jueves, 28 de noviembre de 2013

Entrevista a CESAR PÉREZ GELLIDA: «El ser humano es capaz de deshumanizarse más rápido de lo que cabría imaginar».

Esta es la segunda ocasión que coincido con este escritor vallisoletano, pues antes del verano presentaba su primera novela Momento mori, la que da comienzo a la trilogía que retoma con esta segunda entrega. Os dejo a continuación la entrevista esperando vuestras sugerencias.


Háblenos de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, iniciada con Memento mori (ya estuvimos hablando de ella hace unos meses) ahora que ya tenemos en las manos Dias Irae.

No nació como una tal, solo que se ha ido tejiendo y complicando la trama hasta que decidí poner el punto final. Cada novela tiene su propio ADN a pesar de que siguen una coherencia argumental. Memento mori es la más negra de las tres, Dies irae la más profunda por la aportación del ingrediente histórico de la guerra de los Balcanes y Consummatum est será la más redonda, donde todo cobrará sentido y se cerrará el círculo. 

 Estaa novela, Dias irae, arranca con una escena fruto de su labor de investigación, precisamente con dos personajes reales, dos militares, Kamemans y Mladic.

Así es. Se trata de una conversación real en la que se gestó la masacre de Srebrenica a manos de los serbios dirigidos por Mladic y con la connivencia de la UNPROFOR. Un genocida es un asesino en serie que se siente legitimizado por una bandera. Son los peores. 

Precisamente dos de los conceptos que me sugieren ambas novelas de la trilogía son el resarcimiento y la injusticia terrenal.

Hay muchos ingredientes y conceptos que son hilos conductores de la trilogía, la música, la poesía y los crímenes más los ya citados son algunos de ellos. 

 Aparecen aquí, en Dies irae, personajes conocidos de su anterior novela, otros nuevos, bien caracterizados, tal vez el montenegrino Komovi roce acaso el estereotipo de guardaespaldas malote.

Es que ese tipo de perfiles existen, no hay que huir de ellos solo por querer escapar de los tópicos. De todos modos, no creo que muchos guardaespaldas malotes tengan el final al que se entrega Drago Ovucina, ¿no cree?

 Desde luego, antes de que se me olvide, ¿qué opina Enrique Bumbury, si es que ha tenido oportunidad de preguntárselo, de que su música se asocie con un thriller?
Está encantado. 
Genial; volviendo a Dias irae, destaco los capítulos vertiginosos, alternando las voces narrativas, ¿estrofas de tensión de una gran obra poético narrativa, acordes de una gran sinfonía?

Es el reflejo del funcionamiento de la mente de un sociópata narcisista como Augusto Ledesma. Acordes su de gran sinfonía. 

  Cien notas a pie de página, no sé si los lectores estarán acostumbrados a esta doble lectura, no hay muchos autores que detallen tanto en un thriller.

Es una elección, al que le interese profundizar que lo haga pero que no pueda hacerlo es bien distinto. Yo le ofrezco la posibilidad, la elección es solo del lector. 

Leo eso de la ‘deshumanización de los humanos’ de la nota del autor, ¿qué destacaría de Dias irae, de esa mirada al fondo del conflicto de los Balcanes?

Que en las condiciones propicias el ser humano es capaz de deshumanizarse más rápido de lo que cabría imaginar. 

‘No hay obra perfecta, sino invisible imperfección’ (frase que Ledesma evoca de su padre), ¿descubriremos esa invisible imperfección en Ledesma en Consummatum est?

Augusto Ledesma comete errores, ya le sucede en Dies irae y es posible que le ocurra en Consummatum est, pero tendrá que leerlo. 

 Para terminar, Sancho no cree en el azar ni en los golpes de efecto, ‘casi siempre todo puede explicarse por la teoría de la causa y el efecto’ dice,  ¿a qué cree que se ha debido el interés y el éxito de público y crítica de sus novelas?

Lo desconozco, cada lector tiene sus razones. En general yo diría que disfrutan pasando páginas y esto que podría parecer una obviedad, no lo es. 

Muchas gracias César y mucha suerte. Espero que nos veamos también con la tercera entrega de la trilogía.


Podéis leer la anterior entrevista a Cesar Pérez Gellida, con su novela Memento mori aquí.

