Entrevista a Lorenzo Luengo, ganador del Premio
de novela Ateneo de Sevilla 2013, con su obra La cuestión Dante. Entre sus
obras, que se inician con la publicación de un ensayo novelado sobre mitologías
comparadas en 2002, se encuentran la primera edición completa de los Diarios de
Lord Byron (2008), la novela El quinto peregrino (2009), galardonada con el
Premio Juan March Cencillo de Novela, y Amerika (2009), por la que recibió el
XIV Premio Ateneo Joven de Sevilla.
¿Qué supone recibir el premio ateneo de
Sevilla 2013 tras haber recibido el Premio Ateneo Joven de Sevilla en 2009?
Bueno supone
subir un escalón más dentro de una carrera que, en lo relativo a los premios,
se remonta mucho más atrás. Yo empecé en la pura base, en lo que casi puede ser
la infantería de la literatura, que son los premios de provincias. A lo largo
de los años vas consolidando un estilo que a lo mejor puede ser el que querías
conseguir y que por lo menos te ha llevado a conquistar ciertos premios
importantes. Esto siempre es una buena noticia, sobre todo en tiempos como
este. Que te reconozcan el trabajo que has hecho y que este trabajo tenga una
repercusión mayor. No podemos negar que la repercusión mediática que tiene un
premio importante es mayor que la que tiene un libro que sale y que a los dos
días, a lo mejor, desaparece de las librerías.
‘La cuestión Dante’ discurre entre dos
realidades separadas por los dos protagonistas Dante y Virgil, ¿cómo se planteó
esta historia?
Empieza todo con
un interrogante sobre la identidad: ¿quiénes somos? Es una pregunta que me he
hecho casi desde que tengo uso de razón; me preguntaba muchas veces por qué yo
era yo y no mi hermano. Esta clase de preguntas que me han acompañado siempre,
en este caso las he planteado de una forma mucho más exacta a través de unos personajes
que tiene que discernir quienes son a través de toda la novela.
¿Hay verdades absolutas en la Historia o
vivimos bajo cierta confusión de quienes nos gobiernan y nos quieren proteger
de los peligros del mundo?
Buena pregunta.
Creo que las verdades absolutas no deben existir en casi nada y que lo debemos
es aspirar a conseguir o a conquistar verdades morales. Para mí la literatura
debe plantear la verdad moral de la estética y la ética detrás de la estética.
Que el autor debe comprometerse con esa clase de cuestiones, la principal el
estilo, la honestidad con la que escriba. Vivimos en un mundo en el que
hablamos de humildad, pero olvidamos que la honestidad está por encima.
Verdades absolutas me he dado cuenta estudiando durante nueve años la sombra
del poder, no hay ninguna; no las hay ni siquiera para los sucesos ocultos
detrás de los sucesos visibles. Ni siquiera lo creo para aquellos que nos han
llevado al lugar en el que estamos. Creo que todos vivimos bajo una sombra o
sospecha de que hay algo detrás de lo que vemos.
¿Existen muchas maneras de manipular o de condicionar
nuestra personalidad además de la alteración del sueño?
Sí, existen
muchas; la alteración del sueño es la más evidente. Mediante la alteración del
sueño y la privación sensorial alcanzas un umbral de la conciencia que te
impide discernir a las claras el mundo en el que vives, la forma en la que se te
presenta por los sentidos. Existen muchas otras, principalmente algunas que
están siendo utilizadas hace tiempo en el marketing como el neuromarketing y la
neurolingüística.
A lo largo de
las investigciones que realicé para mi novela lo entendí. Recuerdo que fue la
época en la que Obama se presentaba a las presidenciales. Obama supo
utilizarlo, él y sus asesores, de manera que el mensaje que llegaba al
individuo era un mensaje transcendente. Esos mensajes estaban en todas partes,
en las fotografías de Obama con la orla, con el halo como si fuera un mesías,
en las revistas… Desde el punto de vista de la neurolingüística se utilizaba
mensajes muy claros que conectaban con el inconsciente de las personas al nivel
de los arquetipos. Arquetipos perdurables desde la consciencia más remota. Lo
enfocaban de tal manera que aunque no fueras consciente del mensaje inconscientemente
lo estabas recibiendo de esa forma.
La avalancha de información que aparece en
La cuestión Dante, ¿no cree que puede restar lectores desencantaos con los medios
de comunicación de masas?
No lo sé, es
algo que no me he planteado, pero si me lo hubiese llegado a plantear no me lo
hubiera tomado como un hecho autocensurable. Para mí la novela, sus intereses,
están por encima de cualquier otro, ya el estilo, ya el argumento o el desarrollo
del argumento, inciden solo al nivel que la novela necesita. Nunca me planteo si
la novela es apta o no apta para un grupo determinado. El único lector que
tengo en mente soy yo. Lo que si he hecho para que la novela sea una novela y
no documental ha sido engrasarla literariamente para que el lector la lea como
un ritmo de thriller. Vas pasando las
páginas porque cada página te lleva a una nueva revelación, a un nuevo giro
argumental que quieres esclarecer.
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Entrevista a Juan Soto Ivars, Premio Ateneo
Joven de Sevilla 2013 con su novela Ajedrez para un detective novato. Escritor
y periodista, autor de varias novelas y cofundador del movimiento literario
Nuevo Drama. Su primera obra, Siberia, ganó el premio Tormenta al mejor autor
revelación de 2012.
