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viernes, 28 de septiembre de 2018

Vengo de urgencias, de Fernando Fabiani


¿Hay algún médico en la sala? Pues resulta que sí. Fernando Fabiani, el autor de ‘Vengo de urgencias’, es médico de profesión. Lo es desde hace años, más que su faceta como escritor. Aunque Fabiani ya sabe lo que es el éxito tras el conseguido con su anterior libro ‘Vengo sin cita’. En  Vengo de urgencias’ vuelve no con urgencias literarias, sino a deleitarnos con sorprendentes historias llenas de humor, ironía y originalidad. Porque originales son sin duda sus personajes. Y lo hace a partir de divertidas anécdotas, algunas casi surrealistas, quienes ya han leído el libro dará fe de ello, sobre el mundo de la medicina, de las guardias hospitalarias y de la consulta diaria a pacientes.

Fabiani no emplea aquella alambicada letra de médico que tan locos traía a pacientes y boticarios. Él prefiere usar un tono sencillo, hilarante, salpicando de aquí para allá con algún que otro consejo. Y así, como si nada, nos acerca a la realidad de los sanitarios, pero también a la de los pacientes, quienes muchas veces acudimos a urgencias sin serlo. O sí.  

El narrador de estas historias no es Fabiani, se ve que está de guardia y manda a un alter ego. El personaje ficticio creado por Fabiani se llama Teodoro Jarcía –Teo para los amigos– y también es médico de familia. Descubriremos con Teo el punto amable a situaciones más o menos cotidianas como las peripecias con los acompañantes de las urgencias, los avisos domiciliarios, esos gripazos recurrentes, los problemillas con la tensión o el azúcar altas, o los cuerpos extraños (en lugares no tan extraños).

Porque Fabiani, quiero decir, Teo, nos irá desmitificando además algunos tópicos o saberes populares como por ejemplo: a diferenciar un catarro de un resfriado, lo sana que es la dieta mediterránea durante el embarazo, o que la marcha atrás no es un método anticonceptivo fiable a pesar de lo extendido (todavía) de su uso.

Especialmente divertida es la sección al final de los capítulos llamada: ‘Dijo el paciente’ en la que Fabiani recoge frases reales de pacientes a modo de antología del disparate o del surrealismo que nos harán reflexionar -más aún si cabe- sobre nuestros conocimientos sobre el cuerpo humano, la medicina o la verdadera necesidad de ir a Urgencias.

El libro tiene además varias curiosidades que lo convierten en una obra recomendable para quienes busquen un libro ameno, divertido y con su pizca de cultura sanitaria. Por una parte, un prólogo por la madre del propio autor, porque como dice el refrán: madre no hay más que una; y, por otra, un epílogo a cargo de Manu Sánchez igual de divertido que el prólogo y el libro…, como no podía ser de otra manera.

Las oportunas ilustraciones corren a cargo de Laura Santolaya del Burgo (más conocida por P8LADAS); sin dejar pasar por alto uno de los dos epílogos al final del libro. Concretamente, el titulado: ‘Cómo entender un informe médico’, pues Fabiani nos hace un agradecido guiño a quienes a menudo nos perdemos con tanta sigla sin explicación en los informes médicos.

Vengo de urgencias, de Fernando Fabiani. Ed. Penguin Random House. ISBN 978-84-03-51872-8

viernes, 21 de septiembre de 2018

Entrevista a Susana Rodríguez Lezaun


Comparto esta semana, agradecido, la entrevista que me concede Susana Rodríguez Lezaun. Nacida en Pamplona, periodista de vocación, en 2003 recibió el Premio Periodístico Ciudad Barañain. Es, además, directora del festival Pamplona Negra. Antes de ello inició una saga que ya lleva tres entregas: ‘Sin retorno’, ‘Deudas del frío’ y ‘Te veré esta noche’ (Editorial DeBolsillo).

G.V.: Creo que sientes predilección por los autores latinoamericanos, en especial hacia la obra de Gabriel García Márquez; dado que has escrito novela negra, no me resisto a preguntarte sobre tus lecturas y preferencias en este género.

S.R.: Soy una devota confesa de Gabriel García Márquez, es cierto, y de Juan Rulfo o Laura Esquivel, entre otros muchos, pero también me gusta mucho la literatura rusa clásica y he navegado un poco entre los escritores franceses de todas las épocas. Pero lo que soy es una devoradora de novela negra. Como tantos otros, empecé con Agatha Christie. Luego seguí con Simenon (era lo que había en casa) y recuerdo que un día, en los años 80 del siglo pasado, en un mercadillo de segunda mano de Bilbao, descubrí una colección de libros amarillentos de Dashiell Hammett, Raimond Chandler, Donald Westlake y alguno más. Me gasté trescientas pesetas (una fortuna para una estudiante) en una veintena de libros que todavía conservo y que fueron para mí el principio de una pasión que aún hoy se mantiene. Bueno, más bien diría que se ha incrementado.

Me gustan los libros que mantienen la intriga, que me ofrecen unos personajes “vivos”, interesantes, y sobre todo, una buena narrativa, que cuenten la historia con calidad literaria.

G.V.: “Sin retorno” fue tu primera novela. A esa primera entrega, le siguió “Deudas de frío”. Irene Ochoa, la protagonista femenina de tu saga, lucha en “Deudas de frío” por borrar los últimos resquicios de su pasado criminal que parecen perseguirla desde “Sin retorno”. ¿Quién es Irene Ochoa, cómo la definirías?

S.R.: Irene Ochoa es, sobre todo, una mujer compleja. Huérfana desde los 18 años, ha aprendido a vivir sola, a no contar con nadie, a salir adelante por sí misma en los momentos fáciles y en los difíciles. Confió en su marido, se entregó a él, y éste la traicionó, la maltrató hasta llevarla al punto de preferir acabar con la vida de Marcos antes de que él la matara a ella, como había prometido hacer. Comprende entonces, desde su particular punto de vista, que la violencia es el único camino que funciona para solucionar los problemas y salir adelante. Y eso hace. Defiende su relación y su propia vida, recién estrenada al lado de David Vázquez, por todos los medios que haga falta, sin dudar y sin que le tiemble la mano.


G.V.: ¿Por qué preferiste liderar el protagonismo con un inspector de policía en lugar de con un personaje femenino, policial o no?

S.R.: En cuanto a lo del protagonismo, creo que en mis novelas está repartido entre David e Irene. En mi cabeza vi claro que el policía era un hombre, sin más.  

G.V.: Tras “Sin retorno”, en 2015, y “Deudas de frío”, en 2017, llega en este 2018 "Te veré esta noche". En esta tercera salida del inspector Vázquez, Irene Ochoa desaparece de la trama acusada de asesinato. ¿Qué van a encontrar en tu tercera novela tus asiduos lectores… y los nuevos?

