Entrevisto a
Rubén Figueres, paisano, pues también es valenciano, en el hotel habitual de
Valencia. Acaba de publicar un libro contando su historia personal bajo el
título De Gandía a la Casa Blanca (Plaza y Janés, 2015). Con 24 años y un MBA
bajo el brazo llegó a Estados Unidos, ya lleva allí diecisiete años, aunque lo
interesante es todo lo que ha conseguido en este tiempo, desde que se ganase la
vida con todo tipo de trabajos de subsistencia, complementaba su sueldo dando
clases de tenis y como entrenador personal, a entrar a trabajar a la
prestigiosa agencia de publicidad Leo Burnett o formado parte de los equipos de
PriceWaterhouseCoopers o Telemundo-NBC, creando su propia empresa Alario Group,
una agencia de consultoría y comunicación para el mercado hispano en Estados
Unidos y una de las agencias de referencia en el país.
Le pregunto por el componente
de suerte que ha tenido en este trayecto desde desde Gandía a la Casablanca
pues es inevitable pensar en ello sin desmerecer todo el esfuerzo dedicación y
renuncias personales.
Sí, siempre he pensado que he tenido un componente de suerte
exponencial a lo largo de mi vida. Hace un par de años alguien me dijo: ojo, no creas que tiene tanta suerte, te
buscas la suerte. Y cuando me paré a analizarlo si que es verdad que yo me
he pasado la vida sembrando semiliitas, y algunas de esas semiliitas florecen y
otras no, pero si no las plantas ninguna me va a florecer. Sí es suerte que
entrara en la campaña de Leo Burnett; sí, es muchísima suerte, porque hay
consultores políticos que llevan intentando entrar en una campaña así toda la
vida y no entran, pero por otro lado, yo llevaba desde que llegué a Chicago
sembrando la semiliita que años más tarde dio fruto. Así que después,
analizando ese comentario, que muchas de las cosas que yo pensaba qué suerte tengo, era una suerte buscada
de alguna manera, no voy a negar que me siento muy afortunado.
Precisamente de las renuncias
le pregunto pues está la familia, los amigos, el hobby de tocar la batería y
con todo uno debe plantearse decisiones difíciles, a veces arriesgarse con la
decisión acertada.
Yo creo que lo principal es tener las prioridades claras; escucho
muchas veces que la gente me dice: ¿de dónde
sacas tiempo para hacer tanto? El día tiene 24 horas, entonces, es una
cuestión de prioridades completamente. Si tú prefieres ver la tele por la
noche, ver los programas del corazón, por ejemplo, esa es una decisión que tú
tomas, es una prioridad tuya que puede que sea muy importante para ti, que
puede que te ayude a relajarte después del día, y es lo que quieres, pero
prefieres hacer eso que irte a correr; porque podías irte dormir a las diez y levantarte a las seis de
la mañana para ir a correr que es lo que hago yo. Entonces, tienes que tener
claras las prioridades, si uno le da al trabajo una prioridad tan infinita que
no le da tiempo a hacer lo demás, que trabaja 15 horas al día, pues te quedas
sin tiempo para lo demás. Es establecer las prioridades, y muchas veces, a lo
mejor, es pararse a analizar y decirse: si quiero hacer esto lo puedo hacer,
pero tengo que eliminar otra cosa; la otra cosa es tan importante para mí que
no me deja hacer esto…, te tienes que sacrificar.
A mí me gustaría tener más tiempo, me gustaría tener cuarenta y ocho
horas al día, haría muchas más cosas, pero bueno, establezco mis prioridades y
a eso es a lo que dedico el tiempo.
Decisiones y motivaciones,
sobre todo cuando acabó la carrera y el MBA y se planteó qué hacer.
No fue algo premeditado, en cuanto a tengo que hacer esto, fue un proceso. Yo de Gandía salí pronto.
Gandía es una ciudad pequeña en la que la gente tiende a quedarse, se vive muy
bien allí, y yo a la hora de ir a la universidad me fui a Barcelona, no me fui
a Valencia que sería lo normal. Una vez estás en Barcelona empecé a descubrir
otras culturas, otros mundos y quería conocerlos, aparte de una inquietud que
tenia. Cuando terminé tenia la necesidad, quería vivir un año o dos años fuera
para poder absorber una cultura; además, la cultura americana me había gustado
mucho, ya había estado antes, y me fui con la idea de aprender inglés, de
aprender esa cultura, de tener una experiencia más, pero para volver. Lo que
pasa es que las circunstancias se dieron y encontré allí una segunda casa que
me gustado y que me permitió pues crear cosas de una manera diferente, algo de
lo que hablo en el libro, una marca personal; crear una marca personal superior
a la que había tenido en ese momento, crearla a mi gusto y eso me hizo estar
más a gusto allí y poder quedarme. Ahora llevo 17 años allí.
Una historia en forma de libro
que puede servir para otras personas por esta experiencia personal de
emprendedurismo y perseverancia.
El libro lo que pretende no es dar una guía de consejos de cuáles son
los pasos a seguir, porque no existe; cada persona es diferente, cada momento
es diferente. Para mí lo que el libro sí que da es una experiencia: la de que
se pueden aprender cosas buenas, malas; cosas que se pueden hacer cosas, que no;
y un emprendedor se caracteriza por no seguir un plano, no seguir un plan
establecido. Cuantas más experiencias pueda tener alguien más garantías de
éxito, más fácil va a ser eliminar el riesgo de fracaso. Es una historia que
para mi tiene el valor de: mira, este chico lo hizo así, le funcionó; esto no
lo había pensado, tiene su sentido, lo voy a aplicar; esto a mi no me lo
aplicaría porque no me interesa, porque mi sector es diferente… Pero sobre todo
que despierte una reflexión en la persona porque para mí es importante.
Si el viaje de Gandía a la Casa
Blanca no fue premeditado este libro tampoco, la idea casi surgió de un
compañero de carrera, Risto Mejide.
El que me dio el empujón definitivo para esto fue Risto Mejide, que es
un compañero mío de la carrera y buen amigo. Había hecho unas conferencias y me
dijo: tío, tienes que escribir un libro porque es muy interesante tu historia y
cuando das la conferencia muere; el que no va a la conferencia no lo va a oír y
necesita un soporte físico.
Yo no me lo había planteado hasta ese momento, pero me empezó a rondar
la idea y dije: oye, no sería una mala idea. Y a medida la fui madurando me empezó a hacer ilusión el
hecho de tener algo escrito, dejar algo, un legado para poder pasarlo a mis
hijos. Además, a medida que la escribía veía que podía ser muy motivacional
para otras personas, que podía ayudarles, y también el hecho de pensar que
alguien podía leerla y podía cambiarle la vida, ayudarle, eso es una
satisfacción increíble; entonces me animé con el libro y fuimos adelante.
Mucha
suerte y muchas gracias, Rubén.
Por
Ginés J. Vera
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