lunes, 28 de diciembre de 2015

JULIO CESAR CANO: «Aunque sea una novela policial, los protagonistas deben comer».


Última entrevista de 2015, en este caso al escritor castellonense Julio Cesar Cano con cierto apetito, no solo por encontrarnos estos días tan dados a las grandes comilonas, también porque la gastronomía está muy presente en sus novelas, más aún, en anteriores publicaciones -menos novelescas- de este autor, como lo son “Cocina, carretera y manta” o “94 Bocadillos casi imprescindibles” entre otras. 
   Le pregunto por su reciente novela ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’ (Maeva, 2015) segunda entrega del personaje Bartolomé Monfort, tras el éxito de la anterior novela ‘Asesinato en la plaza de la farola’ también publicada con Maeva.

Bartolomé Monfort es un policía atípico, chapado a la antigua, se comporta de forma peculiar, no sé si compararlo con Clint Eastwood o Pepe Carvalho, mejor le paso el testigo.
De Clint Eastwood le gustaría tener su resolución para acabar de forma taxativa con el mal; de Pepe Carvalho el estómago para trajinarse lo que cocina su fiel ayudante, Biscuter. A Monfort lo mueve la repulsión que siente por aquellos que abusan de los demás. La mejor comparación sería la de todos mis personajes leídos y mezclados a partes iguales. Monfort es sed de venganza, pero también es música, gastronomía y elegancia.

¿Por qué eligió para la intriga de ‘Mañana, si dios y el diablo quieren’ un elemento como los versículos bíblicos? ¿De alguna manera se relacionan con el propio título?
Evidentemente la iglesia se encuentra en un punto de mira no demasiado agraciado, seamos o no creyentes y pertenezcamos o no a cualquiera de las religiones existentes. La utilización de los versículos bíblicos en el libro marcó la pauta necesaria para crear un perfil determinado de los responsables de las muertes, capaces de despistar al lector a través de las páginas del libro. Y sí, por supuesto que en este caso se relacionan con el propio título.  

Volvemos al inspector Monfort, ¿cómo ha evolucionado en esta segunda entrega desde la primera a ojos de los lectores de ‘Asesinato en la plaza de la farola’ si juegan a descubrir las pistas de esos cambios?
Espero que el inspector Monfort y yo hayamos corregido en cierta medida algunos de sus hábitos y defectos en los que ambos no estábamos de acuerdo. Quiero creer que ahora, en algunas ocasiones, consigue contar hasta diez antes de decidir lo que va a hacer. Quizás sea algo más introvertido, pero es un ejercicio que deben realizar los lectores y que a mí, como autor, me encanta que me desvelen. Ahora, eso sí, no hay dos inspectores, es el mismo y así seguirá en adelante. De eso no tengan duda. La esencia es la misma. Los casos son distintos, y por ello cada uno provoca nuevas sensaciones en el inspector.

Ineludible las evidencias a la gastronomía en sus novelas, en la anterior del inspector Monfort y en esta, ¿se deben a su pasión por la buena cocina, a una continuación a sus libros publicados, al negocio familiar?
De todo lo que comenta hay mucho, sin duda. Siempre digo que aunque sea una novela policial, los protagonistas deben comer, y ya puestos, mejor que lo hagan bien. Los casos del inspector Monfort suceden en esta tierra, que para mí es uno de los paraísos de la buena gastronomía. Sería absurdo por mi parte no citar los magníficos arroces, el pescado, el marisco… Entre caso y caso, autopsias, informes, investigaciones, declaraciones, interrogatorios y demás pesadillas del mundo policial, es bueno deleitarse con unas clotxinas del Mercado Central de Valencia, por ejemplo.

Otro guiño personal en esta y la anterior investigación de Monfort es la reconocible banda sonora, lo digo porque usted ha trabajado en el mundo de la música ya como músico ya como manager.
La música siempre corre paralela a mis trabajos. En el pasado tuve una intensa actividad musical, es posible que eso haga que mis novelas tengan siempre canciones que discurren en las tramas, pero es también un rasgo de la identidad del protagonista, un hombre al que le gusta abstraerse escuchando a sus grupos preferidos, sobre todo cuando conduce pensativo intentando ordenar las pistas de los casos en los que trabaja. En los casos del inspector Monfort la música juega un papel muy importante, tanto, que a veces algunas de las letras de las canciones le ayudan a caer en pequeños detalles que de otra forma podrían escabullirse. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, las canciones que van apareciendo en las páginas del libro constituyen en sí una banda sonora bien reconocible y al gusto de muchos amantes de la buena música. Monfort es un confeso melómano que se deleita escuchando a Pink Floyd, The Rolling Stones, David Bowie, Harry Nilson, Blondie, Joe Cocker y tantos otros.

