biografía de Juan, por amistad me permito este tuteo aquí, prefiero dejar la entrevista y que esta hable por si misma del autor y su obra.

Siendo esta novela tan pictórica, la primera pregunta que se me ocurre es ¿cómo definiría en tres o cuatro trazos al protagonista de “Kandinsky como excusa”, a John Malevich?

John Malevich es profesionalmente un número uno: Buen pintor, estupendo docente y el mejor especialista sobre Kandinsky, pero su obsesiva dedicación al trabajo le ha hecho fracasar como persona, como marido y como padre. Conciliar el trabajo y la vida familiar ha sido  históricamente difícil y sigue siendo hoy un reto para la sociedad.

En esta novela tiene cierto coprotagonismo la figura del pintor ruso Wassily Kandinsky, ¿de dónde surgió la idea de esta historia precisamente con este artista?

En el año 2013, expuse en el Complejo Cultural de Abastos de Valencia mi tercera muestra individual de pintura con el título “El color de la música”. Todas las obras hacían referencia a la abstracción y el gran maestro ruso era el hilo conductor de la exposición. De hecho la portada del libro corresponde a un cuadro de ese evento.
Estudié todo lo que encontré sobre Kandinsky. Lo que él mismo dijo de su obra y lo que otros críticos interpretaron sobre su pintura. Guardé tanta documentación sobre el tema que ello me dio pie para escribir la novela.

Veo que hay varias tramas en la novela, una actual y, en cierto modo, un pasado que regresa con fuerza a John y que tiene relación con Rusia, la patria de Kandinsky. Cuéntenos sin desvelar en exceso.

 Efectivamente, el protagonista es hijo de una española y de un ruso pero, en la novela, el padre nunca ha contado su vida anterior a su llegada a España y esa incógnita se irá desvelando en su estancia en Moscú.

No sabría decir si “Kandinsky como excusa” es una novela de aventuras con toques de realidad o dejar que sea usted, como autor, quien nos lo diga a los lectores.

La novela tiene mucho de vivencias personales, de realidad, lo que ocurre es que las he transformado y exaltado de tal modo para que parezcan ficción, porque la ficción es, por supuesto, más interesante que la realidad. Dentro de este juego me parece que el lector disfrutará con las conversaciones que mantiene John Malevich, el protagonista, con Kandinsky en una especie de flashback abstracto en el que el factor tiempo importa menos que lo que se cuenta.

También hay toques de humor muy entretenidos, en especial con un personaje llamado Pepe el Crack; no desvelaré más, aunque sí que me gustaría que nos dijera de dónde han surgido algunos de los personajes de esta historia.

Las personas de mi generación en España, cuando pensamos en detectives, disfrutábamos con la película de José Luis Garci ‘El Crack’ o con Pepe Carvalho, el personaje creado por Manuel Vázquez Montalbán. Así que, queriendo romper la seriedad de algún capítulo pensé en situar a un policía valenciano en el barrio del Carmen y ponerle el apodo de Pepe El Crack. Un pequeño homenaje a lo nuestro, a lo cercano.

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Entre sus aficiones están, además de la escritura, la pintura, no solo porque me consta que lleva años pintando y exponiendo sus obras en distintas galerías y eventos, como ya nos ha comentado antes, también por la portada del libro que es suya original. Le habrá sido fácil así narrar la parte pictórica, la del oficio del pintor, aunque me consta también que ha sido meticuloso con el proceso de documentación para ciertos detalles técnicos, ¿es así?

Cierto. La portada pertenece a un cuadro expuesto en la exposición “El Color de la Música”. Sigo pintando y ahora  mismo estoy preparando una nueva muestra para los próximos meses, aún no tengo decidida la galería pero será en Valencia.
Al tratar los temas pictóricos es donde más he tenido que documentarme, no podía fallar ante mis profesores de la facultad de Bellas Artes… si alguno leía esta novela.

Como en un gran tres en raya podríamos decir que la novela, con John como protagonista, viaja entre dos continentes y tres países: América y Europa; Argentina, España y Rusia. Siento curiosidad no tanto por Rusia o España sino por qué eligió como tercer escenario Argentina.

Se lo explico. España es el país del protagonista y Valencia, los barrios del Carmen y de Ruzafa, su lugar de trabajo, su hogar. Rusia, Moscú, es el sitio de nacimiento de su padre y necesitaba utilizarla para que el lector pudiera descifrar algunas incógnitas que se plantean durante los primeros capítulos. Y Argentina, es desde hace 17 años un lugar a donde viajo cada año para saludar a unos amigos, degustar buenos vinos, comprar libros de jóvenes autores argentinos y visitar el MALBA -El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires-. Conozco muy bien el país y guardo cuadernos con lugares, fechas, dibujos o acuarelas personales, correspondiente a cada viaje. Era lógico que usara esta documentación en favor del protagonista y del futuro lector.

Si le pidiéramos a John que nos recomendase: un buen libro sobre Kandinsky, un buen restaurante y un buen vino argentino, ¿que respondería?

Les aconsejaría que lo mejor para conocer a Kandinsky es leer lo que él dice sobre sus proyectos y sobre su obra, básicamente sus dos libros clásicos: ‘El Punto y la Línea Sobre el Plano’ y ‘De lo Espiritual Sobre el Arte’. Y para distraerse, que lean “Kandinsky como excusa…”  El restaurante y el vino son fáciles. Que pueda estar mirando el Mediterráneo y que me sirvan unas gambas de Denia y un buen arroz de marisco, maridado con un blanco de la bodega Argenceres-Mendoza-Argentina.

Mucha suerte a Juan Pérez Chorro con su novela, en este caso os dejo el enlace donde podéis adquirirla en Amazon, pinchando aquí