lunes, 28 de diciembre de 2015

JULIO CESAR CANO: «Aunque sea una novela policial, los protagonistas deben comer».


Última entrevista de 2015, en este caso al escritor castellonense Julio Cesar Cano con cierto apetito, no solo por encontrarnos estos días tan dados a las grandes comilonas, también porque la gastronomía está muy presente en sus novelas, más aún, en anteriores publicaciones -menos novelescas- de este autor, como lo son “Cocina, carretera y manta” o “94 Bocadillos casi imprescindibles” entre otras. 
   Le pregunto por su reciente novela ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’ (Maeva, 2015) segunda entrega del personaje Bartolomé Monfort, tras el éxito de la anterior novela ‘Asesinato en la plaza de la farola’ también publicada con Maeva.

Bartolomé Monfort es un policía atípico, chapado a la antigua, se comporta de forma peculiar, no sé si compararlo con Clint Eastwood o Pepe Carvalho, mejor le paso el testigo.
De Clint Eastwood le gustaría tener su resolución para acabar de forma taxativa con el mal; de Pepe Carvalho el estómago para trajinarse lo que cocina su fiel ayudante, Biscuter. A Monfort lo mueve la repulsión que siente por aquellos que abusan de los demás. La mejor comparación sería la de todos mis personajes leídos y mezclados a partes iguales. Monfort es sed de venganza, pero también es música, gastronomía y elegancia.

¿Por qué eligió para la intriga de ‘Mañana, si dios y el diablo quieren’ un elemento como los versículos bíblicos? ¿De alguna manera se relacionan con el propio título?
Evidentemente la iglesia se encuentra en un punto de mira no demasiado agraciado, seamos o no creyentes y pertenezcamos o no a cualquiera de las religiones existentes. La utilización de los versículos bíblicos en el libro marcó la pauta necesaria para crear un perfil determinado de los responsables de las muertes, capaces de despistar al lector a través de las páginas del libro. Y sí, por supuesto que en este caso se relacionan con el propio título.  

Volvemos al inspector Monfort, ¿cómo ha evolucionado en esta segunda entrega desde la primera a ojos de los lectores de ‘Asesinato en la plaza de la farola’ si juegan a descubrir las pistas de esos cambios?
Espero que el inspector Monfort y yo hayamos corregido en cierta medida algunos de sus hábitos y defectos en los que ambos no estábamos de acuerdo. Quiero creer que ahora, en algunas ocasiones, consigue contar hasta diez antes de decidir lo que va a hacer. Quizás sea algo más introvertido, pero es un ejercicio que deben realizar los lectores y que a mí, como autor, me encanta que me desvelen. Ahora, eso sí, no hay dos inspectores, es el mismo y así seguirá en adelante. De eso no tengan duda. La esencia es la misma. Los casos son distintos, y por ello cada uno provoca nuevas sensaciones en el inspector.

Ineludible las evidencias a la gastronomía en sus novelas, en la anterior del inspector Monfort y en esta, ¿se deben a su pasión por la buena cocina, a una continuación a sus libros publicados, al negocio familiar?
De todo lo que comenta hay mucho, sin duda. Siempre digo que aunque sea una novela policial, los protagonistas deben comer, y ya puestos, mejor que lo hagan bien. Los casos del inspector Monfort suceden en esta tierra, que para mí es uno de los paraísos de la buena gastronomía. Sería absurdo por mi parte no citar los magníficos arroces, el pescado, el marisco… Entre caso y caso, autopsias, informes, investigaciones, declaraciones, interrogatorios y demás pesadillas del mundo policial, es bueno deleitarse con unas clotxinas del Mercado Central de Valencia, por ejemplo.

Otro guiño personal en esta y la anterior investigación de Monfort es la reconocible banda sonora, lo digo porque usted ha trabajado en el mundo de la música ya como músico ya como manager.
La música siempre corre paralela a mis trabajos. En el pasado tuve una intensa actividad musical, es posible que eso haga que mis novelas tengan siempre canciones que discurren en las tramas, pero es también un rasgo de la identidad del protagonista, un hombre al que le gusta abstraerse escuchando a sus grupos preferidos, sobre todo cuando conduce pensativo intentando ordenar las pistas de los casos en los que trabaja. En los casos del inspector Monfort la música juega un papel muy importante, tanto, que a veces algunas de las letras de las canciones le ayudan a caer en pequeños detalles que de otra forma podrían escabullirse. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, las canciones que van apareciendo en las páginas del libro constituyen en sí una banda sonora bien reconocible y al gusto de muchos amantes de la buena música. Monfort es un confeso melómano que se deleita escuchando a Pink Floyd, The Rolling Stones, David Bowie, Harry Nilson, Blondie, Joe Cocker y tantos otros.

