lunes, 28 de septiembre de 2015

DOLORES GARCÍA: «Una novela tiene que tener al lector metido en un ambiente, porque para lo otro ya están los libros de Historia».



Quedo con Dolores García Ruiz en la cafetería del mismo hotel de Valencia en el que la conocí cuando presentó su novela ‘La reina del azúcar’ con una gran afluencia de público. En esta ocasión departimos antes de preguntarle directamente por ella, por su segunda novela. ‘El secreto de Monna Lisa’, su primera novela, fue traducida a varios idiomas y publicada en numerosos países. Precisamente comienzo por preguntarle si ambas novelas tienen algo en común. Así es, me dice, «En el fondo, lo que llamaríamos el tema, yo creo que viene a ser muy similar, es la búsqueda de uno mismo, a la construcción de uno mismo a lo largo de la vida. Quizá en Inés Belmonte se vea más claro todavía que en ‘El secreto de Mona’ Lisa respecto a Leonardo. Yo creo que lo que tienen, tanto Lisa e Inés, es ese punto en común, son personas que no lo tienen nada fácil, lo tienen muy complicado y que tienen que estar luchando frente a todos los obstáculos que se les interponen para ser como son ellas, es muy complicado y medio lo consiguen, no lo acaban de conseguir nunca del todo, pero en esa lucha está lo hermoso de su existencia, y quizá sea lo que guste al lector cuando lea a la novela»

Y aunque el tema es el mismo, adivino que emplazar a ‘La reina del azúcar’ en Melilla, su ciudad natal, no es casual, que es una manera de rendirle un homenaje. «Sí, claro que sí, por supuesto –afirma–. A mi ciudad natal y a los melillenses porque, fíjate que cosa más curiosa, es una ciudad tan hermosa que es la segunda ciudad en el mundo con mayor patrimonio modernista después de Barcelona, y sin embargo, la mayoría de los españoles la desconocen, no saben que joyita que tienen en el Mediterráneo. Si, es un homenaje porque es una ciudad que ha luchado mucho por sí misma, por mantener una serie de valores occidentales, realmente es la puerta de Europa y lleva más de 500 años siéndolo, no es nada nuevo»

Lo que me cuenta a continuación, me sorprende a mí casi tanto como a ella en su momento, mientras se documentaba para escribir esta novela. «Fíjate que cosa más curiosa uno de mis personajes, el comandante Fonseca, que en la novela se encuentra implicado en los documentos que está investigando pues, paralelamente, a mí me ocurrió lo mismo; yo estaba documentándome para hacer la novela y me encontré con la sorpresa que a mí, personalmente lo que estaba investigando, me afectaba. Resulta que ese capítulo en concreto, no lo conocía, desconocía lo que había hecho el regimiento nº 14, que se había sacrificado para ganar tiempo, para que otras tropas salvaguardaran a las mujeres y a los niños que estaban indefensos en Melilla. Entre esos niños había 3 que con el tiempo fueron familia mía. Me llevé una tremenda impresión al descubrir aquello, estaba descubriendo que parte de mi propia historia, de alguna forma directa yo había nacido gracias al sacrificio de aquellas personas y esto me conmovió»

