lunes, 26 de mayo de 2014

IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN: «No me gusta juzgar a los personajes, si alguien está en condición de juzgar es el lector.»

Entrevisté en la Feria del Libro de Valencia a Ignacio Martínez de Pisón, nacido en Zaragoza aunque reside en Barcelona desde 1982. 
Escribió junto a Emilio Martínez Lázaro el guion de 'Las trece rosas', que fue candidato a mejor guion original para los premios Goya, y es coautor -junto a Fernando Trueba- del guion de 'Chico & Rita', película de animación dirigida por Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando. 
Autor de una docena de libros, entre los que destacan la colección de cuentos 'El fin de los buenos tiempos' o las novelas: 'Carreteras secundarias', 'María bonita', 'El tiempo de las mujeres', 'El día de mañana' o 'Dientes de leche'. Acaba de publicar la novela 'La buena reputación' (Seix Barral, 2014). 



En 'La buena reputación' ¿hay más nostalgia y recuerdo que esperanza y necesidad de encontrarnos a nosotros mismos?

Nostalgia yo creo que no hay, pero es verdad que muchos de estos personajes, al igual que yo mismo, tienen una necesidad de retornar a la infancia, hay como un paraíso perdido que funciona al menos como mito para todos los personajes. Es una novela en la que los personajes pueden ser unas veces malos y una veces buenos, pero no son siempre buenos ni siempre malos; cuando los vemos comportarse de forma correcta yo creo que tenemos más motivos para confiar en ellos y para la esperanza. 
A mí no me gusta juzgar a los personajes, creo que si alguien está en condición de juzgar es el lector, pero lo que no puede hacer el escritor es absolver o condenar a personajes, y lo que me gusta es mostrar cómo se comportan o cómo nos comportamos porque no creo el ser humano sea muy diferente de mis personajes, cómo a veces nos comportamos de una manera y otras de otra, y muchas veces el propio sentimiento de culpa nos hace mejores. La necesidad de redimir algo, alguna culpa anterior nos convierte en mejores personas. 
Casi siempre hay en mis personajes ese conflicto entre culpa y redención; el propio Samuel, que es un personaje que llega a tener un dilema entre la lealtad a sí mismo y las lealtades diversas hacia su mujer, hacia a su amante, sobre todo hacia su comunidad, los judíos de Melilla, también es un hombre que en un momento falla a los suyos, y cuando falla a los suyos reacciona de alguna manera, reacciona diciendo hay que reparar el daño causado. Seguramente esta visión judeo-católica pues funciona por igual para todos los personajes.

En uno de los capítulos, en concreto en la Novela de Elías, él reflexiona sobre la vida más allá de la muerte, sobre la versión doméstica de la eternidad propuesta por la religión, comparándola con los personajes de las películas, ¿acaso no es eso lo que hace un escritor, poder vivir muchas vidas merced a la inmortalidad de sus personajes?

Yo creo que definitivamente a través de los personajes de la novelas podemos vivir otras vidas, pero no solo los escritores, también los lectores. Hay mucho en las novelas de vidas vicarias, de vidas posibles que los personajes denuncian o descartan, eligen, y al mismo tiempo nos somete; cuando vemos a esos personajes nos enfrentamos a un espejo que nos refleja a nosotros mismo y que nos dice: bueno, a lo largo de la vida has tenido ocasión de escoger varias veces, ¿lo has hecho bien, lo has hecho mal?, ¿si hubieras escogido otro camino donde te hubiera llevado la vida? 
Creo que los personajes nos plantean esta idea de que vivimos muchas vidas, pero algunas se quedan en nada, que podríamos haber vivido otras vidas de forma más plena.

Mercedes reflexiona sobre el egoísmo por naturaleza de los hijos, ‘Por eso los padres sabían perdonar y los hijos no. Para ellos los padres eran el presente, para los padres los hijos eran sobre todo el pasado’, leo en la novela.

