jueves, 10 de noviembre de 2022

La colina del Telégrafo. Entrevista a José Luis Muñoz

Siempre es un placer leer a mi colega José Luis Muñoz. Cuánto más poder disfrutar intercambiando impresiones, como en este caso, en forma de entrevista. Al caer en mis manos su última novela La colina del Telégrafo (Distrito 93), no he podido resistirme a compartir con vosotros esta entrevista mucho mejor que una reseña subjetiva acerca de la novela. Agradecido a José Luis y a la editorial, no menos agradecido a vuestros comentarios y sugerencias. 


  P.: ¿Por qué escribir una novela negra situándola en San Francisco a finales de los 80? 

  R.: Quería ser fiel a mí mismo. Fue en esa época, ya lejana, cuando viajé a la ciudad, así es que esa era la visión que yo tenía de San Francisco en el año en que se ambienta la novela. Por otra parte, esa época me daba mucho juego para introducir una serie de temas subyacentes: la epidemia del SIDA, que entonces era muy virulenta, y especialmente en el barrio en el que se ubica la novela, el Castro, que era, además, el barrio de los gays y lo sigue siendo; una situación muy complicada a nivel social derivada de que el anterior inquilino de la Casa Blanca, el ultraliberal Ronald Reagan, había abierto las puertas de los establecimientos psiquiátricos, con lo que el número de vagabundos de la ciudad, particularmente alto, creció de forma exponencial; y, por último, los coletazos de esa guerra absurda y tan cruenta que fue la de Vietnam, que, aunque hacía muchos años que había terminado, estaba muy viva en el imaginario colectivo estadounidense.

  P.: No me ha pasado desapercibido que el protagonista de La colina del Telégrafo sea un agente de policía afroamericano homosexual. Querría preguntarte por los estereotipos en la literatura, en especial en el género negro clásico y en el actual.

R.: Quería que el protagonista tuviera esas características raciales y sexuales que apuntas para romper los estereotipos que abundan en el género, con policías con características muy masculinas, fornidos y violentos.  Quería que llamara la atención del lector ese personaje que se va a ligar a saunas y tiene una pareja más o menos estable con la que tiene discusiones como sucede con cualquier pareja heterosexual. Situándolo en el contexto de San Francisco y en el Castro, que es el barrio gay de la ciudad, no es tan chocante. Lo de que fuera negro era romper una lanza por la integración racial en ese país que vemos un día sí y otro también que no funciona. Mad Walker es desenfadado, a veces encantador, sofisticado, odia los métodos violentos, se equivoca muchas veces en sus intuiciones, acepta sus fracasos y es, en definitiva, muy humano, muy lejos de los superhéroes a los que nos tienen acostumbrados las novelas policiales o las películas. Pero tampoco es un angelito. Tiene su pasado oscuro, precisamente en la guerra de Vietnam en la que combatió. 

  P.: Nuevamente, hay un buen puñado de referencias cinematográficas en esta novela. Casi un sello de la casa, a ninguno de tus lectores fieles nos sorprende ya. Hoy sí quiero preguntarte por la relación entre la industria cinematográfica y el sida. Lo leemos en un pasaje, al hablar de un actor norteamericano mítico. Que nos dieras tu opinión al respecto contextualizando la trama de La colina del Telégrafo.

R.: Con el tema del SIDA, que sobrevuela en La colina del Telégrafo, la sociedad fue muy hipócrita en general. Recuerdo, al principio, que era fácil escuchar en ambientes conservadores que los homosexuales se tenían bien merecido esa especie de castigo divino que los diezmaba por su conducta inmoral y prácticas contra natura. Este discurso duró hasta que el SIDA también empezó a hacer estragos entre los heterosexuales y personalidades como Rock Hudson, el eterno galán que iba de macho alfa, o Freddy Mercury lo contrajeron y fallecieron. Conviene recordar esa epidemia letal y el comportamiento ambiguo de la sociedad que fue muy diferente frente al Covid. Hay quien todavía cree que el SIDA fue una plaga divina para limpiar de pecadores la faz de la tierra. Al enfermo de SIDA se le estigmatizó a conciencia, haciéndolo sentir culpable de su propia enfermedad. De hecho, conocidas personalidades que murieron de esa enfermedad en nuestro país ocultaron la causa de su muerte.