Ajedrez para un detective novato, ¿es una
obra satírica que invita a pensar?
Invita a pensar:
¿por qué compre esta novela? Es una novela satírica que es un reflejo de mi
forma de pensar, que es tomar una distancia y reírme de aquello no hace ni
puñetera gracia.
¿Nos hace falta más sátira en general y en
la literatura actual en particular?, “Con ironía –leo– se
piensa mejor que cabreado”.
En la literatura,
por algún motivo, la ironía en esta época está menos presente que en la televisión;
los programas y las serie de televisión más exitosas son bastante irónicas: Padre de familia, Los Simpson –que son
eternos –, en fin… En la literatura no se ha hecho todavía, no hay todavía una
ola de novelas irónicas, porque la literatura es más lenta que la televisión,
siempre va un paso por detrás. Los escritores tardan más en escribir las
novelas, también porque el sector editorial es un poco conservador, aun están por
ahí los vampiros.
Yo espero que
sea la primera, o una de las primeras, de muchas. Eduardo Mendoza sigue
haciéndolo; la ultima ya estaba hablando de temas actuales, como los locales
vacíos, las ciudades que se desmantelan, y yo quería tirara por ahí. La escribí
en un momento en el que no tenía apenas trabajo, que no podía casi llegar a
final de mes, me parecía una cosa de rey árabe, de lujo persa. Entonces, ante
esa situación, dije: o me río o hago un atentado terrorista. Opté por la menos
pragmática que es escribir la novela y reírme y esto es lo que salió: salió una
novela.
La literatura dice que es lenta, entonces, cuando
los brotes verdes sean verdes de verdad ¿vendrá la literatura cuando ya hayamos
salido de la crisis?
Hay autores que
piensan que si. Lo estuve hablando en el último encuentro del Getafe Negro. El
tema era: ¿la crisis se puede tratar ya desde la novela negra? Ellos decía que
no y yo decía que sí. Ellos decían que no porque –y en eso tienen razón–, para
la literatura hace falta tomar distancia, tener información. Yo utilicé otra
técnica: la deformación, que es la misma que utilizó Valle-Inclán en aquella
España oscura de Primo de Rivera, de Alfonso XIII, corrupta, criminal, trapacera
que no sé a que España me recuerda; yo he hecho exactamente lo mismo. He cogido,
he deformado aquello que veía; el humor surgió a consecuencia de la
deformación. Te ríes después, cuando la ves deformada. Es una novela satírica
como consecuencia de la deformación a la que he sometido el país, lo que está
pasando en él.
Pregunta de ajedrez, háblennos del
protagonista sin enrocarse.
Qué buena. El
protagonista es un detective que no quería ser detective, quería escribir
novelas de detectives, pero un gran detective de la época descubre si talento
para husmear en los crímenes y decirle hacerle su ayudante. A través del
aprendizaje al que le somete su maestro, el más legendario de esta época,
descubre que los detectives tienen un código de honor al igual que los ajedrecistas,
que nunca pueden hacer trampas, que solo pueden luchar con las armas que da el
tablero, y llega el momento en el que su maestro se enfrenta a un caso, un
estrangulador de prostitutas al que no puede hacer frente, en ese momento el
novato tiene la petulancia de pensar que es mejor que su maestro y decide
echarle una mano, momento en el que todo se vuelve loco, en el que la trama se
convierte en algo más negro que satírico.
Bien jugado, algún lector o lectora podría tildar
su novela de masculina, ¿qué papel juegan María Juárez y el resto de mujeres en
esta partida?
Es una novela
en cierta manera masculina porque el narrador recuerda la época en la que se
convirtió en detective, y porque tanto él como su maestro son bastante
mujeriegos; son gente bastante misógina, en el sentido de depredador sexual. Es
una novela que no entiende de géneros –me refiero a sexo no a negra–, pero en
la que las mujeres tiene parte de la culpa de que sea divertida. La novia de
este detective novato es una chica de 16 años que se llama María, pero de virgen
solo tiene el nombre, es una especie de ciclón sexual. Y las prostitutas, que
en esta novela han conseguido convertirse en soviets después de una revolución
años atrás, se han convertido en la reinas de los burdeles después de pasar a
cuchillo a todos los abusadores y chulos. Han vivido en comunas femeninas en
paz hasta que este estrangulador ha llegado. Tendrán que contar con los
servicios del gran detective Lapiedra.
“Si en aquellos tiempo hubiera leído a
Balzac, hubiera sabido que el miedo vive en la anticipación”, leo en la novela.
A mí me daba
miedo hacer entrevistas porque es una novela de la que resulta difícil hablar, es una
novela que se lee mejor y se cuenta peor. El miedo procede de la anticipación,
creo que ahora mismo el poder usa esta cita de Balzac para decirnos: estamos
mal, pero podríamos estar peor. En esta anticipación nosotros nos acojonamos y
decimos: por lo menos no me han despedido…, me han bajado el sueldo, pero al
menos tengo trabajo… Y no tiene ningún sentido porque ya estamos bastante mal
como para anticiparnos a nada. La troica, por desgracia, ha leído a Balzac, ha
leído por lo menos esta frase y la ha entendido muy bien.
Muchas gracias y mucha suerte a ambos.
Por Ginés J. Vera.