S.R.: Sobre todo mucha tensión. La novela se estructura como una cuenta atrás, de diez a cero, y cada capítulo es un día completo, veinticuatro horas en las que suceden muchas cosas. Ha desaparecido una familia casi completa, el padre, la abuela y dos gemelos de ocho años, y sólo han dejado escapar a la madre, que los busca desesperadamente. El inspector Vázquez se hace cargo del caso, pero a la vez tiene que lidiar con sus propios fantasmas, ya que Irene Ochoa, su pareja durante los últimos meses, ha sido acusada formalmente de asesinato. El lector vivirá también la fuga de Irene durante esa misma cuenta atrás.

Es mi novela más negra, más intensa, y también la que me ha exigido un mayor esfuerzo mental, pero estoy realmente orgullosa del resultado. Ahora, el lector tiene la última palabra, aunque de momento ya está en la calle la tercera edición.

G.V.: Me gustaría preguntarte por el festival Pamplona Negra, del que eres directora. Creo que eres la única mujer al frente de un evento de estas características. ¿Qué supone a nivel personal este desafío y, además, por este hecho que sin duda esperemos se contagie a otros festivales?

S.R.: Soy la única mujer al frente de un festival de cierta entidad, que supera el fin de semana de duración, aunque en Lloret de Mar y en Guadalajara también hay mujeres al frente. Espero que muy pronto nadie se sorprenda porque una mujer dirija festivales importantes, como es el de Pamplona. De hecho, mi máxima aspiración es que el género sea una anécdota y lo importante sean las personas, sus actos y los resultados, independientemente de que sea hombre, mujer o marciano.

A nivel personal supone un reto enorme, una satisfacción constante y el esfuerzo de intentar ponerme en la piel del espectador e intentar adivinar qué quiere ver. Tengo que dejar un poco de lado mis gustos personales, aunque puedo avanzar que todos los invitados del próximo festival son fantásticos, tienen unos libros maravillosos, de una calidad inconmensurable y estoy convencida de que el público se va a volcar y va a llenar el Baluarte para verlos, oírlos y charlar con ellos y ellas. ¡No puedo decir nada más de momento!

G.V.: Como directora del Pamplona Negra ¿qué retos te planteas teniendo en cuenta el nivel de autores que participan, muchos de ellos de la tierra?

S.R.: Para empezar, mantener el altísimo nivel que dejó mi predecesor, Carlos Bassas, y luego, realizar algunas innovaciones, como la internacionalización de los invitados (por primera vez habrá escritores extranjeros). El grueso del programa se mantiene, con mesas redondas protagonizadas por autores de primer nivel, entrevistas sobre el escenario y, sobre todo, la sección de “El crimen a escena”, que tiene una fantástica aceptación entre el público.


martes, 18 de septiembre de 2018

Entrevista a Rut Nieves


Rut Nieves regresa a Valencia de promoción. En esta ocasión, para promocionar ‘El amor de tu vida’ (Planeta). Ya me concedió una entrevista en su visita promocional con ‘Cree en ti’ (Planeta). Aquel era el primero de tres libros que cierra con este ‘El amor de tu vida’. 

Al preguntarle sobre ello, confiesa que «cuando escribí ‘Cree en ti’ no sabía que era una trilogía. Cuando escribí ‘El amor de tu vida’ sabía que era el final de una trilogía, sabía que como que ahí se cerraba un ciclo».

Como en los dos libros anteriores, Nieves aborda el camino hacia el descubrimiento personal sobre todo desde la perspectiva de las emociones. En este tercer libro se ha centrado, como indica el título de su libro, en el amor. No solo en el amor de pareja, por cierto.

«El amor y las relaciones es un tema en el que yo llevaba investigando mucho tiempo. El libro lo escribo a través de las experiencias que he vivido pero también a través de las experiencias que me llegan cuando escribo. Aunque me centro en las relaciones de pareja, las herramientas que hay en el libro sirven para cualquier tipo de relación.»

Sobre el amor le pregunto, en especial por el enamoramiento recordando mientras hablamos que los científicos han llegado a admitir que este tiene algo así como una fecha de caducidad, aproximadamente de dos a cuatro años.


«Cuando empezamos una relación no sabemos cuánto va a durar, lo primero porque no sabemos cuánto vamos a vivir, pero mi forma de experimentar el amor es que el amor es algo que conecta a dos personas, que llega a tu vida y te toca, toca a dos personas, y puedes rendirte, abrirte y vivirlo o rechazarlo. El amor es algo que no podemos controlar, es algo que sucede, no es algo mental. El amor amor es algo que sucede. En este sentido hay personas más abiertas a enamorarse y hay otras que no, tienen más miedo y se cierran.»

Como en los dos libros anteriores, Nieves parece ponernos sobreaviso de las creencias limitantes y la necesidad de abrirse a las experiencias. Respecto a las primeras, es indudable el poder que parece ejercer en muchas personas el sentimiento de culpa. Una culpa que, como afirma Nieves, se ve sobre todo en personas que profesan determinadas creencias religiosas.

«Los sentimientos religiosos influyen mucho en los sentimientos de culpa porque hay religiones que creen en el pecado y un pecado no es sino un error que no merece ser perdonado cuando desde mi visión de vida si hemos nacido es para experimentar algo, para aprender algo, y si supiéramos todo, ¿para qué naceríamos? Realmente, ¿qué sentido tendría la vida? Si naces para experimentar algo, para aprender algo es humano cometer errores. Antiguamente el sentimiento de culpa se usaba para tener controlado al pueblo.»

Pero no todo va a ser sentirse culpable y dejarse arrastrar por creencias limitantes que nos han ido inculcando en la infancia, en el colegio o la familia; Rut Nieves nos anima a que rompamos el círculo vicioso y seamos conscientes del maligno poder del ego y lo combatamos con amor, con amor del bueno, puro. Y para ello pensó en este libro.

«El objetivo del libro es abrir un camino para que el lector o la lectora pueda acceder a esa información que ha estado dirigiendo su vida sin que sea consciente y pueda transformar esa información y pueda aprender a relacionarse de otra forma, para abrir un camino.»

Rut Nieves ejerció como arquitecta durante más de doce años en España, tras graduarse en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Pero con 35 años su vida cambió. Dejó su trabajo, su piso, su ciudad, su país y las personas que más quería… para ir en busca de respuestas. Tras dos años en Alemania, decidió adentrarse en el mundo de la arquitectura emocional. Actualmente es conferenciante, coach, formadora y arquitecta emocional.

Puedes consultar aquí la entrevista que me concedió anteriormente.

El amor de tu vida, de Rut Nieves (Ed. Planeta). ISBN 978-84-60876-77-9

lunes, 17 de septiembre de 2018

Liss Evermore: «Escribir novela es como jugar a ensamblar un monstruo de Frankenstein».


