Páginas

jueves, 5 de febrero de 2015

RUBEN FIGUERES: «Creo que lo principal es tener las prioridades claras».

Entrevisto a Rubén Figueres, paisano, pues también es valenciano, en el hotel habitual de Valencia. Acaba de publicar un libro contando su historia personal bajo el título De Gandía a la Casa Blanca (Plaza y Janés, 2015). Con 24 años y un MBA bajo el brazo llegó a Estados Unidos, ya lleva allí diecisiete años, aunque lo interesante es todo lo que ha conseguido en este tiempo, desde que se ganase la vida con todo tipo de trabajos de subsistencia, complementaba su sueldo dando clases de tenis y como entrenador personal, a entrar a trabajar a la prestigiosa agencia de publicidad Leo Burnett o formado parte de los equipos de PriceWaterhouseCoopers o Telemundo-NBC, creando su propia empresa Alario Group, una agencia de consultoría y comunicación para el mercado hispano en Estados Unidos y una de las agencias de referencia en el país.

Le pregunto por el componente de suerte que ha tenido en este trayecto desde desde Gandía a la Casablanca pues es inevitable pensar en ello sin desmerecer todo el esfuerzo dedicación y renuncias personales.

Sí, siempre he pensado que he tenido un componente de suerte exponencial a lo largo de mi vida. Hace un par de años alguien me dijo: ojo, no creas que tiene tanta suerte, te buscas la suerte. Y cuando me paré a analizarlo si que es verdad que yo me he pasado la vida sembrando semiliitas, y algunas de esas semiliitas florecen y otras no, pero si no las plantas ninguna me va a florecer. Sí es suerte que entrara en la campaña de Leo Burnett; sí, es muchísima suerte, porque hay consultores políticos que llevan intentando entrar en una campaña así toda la vida y no entran, pero por otro lado, yo llevaba desde que llegué a Chicago sembrando la semiliita que años más tarde dio fruto. Así que después, analizando ese comentario, que muchas de las cosas que yo pensaba qué suerte tengo, era una suerte buscada de alguna manera, no voy a negar que me siento muy afortunado.

Precisamente de las renuncias le pregunto pues está la familia, los amigos, el hobby de tocar la batería y con todo uno debe plantearse decisiones difíciles, a veces arriesgarse con la decisión acertada.

Yo creo que lo principal es tener las prioridades claras; escucho muchas veces que la gente me dice: ¿de dónde sacas tiempo para hacer tanto? El día tiene 24 horas, entonces, es una cuestión de prioridades completamente. Si tú prefieres ver la tele por la noche, ver los programas del corazón, por ejemplo, esa es una decisión que tú tomas, es una prioridad tuya que puede que sea muy importante para ti, que puede que te ayude a relajarte después del día, y es lo que quieres, pero prefieres hacer eso que irte a correr; porque podías irte  dormir a las diez y levantarte a las seis de la mañana para ir a correr que es lo que hago yo. Entonces, tienes que tener claras las prioridades, si uno le da al trabajo una prioridad tan infinita que no le da tiempo a hacer lo demás, que trabaja 15 horas al día, pues te quedas sin tiempo para lo demás. Es establecer las prioridades, y muchas veces, a lo mejor, es pararse a analizar y decirse: si quiero hacer esto lo puedo hacer, pero tengo que eliminar otra cosa; la otra cosa es tan importante para mí que no me deja hacer esto…, te tienes que sacrificar.
A mí me gustaría tener más tiempo, me gustaría tener cuarenta y ocho horas al día, haría muchas más cosas, pero bueno, establezco mis prioridades y a eso es a lo que dedico el tiempo.

Decisiones y motivaciones, sobre todo cuando acabó la carrera y el MBA y se planteó qué hacer.
No fue algo premeditado, en cuanto a tengo que hacer esto, fue un proceso. Yo de Gandía salí pronto. Gandía es una ciudad pequeña en la que la gente tiende a quedarse, se vive muy bien allí, y yo a la hora de ir a la universidad me fui a Barcelona, no me fui a Valencia que sería lo normal. Una vez estás en Barcelona empecé a descubrir otras culturas, otros mundos y quería conocerlos, aparte de una inquietud que tenia. Cuando terminé tenia la necesidad, quería vivir un año o dos años fuera para poder absorber una cultura; además, la cultura americana me había gustado mucho, ya había estado antes, y me fui con la idea de aprender inglés, de aprender esa cultura, de tener una experiencia más, pero para volver. Lo que pasa es que las circunstancias se dieron y encontré allí una segunda casa que me gustado y que me permitió pues crear cosas de una manera diferente, algo de lo que hablo en el libro, una marca personal; crear una marca personal superior a la que había tenido en ese momento, crearla a mi gusto y eso me hizo estar más a gusto allí y poder quedarme. Ahora llevo 17 años allí.

Una historia en forma de libro que puede servir para otras personas por esta experiencia personal de emprendedurismo y perseverancia.

El libro lo que pretende no es dar una guía de consejos de cuáles son los pasos a seguir, porque no existe; cada persona es diferente, cada momento es diferente. Para mí lo que el libro sí que da es una experiencia: la de que se pueden aprender cosas buenas, malas; cosas que se pueden hacer cosas, que no; y un emprendedor se caracteriza por no seguir un plano, no seguir un plan establecido. Cuantas más experiencias pueda tener alguien más garantías de éxito, más fácil va a ser eliminar el riesgo de fracaso. Es una historia que para mi tiene el valor de: mira, este chico lo hizo así, le funcionó; esto no lo había pensado, tiene su sentido, lo voy a aplicar; esto a mi no me lo aplicaría porque no me interesa, porque mi sector es diferente… Pero sobre todo que despierte una reflexión en la persona porque para mí es importante.

Si el viaje de Gandía a la Casa Blanca no fue premeditado este libro tampoco, la idea casi surgió de un compañero de carrera, Risto Mejide.

El que me dio el empujón definitivo para esto fue Risto Mejide, que es un compañero mío de la carrera y buen amigo. Había hecho unas conferencias y me dijo: tío, tienes que escribir un libro porque es muy interesante tu historia y cuando das la conferencia muere; el que no va a la conferencia no lo va a oír y necesita un soporte físico.
Yo no me lo había planteado hasta ese momento, pero me empezó a rondar la idea y dije: oye, no sería una mala idea. Y a medida  la fui madurando me empezó a hacer ilusión el hecho de tener algo escrito, dejar algo, un legado para poder pasarlo a mis hijos. Además, a medida que la escribía veía que podía ser muy motivacional para otras personas, que podía ayudarles, y también el hecho de pensar que alguien podía leerla y podía cambiarle la vida, ayudarle, eso es una satisfacción increíble; entonces me animé con el libro y fuimos adelante.

Mucha suerte y muchas gracias, Rubén.


Por Ginés J. Vera

No hay comentarios:

Publicar un comentario