Por Ginés J. Vera.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Entrevista a la ganadora y finalista del PREMIO PLANETA 2013

El cielo ha vuelto y El buen hijo son las novelas ganadora y finalista respectivamente de la presente edición del Premio Planeta 2013.

El cielo ha vuelto, de Clara Sánchez, narra la historia de Patricia, una joven modelo de pasarela cuya vida parece marcada por el éxito. En un vuelo de trabajo conoce a Viviana, su compañera de asiento, que le advierte que tenga cuidado porque alguien de su entorno desea su muerte. Descreída y nada supersticiosa, cuando Patricia regresa a la felicidad de su hogar decide olvidarse de esta recomendación sin fundamento. Hasta que una serie de fortuitos accidentes, que afectan a su trabajo y a su vida privada, la llevan a buscar a Viviana para encontrar una explicación a estos sucesos.
“He querido trasladar el desasosiego y el descubrimiento de una persona que cree que su vida está bien, pero tiene algo dentro que le dice que no todo está bien –Afirma Sánchez–. Todos los personajes de la novela están basados en personas reales que he conocido en mi vida. La sociedad en la que vivimos nos tiene superficializados tal vez porque va todo muy rápido, no tenemos tiempo para reflexión. Quise reflexionar sobre las modelos a partir de la imagen que vi en una revista de una modelo, de la mirada que me transmitía”.

Clara Sánchez publicó en 1989 la novela ‘Piedras preciosas’, a la que siguieron ‘No es distinta la noche’, ‘El palacio varado’, ‘Desde el mirador’ y ‘El misterio de todos los días’. Obtuvo en 2000 el Premio Alfaguara de Novela por ‘Últimas noticias del paraíso’. Con su novela ‘Lo que esconde tu nombre’, obtuvo en 2010 el Premio Nadal de Novela lanzándola con gran éxito al mercado nacional e internacional.

“Esta novela (El cielo ha vuelto) la he escrito como una fábula. Patricia y Viviana me recuerdan un poco a don Quijote y Sancho. He querido introducir un poco de magia. Patricia está sola, pero no se da cuenta. Se da cuenta de cierto aprendizaje que también he vivido con ella”.
¿Qué es más importante, la peripecia o el interior?

“La peripecia es una forma de arrastrar al lector hacia el tono y las emociones que se cuentan –responde Sánchez–, para mí la novela es como un libreto de una ópera, sirve para sostener mi voz, lo que a mí me inquieta, lo que uno no puede contar en una sobremesa después de comer… El tono es lo que hace que sea alegre, agridulce, triste… Todo tiene que ir en función de ese tono. El tono de esta novela es esperanzador.”

El buen hijo es el título de la obra finalista, en la que Ángeles Gonzalez-Sinde da vida al personaje de Vicente quien a sus 37 años sigue compartiendo vida y negocio con su madre. Él quiere que todo cambie, pero no sabe cómo hacerlo. A pesar de ser un tipo al que todos aprecian, tiene un importante talón de Aquiles: su indecisión y su afán por complacer a todos, lo que le lleva a enmarañarse en relaciones afectivas confusas. Un accidente doméstico deja a su progenitora impedida temporalmente, momento que Vicente aprovecha para revolucionar su vida de la manera menos inteligente posible: enamorándose de Corina, la asistenta, cuya personalidad no es tan clara como parece.

“La idea de escribir esta novela tiene una historia más larga que el año y medio que tarde en escribir el borrador. El personaje de Vicente lo tenía en mente hacía tiempo. El cómo podía vivir una persona que es buena, si no nos gusta el enfrentamiento, la pelea, el hacer daño a los demás –Nos comenta  Gonzalez-Sinde–. A raíz del accidente de la madre de Vicente, éste se hace preguntas sobre su futuro. Hace lo que haría cualquiera en una situación así. Se propone reinventarse, dar un giro y tomar las riendas de su vida. Tanto en lo laboral como en lo sentimental. Para emprender hay que desprenderse, de las ideas con las que has crecido”.

Ángeles Gonzalez-Sinde estudió Filología Clásica en la Universidad Complutense de Madrid. Lleva dedicándose a la escritura desde 1991. Ha escrito más de quince largometrajes y muchas horas de ficción televisiva. También ha escrito obras de teatro y publicado cuatro novelas infantiles. Ha sido, entre otros cargos, presidenta de la Asociación de Guionistas, ALMA, presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y Ministra de Cultura del 2009 al 2011.
¿Cuál fue la chispa que encendió esta novela?