Liss Evermore gusta de pasear bajo la luz de la luna por los jardines de su residencia victoriana, tomar el té acompañada de las señoritas Anna y Planta y asistir a las obras de teatro del Grand Guignol en la Rue Chapetal de París. Entusiasta de la acción y el peligro, atraviesa las calles adoquinadas en su carruaje fúnebre hasta llegar al laboratorio secreto, donde crea sus experimentos literarios entre tarros con formaldehído y probetas burbujeantes.
Entre ellos cabe mencionar el libro Coleccionable de tragedias (LaTermina Ediciones), diversos relatos publicados (La colina de los amantes, Devoradores del Amazonas, Yersinia pestis, Lydia…), colaboraciones en diferentes medios, o la participación como coautora en las antologías Monster mash (Suseya Ediciones), Pasen y mueran (Suseya Ediciones), I am Providence (Círculo de Lovecraft) y Antología ucrónica: Relatos desde el multiverso (Vuelo de Cuervos). Sus obras han sido seleccionadas en más de 40 certámenes literarios, incluyendo un primer accésit, menciones especiales y varios puestos de finalista. Destacan el Festival de Cine de Terror de Sabadell, Kelonia Editorial, Ediciones Contrabando, Libripedia o Fundación Aquae. También ejerce de correctora, maquetadora (La emisora KWL, de Rain Cross), prologuista (Tu última noche en la Tierra, de Juán Carlos Cervera) y ha participado como jurado en varios certámenes de Ojos Verdes Ediciones.

Tras un largo recorrido como narradora de relatos de terror, te lanzas a publicar esta primera novela. ¿Cómo ha sido la experiencia de pasar de un género a otro?

¿Conoces esa sensación que te invade cuando saltas al vacío desde lo alto del Empire State Building con unas alas de murciélago recién adquiridas en el mercado negro transilvano? ¿… Esa inyección de adrenalina que experimentas al darte buena cuenta de que el dichoso souvenir no es para nada el último grito en tecnología, y de que aquel eslogan publicitario del envoltorio acreditando su relación con cierta celebridad local, quizá no fuese tan auténtico como parecía? Pues bien; la experiencia ha sido algo así: cual caída en picado sabe Dios a cuántos metros por segundo hacia un asfalto con aspecto de no tener muchos amigos. Disminución de la presión sanguínea, sudores, escalofríos instintivos… Todo cuanto una escritora de terror puede pedir.
   Escribir novela es abrir una puerta y toparte con un millón de ojos. Los ojos del ritmo, los de la concordancia, los de la trama, los de la profundidad… Ojos que te miran incluso cuando les das la espalda y vuelves a poner el candado en su sitio. Vigilándote constantemente. Mientras duermes, cuando hablas, cuando respiras. Te vigilan siempre. Escribir novela es como jugar a ensamblar un monstruo de Frankenstein, sólo que en un laboratorio literario, entre probetas de palabras y frascos de recursos lingüísticos. Realmente divertido.

‘Alcachofa-terror. La invasión de las hortalizas del espacio exterior’, tiene un título ya de por sí sugerente, no en vano la sitúas en el sur de los EUA, en la década de los 70. ¿Hay un innegable guiño a las novelas y largometrajes norteamericanos de la época sobre la temática?

Más aún: podría decirse que la novela es un compendio de esos guiños a la Norteamérica de antaño. Por sus páginas desfilan todo un arsenal de títulos de cine encubiertos, referencias a ídolos de la gran pantalla estadounidense y viejos emblemas que los amantes del séptimo arte sabrán reconocer.
   Pero tras esta primera intención, la de plasmar en el libro una serie de pistas a modo de juego con el lector, he de mencionar que Alcachofa-terror es en esencia una obra costumbrista. Si bien está aderezada con una importante dosis de humor negro, lo cierto es que su pretensión es la de actuar como reclamo publicitario. Es un letrero oxidado de carretera que reza: Don’t mess with the south (guiño, a su vez, al rótulo que aparece en un cartel a la entrada de Texas). Es una advertencia. Un Ustedes, los de ciudad, no conocen la hospitalidad sureña; dejen que se la mostremos. Es una estampa del paisaje sureño. Una recreación de la sociedad confederada, con sus sabores a comida rápida, sus  personajes pintorescos, su corazón campesino… Un No jueguen con el sur.

Los platillos volantes, los seres de otro mundo y la ciencia ficción sobrevuelan las páginas de tu novela, ¿de dónde surge ese terror atávico por lo extraterrestre? ¿Por qué no pensar que quienes habitan más allá de nuestro sistema solar son mejores que nosotros o, al menos, no beligerantes?

El miedo nos fortalece; nos mantiene en pie, en vigilia. Si vivimos, tememos. Sólo quienes están carentes de vida están carentes de miedo.
   Por supuesto, existen obras que sostienen ese aspecto no beligerante de los extraterrestres, pero en realidad, mi apuesta como escritora se opone a tal concepto. Mi propósito es reivindicar lo amenazante que ha residido desde el principio de los tiempos en la propia humanidad; lo destructivo, lo maligno. El arcano de la sinistra en contraposición a la cotidianidad actual. Incluso mediante la inocencia de entonces, mi intención es tratar de restablecer los viejos iconos que forjaron las bases de una sociedad en blanco y negro. Para ello, el miedo a lo desconocido es la faceta que suelo explorar en la mayoría de mis obras. La irracionalidad ante el análisis, la fobia contra el estudio. En cualquier materia, lo ancestral siempre predomina. Está ahí, latente; el mecanismo interno de autodefensa, la señal luminosa en nuestro cerebro.
   De algún modo, el terror es el motor de una conciencia colectiva y antediluviana. El miedo a lo incomprensible. Ahí radica mi punto de partida. Porque la representación de un espacio pulcro y amistoso no resulta emocionante. Si a priori rechazamos el modelo de universo hostil, peligroso y caótico como teoría primordial, y abogamos por la armonía que conjeturan ciertos autores, llegará un día en el que la señal luminosa dejará de parpadear. No quedará ni pizca de blanco y negro. Por consiguiente es necesario seguir alimentando nuestros miedos. No podemos de ninguna manera dejar de mantener el clásico arquetipo de las civilizaciones alienígenas enemigas, porque en cierto modo, es lo que nos hace humanos. La inquietud, la percepción de angustia, la opresión; la vida. Para fomentar el terror, debemos comprender el mundo con terror.

Decía cierto escritor norteamericano  sureño que "Si entras en un cuarto oscuro y enciendes una cerilla sólo te servirá para ver más esa oscuridad." Acaso los amantes del cine de serie B y del gore, de lo absurdo y el hard rock americano ¿agradecerán también el punto de humor negro? ¿Qué papel crees que juega ese humor negro a la hora de construir una historia de terror moderna -o para un público moderno?