Sí, es un poco la sensación que tenemos los padres, siempre recordamos cómo son nuestros hijos, cómo han sido nuestros hijos, es como una visión que recorre años; es decir, el padre, la madre, la madre sobre todo que es la que tiene la idea de familia, siempre recordará cómo era su hijo cuando tenía unos meses, cuando dio los primeros pasos… Mientras que los hijos olvidan, digo en el presente, realmente no se acuerdan de que su madre les limpiaba el culo, les daba de mamar, ¿no?, no agradecerán jamás el pasado simplemente porque no son conscientes de este pasado, solo son conscientes de lo que les espera, del futuro y eso establece una relación de desigualdad, de desequilibrio, de cierta injusticia, por decirlo de alguna manera. Muchas de las reflexiones de Mercedes o de Miriam son reflexiones que a cualquier persona de mi edad le han venido a la cabeza en algún momento. 
Por ejemplo, en algún momento Miriam dice que la madurez consiste en que aún no has dejado de ocuparte de tus hijos y empiezas a ocuparte de tus padres, tienes dos frentes abiertos: uno por arriba y otro por abajo. Son estas reflexiones que creo que se nos han ocurrido a todos y que te encuentras a cierta edad, en ese momento de cierto agobio de tener esos dos frentes abiertos. Yo lo que busco con mis libros cuando  hablamos de miembros de una la familia es que todos tenemos una familia y que todos nos enfrentamos más o menos a problemas universales o que son comunes.

‘El amor de una madre era algo real, poderoso, subyugante -dice Mercedes-, no era uno de esos lugares comunes de los novelistas.’

Mercedes ya ves que lo que la hace mejor es la escritura; ella, en el momento en el que recupera la relación, aunque sea a través de cartas con su hija Sara, la recupera pero por escrito. La escritura no sé si te convierte en mejor persona, pero establece una distancia con los hechos, es decir, es como si las cosas sabes que tienes que sentarte aquí y ahora, como si las estuvieras viendo desde un momento posterior o si es desde un lugar tan lejano donde perdieran la gravedad, y es esta pérdida de gravedad, esta distancia probablemente lo que hace que Mercedes sea capaz de comportarse con cierta nobleza, con cierta generosidad que en la vida real no muestra, sino que hace lo contrario de su actitud habitual.

La conclusión es: ¿la literatura nos hace mejores? No me atrevería  a decirlo. Quiero ser optimista, quiero pensar que por lo menos a Mercedes, que tiene sus momentos bueno y sus momentos malos, uno de sus momentos buenos tiene que ver con su experiencia con la literatura, que le permite analizar la relación con su hija y el punto de vista de la hija y el suyo, ver con esa condición básica del escritor que consiste en ver desde todos los puntos de vista y no ponerse nunca de un lado y ponerse en otro lado. Entonces, yo creo que la gran lección que Mercedes aprende con la escritura es esa, que es capaz de reflexionar defendiendo sus intereses pero también defendiendo los de la otra persona y que todos tenemos una pequeña parte de razón.

Muchas gracias y mucha suerte, Ignacio.

Por Ginés J. Vera

martes, 20 de mayo de 2014

ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT: «Siempre había tenido la idea de escribir esta novela.»

Entrevista a la escritora Alicia Giménez Bartlett (Almansa, 1951) tras la publicación de su novela “Donde nadie te encuentre”, galardonada con el prestigioso Premio Nadal de Novela 2011. Considerada como la escritora española de novela negra por excelencia, ha sido reconocida y premiada internacionalmente por la saga de Petra Delicado. Nos sorprende así gratamente con esta novela, “Donde nadie te encuentre”,  basada en la vida de Teresa Pla, también conocido como Florencio Pla, o La Pastora, famoso por ser un maqui hermafrodita, detenido y encarcelado en España en los años sesenta.

   ¿Cómo descubrió al personaje de La Pastora?

   Yo lo descubrí desde niña, estudié en Tortosa y a los niños se nos decía que si nos portábamos mal vendría la pastora y nos llevaría. Era una leyenda viva de mi infancia. Siempre había tenido la idea de escribir esta novela, hubo un primer intento de hacerlo hace doce años pero tuve problemas de documentación. Hasta que no se dieron las circunstancias: un periodista local jubilado que empezó a investigar y que había pasado el tiempo; todo se puso de cara.

   Por lo que vemos en la novela, La Pastora entra en los maquis sin adhesión ideológica.

   Es verdad, no tenía formación cultural ni política aunque había visto muchas cosas. Vio como al dueño de la masía donde trabajaba lo mataba la Guardia Civil y claro, supongo que le impacto. También había hecho pequeños recados para el maquis. Su indefinición sexual también le llevó a unirse a ellos ya que por primera vez pertenecía a algo y la llamaban compañero. Encontró un acomodo, le enseñaron a leer que fue una de las cosas que más impresión le causó en la vida.

   ¿Cómo logró meterse en la piel de este hombre o mujer para contar sus vivencias en primera persona? ¿Habrá sido muy difícil?