“En esta no sabría decir –Confiesa González-Sinde–. Otras veces sí que lo recuerdo claramente; en este caso no hay un día en concreto. Como dije antes, tenía la idea del personaje en la cabeza. Quizá podría ser a partir de un sueño que aparece además al principio de la novela, que fue un sueño real. Un día echas la vista atrás y empiezas a hacerte preguntas. No hay un hilo, hay muchos hechos pequeños, hay momentos en la vida en la que me he sentido como el protagonista”.

Al preguntarles a ambas qué es lo que más se agradece cuando uno recibe un premio importante como el premio Planeta, si el dinero, el reconocimiento o el poder de difusión, Sánchez respondió: “El dinero no lo desprecio en absoluto. Este premio me da mucha libertad, no solo por el dinero, sino por la libertad creativa, porque puedo escribir lo que me gusta. Me recuerda a un personaje de Patricia Highsmith que es un escritor y al que su mujer le aconseja que escriba disfrutando. Me permite la libertad en todos los sentidos, también en el de ganar lectores”.


“Me sumo a lo que dice Clara –Afirmó González-Sinde–. Los recursos económicos para un escritor y en general para cualquier artista lo que permiten es liberarlos  para no verse en determinadas situaciones, que no te van a coartar; libertad para ti mismo, está muy ligada a la confianza y por otra a la difusión. En el caso de la difusión la promoción es importante. Me gustaría que mis novelas infantiles se conocieran y las regalaran. Este premio te permite conectar con muchas personas, miles de ellas. Además de participar en una gran fiesta de la literatura como es este premio al que me presenté con deseo pero sin expectativa”.

Por Ginés J. Vera.

jueves, 21 de noviembre de 2013

EL ATLAS DE CENIZA, de Blake Butler

El sudor del mundo se vuelve turbio; las casas, los vecinos, el cielo… En El atlas de ceniza los personajes intentan sobreponerse, muchas veces sin éxito, a un destino gris, cuando no, viscoso. La voz narrativa nos sumerge en una ficción descarnada tan visual que se asoma al vértigo de la atractiva aversión. Butler, sin embargo, hace brillar sobre la mancha bituminosa de los sueños y las esperanzas sin esperanza su estilo visceral, desabrido, telúrico. “El aire del dormitorio tenía un olor dulzón a melón podrido”. Veintiséis relatos madejados sobre los restos carbonizados de un futuro tan apocalíptico como imaginario.
   Segundo libro del norteamericano Blake Butler, tras la publicación de un ensayo autobiográfico titulado Nada, retrato de un insomne, en 2012.

     Destaco el relato 'Orugas', por su brevedad, contundencia y plasticidad visual.

Por Ginés J. Vera.

lunes, 18 de noviembre de 2013

CUANDO LA VIDA SE PONE PERRA, de Miguel Torija

Este ‘Cuando la vida se pone perra’ es un libro de contrastes, un piano de negro sobre blanco a ritmo de blues, o de bolero, donde el show debe continuar. Treinta y seis historias recorridas sobre el asfalto por Miguel Torija para lectores con conciencia. Abstenerse conformistas. El estilo de Torija centellea a través de las imágenes, de los personajes arrojados a las injusticias, enfrentados a rendiciones y retiradas, a supervivencias demasiado reales para no darnos cuenta de que lo son. Treinta y seis momentos de ficción para leer y meditar sobre lo perra que es esta vida, invariablemente. Acompañan al texto fotografías en blanco y negro, no podía ser de otra forma, de Víctor Aranda García, con un guiño al lector ya desde la portada.

   El prólogo, por cierto, corre a cargo de la escritora y también docente de talleres literarios Rosario Raro.

   En un tono más informal, a la hipotética pregunta de cuál es el relato que más me ha seducido, añadir que el titulado La gaviota y el cangrejo. 

Por Ginés J. Vera.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Entrevista a ÁLVARO BERMEJO: «Lo esencial de nosotros mismos, permanece sumergido en nuestro inconsciente».


He de reconocer que la novela Eternamente tuya, de Álvaro Bermejo me ha impactado. Voy a correr el riesgo de que los asiduos al blog me tilden de fantasioso o de 'mal lector', pero como creo que la novela tiene resortes interesantes, me parecía acertado destacarla.