El humor negro es la marca de la casa. Es la parte de mí que inevitablemente se ha colado en la novela. Enfocar esta trama desde un punto de vista ácido fue algo que surgió por sí solo. Los estereotipos sureños dan mucho juego para el empleo de un buen humor, y las ingentes dosis de gore no hacen otra cosa sino acrecentar ese aspecto hilarante del que se nutre la novela de principio a fin.
En efecto, el cinéfago devorador de producciones de bajo presupuesto está bien habituado a la risa, a las escenas imposibles, a lo absurdo. Si introducimos en la batidora los elementos más destacables que forman el libro, obtendremos una bomba ideal para ese tipo de perfil, pero al tiempo, para un público general, pues descubrirán una historia retorcida, muy ambientada y amenizada con curiosidades y anécdotas irresistibles.
   El público moderno no posee en general los valores que representan mis trabajos. Que no reconozcan ciertos elementos de su contenido es signo de una educación muy alejada  de la cultura que yo expongo, lo cual es producto de un esquema social asimismo distinto al reflejado en Alcachofa-terror. Pero, intereses y apreciaciones aparte, lo cierto es que el lector que mejor se integrará en la novela será el veterano; el que carga sobre su espalda largos años de experimentación; el que recuerda con nostalgia la inocencia y las buenas maneras. Cierto es que todos podrán disfrutar de este humor negro que rezuma el libro, mas cabe puntualizar que el lector medio moderno no llegará a conectar al 100% con sus principios. Soy consciente de que el registro que uso no es el más adecuado para los tiempos que corren, y menos para los que están por venir. Por eso, lo especial de dicho humor es que logra aunar a quienes protagonizaron las épocas de antaño, y vivieron las maneras de antaño.

Háblanos de la banda sonora de esta novela, que sé que la tiene, ya que es uno de los guiños a esa contracultura norteamericana de los 70.

Hablando de nuevo de las similitudes con la gran pantalla, la novela cuenta con un apartado de créditos donde se listan los personajes aparecidos en ella, y de igual modo, uno para las canciones, en el que se mencionan los hits con cuyas estrofas nos toparemos a lo largo de sus páginas. He seleccionado un repertorio de música rock fiel a la época en la que está ambientada y también a cada una de las escenas. Así, encontraremos varias estrofas diseminadas aquí y allá, de los grupos Aerosmith, Black Sabbath, The Rolling Stones, Led Zeppelin, Lynard Skynard, The Eagles, Coven… 

Y no podemos dejar de mencionar a la protagonista narradora de la novela, al menos de algunos capítulos, todo y que en la trama hay una suerte de contrapunto al tramarla no linealmente; ¿la originalidad radica en esa voz que nos cuenta con un poso de crítica la sociedad americana y sus supuestos complejos?

«El narrador es el alma de la fiesta», como escribieron en una reseña del libro. Su tono de locutor televisivo basta para introducirnos con acierto en cada secuencia de una manera verdaderamente original, hablándoles directamente a los televidentes y haciéndoles partícipes directos de ella. Es un maestro de ceremonias que presenta sus números cuidadosamente, con todo lujo de detalles y haciendo gala de un humor socarrón muy divertido.
   Parte de la originalidad de Alcachofa-terror, como has mencionado, radica en la trama. Una suerte de vueltas y revueltas, de marchas atrás y accesos directos, que pese a no resultar de por sí una novedad en el panorama literario, sí consigue hacerse un hueco gracias de nuevo a ese narrador tan especial, que nos describe los saltos en el tiempo como si fuésemos objetos en una urna y nos agarrara con unas pinzas para depositarnos en otro lugar. La progresión de escenas se asimila a los cambios de decorado de un teatro; los personajes son tratados siguiendo un patrón que llama la atención por su extravagancia, por su frescura y su dinamismo; las ubicaciones se describen accionando el zoom de la cámara al máximo; el filtro que tiñe la historia es rojizo y viejo; todo huele a hamburguesas, todo está calculado.
   En cuanto a la crítica social que diversos medios han considerado como hilo conductor de la novela, quisiera aclarar que no es en absoluto una crítica lo que pretende exponer Alcachofa-terror, sino una mera fotografía de la Norteamérica profunda; un retrato de la sociedad sureña, campesina. Es obvio que hago un uso considerable de la sátira y de la exageración, pero de ninguna forma esto constituye una crítica. No hay opiniones, no hay juicios, no hay ningún elemento que manifieste mi valoración. Aunque la novela caricaturice las singularidades estadounidenses y ensalce lo grotesco de determinadas actitudes locales, su propósito es el de interpretar con la mayor fidelidad posible a ese puñado de granjeros sureños y sus hábitos. Es, de hecho, todo un tributo a Estados Unidos, a la contracultura de los sesenta y setenta. Es un homenaje soberbio al celuloide, a la música, a la literatura. Un paseo por la Ruta 66 con una cámara fotográfica y un cuaderno de apuntes. Por ello la tacho de costumbrista, independientemente de pertenecer a una mezcolanza de géneros: ciencia ficción, terror, gore, serie B… Alcachofa-terror es un revival del mix ‘em up grindhouse americano, como dirían los entendidos, o, como yo prefiero catalogarla, un perrito caliente con extra de salsa barbacoa.



martes, 11 de septiembre de 2018

‘Regreso a Eterna’. Entrevista a Mila Martínez


Quedo con Mila Martinez y una amiga en un bar cerca del estadio Mestalla, en Valencia. Me tiende el libro ‘Regreso a Eterna’, su última novela publicada que además parece cerrar la saga que comenzase con ‘No voy a disculparme’. Ha llovido desde aquella novela. La casualidad me llevó a ‘No voy a disculparme’ primero y a entrevistarla después. Pocas casualidades más tarde me apena que Mila me diga que pone el broche final a esta saga tan trepidante. Me consuela saber que, como en novelas anteriores, además del buen sabor de boca que me dejan sus novelas me concede una entrevista tras cada libro. En este caso, comparto aquí algunas de las preguntas a modo de entrevista.

‘Regreso a Eterna’ vuelve a reunir a las protagonistas de tu saga, aunque además de los personajes, destacaría los escenarios donde se mueven. Obviamente, Valencia y Denia podemos deducir por qué aparecen. Ahora bien, cuéntanos ese guiño al Monasterio de Suso, al Caribe y a Suiza.

El Monasterio de Suso encierra tanta historia y transmite tanto misterio y magia en sí mismo que no podía dejar de incorporarlo a una de mis novelas. El Caribe es un escenario perfecto como escondite y como epicentro de la climatología adversa que provoca lo que has podido leer en el libro. Además, se trata de una isla americana, país de origen del padre de Norma, hecho que posibilita que tenga una casa allí.

En cuanto a Suiza, era un sitio ideal tanto por el apellido de Athila, ya que en aquella zona existe un pueblo llamado Broc, como por la especial ubicación que se requiere en esa parte de la historia.