Ahora, sin dar pistas clave, ¿puede dar algún indicio de esas fases en las que se mueve el asesino?
Quien perpetra los crímenes intenta dejar pistas a través de los versículos hallados en los cadáveres, que son utilizados como tarjetas de presentación. Le gusta jugar con la policía, los despista, los lleva de aquí para allá manipulándolos a su antojo, involucrando a un gran número de personas que giran alrededor de las víctimas. Tiene unas fases marcadas que son las de la persecución, la tortura, la muerte, la mofa hacia los investigadores, y una clara fase final de espera a ser descubierto, tras haberse vengado de lo que realmente odia, que no es otra cosa que a los seres humanos.

‘Su mujer ni siquiera había querido tener hijos porque según decía «ya tenemos a mi madre, y ya sabes que los abuelos son como los niños»’. Háblenos del papel de la mujer en esta novela, acostumbran a tener un papel digamos secundario en el género negro.
Las mujeres son vitales en las novelas del inspector Monfort, no olvidemos que su mano derecha, en quien él más confía y se apoya siempre, es la agente Silvia Redó, que se ha convertido en una figura importantísima en los libros. Ella es el contrapunto al inspector, su tabla de salvación y su mejor punto de vista, el real, el de verdad, el de los pies en el suelo. Algunos lectores creen ver en ella a la pareja que necesita Monfort. Las mujeres aparecen en mis novelas de forma más que notable. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, la forense Sonia Trenco es una pieza importante en la trama. Una mujer culta con un trabajo muy importante que empaña sus días junto a un tipo que no la merece. La agente Silvia Redó, la doctora Sonia Trenco, Luisa Oliveres, Margarita Renau, la esposa de Monfort, Violeta Fortuny…  las mujeres ocupan un lugar insustituible, como no podría ser de otra forma, y con total seguridad lo harán todavía más en próximas entregas.

El género negro de algún modo ha sido reivindicativo, con tintes de denuncia social, en su caso ha optado más por lo literario, el entretenimiento. Aun así le preguntaría por algunas reflexiones de los personajes, la de Israel, por ejemplo, al asumir un trabajo a media jornada tras los recortes en el gimnasio donde trabaja o las motivaciones de Sonia, algunas mañanas, sobre si es eso lo que quiere hacer toda su vida: diseccionar cadáveres, escudriñar entrañas de personas.
Sí, a primera vista da la impresión de que quizás he optado más por el entretenimiento que por lo reivindicativo, pero estos aspectos están siempre presentes en los argumentos de mis novelas: la precariedad laboral que conduce a tener menos trabajo, menor sueldo y por lo tanto un decrecimiento de la calidad de vida en todos los aspectos. Ya lo cantaba en su día ‘El Último de la Fila’: “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”. En el caso de Israel Bonet se trata también de ese machismo estúpido de algunos hombres que no soportan ver a sus parejas femeninas triunfar en el ámbito profesional, y que muertos de celos son capaces de las peores atrocidades. Llegados a este punto, su pareja, la doctor Sonia Trenco se plantea si su trabajo como médico forense es lo que realmente quiere hacer, aunque descubrirá, cuando se suelte del lastre emocional, que aquello para lo que se ha preparado durante tantos años es, en efecto, su verdadera pasión.