   Os dejo la entrevista que me concedió el autor, sin la típica entradilla sobre su biografía, aunque ya advierto que esta no es su primera novela, tiene a la espalda muchas más, con reconocimientos literarios. 

   Esta vez, no obstante, me salto el 'protocolo' y voy directo a la yugular de la entrevista. Esto último, obviamente, es un guiño.


 Aparecen referidos Dracula, los templarios, Peter Pan o la leyenda de Tom O´ Shanter…Además de la historia de los protagonistas

Todos ellos forman parte del patrimonio mágico de la vieja Escocia. Tal vez Drácula sea el más sorprendente, pero Bram Stoker se inspiró en un personaje escocés, el conde Errol de Montcrieff, en cuyo castillo pasó una temporada, para crear al vampiro más temido y celebrado de todos los tiempos. Un antepasado del conde Errol, a su regreso de las Cruzadas, casó con una princesa de Valaquia emparentada con del linaje de los Draculea, los hijos del diablo. Stoker no solo quedó fascinado por la leyenda. El propio conde Errol, al igual que su tenebroso castillo (el Slains Castle que se alza sobre la bahía de Cruden Bay) le sirvió el modelo para crear a Drácula. Aquel aristócrata de maneras refinadas que jamás bebía vino y de quien nadie conocía a ciencia cierta su edad –dos atributos vampíricos–, le recibió con unas palabras que resumen la clave de su novela: “Entre usted libremente, y por su propia voluntad”. Había que tener mucha para atreverse a tanto. Aquella fortaleza siniestra, su fantasmagórica silueta alzándose sobre el rugido del mar, los cristales de sus ventanas brillando como diamantes de sangre. Cualquier otro hubiera dado un paso atrás. Stoker lo dio hacia la inmortalidad.  A mí me sucedió algo semejante cuando comencé a escribir esta novela. Sabía que estaba cruzando una puerta donde me esperaba una apuesta con el Diablo. No sé si he ganado o perdido. La respuesta está en los lectores.

Me gustaría que nos comentase algo del proceso de documentación para esta novela, ¿estuvo en Escocia? ¿Vivió alguna experiencia interesante que le inspirase?

Además de leerme decenas de libros y algún manuscrito como el que relata la historia del vampiro de la abadía de Melrose –hablamos del siglo XII–, naturalmente, subí hasta Cruden Bay y visité el castillo de Slains, donde todavía se conserva el libro de visitas donde figura la firma de Stoker. Pero la experiencia más sobrecogedora me esperaba en el cementerio del pueblo. Por aquello de experimentar en carne propia las atmósferas de ultratumba, me propuse pasar una noche allá, sin más compañía que mi bloc de notas. No sucedió nada especial, nada que pueda contar. Sin embargo, a eso de las dos de la madrugada, cuando la niebla comenzaba a espesarse sobre las viejas tumbas, comenzó a invadirme la sensación de que no estaba solo y el desasosiego fue en aumento. En eso, se abrió un claro de luna que iluminó una tumba a unos veinte metros. Caminé hacia ella sintiendo que la niebla me envolvía. Lo que vi me dejó sin aliento. Sería una casualidad, puro azar, pero aquel haz de luna iluminaba la lápida de Moira de Meczir, aquella princesa de Valaquia con fama de vampiro con la que se había casado el antepasado del conde Errol. Como se puede imaginar, no esperé a verificar si estaba a punto de abrirse.

Me ha llamado la atención entre las leyendas de Escocia la que hace referencia a una real, la del canibalismo rural.

Nada del otro mundo. Era una práctica habitual en Europa  hasta el siglo XVII. La historia que evoco en mi novela, la del clan de Sawney Bean, fue una de las más terroríficas que se recuerdan, no por el hecho en sí –se conocían otras semejantes–, sino por la magnitud de la carnicería que implementaron aquellos caníbales de la Milla Oscura. En su guarida las piernas, los brazos, las vísceras y los corazones de sus víctimas, hombres, mujeres y niños colgaban en ristras, puestos a secar, como carne en conserva. Al lado de estos caníbales  de las Highlands,  los vampiros victorianos casi parecen damiselas de una opereta kitsch. Pero, hablando en serio, unos y otros remiten al mismo imaginario: carne y sangre, inmolación y devoración. Todavía hoy empleamos expresiones bastante inquietantes, aunque lo hagamos de una manera frívola: “Está para comérsela o para comérselo”, “Te comería a besos”, etc. El caníbal que fuimos, allá en los tiempos de Atapuerca, permanece agazapado en nuestro inconsciente. Y no tiene nada de extraordinario: fuimos caníbales impunes al menos durante 30.000 años. Los 2.000 años que siguen hasta la actualidad, apenas suponen un parpadeo.