La cultura fenicia también juega un papel trascendental en esta novela y en la saga. Astarté, Gades y la península ibérica fenicia. ¿Quizá es una manera de recordarnos el legado del pueblo fenicio en nuestro país?

Por supuesto, el pueblo fenicio ha dejado una huella muy importante tanto a nivel comercial como cultural en todo el Mediterráneo. La cultura fenicia, al igual que la egipcia, me han atraído siempre.

El tema de la inmortalidad creo que es uno de los vertebradores de la novela. Creo que también lo es la búsqueda de la sociedad ideal, una sociedad acaso utópica. ¿La utopía es creer en esa sociedad, en Eterna? ¿Subyace la idea de que quizá sin saberlo todos tenemos un ancestro común y somos parientes de sangre por lo que deberíamos abogar por el entendimiento y la cooperación en lugar de por el nihilismo y la exclusión?

Efectivamente, la idea de un mundo utópico es una de las bases de esta novela. Deberíamos centrarnos en lo que todos tenemos en común. Y esa idea de comunidad, de hermandad, debería conducirnos al entendimiento, a la cooperación, al apoyo global. Y más aún en un mundo en el que, como estamos viendo, van aflorando de nuevo peligrosas ideas de ultraderecha en demasiados países. También la falta de valores, cultura y objetivos nos está llevando a ese nihilismo que citas. No podemos permitirnos dejar de pensar.

Comenté que la saga parece cerrarse con ‘Regreso a Eterna’, aunque me da en la nariz que más de uno -y de una- te preguntará sottovoce acerca del final de esta novela, de la saga. ¿Qué tienes pensado para sorprendernos más allá de Eterna?

En principio, mi idea es cerrar la saga con ‘Regreso a Eterna’. Ahora mismo estoy escribiendo una novela que lleva por título ‘22’. Es una historia que navega entre la ciencia y lo extraordinario dentro de un ámbito muy nuestro, muy valenciano, donde lo importante son la peculiaridad y humanidad de los personajes. Y hasta ahí puedo contar...
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¿Para qué regresar a Eterna? No existe una sola respuesta. Elegid la vuestra. Para tomar decisiones que no pueden demorarse, conocer mujeres con proyectos ambiciosos, combatir a los desaprensivos, salvaguardar secretos que no deben salir a la luz, hacer surgir recuerdos grabados a fuego, enfrentar los mayores temores, forjar amistades incondicionales, experimentar sentimientos incontenibles, vivir aventuras, correr riesgos, alimentar la pasión. Tal vez, para salvar al mundo. ¿Regresamos?

Os dejo enlaces a otras entrevistas que me ha concedido Mila Martinez, gracias Mila.


Por cierto, el 27 de septiembre de 2018, a las 20h. en la Librería Tirant lo Blanch, presenta la novela agradecido de que cuente conmigo para la mesa de invitados.
‘Regreso a Eterna’ Librería Tirant lo Blanch (c/ Artes Gráficas, 14 - Valencia) a las 19h.


·         Facebook: Mila Martínez Escritora.
·         Twitter: @MilaMartnez.
·         Instagram: milamartnez.


jueves, 6 de septiembre de 2018

Una novela en el cajón. Entrevista a Depablo i Martí


Me concede una entrevista larga, visceral y sin cortapisas Depablo i Martí. Vallisoletano de nacimiento, en un mes lluvioso y frío de 1980, al parecer, desde entonces, odia el otoño, el invierno, el frío, la niebla y la nieve. En lo literario es fan de la escritura de Bukowski, Galdós y Montalbán. Cuando cayó en sus manos por primera vez un libro de Kiko Amat, supo que quería ser escritor. Proletario, padre de dos niños y, años atrás, librero, publicó ‘La increíble y formidable aventura de un escritor que no quería serlo’ bajo el sello El desván de la memoria, en, 2014. Novela que según leemos en esta entrevista no publicaría ahora.

Empecemos por quién es Depablo i Martí; según he leído, te consideras un tipo solitario e introvertido, todo y que eres padre y no vives precisamente solo. ¿Qué es para ti la familia y qué opinas de ese concepto -acaso trasnochado- del escritor huraño, asceta y peleado con la sociedad a lo J. D. Salinger?

¡Ay, la familia, la familia, la familia! Tengo dos hijos. El de cinco años va para artista: le gusta cantar y bailar y el teatro. El de un año y medio va para terrorista: es destructivo. Los amo. Son tan diferentes… Yo soy un tipo de pueblo que sueña con salir de él escribiendo. Soy solitario y, según mi mujer, siempre estoy enfurruñado. Y con una timidez enfermiza que poco a poco, con la edad, la voy mitigando. Adoro la soledad y el silencio. El silencio no está de moda porque te obliga a pensar. Y la peña no quiere pensar. Normal. Yo porque soy un atormentado y me gusta ser un atormentado y torturarme, pero yo soy estúpido y la gente no. Por eso la gente esquiva la soledad. Error. Y gracias a la familia, a mi mujer y a mis hijos, esté, probablemente, contestando a tus preguntas. Ellos me centran. Me hacen ser responsable. Controlan mi locura, que la tengo. Mis miedos. Mis manías. Mis inseguridades. Soy muy inseguro y gracias a Clara, mi mujer, tiro para adelante, confía en mí, y eso está bien. Que la gente confíe en uno. Sin ellos, ya te digo, criando malvas.

Salinger estaría hasta el gorro de que le preguntasen siempre por Mark Chapman y toda esa historia, y un buen día, supongo, harto de pesados morbosos, les mandó al infierno. Con razón. Así que, pues eso, que cada uno es como es y sus razones tendrá. Pero un escritor huraño, asceta y peleado con la soledad, es un escritor, me parece, que merece la pena leer. Sus obras descargarán odio, rabia y pesimismo que es, en mi opinión, más interesante que el amor, la falsedad y la buena vida burguesa con la que todo hijo de vecino sueña algún día pero que jamás, pero jamás, llegará a conseguir.

Me suena que además de escribir -en seguida hablaremos de ello-, también le das al pedal de la bicicleta -duatlón, si no estoy mal informado. Háblanos de ese binomio latino de men sana in corpore sano ¿Están reñidos el deporte y la literatura? ¿A uno le puede gustar el fútbol los domingos y leer entresemana?