Como escenario de los crímenes e investigaciones está Castellón, en apariencia una ciudad tranquila, quizá con ello quiere reivindicar nuestro patrimonio cultural, el hecho de que no hay que envidiar esos paisajes lejanos y truculentos de, por ejemplo, la narrativa negra escandinava.
Castellón, su provincia, y en general la Comunidad Valenciana, son mucho más que lugares, son verdaderos protagonistas de la novela. La exacta descripción de estas localizaciones es importantísima en mi forma de escribir, es uno de mis rasgos de identidad. Parte de la felicidad como escritor reside en que el lector sienta deseos de visitar los lugares por los que discurre la novela, conocer los pueblos y ciudades, visitar los monumentos, comer en los restaurantes que aparecen. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, el inspector Monfort se pasea también por las calles de la ciudad de Valencia: la Estación del Norte, la plaza del Ayuntamiento, el Mercado Central, y sobre todo esa iglesia parapetada entre el enmarañado trazado urbano del centro histórico de Valencia, que es la Iglesia de San Juan del Hospital, donde se esconden algunas de las partes más importantes del libro, el lugar que hará que el inspector vuelva una y otra vez sus pensamientos hacia sus regias paredes. Todo ello sin olvidar, ni por un solo momento, las delicias gastronómicas de la ciudad, motivo de recuerdo para aquellos que nos visitan. Porque ya saben, al final la memoria gastronómica es lo que prevalece en nuestra mente cuando recordamos un lugar visitado. También ocurre con los libros.

Muchas gracias, mucha suerte Julio Cesar y felices fiestas.

Por Ginés J. Vera.
Foto: Manuel Navarro Forcada (c)

miércoles, 23 de diciembre de 2015

FERNANDO MARÍAS: «Encontrar el tono para que emocione al lector ha sido muy complicado».



Con esta entrevista os deseo felices fiestas, ya que mañana es Nochebuena.

He elegido esta en concreto porque tiene un valor especial para mí, se la hice al escritor bilbaíno Fernando Marías, tras haber obtenido el premio Biblioteca Breve de Novela 2015 por ‘La isla del padre’ (Seix Barral, 2015). Concretamente en la Feria del libro de Valencia sentándome con él en la caseta donde firmaba ejemplares de su libro y de una manera casi espontánea por mi parte pues ese día no tenía previsto ir de ‘periodista’ o turronero como les apodan a los no periodistas en Perú, segú mi amiga Elga (un saludo).

Para quienes no conozcan a Fernando Marías decir que es novelista y cineasta, vive en Madrid, y es autor de las novelas ‘La luz prodigiosa’ (premio Ciudad de Barbastro 1991), ‘Esta noche moriré’, ‘El Niño de los coroneles’ (Premio Nadal 2001), ‘La mujer de las alas grises’ e ‘Invasor’. Ha escrito el guión de la película ‘La luz prodigiosa’, adaptación al cine de su novela homónima, que recibió numerosos premios internacionales, así como varias nominaciones a los premios Goya.

‘La isla del padre’ es un libro en que rinde un homenaje a la literatura y al cine, ¿no es cierto?

Sí, es un homenaje, a partir de la figura de mi padre que yo empiezo a narrar, a explicar, se convierte así en una novela en la que yo soy el protagonista, hay algo de novela de aventuras en este libro; es un homenaje a la literatura y sobre todo al cine, porque el cine salvó mi vida cuando era joven. Creo que lo puedo decir casi literalmente, yo vivía en el Bilbao en los años franquistas, en una ciudad gris, oscura, contaminada, franquista en manos de la iglesia franquista de la época… El cine surgió como un rectángulo blanco en la pantalla como un espacio de salvación, me metía literalmente en la película, era una especie de Alicia en el país de las maravillas, me metía en la pantalla y ahí era feliz y ahí soñaba con la idea de que otros mundos eran posibles, por eso he querido rendirle un homenaje y todo eso sale en este libro, la idea de que la fantasía es esencial para que la vida humana se desarrolle.

Viendo que hay una parte muy íntima, muy personal en el libro, ¿hasta qué punto a la hora de escribirlo, a la hora de ficcionar a uno le cuesta más que si tuviera que inventar un universo, para separar, para poder verlo en perspectiva, que uno no termine contándole batallitas al lector?

Yo creo que aunque yo me conozca mi historia y me la conozca muy bien, lo realmente difícil, lo que convierte la escritura de este libro en la escritura de ficción, es que todos estos hechos reales de mi vida hay que encontrar el tono adecuado, la forma adecuada para contarlos y convertidos en algo que el lector lea como un libro, como una novela, como un libro que le interese, ¿no? Yo con eso sí que he tenido que hacer un trabajo de autor de ficción, armando, elaborando una novela, encontrando el tono, las palabras precisas… Ha sido más complicado en este sentido que hacer una novela de ficción. Primero tienes que asumir que vas a contar la verdad y que lo vas a contar sin pudor –fueron las dos primeras premisas que yo me hice a mí mismo–, y luego te das cuenta de que no lo puedes contar de cualquier manera, encontrar el tono para que sea atractivo, para que emocione al lector eso ha sido muy complicado. 