  P.: Uno de los personajes de La colina del Telégrafo echa pestes de su ciudad. La tilda de “asquerosa, putrefacta”. Es más, añade que es “la ciudad más europea del país. La ciudad está infectada de maricas y de sida”. No sé si el concepto que tenían entonces de Europa en los EUA ha cambiado. Me consta que hay quien piensa que Frisco es la una de las ciudades más bellas del mundo. 

  R.: Frisco, como dices, es una de las ciudades más bellas del mundo. Esa opinión, que pongo en boca de un personaje secundario, todavía persiste en buena parte del país, en esa América profunda, ultrarreligiosa y ultraconservadora, mayoritariamente blanca, que desprecia a los recién llegados latinos que ponen en peligro su identidad wasp (white anglo-saxon protestant) de la que se sienten tan orgullosos. Es ese segmento social que en el siglo pasado linchaba negros que ahora asesinan policías de gatillo fácil que actúan con una total impunidad salvo puntuales excepciones. El caso Floyd acabó con la condena de sus asesinos por las protestas sociales que generó a raíz de la difusión del video, pero más tarde asesinaron en Ohio a Jayland Walker por una infracción de tráfico con sesenta disparos, que ya son, y no pasó nada. La sociedad norteamericana es mucho más compleja que la europea porque todavía no se ha labrado una verdadera identidad por su misma composición tan heterogénea a nivel cultural y racial. Para una parte de los estadounidenses, Europa es una entelequia incomprensible, nuestra laicidad choca frontalmente con sus constantes invocaciones a Dios por parte de esos sectores conservadores herederos directos de los pioneros que conquistaron el país a sangre y fuego.  Pero hay una infinidad de naciones dentro de Estados Unidos. Uno viaja a Nueva Orleans y cree estar en una ciudad del Tercer Mundo, y lo mismo ocurre con determinadas zonas de Nueva York. 

 

P.: “Es importante asumir el pasado”, dice uno de los personajes. Gracias a asumirlo dice no tener pesadillas y poder dormir tranquilo, aunque también leamos un crudo relato sobre ese “pasado” en Vietnam. En el caso del detective Walker, no es así. Una experiencia traumática le persigue. ¿Qué podemos contarle a los lectores al respecto sin desvelar en exceso?

  R.: Dos formas de enfrentarse a la pesadilla, la del psicópata fanático y patriota que obtiene un oscuro placer matando por su país, y la del que aquello le horrorizó y traumatizó. Mad Walker, el detective protagonista de La colina del Telégrafo, estuvo en Vietnam y protagonizó, o fue testigo, de determinadas acciones de las que no se sienta nada orgulloso. Tiene pesadillas recurrentes, duerme mal, los asesinatos de las muchachas vietnamitas le hacen revivir de nuevo ese horror con el que debe vivir. Hay otros personajes, en cambio, que se enorgullecen de lo que hicieron, de los crímenes de guerra que cometieron por el bien de Estados Unidos. Patriotas sin entrañas, que los hay. Toda guerra en sí, salvo si es para defenderte de una agresión, es criminal, y lo estamos viendo ahora con la invasión de Ucrania y esos soldados rusos que asesinan a civiles impunemente porque la guerra les da carta blanca para hacerlo, desata los peores impulsos. 


  Para quienes no le conozcan, pues ya es un “viejo” inquilino de Maleta de libros, os dejo estos enlaces.

  La bahía humeante. Entrevista a José Luis Muñoz

  El mokorero del Okavango. Entrevista a José Luis Muñoz


  La colina del Telégrafo. José Luis Muñoz. Distrito 93.

2 comentarios:

  1. Tenía apuntado ya su libro de relatos y voy a tener qeu apuntar también esta novela, que pinta bastante bien. Muy buena entrevista.
    Besotes!!!

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  2. Vaya, pues libros de relatos tiene varios, seguro que te refieres al que ha escrito con su nieta. Te gustará. Un saludo.

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