‘Se puede creer y no creer en una misma cosa al mismo tiempo’, reflexionaba Connolly, ¿qué opina usted al hilo del fondo esta novela?

Buena pregunta, porque es precisamente esa la sensación que pretendo dejar en el lector. Aunque nos neguemos a admitirlo, más aún en este tiempo racionalista y cientifista, todos seguimos pensando que hay una parte oscura de la realidad que conecta con lo más profundo de nosotros mismos. Intuimos que la esencia de la vida es el misterio, tal vez porque sabemos que todo lo que nos importa, lo que más nos condiciona, no se puede ver. ¿Cómo se explica el misterio del amor, o el del terror? ¿Por qué nos sentimos atraídos hacia unas personas y decimos que otras nos vampirizan? O, en definitiva, ¿por qué seguimos leyendo relatos que no nos dejan dormir, aunque sepamos que se trata de meras ficciones? Lo sobrenatural es la parte oculta de lo evidente, y lo evidente no es más que la punta del iceberg. Lo esencial de nosotros mismos, nueve partes sobre diez, permanece sumergido en nuestro inconsciente. Por eso necesitamos soñar tanto como respirar. En ese tiempo en que permanecemos fuera de la realidad tangible entramos en otra dimensión donde, tal vez, somos realmente nosotros mismos

Hablemos del amor, ya ‘sugerido’ en el título, y me detengo en la frase: ‘El amor es un tirano exigente. Siempre quiere más’. ¿Opina igual que el protagonista?

“Quien lo probó, lo sabe”, dijo el poeta. Pero no es necesario rastrear la historia de la literatura para experimentarlo en carne propia. Sin duda, el éxito que recaban hoy las historias de vampiros, su renacimiento a través de sagas como Crepúsculo o True Blood, remite a una pulsión que afecta cardinalmente a la sentimentalidad contemporánea. En estos tiempos donde impera lo política, social y convivencialmente correcto, se diría que tenemos hambre y sed de vivir romances límite. El corolario más prosaico, pero no menos vampírico, coincide con esa epidemia de violencia de género que se cobra una media de cincuenta vidas al año en España. “La maté porque era mía”, dice el vampiro canónico, igual que los matasietes del honor calderoniano. Personalmente, no hay nada que abomine más. Por mucho que nos seduzcan las historias de vampiros, el amor de verdad es otra cosa. Para mí el más intenso es aquel que aspira, no a la posesión, sino más bien a la plenitud propia en consonancia con la del ser amado. Siempre preferiré los amores a la luz del sol que los que se escriben entre tinieblas. Ya sé que difícilmente podrán escribirse en una historia que atrape, pero son los únicos que nos redimen de nuestra parte oscura. Los únicos por los que merece la pena vivir.


«El miedo –muy presente en la novela–, es una forma de poder, y de las más eficaces», creo que citó a McDuff parafraseando a Maquiavelo.

Basta hojear cualquier periódico del día. La actualidad se ha convertido en tal crónica de espantos, en su mayoría de naturaleza vampírica, que a veces tengo la sensación de que las verdaderas “Crónicas vampíricas” no son las de Anne Rice, sino las que vemos todos los días en  el Telediario. Todo son casos de chupasangres que pisan moqueta, me da igual que sea la de Bárcenas que la de Obama con sus pinchazos telefónicos. Entre unos y otros –léase “El Informe Lugano”–, han conseguido inocularnos el virus del miedo a todas las escalas: miedo a perder nuestro puesto de trabajo, miedo a un ataque terrorista, miedo a la crisis, a la recesión, a la pérdida del estado del Bienestar. Cuando se vive bajo el miedo olvidamos nuestros derechos y nos conformamos con poco más que seguir viviendo, en las condiciones que sean. Eso lo saben muy bien los amos del mundo, el grupo Bilderberg  o la NSA. Después del atentado contra las Torres Gemelas entramos en la Era del Miedo a todas las escalas. La crisis económica que comenzó en 2007 no es más que un epifenómeno derivado de lo que se inició entonces. No sabemos lo que vendrá después, pero sabemos perfectamente que los días de vino y rosas han pasado a la historia.