Los lectores no sé qué opinarán pero al jurado del Premio premio Biblioteca Breve les ha gustado, enhorabuena. Pregunta casi obligada, ¿qué supone para usted el premio y qué para el libro?

Yo creo que primero, este premio es estupendo y buenísimo, para cualquier libro y cualquier escritor sería estupendo, pero en este acaso hay un añadido especial, este libro lo pensé durante años y lo escribí en el último año, durante 2014. Es un libro muy especial porque habla de la muerte de mi padre, es un libro íntimo, una conversación con él, un libro que yo todo el tiempo que lo escribí aunque, no fue un tema que me preocupaba, realmente pensaba que no lo iba a leer nadie, pensaba que podía ocurrir que no lo leyese nadie. 

Curiosamente parece que ha ocurrido justo lo contrario, es decir, el premio parece que ha abierto una espita según la cual los lectores que no me conocen de nada comienzan a leerlo; porque sí que lo habían leído gente cercana a mí, lógicamente mis amigos, mi familia, pero gente que no me conoce se acerca conmovida por el libro. Eso al final son las claves de un éxito que todavía estoy tratando de definir, ¿lo habré hecho tan íntimo, tan para mí que esté resultado a los lectores que se acercan a él? Creo que ese es el verdadero gran reto.

Y en estos tiempos de crisis, ¿un premio ayuda?

Claro, porque el libro se difunde, se ve, se promociona mucho, atrae los medios. Yo creo que hay cosas que están claras, los premios ayudan mucho a los libros y creo que un premio de estas características, y haber obtenido un premio como el de la Biblioteca Breve, ¿qué más se puede pedir?

Muchas gracias y mucha suerte, Fernando
.
Por Ginés J. Vera.
 Sinopsis

A mitad de camino entre la memoria y la fantasía, este libro surge a la muerte de Leonardo Marías, cuando su hijo Fernando se deja llevar por la escritura como alternativa al duelo y se adentra sin miedo en cada rincón de sí mismo y de su relación con el inalcanzable personaje que es el padre marino a los ojos del niño, del adolescente, del joven que fue y del hombre que es hoy. Padre e hijo embarcan rumbo al paisaje de la infancia y sus carencias, a la temprana fascinación por la literatura y el cine; un itinerario poblado por piratas y maleantes, por miedos y leyendas, por la presencia de un héroe misterioso que se convierte en referencia vital. En la libertad con que va desgranando ese viaje, Fernando Marías encuentra el punto de equilibrio entre la nostalgia y la realización, entre el miedo y la certidumbre.


FELICES FIESTAS

lunes, 21 de diciembre de 2015

JIMINA SABADÚ: «Hace falta siempre alguien que nos recuerde que (las injusticias) están ahí».



Entrevisto a Jimina Sabadú en el mismo hotel en el que entrevisté a Edmundo Díaz Conde. Ambos han venido a Valencia en su gira promocional tras resultar ganadores, cada cual en su modalidad, del Premio Ateneo de Sevilla de Novela. Jimina Sabadú lo ha hecho con su novela ‘Los supervivientes’ (Algaida, 2015) con la que ha resultado ganadora del  XX Premio Ateneo Joven de Sevilla. Como guionista lo ha sido de dos largometrajes (Faraday, La Máquina de Bailar) y directora de uno (La Pájara); como escritora, ha publicado en varias antologías y obtuvo el Premio Lengua de Trapo con’ Celacanto’ y edita la revista de azar literario ‘Ventura’, además de impartir clase de Dramaturgia y Literatura en la Universidad Camilo José Cela.

‘Los supervivientes’ es en cierta medida una novela reivindicativa de lo que está pasando; ¿hay que sobrevivir, no quedarse indiferente, salir adelante con una sonrisa?
 Bueno, no creo que sea actualmente, creo que a lo largo del tiempo, de la historia de la humanidad, se esté en la época de la caída del Imperio Romano, en el Renacimiento, en la de Martin Lutero clavando su tesis siempre va a ser igual, siempre está tu opción, la de quedarte… ¿cuál sería la palabra? Imparcial, no, indiferente tampoco, neutral, que es como dar la razón a lo que se lleva: no voy a opinar

Algo así como la mayoría silenciosa 
 La mayoría silenciosa, sí.

