Entrevisté en la Feria del Libro de
Valencia al escritor granadino Luis García Montero (Granada, 1958). Poeta y
catedrático de Literatura Española es autor de once poemarios y varios libros
de ensayo. Entre otros premios ha recibido el Premio Adonáis en 1982 por El
jardín extranjero, el Premio Loewe en 1993, el Premio Nacional de Literatura en
1994 por Habitaciones separadas o el Premio Nacional de la Crítica en 2003, con
La intimidad de la serpiente. Le entrevisto al hilo de su última novela
titulada Alguien dice tu nombre.
Desde el título, Alguien dice tu nombre,
nos advierte de la relevancia de lo que se nombra, de que las cosas importantes
como la esperanza y el futuro comienzan dándoles entidad.
Este libro,
entre otras, es una declaración de amor a la palabra, a las palabras. El
protagonista encuentra trabajo en una editorial como vendedor de enciclopedias
a plazos y, claro, las enciclopedias organizan el mundo a través de las
palabras y, dentro de las palabras, en los nombres; en la enciclopedia tienen
mucha importancia los nombres de reyes, de santos, de personajes históricos, de
grandes escritores, y en la vida cotidiana pues quien te pone nombre está
fundando su propia identidad y, en este sentido, el lenguaje te convierte en
algo fundamental en las relaciones con la vida. Cuando el lenguaje se empobrece,
se empobrece la realidad, y en estos casos de entendimiento, de dialogo, de
comprensión del otro con el otro el lenguaje se empobrece mucho. Yo creo que
uno de los compromisos más importantes que tenemos los escritores es con el
lenguaje, con los matices, y en esta historia se vuelve mucho a la importancia
del lenguaje y al sentido de dar la palabra a la realidad, palabra como
esperanza como derrota, como miedo.
Esto me recuerda al filólogo y poeta Jaime
Siles a quien entrevisté hace poco, me habló sobre la importancia de la palabra
y la realidad a través de la palabra.
Es fundamental,
a mi me gusta pensar que el escritor que está tiempo buscando una palabra
precisa representa a cualquier ser humano que quiera hacerse dueño de sus
propias opiniones. Lo bueno de la literatura es que se niega a reducirlo todo a
titulares empobrecedores, como si el mundo fuese blanco o negro, como si fuese
bueno o malo… La realidad está llena de matices y si no defendemos los matices
acabamos en la prisa y la prisa siempre conduce al dogmatismo. El dogmatismo es
simplemente la prisa de las ideas. Por eso es tan importante matizar: lo que de
negro hay en lo blanco, el pequeño sí que hay en el no…, esto es importante
tenerlo en cuenta y claro, por eso cuando enriquecemos el lenguaje enriquecemos
la realidad. No es lo mismo la mirada de un campesino que ve volar a un animal
en el cielo y sabe distinguir entre un buitre o un águila o un halcón, por muy alto que vaya, que alguien
que mire y lo único que ve es un pájaro; se empobrece mucho la realidad cuando
renunciamos a la riqueza de las palabras.
Sitúa su novela en Granada, ciudad que
conoce bien, ¿la ha elegido con algún propósito narrativo, por afinidad? Y el
hecho de que transcurra en el verano del ‘63, ¿también es premeditado?
La historia
transcurre en el verano del ‘63 en Granada, la ciudad provinciana de mi niñez y
he jugado con mis recuerdos y con lo que yo viví de niño. El año 63 me parece
significativo, tengo la impresión de que en esa época empiezan a producirse los
cambios que desembocarán en lo que después hemos llamado la transición, en ese
momento se está pasando de un España de posguerra dura, subdesarrollada, a una
España que necesitaba abrirse a una nueva economía, a Europa. Hay muchos
síntomas que poco a poco le permiten al protagonista pensar que la realidad se
va abriendo al futuro y él está comprometido a abrirse a ese futuro. Por
ejemplo, en la radio se deja de oírse solo copla española y empieza a oírse a
Paul Anka, a los Beatles, música en inglés, aparece el twist, el rock, llegan a
la ciudad turistas con costumbres distintas a las tradicionales. Ese mundo en transformación
me ha servido para hablar de este personaje que ve que el mundo va cambiando y
que no sabe a dónde.
Y con todo, ‘Alguien dice tu nombre’ es una
lectura actual, o tal vez debiera leerse así, reflexionando sobre los ciclos de
la vida, asumiendo que para cambiar el futuro a veces tenemos que empezar por
cambiarnos a nosotros mismos.
Estamos
viviendo también en una época de incertidumbre, el joven León Egea admira a la
gente que le puede ayudar a cambiar y eso me parece importante, utilizar la
admiración como una contra a la indiferencia, porque la admiración nos ayuda a
veces a mirar aquello que tiene de positivo la realidad y a encontrar zonas
luminosas debajo de las sombras. Ahora ocurre más o menos lo mismo, pero yo
creo que hay un cambio fundamental, la incertidumbre de los años ‘60 podía ser
vivida desde la esperanza, el mundo estaba cambiando, los jóvenes iban a vivir
mejor que sus padres; ahora los jóvenes viven el cambio con el sentimiento de
pérdida, a lo mejor pierden algo que antes se daba por seguro, ahora hay un
sentimiento de ánimo distinto.
Con su bagaje narrativo, tanto en prosa
como poético, reconocido con diversos premios, me preguntaba por cómo encara
usted cada nuevo libro, cómo surge y qué compromisos se marca frente al lector
potencial.
Yo creo que el
lector es una imagen fundamental para el hecho literario. Para que funcione el
hecho literario el lector es tan importante como el autor, y cuando uno escribe
se inventa un lector ideal con el que dialoga, para el que trabajar. ¿Cómo me
lo imagino yo? Pues como un lector que le gusta ser el dueño de su propio
tiempo, que se ha cansado de la idea del tiempo que se ha impuesto en la
sociedad, que es la del riesgo, la del vértigo, del tiempo de la especulación;
me gusta la gente que levanta la mano y para el tiempo para meditar lo que
siente, para hacerse dueño de sus propias opiniones, me gusta la gente que
busca los matices que es capaz de reflexionar con los libros y la gente que
sabe emocionarse porque se siente comprometida con la condición humana, con los
sentimientos humanos. El lector que yo busco no es el especialista en
filología, no es el compañero gremial de oficio de escritor, yo no escribo para
escritores, escribo para lectores que quieren meditar sobre el mundo y que se
sienten orgullosos con no ser ignorantes analfabetos ni abandonarse al
populismo para que los manipulen como un rebaño.
Muchas gracias y mucha suerte, Luis.
Por Ginés J. Vera.
Me ha gustado mucho la contestación a la última pregunta. Un placer es siempre escuchar a este hombre. Como poeta es de mis preferidos, pero con su narrativa aún no me he animado. Tendré que sacarme la espinita pronto.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias por tu comentario Margari. La verdad es que sí sabía de su trayectoria como poeta, me pasa como a ti, no conocía su prosa. Una vez te saques esa espinita, como dices, compartimos pareceres. Un saludo.
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