La trilogía de E.L. James en un fugaz ‘cameo’ no sale muy bien parada, aparece ‘merecidamente masacrada’ en medio de un camino.

Es lo que tiene el oficio de escribir, te permite implementar una cierta justicia poética. Siendo un  bodrio infumable, lo que más me maravilla de la trilogía de E.L. James  coincide con su poder de seducción entre millones de mujeres de todo el mundo. Sucede como con el mito del vampiro pero a escala cutrelux. Nos pasamos el día defendiendo la dignidad de la mujer, execrando su manipulación como objeto sexual, abominando el maltrato, y resulta que sus sueños más ocultos  –y no menos húmedos–, pasan por tramas de dominación, vejación y bondage, a manos de un chulopiscinas de telenovela. No puedo entrar en la mente de la mujer contemporánea, pero por lo que dicen de ellas sus lecturas y sus autoras preferidas, temo que están involucionando hacia los tiempos de Amarrosa. Y lo peor es que muchas lo hacen alegando pretensiones intelectuales. Es como para echarse a temblar. Por favor, mis queridas amigas, vuelvan a leer, Madame Bovary, Anna Karenina o Cumbres Borrascosas. MI novela también se inspira en esos referentes. Apuesto por un romanticismo real, por lo que tiene el romanticismo de convulso y trastornador. Porque vampirismo y romanticismo son sinónimos.

¿Qué tienen las leyendas en general y las de vampiros en particular que nos fascinan tanto?

Más allá del horror el vampiro encarna una alegoría de la soledad que habita en todos nosotros, de todo lo marginado e inaceptable, de nuestros miedos y esperanzas, de nuestro dolor y nuestra tristeza, incluso de la búsqueda de significados. Ellos parecen humanos, sueñan como humanos, pero no lo son. Son extranjeros de ninguna parte, extraños a la vida, encadenados a una muerte que no tiene fin. Se trata de figuras trágicas, pues están condenadas a la inmortalidad. A una inmortalidad que solo pueden mantener al precio de vampirizar a quienes más aman. Viven eternamente, pero están separados de la vida. Aman con dolor, con una insoportable sensación de culpabilidad, con verdadera desesperación y sin ningún consuelo. El terror que inspiran supone el anverso de la fascinación que nos provocan. Todos tenemos algo de eso. Todos en este tiempo compartimos la maldición del vampiro: nos miramos en miles de espejos con forma de pantallas, y podemos verlo todo salvo nuestro propio reflejo.

«A veces hay que creer en lo imposible. Y hasta en lo imaginario», comenta el cura de Gairloch, y se me antoja que es un buen lema para superarse y automotivarse.


Todos lo hacemos, en todo momento y sobremanera en lo esencial. Si no creyéramos en lo imposible no nos levantaríamos de la cama, no seríamos capaces de creer en lo mejor de nosotros mismos y en lo de los demás, no nos atreveríamos a ponernos en camino hacia nuestros sueños, no lucharíamos contra viento y marea para cumplirlos. Cuando nos fijamos un ideal, por imposible que parezca, estamos midiéndonos a nosotros mismos. Sí, claro que sí, ahí fuera y a plena luz, nos espera un mundo de vampiros encorbatados, muertos vivientes y amenazas sin cuento. Pero solo está en nosotros, en cada uno de nosotros, la facultad de vencerlos y seguir adelante, no para cumplir ningún sueño de infancia, sino para estar a la altura de nosotros mismos.

Muchas gracias Álvaro, le deseo mucha suerte, gracias también por esta novela.

Por Ginés J. Vera.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Entrevista a AMÁLIA LAFUENTE: «El tema de la medicina antienvejecimiento es muy atractivo»

Amàlia Lafuente, médico y catedrática de Farmacología en la facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, acaba de publicar su segunda novela Terapia de riesgo. Dedicada a la docencia y a la investigación, en el ámbito literario ha cosechado varios premios como el XXII Premi Països Catalans Solstici d´Estiu en 2009 y el XVI Premi Literari Ciutat de Badalona de Narrativa  por su anterior novela, Código Genético.