Ahora, sin dar pistas clave, ¿puede dar algún indicio de esas fases en las que se mueve el asesino?
Quien perpetra los crímenes intenta dejar pistas a través de los versículos hallados en los cadáveres, que son utilizados como tarjetas de presentación. Le gusta jugar con la policía, los despista, los lleva de aquí para allá manipulándolos a su antojo, involucrando a un gran número de personas que giran alrededor de las víctimas. Tiene unas fases marcadas que son las de la persecución, la tortura, la muerte, la mofa hacia los investigadores, y una clara fase final de espera a ser descubierto, tras haberse vengado de lo que realmente odia, que no es otra cosa que a los seres humanos.

‘Su mujer ni siquiera había querido tener hijos porque según decía «ya tenemos a mi madre, y ya sabes que los abuelos son como los niños»’. Háblenos del papel de la mujer en esta novela, acostumbran a tener un papel digamos secundario en el género negro.
Las mujeres son vitales en las novelas del inspector Monfort, no olvidemos que su mano derecha, en quien él más confía y se apoya siempre, es la agente Silvia Redó, que se ha convertido en una figura importantísima en los libros. Ella es el contrapunto al inspector, su tabla de salvación y su mejor punto de vista, el real, el de verdad, el de los pies en el suelo. Algunos lectores creen ver en ella a la pareja que necesita Monfort. Las mujeres aparecen en mis novelas de forma más que notable. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, la forense Sonia Trenco es una pieza importante en la trama. Una mujer culta con un trabajo muy importante que empaña sus días junto a un tipo que no la merece. La agente Silvia Redó, la doctora Sonia Trenco, Luisa Oliveres, Margarita Renau, la esposa de Monfort, Violeta Fortuny…  las mujeres ocupan un lugar insustituible, como no podría ser de otra forma, y con total seguridad lo harán todavía más en próximas entregas.

El género negro de algún modo ha sido reivindicativo, con tintes de denuncia social, en su caso ha optado más por lo literario, el entretenimiento. Aun así le preguntaría por algunas reflexiones de los personajes, la de Israel, por ejemplo, al asumir un trabajo a media jornada tras los recortes en el gimnasio donde trabaja o las motivaciones de Sonia, algunas mañanas, sobre si es eso lo que quiere hacer toda su vida: diseccionar cadáveres, escudriñar entrañas de personas.
Sí, a primera vista da la impresión de que quizás he optado más por el entretenimiento que por lo reivindicativo, pero estos aspectos están siempre presentes en los argumentos de mis novelas: la precariedad laboral que conduce a tener menos trabajo, menor sueldo y por lo tanto un decrecimiento de la calidad de vida en todos los aspectos. Ya lo cantaba en su día ‘El Último de la Fila’: “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana”. En el caso de Israel Bonet se trata también de ese machismo estúpido de algunos hombres que no soportan ver a sus parejas femeninas triunfar en el ámbito profesional, y que muertos de celos son capaces de las peores atrocidades. Llegados a este punto, su pareja, la doctor Sonia Trenco se plantea si su trabajo como médico forense es lo que realmente quiere hacer, aunque descubrirá, cuando se suelte del lastre emocional, que aquello para lo que se ha preparado durante tantos años es, en efecto, su verdadera pasión.

Como escenario de los crímenes e investigaciones está Castellón, en apariencia una ciudad tranquila, quizá con ello quiere reivindicar nuestro patrimonio cultural, el hecho de que no hay que envidiar esos paisajes lejanos y truculentos de, por ejemplo, la narrativa negra escandinava.
Castellón, su provincia, y en general la Comunidad Valenciana, son mucho más que lugares, son verdaderos protagonistas de la novela. La exacta descripción de estas localizaciones es importantísima en mi forma de escribir, es uno de mis rasgos de identidad. Parte de la felicidad como escritor reside en que el lector sienta deseos de visitar los lugares por los que discurre la novela, conocer los pueblos y ciudades, visitar los monumentos, comer en los restaurantes que aparecen. En ‘Mañana, si Dios y el diablo quieren’, el inspector Monfort se pasea también por las calles de la ciudad de Valencia: la Estación del Norte, la plaza del Ayuntamiento, el Mercado Central, y sobre todo esa iglesia parapetada entre el enmarañado trazado urbano del centro histórico de Valencia, que es la Iglesia de San Juan del Hospital, donde se esconden algunas de las partes más importantes del libro, el lugar que hará que el inspector vuelva una y otra vez sus pensamientos hacia sus regias paredes. Todo ello sin olvidar, ni por un solo momento, las delicias gastronómicas de la ciudad, motivo de recuerdo para aquellos que nos visitan. Porque ya saben, al final la memoria gastronómica es lo que prevalece en nuestra mente cuando recordamos un lugar visitado. También ocurre con los libros.

Muchas gracias, mucha suerte Julio Cesar y felices fiestas.

Por Ginés J. Vera.
Foto: Manuel Navarro Forcada (c)

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