Empecé a hacer deporte hace, más o menos, cuatro años. Correr, que es barato. Comencé por miedo a la muerte. No quiero morir y creo que corriendo diez o quince quilómetros al día voy a ser una especie de ser inmortal. Mentira. Moriré como todos. Pero ahí lo llevo. Me sienta bien correr. Y el corazón pues lo muevo. Soy un tipo hipocondriaco y desde que hago deporte ya no pienso día sí día no  que voy a fallecer de un infarto. Fumo, eso sí. El cigarro de después de correr es el mejor del día, para que te voy a engañar. Sólo he participado una vez en una competición de duatlón. Con mi hermano, que él sí que es el deportista de la familia. Yo soy un intruso. Un moderno que corre porque está de moda y tal. Pero bueno, de vez en cuando sí que cojo la bici y recorro algo por los páramos castellanos, pero poco. No me gusta competir. Con nadie. Siempre demostrando que eres el mejor. Yo ya sé que no soy el mejor en nada. No me motiva competir. Yo corro simplemente por salud. Y, evidentemente, la literatura no está reñida con el deporte. Hay escritores que corren, y mucho. Y lectores que hacen deporte. Lo que ya no estoy tan seguro es si hay deportista que lean. Que me da igual. Cada uno que haga lo que quiera. Pero sí, qué narices, es más importante leer que hacer deporte… Bueno, depende lo que uno lea, claro. Por cierto, me gusta el fútbol y soy del Barça y las últimas manifestaciones antimonárquicas masivas han sido en un campo de fútbol. O no. No lo sé. Que yo, al fin y al cabo, no sé apenas nada, que soy de pueblo pequeño y, para colmo, castellano.


Consultando las redes sociales veo también que compartes -con propios y extraños- alguna que otra opinión/reflexión político-ideológica, algo muy democrático, pero que me sirve para preguntarte por la libertad de expresión en nuestro país y, a reglón seguido, sobre la necesidad o no de una transformación social en cuanto a valores e identidades.

Fíjate que hay gente que se toma en serio las redes sociales. Un tipo me bloqueó en una por decirle que su referente intelectual era Jiménez Losantos. Parece que le sentó mal. Antes bien, él había asegurado que el periodista era brillante. Gustos ideológicos, considero.

Yo soy marxista. He sido educado leyendo a Marx y a Lenin. El primer libro que leí fue una biografía de Lenin. Todos mis compañeros de lucha (cuando luchaba. Ahora menos y me arrepiento todos los días), la mayoría, también hay anarquistas, son comunistas sin partido o de partidos fuera de parlamentos e instituciones capitalistas. Todos ellos me han hecho creer de nuevo en el ser humano. Hubo un tiempo en que no creía en nadie. Ni en la amistad. Y ellos me cambiaron. Son gente buena. Y es necesario, urgente, un cambio social. Una revolución, qué carajo. Si estamos todos enfermos. Psiquiatra por aquí, psiquiatra por allá. Y el problema es la vida que nos hacen llevar. Una vida de esclavos, de rivalidad, de ser el mejor, único, compitiendo siempre con nuestros compañeros de trabajo o de estudio o de escalera, yo qué sé. Un asco. Pero tampoco quiero aburrir.

Lo de la libertad de expresión o la falta de ella no es nuevo. Tiempo atrás cerraron periódicos, censuraron revistas… No es de ahora. Es de siempre. ¿Hay libertad de expresión en los trabajos? ¿Los obreros pueden decir libremente lo que piensan? ¿Y democracia? ¿Hay democracia en las fábricas, en las cárceles, en los hospitales, en los psiquiátricos, en los colegios e institutos? Democracia es una palabra muy bonita, como dijo la otra, pero completamente hueca. No, no hay democracia. Y muchos avispados dirán: “para no haber democracia bien que dices lo que te sale de la boca”. Pues sí. Y que dure. Es la ventaja de no ser absolutamente nadie. Que apenas tiene “amigos” en Facebook y lo que dice apenas le interesa a una docena de personas. Yo no soy nadie, por eso me dejan decir los disparates que quiera. Si un día, espero que no, soy alguien, ya veremos lo que me dejan decir y lo que no. La gente no lee, dicen, claro, carajo, como van a leer si trabajan ocho, nueve, diez, once horas al día en unas condiciones humillantes y con sueldos que no llega a mil euros. Luego, por la noche, algo masticado por la tele y hasta mañana. Nos quieren imbéciles o deprimidos para engordar, aún más, la maquina farmacéutica y todo eso que les enriquece.

Lo siento, me he liado. De todas maneras, no hay que tomarse en serio las redes sociales. Son una mentira. Y con ellas nos controlan y nos espían y nos violan. Valemos más en la calle que en el ordenador o en el móvil escribiendo contra mangantes. Opino. Además, todo es mentira. Somos carne manipulable y las redes sociales lo saben. Yo me hice de las redes sociales para publicitar mi libro, pero nada… no sé más que decir. Sí, que éramos más libres sin ellas, pienso, vamos.

¿Qué hay de catártico en la escritura, en general y en la tuya en particular? ¿Te afilias a esa frase de Kafka de que un escritor que no escribe es un monstruo que tienta a la locura?

Un escritor que no escribe es un escritor bien jodido, sé de lo que hablo. Si un escritor no escribe deja, creo, de ser escritor y se convierte en otra cosa mucho más irascible, violento, inseguro y temerario. Yo escribo, además de para contar algo y que la gente lo lea, para sentirme medianamente realizado. Es lo único que hace sentirme satisfecho conmigo mismo. Educación burguesa.  Si no haces nada ya te etiquetan de cualquier cosa (“pero si era muy trabajador”. Y el muy trabajador se ha cargado a medio barrio). Pero no soy un escritor que escriba todos los días. Leo, eso sí, todos los día y a todas horas, pero no escribo todos los días. Sufro demasiado y apenas disfruto. Me frustro. Me parece una basura. Pero todo lo que escribo. Es así. No sé si les pasará a otros escritores. Lo desconozco. No hablo con otros escritores. ¡Oh, dios, soy un marginado! Los otros escritores escriben mil veces mejor que yo. Además, reciben cientos de miles de “megusta” en las redes sociales. Yo no. Por cierto, adoro a Batman y a Superman y todos los cómics de superhéroes. Me he vuelto un maldito friky y todo el dinero lo gasto en cómics y no en libros, por eso me he apuntado a la biblioteca, que está muy bien, pero,  al menos en la de Cuéllar (un pueblo al lado del mío que presume de tener los encierros más antiguos de España), no tienen a Rafael Reig, ni a Kiko Amat, ni a José Ángel Barrueco, ni a Celso Castro (un escritorazo), ni a Felipe Zapico ni  a Colectivo Juan de Madre, ni a Andrés Ortiz, ni a Óscar León, que es muy buen escritor y, sobre todo, mi primo, ni cientos de escritores muy buenos pero poco reconocidos. Una pena. Mi libro sí que está en una biblioteca de Valladolid. Ya ves. La vida, que es muy perra.  Desconozco la biblioteca. Pero… sí, escribir me hace sentir, si no bien, sí escritor. Malo o bueno, pero escritor. Por horas. Yo soy obrero. Vengo de padre pastor y madre carnicera y hermano soldador. Soy un escritor proletario. Fíjate, antes, cuando era un adolescente, me avergonzaba decir por ahí que mi padre era pastor de ovejas. Debía der ser un chico de morro fino. Ya no, adoro a mi padre y estoy muy orgullo de que haya sido pastor de ovejas, aunque yo, lo reconozco, odiaba trabajar con mi padre ordeñando y echando paja en el suelo y todo eso que hacen los pastores.