¿Cómo respondió el público a su primera novela y qué expectativas ha depositado en esta Terapia de riesgo?

Con Código Genético tuve muchos más lectores de los que podía imaginar. Estoy segura que Terapia de Riesgo gustara aún más. Es una novela muy madura y entretenida, el tema de la medicina antienvejecimiento es muy atractivo.

He celebrado esa cándida definición infantil de ‘médicos de ratas’ para aludir a los investigadores médicos.

Así me llamaban mis hijas.

Me parece curioso, como también los nombres elegidos para los personajes de su novela, y especialmente por ese lugar llamado: El Gallo Alegre.

Es un bar de carretera que sirve para las reuniones clandestinas de los protagonistas. Es un soplo de aire fresco en el ambiente opresivo del hospital. El nombre era real. Creo que da ese tono desenfadado necesario.

La barrera idiomática también aparece de algún modo reflejada en la vida de estos  personajes.
Se muestra la barrera idiomática del inglés, que puede ser un gran obstáculo en ciencia, pero luego se muestra también la lengua como un instrumento de complicidad (turco de Mark).

De los personajes a los escenarios en los que transcurre Terapia de riesgo. Barcelona entiendo que por proximidad personal, pero ¿cómo eligió al resto?
El nuevo hospital se construye en unos terrenos frente al mar y la Fundación en un edificio histórico existente en dicho terreno, medio en ruinas. Está inspirado en los edificios tétricos de La Savinosa, en Tarragona. Yo también me traslade a un nuevo hospital y facultad (Reus-Tarragona) con mi familia, y viví 8 años.
Además de la parte de ficción, el lector se asoma a curiosidades científicas, como esa en la que Diana ‘había leído que la sensibilidad era un hábito que se adquiría mediante una experiencia reflexiva’.

Si, es así. La sensibilidad se cultiva y se forma.

Coménteme esa frase de ‘abrazamos una sombra y amamos un sueño’ dentro del argumento de esta novela.

Una de las mayores intrigas de la novela es Claudi, el marido de Diana y ella se pregunta si alguna vez se llega a conocer a la pareja a pesar del amor y del abrazo  de cada día.

«Dicen que es banal el culto al cuerpo –afirma Olga Sokolov–, pero es mucho peor la nostalgia de lo que fuimos», ¿está de acuerdo?

En mi opinión no es bueno ni una cosa ni la otra

En una Nota de la autora, al final del libro, afirma que ‘ésta no es una historia de ciencia ficción’ y que ‘todo lo que se cuenta podría suceder (…)’. Nos deja abierta una inquietante reflexión.

Todos los científicos somos conscientes que la investigación está basada en la confianza, en la honestidad de los investigadores, tanto en cuanto a la veracidad de los resultados como a la corrección ética y técnica de los procedimientos. No tenemos ningún policía detrás  que vigile nuestra honradez. En Código Genético puse de manifiesto la falsificación de resultados, y aquí, en Terapia de Riesgo,  se cuestionan algunos procedimientos.

¿Cree que debe haber mayor transparencia en el funcionamiento de de ciertas instituciones, por ejemplo en el caso de algunas ONGs, dada su labor social?

A veces se puede creer que una financiación no pública exime de responsabilidades y eso no es así.

Terminemos con música, la que acompaña a la novela, creo haber ‘escuchado’ desde ‘La escocesa’ de Mendelssohn, o La hora de los adioses (una canción popular escocesa), a Depeche Mode  o  Fito y los Fitipaldis.


De todas las músicas, es “Me equivocaría otra vez” de Fito y los Fitipaldi, la banda sonora de la novela. Inequívocamente.

Por Ginés J. Vera

miércoles, 6 de noviembre de 2013

ENTREVISTAMOS A NUESTRO COLABORADOR, RICARDO GUADALUPE

En esta ocasión Ricardo se deja disparar dialécticamente al hilo de su último libro, Relatos con abrelatas (Octaedro, 2013). Como es habitual selecciona con precisión las palabras, esas que sabe domeñar y poetizar, si me deja hacer el guiño cómplice, respondiendo sin fastos, directo al verbo y al sustantivo.