   La novela tiene dos hilos narrativos. He buscado a dos personajes que nos acercaran a este personaje tan primario. Y hay otra parte, en primera persona, que es la parte que más me costó. Imaginar cómo se movía y pensaba este personaje fue difícil, intenté guiarme por los datos que tenía y por el mínimo de sentido común.

   ¿Le hubiera gustado conocerla?

   No, preferí no conocerlo. Verlo me hubiera dado claves. Siento respeto a quien ha sufrido.

   Hay un personaje en la novela llamado Francisco, ¿qué relación tenía con la pastora? ¿Tenían una relación sentimental, hasta que tiempo le afecto su muerte a La Pastora?

   Francisco fue el último de los amigos que le quedó en el maquis porque los mataron a todos. Francisco temía que los compañeros le fueran a hacer algo malo por un asunto algo turbio y decidió desertar. Le dijo a La Pastora de abandonar juntos y huyeron. Tuvo un gran afecto hacia Francisco. Con la muerte de Francisco se cortaba para La pastora el último vínculo con la sociedad.

   No tiene ninguna pretensión de novela histórica, me ha dado la sensación.


   No, no quería que fuera una novela histórica. He huido muy conscientemente del transfundo histórico. Está más cerca de lo sociológico que de lo histórico y mucho más cerca de la novela psicológica que de cualquier otra. Tiene un componente también de aventura e incluso un poco humorístico si cabe.

Muchas gracias y mucha suerte, Alicia.

Por Ginés J. Vera

lunes, 19 de mayo de 2014

LUIS GARCÍA MONTERO: «Creo que uno de los compromisos más importantes que tenemos los escritores es con el lenguaje, con los matices».

Entrevisté en la Feria del Libro de Valencia al escritor granadino Luis García Montero (Granada, 1958). Poeta y catedrático de Literatura Española es autor de once poemarios y varios libros de ensayo. Entre otros premios ha recibido el Premio Adonáis en 1982 por El jardín extranjero, el Premio Loewe en 1993, el Premio Nacional de Literatura en 1994 por Habitaciones separadas o el Premio Nacional de la Crítica en 2003, con La intimidad de la serpiente. Le entrevisto al hilo de su última novela titulada Alguien dice tu nombre.

Desde el título, Alguien dice tu nombre, nos advierte de la relevancia de lo que se nombra, de que las cosas importantes como la esperanza y el futuro comienzan dándoles entidad.

Este libro, entre otras, es una declaración de amor a la palabra, a las palabras. El protagonista encuentra trabajo en una editorial como vendedor de enciclopedias a plazos y, claro, las enciclopedias organizan el mundo a través de las palabras y, dentro de las palabras, en los nombres; en la enciclopedia tienen mucha importancia los nombres de reyes, de santos, de personajes históricos, de grandes escritores, y en la vida cotidiana pues quien te pone nombre está fundando su propia identidad y, en este sentido, el lenguaje te convierte en algo fundamental en las relaciones con la vida. Cuando el lenguaje se empobrece, se empobrece la realidad, y en estos casos de entendimiento, de dialogo, de comprensión del otro con el otro el lenguaje se empobrece mucho. Yo creo que uno de los compromisos más importantes que tenemos los escritores es con el lenguaje, con los matices, y en esta historia se vuelve mucho a la importancia del lenguaje y al sentido de dar la palabra a la realidad, palabra como esperanza como derrota, como miedo.

Esto me recuerda al filólogo y poeta Jaime Siles a quien entrevisté hace poco, me habló sobre la importancia de la palabra y la realidad a través de la palabra.

Es fundamental, a mi me gusta pensar que el escritor que está tiempo buscando una palabra precisa representa a cualquier ser humano que quiera hacerse dueño de sus propias opiniones. Lo bueno de la literatura es que se niega a reducirlo todo a titulares empobrecedores, como si el mundo fuese blanco o negro, como si fuese bueno o malo… La realidad está llena de matices y si no defendemos los matices acabamos en la prisa y la prisa siempre conduce al dogmatismo. El dogmatismo es simplemente la prisa de las ideas. Por eso es tan importante matizar: lo que de negro hay en lo blanco, el pequeño sí que hay en el no…, esto es importante tenerlo en cuenta y claro, por eso cuando enriquecemos el lenguaje enriquecemos la realidad. No es lo mismo la mirada de un campesino que ve volar a un animal en el cielo y sabe distinguir entre un buitre o un águila o  un halcón, por muy alto que vaya, que alguien que mire y lo único que ve es un pájaro; se empobrece mucho la realidad cuando renunciamos a la riqueza de las palabras.