Hablemos de una vez de lo que te gusta escribir, de lo que esperas llegar a transmitir con tus obras publicadas o en ciernes. ¿Qué tipo de personajes te gusta dotar de vida y por qué? ¿Cuál es el personaje perfecto -o casi- de la literatura universal?

Siempre he querido ser un escritor de novela pulp. De Kiosco. O de novela negra negrísima. No lo soy, no lo consigo.  Cuando me pongo me sale otro cosa completamente diferente. Es tan difícil escribir bien. Intento que con mis libros los lectores disfruten, sobre todo, y que al terminar el libro no digan que vaya estafa de escritor, que la novela no vale para nada y que vaya forma más anormal de gastar el dinero. Con que digan, nada más, que la novela les ha gustado doy mi trabajo por satisfecho. Antes sí, pero ahora no busco concienciar a la gente de nada, que también. Si la vida es una alcantarilla de injusticias y yo pretendo escribir sobre la vida dentro de una alcantarilla, tendré que narrar lo mal que huele en la alcantarilla, más o menos.  Y mis personajes, los protagonistas, intento que sean muy parecidos a mí, que me es más fácil. Y dar vida y voz a  marginados, inadaptado, incomprendidos, derrotados, explotados. De los nadie, vamos, me gusta dar vida a los que nunca han ganado nada, todo lo contrario, perderán, porque la vida es eso: perder y perder y perder y perder y volver a perder y perder y perder y volver a perder….

Ahora mismo no recuerdo ningún personaje perfecto de la literatura universal.  Que yo considere perfecto. Grandioso. Diría Sancho Panza si fuera un maldito erudito pretencioso, pero como no lo soy diré que Don Quijote o Gabriel de Araceli o el pringado de Julien Sorel de ‘Rojo y Negro’. No. Me quedo con Sebastian Dangerfield, que es un tipejo para meterle dos guantazos. Pero, claro, salvo Don Quijote y Gabriel de Araceli, los demás no son perfectos. Y a Don Quijote… se le iba un pelín la pinza. Me quedo con Gabriel de Araceli, el protagonista de la primera serie de los ‘Episodios Nacionales’ de Galdós, que mira que las pasó canutas para, por fin, poder estar con la chica. O con Pepe Carvalho. Mejor me quedo con Carvalho, que no daba lecciones de nada y era un tipo duro, aunque también recibió más de un guantazo. Según he leído, va a continuar con la serie Carlos Zanón. Me alegro, es muy buen escritor. Volver a encontrarme de nuevo con Pepe es lo que más deseo últimamente. Bueno, tampoco tanto, pero me alegro un montón. Cuando me enteré de la noticia intenté leer de nuevo toda la serie Carvalho, pero no encuentro un par de sus libros y ahí me he quedado.

‘La increíble y formidable aventura de un escritor que no quería serlo’, es tu primera novela en el mercado, ¿qué supuso para ti lanzarla a los cocodrilos lectores y qué ha quedado tras aquella emancipación literaria?

No estoy nada orgulloso de la novela. Ahora no la publicaría. No me gusta. No me parece que esté bien escrita. Hay muchos errores infantiles. La he acabado odiando. Lo viví todo con mucho nerviosismo e inseguridad. Hay personas tremendamente crueles. He aprendido a no tomarme todo esto muy en serio. Pero lo digo yo; a otras personas sí que les gusto y a mí me avergüenza que me lo digan y apenas hablo con nadie de la novela. No hablo con nadie de la novela. Tal vez sea mi inseguridad, que nada de lo que haga puede estar bien. No lo sé, pero… cambiaría tantas cosas. No es como lo imaginaba.

Flota en el aire una de esas preguntas tópicas, la de preguntar por el escritor favorito de uno, pero me temo una respuesta igual de obvia… Demos una vuelta de tuerca. Dinos por qué deberíamos leer o no al Quijote, a la Regenta, a Lolita (de Nabokov, claro), a Bukowski, a Bret Easton Ellis o a Alfonso Sastre.

Menos mal, porque no tengo escritor favorito. Bueno sí: Celso Castro. Porque yo nunca podré escribir como él y lo único que quiero en esta vida es escribir como él porque es especial. Ya está. Y deberíais leer el Quijote porque (sonará a topicazo de erudito insoportable) es el mejor libro escrito de la historia de la literatura (como si hubiera leído yo todos). No hay libro como él. Lo tiene todo. ¡Leches, que fue escrito en los siglos dieciséis y diecisiete! Si hay una novela que pueda cambiar la vida esa es, a mi entender, por supuesto, ‘Don Quijote de la Mancha’. ‘La Regenta’ no la he leído, el nombre no me gusta y me parece un tostón sólo por eso y porque obligaban a leerla en el instituto, y ‘Lolita’ tampoco porque la película no me gustó y me da mucha pereza Nabokov. Como puedes ver, soy un tipo bastante despreciable. Lleno de prejuicios y opiniones sin fundamento. Bukowski, Bukowski, Bukowski. Bukowski es un puñetazo en el estómago. Una patada en la entrepierna. Por cierto, se habla de Bukowski como uno de los primeros en escribir realismo sucio y no se habla nunca del mejor, de Stephen King,  al menos, sus primeros libros, que son los que estoy leyendo. No sé si lo de King, etiquetas, es realismo sucio, pero sí realismo norteamericano (que para un comunista como yo es lo mismo. “Nótese, por favor, el humor”) es crudo, sucio, profundo… Si en ‘It’ el que realmente da miedo es el crío ese abusón y torturador que tiene, junto a sus dos amigos, amargados a los Perdedores. Y su padre. Y el marido maltratador de la chica protagonista, y no el payaso con los globitos, que no recuerdo el nombre, pero más o menos sí la historia que se ha montado King. Que todos sus libros o, al menos, la mayoría, están conectados entre sí. Todo un universo, como en los cómics.

En fin, que me voy del tema. Bret Easton Ellis es un… Si Bukowski es un puñetazo en el estómago, Ellis es un puñetazo en el estómago, pero con los puños llenos de anillas de hierro. Brutal. Perturbador. Me atraen los psicópatas, no sé por qué. Y Ellis los describe a la perfección. Si llegas a conocer a los psicópatas comprendes por qué el mundo está como está, ya que dan más miedo los que no matan que los que matan, y los que no matan son mayoría y dirigen el mundo. Hace tiempo que no leo a Alfonso Sastre. Alfonso Sastre debe de ser ya muy mayor. Alfonso sastre es, en mi opinión, el mejor dramaturgo vivo que tenemos, y apenas se le conoce por culpa de su militancia política. Está silenciado por las grandes editoriales y por los medios de comunicación que, para el caso, es lo mismo.