¿Como los de la última fila de la clase típica de un colegio cualquiera?
Bueno, los de la última fila no eran los más silenciosos…

Tiene razón, y ¿qué pasa cuando la gente no está fingiendo, cuando solo piensa en tener razón o pasarlo bien? ¿Somos más hipócritas de lo que pensamos o más conservadores?
Pues creo que eso que has dicho es que tenemos dos opciones vitales: o tener razón o pasarlo bien. Y lo he pensado mucho estos días y prefiero tener razón.

¿No se puede tener las dos cosas, tener razón y pasarlo bien?
Creo que no, no puedes tener razón y pasarlo bien, está muy reñido. No todo el rato, pero en gran medida está muy reñido, es una cosa en la que pienso mucho desde que me lo dijo un compañero de piso, me lo preguntó a menudo. Prefiero tener razón.

¿No prefiere pasarlo bien?
Es que no soporto la idea de no tener razón. Imagino la idea de no tener razón en nada nunca más y no lo soporto. 

Eso es muy nuestro, muy latino, ¿no le parece?
Si, si, es muy nuestro. Yo sé que es un defecto, que está muy feo, pero es la verdad. 

Los jóvenes protagonistas de esta novela estudian en un colegio privado de orientación religiosa, ese aparente ambiente culto no implica que vayan a ser mejores personas…
No, de hecho el colegio en el que estudies no determina el tipo de persona que eres, un poquito si determina tu orientación personal porque hay colegios que marcan mucho. 

¿El colegio El Pilar de Madrid, por ejemplo?
En El Pilar estaba pensando precisamente, los Jesuitas, La Salle, el Stela Maris en Madrid… colegios así, un poco más especiales; pero por lo general no creo que te marque. En los públicos y en los privados la estética es diferente, la orientación puede ser diferente, pero eres tú el que decide lo que vas a hacer o lo que no.

Me gustaría que nos hablase de 3 de los personajes que aparecen en ‘Los supervivientes’: Miguel Sanz, Aída Ruiz  y José Chapí.
Miguel Sanz es el alumno que no quiere volver a clase, es esa persona que dice: «No, no quiero volver», y por un motivo: que no le dejan vivir. Es una persona que a lo mejor tiene inquietudes, que a lo mejor es un poco distinta físicamente, aunque en la novela no se hable mucho de su físico, porque es irrelevante; es esa persona que quiere huir.
Aida Ruiz es ese tipo de chica…, la chica guapa de clase. Ella llama mucho la atención en su colegio y en su clase, pero es una ciudadana más, y esa chica tiene un secreto, un reverso oscuro, parece la típica chica mona, popular, pero ella tiene un fondo, pero es un fondo que ella quiere ahogar todo lo posible, y se encuentra con Miguel Sanz buceando en internet, en esa antesala de los polos que son ya un poquito tangentes con el interior real de la red.
Y José Chapí es el tipo de escritor tan abundante que pasado mañana puedo ser yo uno de ellos, que ha ganado un par de premios y ya está, que no lo ha ‘petao’. 

¿De José Chapí diría que es un juguete roto?
No, tampoco, porque para ser un juguete roto antes has tenido que ser un juguete guay.

Las injusticias también se cuelan en la novela, ¿sobre qué injusticias, grandes o pequeñas, es necesario seguir hablando?
Supongo que sobre todas, porque si esas injusticias no tiene quien las mencione se convierten en invisibles y hace falta siempre alguien que nos recuerde que están ahí y seguir luchando contra ellas, aunque sea las que tengamos más cerca, porque a veces es la que pasa más desapercibida, pero creo que cada uno debería decidir sobre lo que le parece injusto.

Muchas gracias y mucha suerte, Jimina.

Por Ginés J. Vera

jueves, 17 de diciembre de 2015

PREMIOS PLANETA 2015






Han pasado ya cinco años desde que acudiera por primera vez a una rueda de prensa para los medios de los Premio Planeta de Novela en Valencia. Fue como digo en 2011 cuando tuve la oportunidad de departir con Javier Moro e Inma Chacón, ganador y finalista, respectivamente de ese año. 