Sitúa su novela en Granada, ciudad que conoce bien, ¿la ha elegido con algún propósito narrativo, por afinidad? Y el hecho de que transcurra en el verano del ‘63, ¿también es premeditado?

La historia transcurre en el verano del ‘63 en Granada, la ciudad provinciana de mi niñez y he jugado con mis recuerdos y con lo que yo viví de niño. El año 63 me parece significativo, tengo la impresión de que en esa época empiezan a producirse los cambios que desembocarán en lo que después hemos llamado la transición, en ese momento se está pasando de un España de posguerra dura, subdesarrollada, a una España que necesitaba abrirse a una nueva economía, a Europa. Hay muchos síntomas que poco a poco le permiten al protagonista pensar que la realidad se va abriendo al futuro y él está comprometido a abrirse a ese futuro. Por ejemplo, en la radio se deja de oírse solo copla española y empieza a oírse a Paul Anka, a los Beatles, música en inglés, aparece el twist, el rock, llegan a la ciudad turistas con costumbres distintas a las tradicionales. Ese mundo en transformación me ha servido para hablar de este personaje que ve que el mundo va cambiando y que no sabe a dónde.

Y con todo, ‘Alguien dice tu nombre’ es una lectura actual, o tal vez debiera leerse así, reflexionando sobre los ciclos de la vida, asumiendo que para cambiar el futuro a veces tenemos que empezar por cambiarnos a nosotros mismos.

Estamos viviendo también en una época de incertidumbre, el joven León Egea admira a la gente que le puede ayudar a cambiar y eso me parece importante, utilizar la admiración como una contra a la indiferencia, porque la admiración nos ayuda a veces a mirar aquello que tiene de positivo la realidad y a encontrar zonas luminosas debajo de las sombras. Ahora ocurre más o menos lo mismo, pero yo creo que hay un cambio fundamental, la incertidumbre de los años ‘60 podía ser vivida desde la esperanza, el mundo estaba cambiando, los jóvenes iban a vivir mejor que sus padres; ahora los jóvenes viven el cambio con el sentimiento de pérdida, a lo mejor pierden algo que antes se daba por seguro, ahora hay un sentimiento de ánimo distinto.

Con su bagaje narrativo, tanto en prosa como poético, reconocido con diversos premios, me preguntaba por cómo encara usted cada nuevo libro, cómo surge y qué compromisos se marca frente al lector potencial.


Yo creo que el lector es una imagen fundamental para el hecho literario. Para que funcione el hecho literario el lector es tan importante como el autor, y cuando uno escribe se inventa un lector ideal con el que dialoga, para el que trabajar. ¿Cómo me lo imagino yo? Pues como un lector que le gusta ser el dueño de su propio tiempo, que se ha cansado de la idea del tiempo que se ha impuesto en la sociedad, que es la del riesgo, la del vértigo, del tiempo de la especulación; me gusta la gente que levanta la mano y para el tiempo para meditar lo que siente, para hacerse dueño de sus propias opiniones, me gusta la gente que busca los matices que es capaz de reflexionar con los libros y la gente que sabe emocionarse porque se siente comprometida con la condición humana, con los sentimientos humanos. El lector que yo busco no es el especialista en filología, no es el compañero gremial de oficio de escritor, yo no escribo para escritores, escribo para lectores que quieren meditar sobre el mundo y que se sienten orgullosos con no ser ignorantes analfabetos ni abandonarse al populismo para que los manipulen como un rebaño.

Muchas gracias y mucha suerte, Luis.

Por Ginés J. Vera.

lunes, 12 de mayo de 2014

PEMÓN BOUZAS: «No pretendo hacer novela histórica y menos en esta última.»

Pemón Bouzas (Santiago de Compostela, 1957) trabaja en la TVG donde ha presentado y dirigido numerosos programas y documentales. Ha publicado de las novelas ‘El informe Manila’ (2005) y ‘Las luces del Norte’ (2008), siendo autor también de ‘100 cosas que hacer en Galicia’ (2010) y junto a X. A. Domelo ‘Mitos, ritos y leyendas de Galicia’ (2000) y ‘Santiago de Compostela, y después de abrazar al santo ¿qué?’ (2004). En 2013 ganó el LX Premio Ateneo de Ciudad de Valladolid con La voz del viento, novela por la que le preguntamos en esta entrevista.