He dejado en un aparte a Kafka, a Atxaga y a una terna un tanto particular: Pérez-Reverte, Javier Marías y Muñoz Molina. ¿Por qué a algunos escritores se les estudia en el colegio y a otros se les descubre en las bibliotecas o en las librerías a una edad madura?

No lo sé.  Atxaga es maravilloso. Ama su tierra. Ama su pueblo y se nota es sus obras. Envidio a Atxaga por eso. Yo no amo a mi pueblo ni a mi tierra, no me siento identificado con ella. No es mi patria. No tengo patria. Y me gustaría, pero no me sale. Me encantaría escribir una obra sobre mi pueblo. Con asesinatos y silencios. Una tierra brusca y dura como es la Castilla profunda. Algún día, si me sale, me pondré a ello. Yo quiero salir de mi pueblo. Largarme lejos. No soporto el clima, ni el carácter. Debe de haber, dicen, un mundo magnífico más allá de Tierra de Pinares. Y Kafka debió de ser un tipo bastante singular. Especial. ‘La Metamorfosis’ es un clásico. Y los padres de Gregorio Samsa unos miserables. Hay ciertos intelectuales que nos los han metido a bocados, casi por obligación, cuando en realidad son unos mediocres que no dicen absolutamente nada interesante, salvo que interesante, para algunos, sea tener unos cojones enormes, humillar la lucha feminista, entre otras, o ser un vocero de sus amos. Lo siento, pero no. En España, me consta, los cojones están unos metros por encima del cerebro, y eso es un problemón (evidentemente, la reflexión no es mía, la escribe David Trueba en su libro ‘Tierra de campos’).

Seguro que tienes una novela en el cajón a la espera de editorial, cuéntanos de qué va, y si hubiera algún editor entre los lectores, por qué ha de llamarte (o escribirte un privado) para interesarse por ella.

Sí, hay una novela en el cajón, pero literal, en el cajón de mi escritorio. La mandé a cientos de editoriales y todas la rechazaron. Debe de ser una porquería. Ahora estoy escribiendo una sobre un chaval que quiere arreglar el mundo y se convierte en una especie de  superhéroe. Pretendo, por supuesto, que sea novela negra o pulp, y no lo conseguiré. Y cuando acabe ésta, tengo en mente escribir algo sobre mi vida, abrirme en canal, exorcizarme, tipo el último de Manuel Vilas que, por cierto, se habla mucho de ‘Ordesa’ y poco de ‘El dolor de los demás’ de Miguel Ángel Hernández que, para mí y para Kiko Matamoros, es el mejor libro publicado en el dos mil dieciocho. Una pasada. El final es… triste. Pero sí. La novela que está en el cajón creo que nunca verá la luz. Da igual. Nadie se va a interesar ahora por ella. Era la continuación de ‘La increíble y formidable aventura de un escritor que no quería serlo’, ya que quería escribir una trilogía que, tal vez, algún día escriba, pero que si es por una editorial, nunca se publicará. Qué se yo, puede que no valga para escribir y yo erre que erre, allá con mis ilusiones. Escribir me sienta bien. No hago daño, y eso es lo importante: no hacer daño. ¿Verdad? Aunque ahora me voy a poner a estudiar y no sé el tiempo que tendré para escribir porque, como he dicho antes, prefiero leer a escribir, y desconozco cómo administraré el tiempo. Escribir, para mí, es agotador. Pero es mi droga. Mi maldita droga. Mi heroína en vena (Topicazo al canto).

Para ir terminando te quería preguntar por el sentido del humor. Dentro y fuera de los libros, en la política, la vida diaria o en esos momentos en los que uno debiera estar serio pero no puede parar de reír ya con un cómic en el metro (sin importar que a uno le miren) ya en una reunión de corbata al recordar un video de YouTube. ¿El humor nos salva o nos condena? ¿A qué humorista meterías como ministro –de lo que sea- si pudieras y a qué escritor actual le recetarías una sobredosis de Mafalda, por ejemplo?

Entiendo poco de humor. Y mira que ahora está de moda. Tengo escaso buen humor, dice mi mujer. Duermo poco y mal, esto algo tendrá que ver. Es diferente cuando escribo. Cuando escribo no soy yo. Mis escritos tienen humor sin yo buscarlo. Intento escribir todo lo contrario al humor, y nada, siempre me sale el chistecillo de turno o la ironía o el chascarrillo.  ¿El humor es necesario? Sí, creo, en todo. Yo soy de humor negro. Es lo que me gusta. El humor entretiene, sólo eso. Ni nos salva ni nos condena. Entretiene. Los bufones entretenían, pues eso. Y no metería a ministro a ningún humorista porque no necesitamos ministros ni ministras ni líderes. Pero admiro a la gente con sentido del humor. Son inteligentes y rápidos. De todas formas, el humor no deja de ser una manera de mofarse de otra persona, o de uno mismo si eres muy inteligente. Pero, leches, sí, me río, y bastantes veces al cabo del día. Y no sé a qué escritor le recetaría una sobredosis de Mafalda. Diría que a Vargas Llosa. Es curioso el caso de este escritor, ¿verdad? Escribir tan buenos libros y, en cambio, ser una persona… bien, voy a dejarlo aquí. Que me lío y me conozco y paso de contestar impertinencias.

lunes, 3 de septiembre de 2018

A Plomo, de Manuel Sánchez García


A Plomo (Ediciones de Librería Estvdio) tuvo que esperar en un cajón el sueño de los justos antes de ver la luz. La primera novela del escritor jienense Manuel Sánchez García no pudo tener mejor despertar. Presentada a la XXI Edición del Premio de Novela Corta José María de Pereda, se alzó con el prestigioso galardón. Pasado y presente, el sueño y el despertar. También el argumento de la novela participa de ello. 

Hay un pasado y un presente. Hay algo de cruce de géneros, de mestizaje de personajes fronterizos bebiendo de la crueldad y la bondad. Descubrimos bajo un sol cayendo a plomo unos cuerpos mutilados, con una década de diferencia. Asesinatos que han de esclarecerse con la dificultad añadida de la falta de evidencias. Un recorrido aún más amplio, siete décadas para comprender a los lobos y a los corderos, a víctimas y verdugos. 

Desde la convulsa Alemania de 1927 hasta la España preolímpica de 1992. El lector se sumerge en una narración vibrante, agradeciendo los toques de humor, los diálogos y el desenlace reminiscente, con ese sol de luz hiriente como si de un notario omnisciente tomase nota de cuanto ha sucedido y se revela más allá del punto final. Una lectura absorbente que invita a evocar y a reflexionar sobre las ideologías, la inocencia y la condición humana.

Agradecido de que el autor me concediese una entrevista que compartí aquí, no ha mucho, os dejo el enlace aguardando vuestros comentarios sobre el libro.