Pasan los años pero se mantiene, al menos en mi caso, la emoción tener tan cerca a los autores galardonados con uno de los certámenes literarios más importantes de España e Iberoamérica. Alicia Giménez Barlett no solo ha sido la ganadora de este año 2015 con su novela ‘Hombres desnudos’, también fue la primera autora con la que me estrené en una rueda de prensa literaria –casualmente– en 2011, tal y como le recuerdo a la hora de acercarle la novela para el autógrafo de rigor. En aquel año 2011 recibió el premio Nadal –otro de los prestigiosos en este país– con ‘Donde nadie te encuentre’.

Nostalgias aparte, en esta ocasión, en el mismo hotel pero en una sala distinta, más acogedora y con unos cafés de por medio (eso que se conoce como un ambiente distendido), los compañeros convocados nos vamos turnando en las preguntas tanto a Alicia como a Daniel Sánchez Arévalo, flamante finalista del Planeta 2015 con su novela ‘La isla de Alice’.

La novela ‘Hombres desnudos’ mira a la sociedad actual, a los problemas cotidianos con un puntillo provocador, reivindicativo en cierto modo, pues sus protagonistas son, de una parte treintañeros sin trabajo que acaban haciendo estriptis en un club; y de otra, mujeres que anteponen su trabajo sobre cualquier compromiso sentimental o familiar. Un cruce de caminos de amistades, sexo y maldad macerado en inteligentes dosis de realismo (o hiperrealismo) con el innegable pulso narrativo característico de Giménez Barlett.

La voz narrativa de ‘Hombres desnudos’ es una de las primeras sorpresas con las que se tropieza el lector, Giménez Barlett afirmó que lo que no ha querido es «captar la atención del público enseguida», pues el tema le exigía abordarlo despacio, dejando que los lectores se fueran familiarizando con los personajes, de ahí que «uno de los grandes dilemas que se presentan a la hora de escribir es el punto de vista». Me resultó curioso que considerase al narrador omnisciente como «algo trasnochado, decimonónico» apostando por la primera persona reconocible en su exitosa saga de Petra Delicado. «Este trabajo suponía un reto literario –admite–, he incluido la opinión que a cada uno (de los personajes) le merecen las palabras de su interlocutor. Esto ya sucedía en el teatro clásico y me parecía un recurso interesante».

Giménez Barlett no esconde hablar de la crisis tan presente en las motivaciones de sus personajes, y asegura que «la crisis ha afectado a la autoestima de las personas, a sus relaciones y eso no se puede olvidar de repente. (…) Nos dicen que tenemos que reinventarnos, pero yo digo que sin dinero es muy difícil conseguirlo»

Por su parte, Daniel Sánchez Arévalo nos descubre en ‘La isla de Alice’ a Alice, una mujer obsesiona con descubrir qué hay detrás de la muerte de su esposo, fallecido en un accidente de coche lejos de donde se suponía que debía estar. Una obra que, según nos dice, le ha llevado seis años y surgió como un guión cinematográfico.

La trama de esta búsqueda de verdades y obsesiones de Alice trascurre en los Estados Unidos de América, país en el que Sánchez Arévalo trabajó y vivió. Preguntado si podría haberse planteado en otro escenario es contundente: «Esta historia no funcionaría si la ubicara en otro lugar como España, por ejemplo. Solo me la creo allí»

Nos deja claro, también ese eterno matiz autobiográfico que, a veces,  es recurrente entre los que entrevistamos; Sánchez Arévalo sonríe y dice que esta novela «no es autobiográfica, en primer lugar porque yo no soy mujer. (…) La novela está llena de pequeños homenajes a cosas que giran a mi alrededor cada día». No solo llegó a confesar que le encantaría dirigir el guión de esta novela, sino que la ve más como una serie que como un largometraje. También que «con esta novela he intentado sumergirme en la clase social estadounidense media y alta, haciéndolo no como un europeo, sino como un norteamericano más».

En las fotografías dos momentos de la rueda de prensa, el que más emociona, al menos a mí. Esperando ya la próxima rueda de prensa con los premio Planeta de Novela de 2016. Quizá un día pueda estar, humildemente, al otro lado, en el del sofá y los autógrafos.


Por Ginés J. Vera.