Enhorabuena por el Premio Ateneo de Valladolid, segundo más antiguo después del Nadal. Debe de ser especial recibir un premio así.

Especial es el premio en sí, pero sobretodo un premio como este, teniendo en cuenta que durante tantos años, hasta los últimos de su vida, el Ateneo lo dirigía Miguel Delibes, uno de los grandes y, por lo tanto, aunque hay muchos ganadores que no resultaron muy conocidos, sus obras eran muy literarias, de mucha calidad literaria. Por eso me gustó. Hoy no se desdeña nada en absoluto y el prestigio de estos premios, el Nadal y éste.

Y un premio limpio, además.

Es un premio de los literarios que se apoyan que apoyan la novela, la verdad es que fue una satisfacción enorme porque no me lo esperaba. No me presenté al premio, me presentó mi mujer; cuando faltaban cuatro días me llamaron por teléfono para avisarme de que estaba entre los cuatro finalistas y que estuviera atento al teléfono en cuatro días porque al ganador le llaman por teléfono desde un acto público, protocolario desde el Ayuntamiento, con prensa. Y entonces dije: vale, perfecto. Yo ese día a las doce, doce y media, me dije ‘pues ya nada’, y me fui a comer a un sitio donde no había cobertura. Y suena el móvil y lo cogí de casualidad, me dijeron: acaba de ganar el premio Ateneo de Valladolid, y no me lo creía; luego oí las carcajadas, la gente del público, y a partir de ahí la vorágine de medios, etc.

Esta novela surgió de algún modo a raíz de la crisis actual, ¿es cierto?

En parte. Yo estaba buscando documentación sobre un personaje que forma parte del imaginario gallego, Maria Soliña, que es una mujer que fue acusada de hacer bruja hace cuatrocientos años y juzgada por la Inquisición de Santiago y que después las coplas populares empezaron a hablar de ella. Poco se sabía y poco se sigue sabiendo. Me parecía muy atractivo este personaje, saber qué pasó con esta mujer –siempre busco mujeres en mis historias no sé porque–; ella tenía sesenta años cuando le pasó. Durante los años de mi investigación, con buena ayuda de profesores de la Universidad de Santiago que me iban guiando, ya estaba harto de lo que estaba pasando en nuestro país, de ver la desolación, de no ver futuro, de ver gente que se iba a la calle…, y tenía ganas de escribir sobre la crisis. Más o menos por entonces caen en mis manos documentos que hablan de todos los acontecimientos que tuvieron que ver con este personaje y de otras mujeres, mujeres que fueron juzgadas en la misma comarca, en las rías bajas, en Cangas, que es la parte norte de la ría de Vigo. Esas mujeres empezaron a ser acusadas y juzgadas por brujas justo después de que ese pueblo haya sufrido una crisis, pero su crisis no fue una crisis financiera sino de los cañonazos de once veleros de tres mástiles de piratas berberiscos. Y de la población de unos 800 habitantes del burgo de Cangas, el pueblo en sí que fue atacado, mataron a unos 200 habitantes. Eso, lo primero, destroza a las familias y segundo, derrumba la economía y al mismo tiempo hace que aflore los aspectos más negativos de las personas y los que quieren seguir manteniendo a su poder tienen que recurrir a explotar a los pobres, a los trabajadores y a la gente honrada para seguir manteniéndose, mantener ese poder de una manera fácil. Se acusó a algunas curanderas, meigas y, al mismo tiempo, a mujeres pobres de solemnidad… Para que no nos acusen de que vamos detrás de mujeres ricas y las condenan para expropiar sus bienes.
En la novela también hay amor, hay esperanza, son elementos que forman parte de todas mis novelas; es una novela de personajes secundarios.

Basarse en hechos históricos, aun ficcionando, se asemeja en parte al periodismo de investigación, buscar lo que está escondido o poco conocido, como periodista ¿le resulta más cómoda la novela histórica que otros géneros más fantásticos?

