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lunes, 19 de mayo de 2014

LUIS GARCÍA MONTERO: «Creo que uno de los compromisos más importantes que tenemos los escritores es con el lenguaje, con los matices».

Entrevisté en la Feria del Libro de Valencia al escritor granadino Luis García Montero (Granada, 1958). Poeta y catedrático de Literatura Española es autor de once poemarios y varios libros de ensayo. Entre otros premios ha recibido el Premio Adonáis en 1982 por El jardín extranjero, el Premio Loewe en 1993, el Premio Nacional de Literatura en 1994 por Habitaciones separadas o el Premio Nacional de la Crítica en 2003, con La intimidad de la serpiente. Le entrevisto al hilo de su última novela titulada Alguien dice tu nombre.

Desde el título, Alguien dice tu nombre, nos advierte de la relevancia de lo que se nombra, de que las cosas importantes como la esperanza y el futuro comienzan dándoles entidad.

Este libro, entre otras, es una declaración de amor a la palabra, a las palabras. El protagonista encuentra trabajo en una editorial como vendedor de enciclopedias a plazos y, claro, las enciclopedias organizan el mundo a través de las palabras y, dentro de las palabras, en los nombres; en la enciclopedia tienen mucha importancia los nombres de reyes, de santos, de personajes históricos, de grandes escritores, y en la vida cotidiana pues quien te pone nombre está fundando su propia identidad y, en este sentido, el lenguaje te convierte en algo fundamental en las relaciones con la vida. Cuando el lenguaje se empobrece, se empobrece la realidad, y en estos casos de entendimiento, de dialogo, de comprensión del otro con el otro el lenguaje se empobrece mucho. Yo creo que uno de los compromisos más importantes que tenemos los escritores es con el lenguaje, con los matices, y en esta historia se vuelve mucho a la importancia del lenguaje y al sentido de dar la palabra a la realidad, palabra como esperanza como derrota, como miedo.

Esto me recuerda al filólogo y poeta Jaime Siles a quien entrevisté hace poco, me habló sobre la importancia de la palabra y la realidad a través de la palabra.

Es fundamental, a mi me gusta pensar que el escritor que está tiempo buscando una palabra precisa representa a cualquier ser humano que quiera hacerse dueño de sus propias opiniones. Lo bueno de la literatura es que se niega a reducirlo todo a titulares empobrecedores, como si el mundo fuese blanco o negro, como si fuese bueno o malo… La realidad está llena de matices y si no defendemos los matices acabamos en la prisa y la prisa siempre conduce al dogmatismo. El dogmatismo es simplemente la prisa de las ideas. Por eso es tan importante matizar: lo que de negro hay en lo blanco, el pequeño sí que hay en el no…, esto es importante tenerlo en cuenta y claro, por eso cuando enriquecemos el lenguaje enriquecemos la realidad. No es lo mismo la mirada de un campesino que ve volar a un animal en el cielo y sabe distinguir entre un buitre o un águila o  un halcón, por muy alto que vaya, que alguien que mire y lo único que ve es un pájaro; se empobrece mucho la realidad cuando renunciamos a la riqueza de las palabras.

Sitúa su novela en Granada, ciudad que conoce bien, ¿la ha elegido con algún propósito narrativo, por afinidad? Y el hecho de que transcurra en el verano del ‘63, ¿también es premeditado?

La historia transcurre en el verano del ‘63 en Granada, la ciudad provinciana de mi niñez y he jugado con mis recuerdos y con lo que yo viví de niño. El año 63 me parece significativo, tengo la impresión de que en esa época empiezan a producirse los cambios que desembocarán en lo que después hemos llamado la transición, en ese momento se está pasando de un España de posguerra dura, subdesarrollada, a una España que necesitaba abrirse a una nueva economía, a Europa. Hay muchos síntomas que poco a poco le permiten al protagonista pensar que la realidad se va abriendo al futuro y él está comprometido a abrirse a ese futuro. Por ejemplo, en la radio se deja de oírse solo copla española y empieza a oírse a Paul Anka, a los Beatles, música en inglés, aparece el twist, el rock, llegan a la ciudad turistas con costumbres distintas a las tradicionales. Ese mundo en transformación me ha servido para hablar de este personaje que ve que el mundo va cambiando y que no sabe a dónde.

Y con todo, ‘Alguien dice tu nombre’ es una lectura actual, o tal vez debiera leerse así, reflexionando sobre los ciclos de la vida, asumiendo que para cambiar el futuro a veces tenemos que empezar por cambiarnos a nosotros mismos.

Estamos viviendo también en una época de incertidumbre, el joven León Egea admira a la gente que le puede ayudar a cambiar y eso me parece importante, utilizar la admiración como una contra a la indiferencia, porque la admiración nos ayuda a veces a mirar aquello que tiene de positivo la realidad y a encontrar zonas luminosas debajo de las sombras. Ahora ocurre más o menos lo mismo, pero yo creo que hay un cambio fundamental, la incertidumbre de los años ‘60 podía ser vivida desde la esperanza, el mundo estaba cambiando, los jóvenes iban a vivir mejor que sus padres; ahora los jóvenes viven el cambio con el sentimiento de pérdida, a lo mejor pierden algo que antes se daba por seguro, ahora hay un sentimiento de ánimo distinto.

Con su bagaje narrativo, tanto en prosa como poético, reconocido con diversos premios, me preguntaba por cómo encara usted cada nuevo libro, cómo surge y qué compromisos se marca frente al lector potencial.


Yo creo que el lector es una imagen fundamental para el hecho literario. Para que funcione el hecho literario el lector es tan importante como el autor, y cuando uno escribe se inventa un lector ideal con el que dialoga, para el que trabajar. ¿Cómo me lo imagino yo? Pues como un lector que le gusta ser el dueño de su propio tiempo, que se ha cansado de la idea del tiempo que se ha impuesto en la sociedad, que es la del riesgo, la del vértigo, del tiempo de la especulación; me gusta la gente que levanta la mano y para el tiempo para meditar lo que siente, para hacerse dueño de sus propias opiniones, me gusta la gente que busca los matices que es capaz de reflexionar con los libros y la gente que sabe emocionarse porque se siente comprometida con la condición humana, con los sentimientos humanos. El lector que yo busco no es el especialista en filología, no es el compañero gremial de oficio de escritor, yo no escribo para escritores, escribo para lectores que quieren meditar sobre el mundo y que se sienten orgullosos con no ser ignorantes analfabetos ni abandonarse al populismo para que los manipulen como un rebaño.

Muchas gracias y mucha suerte, Luis.

Por Ginés J. Vera.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la contestación a la última pregunta. Un placer es siempre escuchar a este hombre. Como poeta es de mis preferidos, pero con su narrativa aún no me he animado. Tendré que sacarme la espinita pronto.
    Besotes!!!

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    1. Gracias por tu comentario Margari. La verdad es que sí sabía de su trayectoria como poeta, me pasa como a ti, no conocía su prosa. Una vez te saques esa espinita, como dices, compartimos pareceres. Un saludo.

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