Con la entrevista que me concedió Elisa Ferrer pongo el broche final a las y los entrevistados en Maleta de libro este 2019.
Elisa Ferrer (L' Alcúdia de Crespins, Valencia, 1983). Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universitat de València, diplomada en Guion de cine y televisión por la Escuela de Cine de Madrid y graduada en el Máster de Escritura creativa en español por The University of Iowa, donde fue miembro del equipo de redacción de la revista Iowa Literaria. Trabajó como guionista de televisión y como analista de guiones de largometraje para el Departamento de Ficción de RTVE. Ha publicado artículos y poemas en diversas revistas literarias. Es autora del ensayo «The Royal Tenenbaums» en Wes Anderson (Plan Secreto, 2014) y del cuento «Don Hipólito» en la antología Historias de clase (RiE, 2014). Le pregunto por Temporada de avispas (Tusquets) su primera novela, con la que ha obtenido el XV Premio Tusquets Editores de Novela 2019.
P.: Primera novela y primer premio. Eso es empezar con buen pie en el proceloso mundo literario. Inevitable la pregunta de qué ha supuesto para Ud este premio y qué espera que sea para la novela, quizá un aguijonazo en las librerías o cara a la promoción de ese producto, los libros, en un país que lee poco (el 40,3% de los españoles no lee nunca o casi nunca y bajando, según las estadísticas).
R.: Este premio ha supuesto para mí una gran alegría. Mi primera reacción cuando me llamaron fue de incredulidad, “esto no puede estar pasando”. Y aún ahora me sorprende ver mi nombre en el catálogo de Tusquets, ver mi novela con esa cubierta negra y elegante que siempre ha poblado mis estanterías de autores a los que admiro. Soy nueva en esto y desconozco los flujos del mercado, pero imagino que un premio como el Tusquets siempre le dará más visibilidad a la novela en las librerías. Sé que no somos un país muy lector, pero yo siempre soy optimista y creo que leer vuelve a estar de moda (aunque las estadísticas me acaban de dar una bofetada de realidad).
P.: Nuria, la protagonista, habla y se habla; establece consigo misma una especie de voz interior que comparte con los lectores. Nos narra y sentimos con ella. Esa introspección, ese discurso interior unido a algunos aspectos psicológicos como la inseguridad, las fobias o los temores infantiles me lleva a preguntarle por la parte de Elisa, como autora, que ha quedado en la novela. ¿Qué hay de Ud en Temporada de avispas?
R.: Obviamente, aunque se trata de una historia de ficción, siempre hay algo de ti en los personajes que creas. En este caso, el humor de Nuria es mío, también su mirada irónica, su modo atropellado de pensar, algunos temores de la niñez y, claro, el miedo a las avispas, eso desde luego.
P.: Llama la atención, y se agradece, el tema de los diálogos, ese discurrir rápido de la prosa. Frases cortas, directas, casi a modo de imágenes, de fotogramas. ¿Es un recurso heredado de su labor como guionista o una forma de adaptarse a las exigencias de los nuevos lectores con los tuits y los mensajes cortos, a veces en exceso, en el que nos movemos por redes y telefonía instantánea?
R.: Si le soy sincera, cuando escribo no me planteo ese tipo de cosas. No pienso en las exigencias de los nuevos lectores, ni en modas, ni en tuits. El hecho de que la prosa fluya rápida es porque construí a Nuria a través de su voz y quería que fuera como su pensamiento: veloz, pero con gran capacidad de observación, de atención al detalle, también lleno de preocupaciones, de inquietudes.
Esas frases cortas me ayudaban a reflejar la personalidad de Nuria. Cuando escribía un párrafo me leía en voz alta, incluso me grababa a veces para comprobar si la prosa discurría con rapidez y, si no era así, reescribía y reescribía hasta conseguir que corriera como era mi intención. Eso sí, supongo que la atención a los espacios y a las imágenes viene de mi profesión de guionista.
P.: El Cola Cao con grumos, los (ordenadores) Spectrum, la EGB, las Barbies, las Páginas Amarillas, la barra pegajosa del bar de Sergio con los pinchos de tortilla de un color sospechoso, Google, o el recién llegado chocolate de algarrobo con leche de soja parecen transitar por escenarios y tópicos de una niñez y adolescencia de la protagonista impulsándola a esa madurez a la que le piden que se una. Coméntenos esos escenarios y esos referentes de Nuria que también son los de una generación que nos sentimos identificados con ella.
R.: ¿Quién de nuestro país no ha estado en un bar de barra pegajosa con jamones colgando? ¿Quién no ha tomado un Cola Cao con grumos y ha tenido la discusión de si es mejor que el Nesquik? A pesar de que Temporada de avispas es una historia de ficción, quería que muchos de los espacios y las referencias fueran propios, que fueran fácilmente reconocibles y situaran a Nuria en un momento y una época concreta, tanto en los capítulos que transcurren en su infancia, como en los que se dan en el presente. Momento, como bien dice, en el que Nuria se aferra en algunos momentos a actitudes adolescentes propias de ese miedo a madurar, a enfrentarse a la vida adulta.
P.: ‘Ay, estos jóvenes no aguantan nada’, le comenta a Nuria su madre. Ella quiere responderle, pero no lo hace. Hay mucho encerrado en esa frase materna, en ese tópico que a lo largo de la novela va apareciendo como piezas de un rompecabezas no sé si para llevarle la contraria a la madre, a las madres, aunque otro tópico sea el que las madres siempre tienen la razón. ¿está de acuerdo?
R.: Hay, sin duda, una incomprensión entre la protagonista y su madre. Esa frase podría darle igual si la dijera otra persona, pero la tensión entre ellas hace que Nuria no sea capaz ni de responderle con los reproches que guarda desde hace tiempo.
“Estos jóvenes no aguantan nada” es, además, una frase que hemos tenido que soportar durante años, y aunque siempre me molesta cuando la escucho (somos la generación mejor preparada, pero el futuro brillante que nos prometieron está lleno de precariedad), tiene parte de razón en lo de que no nos organizamos para recuperar unos derechos que dábamos por sentados y nos han ido quitando poco a poco. Esta realidad y que las madres siempre tienen la razón (o casi siempre) aparece de algún modo en el trasfondo de las páginas de Temporada de avispas. Además, ¿quién no le ha llevado alguna vez la contraria a su madre incluso sabiendo que tiene las de perder?
P.: Un recuerdo de la infancia de Nuria era esa obligación materna de que anduviesen en el piso siempre con zapatos para evitar los cristalitos que seguían apareciendo aunque esta pasase el aspirador de continuo. También parece ser una imagen metafórica, los cristalitos, las posibles heridas, el pasado… ¿Nos lo comenta?
R.: Esos cristalitos que no se ven, pero cuando los pisamos, duelen, son una metáfora de esa ausencia inesperada, como bien ha apuntado. Una ausencia para la que Nuria y Raúl no tienen explicación y, aunque la madre intenta continuar con su vida como si no pasara nada, los cristalitos aparecen cuando menos los esperan (y hieren).