Bueno, de momento, tres novelas que he publicado tienen una base histórica, me gusta mucho la Historia, pero no pretendo hacer novela histórica y menos en esta última. Me gusta lo fantástico porque lo fantástico forma parte de mi tierra. Cuando hablé en una ocasión con García Márquez y le pregunté qué era el realismo mágico me dijo: «¿usted es gallego?, mi abuela era gallega y ¿qué quiere que le explique?». Mis obras viven en las obras de Cunqueiro, de Valle-Inclán…, viven vivos y muertos juntos; en mis obras no hablan los muertos, pero está presente la Santa Compaña que va a anunciar una defunción, y la presencia de leyendas sobre el mal. Para mí es muy importante de esta novela la parte que es la de la tradición del pueblo gallego. Y es investigación periodística, es fantástico poder investigar, es muy estimulante; aprendes y además las posibles ideas que tenias preconcebidas de lo que querías escribir te las puede hacer modificar. Va creciendo todo, va creciendo a medida de que te vas documentando y tomando notas, y vas dibujando un personaje, o vas diciendo creo que voy por aquí o voy por allá; vas aprendiendo técnica periodística después de todo. No puedo hablar de técnica de investigación como historiador porque voy a fuentes de los historiadores contemporáneos.

La invasión de los piratas berberiscos a la región donde se desarrolla la novela es un suceso clave, como lo es la lucha y la solidaridad para hacerles frente, ¿hay un mensaje de fondo para que nos concienciemos de otros piratas modernos?

Creo que está de fondo en toda la novela, desde que el propio narrador, un funcionario, en el momento en el que hace un acto de reflexión, de contrición de las cosas que le habían sucedido mientras era probado toda la Inquisición, pues él mismo dice que en cuántas ocasiones tuvo que mirar para otro lado porque sabía que lo que estaba haciendo su institución no atendía a justicia, a la verdad de la justicia. La solidaridad de los pueblos surge cuando hay gente valiente que quiere defender al pueblo. Al mismo tiempo, mientras se producía el ataque de los piratas, hubo gente que puso pies en polvorosa. Y el pueblo está defendiendo lo suyo y está defendiendo lo de los que se marcharon, porque al defender el pueblo defiende a toda la sociedad, a toda la estructura del pueblo. El mensaje es que solamente la gente honrada con principios, con valores morales que creen en sí mismos y en sus vecinos y en la solidaridad es la que puede mover a la propia sociedad para defenderse, en este caso era contra unos piratas berberiscos y en la actualidad no sabemos contra quién, contra la injusticia que viene de aprovecharse de una situación de crisis provocada por los especuladores para seguir machacándonos y todo lo logrado en años.

Algún detalle sobre Maria Soliño que pueda revelarnos y que haya quedado fuera de la novela por exigencias del guión.


No, porque lo poco que se sabe lo he utilizado completamente. Y a partir de ahí he incluido por donde podían ir los tiros, he novelado a partir de eso. Hay gente que la va a leer, gente gallega que conoce a Maria Soliño, está en el imaginario, conservando el personaje conocido; no sabemos qué paso con ella, pero sabemos que fue una bruja, pero no hay nada más, yo no he descubierto nada más. Lo que se sabe está en el libro, que era una mujer, que era una bruja y cómo actuó la Inquisición, como actuaron las autoridades del pueblo contra ella.

Muchas gracias y mucha suerte, Pemón.

Por Ginés J. Vera

lunes, 5 de mayo de 2014

JAIME SILES: «Un traductor es un gran lector de la obra porque la tiene que leer, entender y reescribir.»

Esta entrevista es muy especial, en tanto quiero dar las gracias a Jaime Siles por su amabilidad y dedicación al abrirnos las puertas de su casa para llevarla a cabo. También mi agradecimiento a Sergio Martínez, por sus excelentes fotografías y haber hecho posible esta entrevista y la difusión en un importante medio de comunicación valenciano.

Jaime Siles es profesor universitario en la Universidad de Valencia además filólogo, traductor y poeta. Doctor en Filología Clásica ha sido nombrado autor del año 2014 por la Generalitat Valenciana. Entre sus muchos reconocimientos como escritor destacar el premio Loewe de poesía en 1989 o en el premio de las Letras Valencianas en 2004.

¿A qué cree que es debido que España presente unos índices de lectura y comprensión lectora bajos respecto a otros países tanto dentro como fuera de la Unión Europea y cuál sería la fórmula para mejorar esta situación?

Creo que España tiene especialmente la asignatura pendiente de nuestra democracia y es, sin duda alguna, la educación. La educación debe hacer que la gente aprenda no una lengua sino varias, que sea capaz de expresarse en ellas, que sea capaz de leerlas porque es la única manera que tenemos los españoles hoy de ser europeos de pleno derecho. Si no dominamos las principales lenguas europeas somos ciudadanos de segunda categoría no de primera. Y en el sistema español hay unas deficiencias muy claras, y una sobre todo es la no valoración del esfuerzo. Durante años se ha penalizado el esfuerzo y eso es un gran error porque desde la Ilíada hasta hoy sabemos que la moral de occidente se ha basado y esta ha sido la base de nuestro progreso en las palabras de la Ilíada: Esfuérzate por ser el primero y el mejor en todo. Y aquí llevamos 20 o 30 años en que parece que hay que esforzarse por ser el peor, por ser el más tonto de la tierra. Eso no puede ser modelo absolutamente de nada.