Y es que en la novela se relata un hecho histórico que sucedió en el norte de África contemporáneo con los personajes de la novela. «Es un episodio desconocido para la mayoría de la gente, si fuéramos americanos, británicos o franceses habría unas 500 películas por no decir 500 novelas sobre ese episodio realmente impresionante. Cómo no llegaban a 600 hombres y se enfrentaron a 18,000 con tal de ganar tiempo, porque sabían que de allí no iban a salir; tenían mujer, tenían hijos, algunos tenían novias, simplemente estaban vivos y querían seguir viviendo. Era la única manera de que, lo que era la infantería corriendo para darle tiempo a coger un trenecito que les podía llevar a Melilla antes de que la caballería de Abdelkrim pudiera acabar Melilla a conquistarla. Porque Melilla era la gran promesa de Abdelkrim, esos hombres rifeños le seguían a cambio de lo que se les había prometido, que era el saqueo de las poblaciones por las que iban pasando y el gran tesoro: Melilla. Las casas, las mujeres, todo lo que pudieran encontrar allí, y al final con la incertidumbre de no sé si muero, si lo van a conseguir o no, pero era por la oportunidad y si, fue suficiente para que pudieran llegar».
Por descontado, aunque Dolores García me dio algún detalle más prefiero no desvelarlo y dejar a los lectores que lo averigüen entre las páginas de ‘La reina del azúcar’. Lo que sí debe saber el lector es que no es solo histórica, tiene dos partes diferenciadas, la novela está narrada en contrapunto, alternando pasado y presente, lo escogió así, me indica, para darle agilidad a la historia. «Esa era la idea, porque lo que no quería era, de alguna manera, soltar el rollo histórico. Porque una novela tiene que ser eso, ficción y tener al lector metido en un ambiente, porque para lo otro ya están los libros de Historia; sobre todo quería contar historias, historias de personas, historias de personajes, porque todos los que aparecen ahí conforman una especie de mosaico, de personajes reales y de ficción. Yo quería contar la historia de una serie de personas que se ven en una situación límite y cómo con sus pocos recursos son capaces de ir superar esos obstáculos. Quizá es lo que ocurre a lo largo de la evolución del personaje de Inés Belmonte, que comienza de una manera, enriquecida con los sufrimientos, con lo que ha disfrutado de la vida. Es una lección de vida, un enseñarnos cómo se pueden superar las situaciones difíciles y cómo, a pesar de ir viviendo grandes dramas, cómo se puede salir enriquecido de lo que aprende, triste, dolido, pero enriquecido».

Para personajes quien da título a la novela, la protagonista, Inés Belmonte. Le pregunto a Dolores García por esta, por los rasgos que destacaría, a lo que me indica uno que, como ella dice, está muy de moda, «la capacidad de reinventarse, pues Inés Belmonte es una mujer, que en principio llega allí con una vida cómoda, con un futuro prometedor y, de repente, lo pierde todo, tiene que salir adelante, no solo ella sino que tiene que sacar adelante a su familia, a sus hermanas, a su madre. Quizás esa fortaleza de espíritu, esa capacidad de adaptarse a las circunstancias y, sobre todo, la capacidad de empezar de nuevo. Lo que hace Inés Belmonte con los elementos cercanos a ella, recursos y personas, volver a empezar, es algo muy difícil y verdaderamente muy admirable e Inés Belmonte lo va a hacer de una forma increíble».

He dejado lo mejor para el final, el postre, pues en cierto modo de dulces también hablamos. Le comenté que me había seducido un dulce repostero de su ciudad, esas rosas de oro que no sé si existen o no en la realidad. «Bueno, fíjate, esas no han existido como tal, pero si ha existido una milhoja con una crema que si es real, y la crema es exquisita, realmente es única. La receta está ahí, más o menos, en la novela, o sea que alguien puede tener ahí la receta y ahora se ha convertido en una auténtica joya porque la ficción se ha convertido en realidad. Esto es real, la única persona que elaboraba esa crema en Melilla apareció muerta en el obrador llevándose el secreto, así que solamente está en mi novela. Es un pastel que sí he probado de niña y realmente es exquisito, me he pasado la vida buscando en la península esa milhoja y no la he encontrado».

Muchas gracias y mucha suerte, Dolores.
Por Ginés J. Vera.

2 comentarios:

  1. Aquí otra que desconocía ese episodio de nuestra historia, así que con ganas me dejas ahora de leer este libro. Apuntadísimo queda y muchas gracias por la interesante entrevista.
    Besotes!!!

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    1. Muchas gracias a ti, Margari. La verdad es que este libro se lee rápido en tanto alterna la historia en dos periodos, el actual y el de principios del s. XX. Creo que te gustará, ya me cuentas si lo lees. Un saludo.

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