¿Qué supone para usted recibir el reconocimiento como Escritor del año 2014 de la Generalitat?

Para alguien que ha vivido veintitrés o veinticuatro años en el extranjero, alejado de España y de Valencia, supone un gran reconocimiento como el que me hizo la Generalitat Valenciana, en el año 2004, al darme el premio a las Letras Valencianas, o como me hizo el Ayuntamiento hace unos meses cuando me nombro hijo predilecto de la ciudad. Yo creo que un reconocimiento como éste lo que supone es un refrendo de la ciudadanía, es decir de los propios paisanos, ¿qué más se puede pedir?

¿Dónde se integra la función de un filólogo en el contexto de la sociedad actual?

Creo que en un contexto muy importante. Hay muchos tipos de filólogos, yo soy un filólogo clásico, es decir, que me dedico a las lenguas antiguas, las que han sentado las bases de nuestra civilización y, naturalmente, la filología es una manera de entender no solo la Historia sino también la realidad, porque la filología es lo que nos enseña la representación verbal de la realidad. Un filólogo sabe si la realidad está bien representada verbalmente, si no lo está es una imperfección o una falsación, según sea voluntaria o involuntaria esa falta de exactitud de la verbalización. Yo creo que la filología es muy importante porque la palabra lo es. Nosotros tenemos identidad porque tenemos lenguaje, si no tuviéramos lenguaje careceríamos absolutamente de identidad, seríamos como un vegetal o como un perro, y es el lenguaje lo que nos permite articular en conceptos todo lo que la Historia de la Humanidad ha ido adquiriendo como conocimiento y experiencia, si eso no se pudiese trasladar al concepto a lo mejor quedarían monumentos en piedra, pero no quedaría una palabra, no quedaría un lenguaje que pudiese trasmitir.

El conocimiento de la cultura clásica, del latín o el griego en el sistema educativo ¿qué cree que aporta a los futuros ciudadanos de nuestra sociedad?

La única manera de ser ciudadano de verdad es sabiendo porqué se hizo la democracia en Grecia y cómo se continuó en la república romana. Piense usted que cuando se hace la gran revolución -que es la revolución francesa, porque es la única que sigue todavía viva-, ésta se hace tomando como ejemplo Roma, la República. Montesquieau escribe en esa dirección, y cada vez que la cultura occidental se ha apartado de las bases del latín y del griego y de las bases de la democracia y de las bases de la república romana el hombre ha empezado a caminar a cuatro patas y no le ha salido rabo de milagro. Y cada vez que ha sucedido lo contrario, ahí tiene usted el renacimiento, ahí tiene usted la ilustración por poner dos ejemplos claros, toda la humanidad ha ido hacia delante. De manera que yo creo que el latín y el griego cumplen una función muy importante, o deberían cumplir una función muy importante en el bachillerato. El bachillerato está irreconocible. En mi época, cuando yo estudiaba en el bachillerato, lo importante era, en ciencias: las matemáticas, la física y la química; y en letras: el latín y el griego. Ahora no. Me he entrevistado cuatro veces con el ministro Wert, me he entrevistado en la Moncloa con los asesores de Rajoy y, bueno, hemos conseguido que el griego no quede muy bien, pero el latín y la cultura clásica lo hemos salvado. No hemos llegado a los objetivos máximos deseables, pero hemos salvado unos mínimos.

Hablando precisamente de política, ¿cómo han afectado las políticas de austeridad a la cultura española y cuándo cree que podrá revertirse esta situación?

No sé cuando se podrá revertir porque eso depende de unos parámetros internacionales, pero parece que tardaremos un tiempo de salir de aquí, unos cuantos años, una década tal vez. Pero, en cualquier caso, yo creo que ha sido muy duro para el cine, muy duro para la música, el IVA sobre los espectáculos y sobre el libro es un atropello y no digamos el problema con los estudiantes la universidad, que tienen muchos menos medios. Los profesores cobran hasta un treinta o un cuarenta por ciento menos, no hay plazas que vuelvan a convocarse en las oposiciones. Después de lo invertido, con el sacrificio social que supone en la formación de una generación, esta generación la estamos exportando. Es una ley antieconómica se mire por donde se mire.

Quería preguntarle por una afirmación suya: ‘el traductor y el crítico textual son los mejores lectores de una obra’.

Sí, yo he traducido de varias lenguas, la traducción me gusta mucho, en periodos de sequia. La traducción ayuda mucho porque es una especie de gimnasia lingüística y mental que mantiene la temperatura poética. Cuando yo he dicho eso me he referido a que un traductor tiene que reescribir en otra lengua aquello que un escritor escribió en la suya propia, y entonces termina conociéndola muy bien porque ve las limitaciones no de esa obra, sino del propio idioma y de la propia cultura para esa obra. En ese sentido es un gran lector de la obra porque la tiene que leer, entender y reescribir. Muy parecido a eso le pasa al crítico textual, el crítico textual es un especialista dentro de la filología y lo que tiene que hacer es fijar un texto. Imagínese usted que tiene una novela de Galdós y que en Galdós hay ocho ediciones distintas: unas con erratas otras sin erratas, unas en las que hay una palabra que se han comido, otras en la que no. ¿Cómo fijar el texto? Por eso el crítico textual debe conocer al autor mejor que el autor a sí mismo, para saber qué palabra es la que debe entrar ahí en el caso de que este falte o cuál de esas distintas versiones del mismo texto es la canónica o sería la mejor. Son lectores muy especiales, yo los he admirado mucho, porque si creo con Borges que la literatura de creación sobre todo es literatura de lectura en el sentido de que de si usted y yo supiéramos, como dice Borges, cómo va leer un hombre en el año 2040 sabríamos cómo va a escribir ese hombre en el año 2040. Si usted supiera el código de lectura o el punto de vista desde el que se lee sabría el punto de vista desde el que se va a escribir.

¿Hay en nuestra cultura una cultura humanística?

En nuestra cultura hay una base de cultura humanística, lo que pasa es que en los últimos años de capitalismo desbordado y de un liberalismo sin precedentes se han venido muchas cosas abajo, entre ellas el humanismo. Y no solo digo el humanismo porque la gente que no quiera leer latín o griego no se ha venido abajo, no se ha venido abajo porque lo que se ha venido abajo es el concepto mismo de ser humano. Claro, esto es lo que no hay de olvidar, y claro, la gente ha confundido precio y valor, que es otra barbaridad. Las cosas de verdad no tienen precio, lo que vale de verdad está fuera del mercado. Y eso es lo que habría que enseñar, eso es lo que enseña la cultura humanística eso y a ser un buen conciudadano a respetar las leyes y sobre todo a ser crítico, porque la cultura humanística tiene como obligación la formación de una ciudadanía crítica, entendiendo por crítica aquella que es capaz de analizar un discurso político y decir: esto es verdad y esto es mentira; esto nos conviene y esto no nos conviene, eso es una cultura humanística, una cultura crítica. La capacidad de que usted pueda criticar, de que usted no vea el periódico y se lo creo que usted no vea la televisión y se lo crea, que usted sea activo en su pensar. Esa es la fuerza de la palabra.

Con la crisis, ¿se aprende el verdadero valor de las cosas?

No, la crisis es una llamada de atención como cuando uno se pone enfermo. Una crisis en una sociedad quiere decir que la sociedad está enferma, y cuando uno está enfermo también se tiene una crisis, solo que es una crisis de su organismo y usted produce automáticamente unas antitoxinas que le defienden. Una crisis hace que la sociedad se replantee cosas. Una crisis no es en principio siempre mala, puede ser muy buena, lo malo es siempre lo que produce la crisis, no la crisis en sí, sino las causas por lo que hemos llegado hasta allí y eso si hay que aprender de ello y, si es posible, hay que corregirlo. Pero en la historia de la cultura las crisis son continuas y no siempre uno sale de la crisis peor. Yo diría que casi siempre la crisis es consecuencia de una mala interpretación de la realidad, de una mala interpretación de los valores verdaderos. La crisis a lo que viene es a recordar a la gente lo que es verdad y lo que es real y aquello por lo que hay que luchar.

Muchísimas gracias y enhorabuena, Jaime Siles.


Por Ginés J. Vera.
Foto: Sergio Martínez

http://www.levante-emv.com/cultura/2014/05/04/tuvieramos-lenguaje-careceriamos-identidad/1107370.html