   Este viernes 8 de noviembre presenta y firma en Librería Leo Valencia, al día siguiente, el sábado 9, lo hará en Bibliocafé, con un servidor acompañándole a lo escudero cervantino.


   De las palabras a las frases y de aquí a estos Relatos con abrelatas, su obra sigue un hilo creciente de extensión narrativa, ¿premeditado o casual?

   Nada es casual, aunque no fuera premeditado.

   Acompaña cada texto con una breve nota de autor, ¿es una doble vía de personalizarlos frente al lector?


Tras cada relato viene su “cómo se hizo”, una forma de entrelazar la ficción con la realidad.

Desde El Quijote o El Hacedor pasando por Alicia en el país de las maravillas, descubro varios guiños a la literatura, ¿hay algún homenaje en especial?


   Si lo hay ese debería ser a Luces de bohemia y especialmente a su protagonista, Max Estrella, inspirado en el escritor Alejandro Sawa, a quien Valle-Inclán describió como loco, ciego y furioso.

   Tengo mi relato preferido, La estela del ovillo, he leído que fue seleccionado en un programa radiofónico; si te pregunto por sus preferidos, ¿te atreves con alguno o me dirás que todos?

   Tengo mi favorito, por todo lo que significó. Se trata de El rizo de Ventura. Podéis escucharlo en el siguiente audio, realizado por el productor musical Ximo Gimeno, la voz es la mía: http://www.goear.com/listen/ae9dfc4/el-rizo-de-ventura-ricardo-guadalupe

   Nuevo guiño, en este caso es a tu microrrelato Babel, me gustaría que identificases con tres palabras, tres adjetivos estos Relatos con abrelatas.


   Comestibles, desnudos, imperecederos.

   Junto a los 34 relatos encontramos tres poemas, no es muy habitual maridar prosa y verso.

   A veces la línea que separa el relato de la poesía es muy delgada. En este caso se complementan. Yo empecé escribiendo poesía, luego opté por contar historias que desprendieran poesía.
  
  A veces lo difícil de un libro de relatos es encontrar el nexo en común entre ellos, establecer el criterio o la extensión apropiada, ¿cuál ha sido el criterio que has seguido en esta antología?

   El nexo de unión soy yo y una etapa de mi vida en la que veía las cosas de una manera muy determinada y determinante.

   También me parece significativa la inclusión de dos prólogos (en esto repites como hicieras con Frases en el muro), ¿eran necesarias dos voces más para estos relatos? ¿Cuándo, a tu juicio, es necesario un prólogo en un libro de ficción?

   En este libro cada relato tiene dos caras, por eso eran necesarios dos prólogos, uno se centra más en el escenario, el otro en la trastienda. Los prólogos siempre suman, sobre todo si existe afinidad.

   Calificas a The Bank como un microrrelato futurista, viajemos al futuro y dinos cuál crees que es el futuro de los libros tradicionales frente al electrónico y si tu siguiente obra será una nouvelle virtual.

   El ebook es hijo del libro en papel y eso es imparable, generacional. La pregunta está en si después se volverá al libro en papel, como tantas vueltas a los orígenes que estamos contemplando en nuestros días.

   Muchas gracias Ricardo, ya sabes lo que digo siempre, mucha suerte y a ver si te vemos pronto por Valencia, los cuatro de Maleta de libros para una foto 'familiar'.

Por Ginés J. Vera.

Fotografía por Marian Lucas Rodriguez ©

lunes, 4 de noviembre de 2013

Entrevista a Juan Jacinto Muñoz Rengel: «La ficción tiene un punto curativo que todos necesitamos.»

Entrevistamos a Juan Jacinto Muñoz Rengel, malagueño, autor de numerosos relatos premiados nacional e internacionalmente, así como de novelas como El asesino hipocondríaco (2012) o El sueño del otro, publicada este año, al igual que El libro de los pequeños milagros (Páginas de espuma, 2013), por el que le preguntamos en su visita promocional a Valencia.

¿Cómo debe leerse un libro de microrrelatos en general y ‘El libro de los pequeños milagros’ en particular?

Me imagino que en general un libro de microrrelatos debe leerse haciendo determinadas pausas o descansos entre los microrrelatos o las baterías de microrrelatos. Hay gente que se lo lee de un tirón, lo cual está muy bien porque luego dice que le ha encantado, pero normalmente si te los lees de tirón luego se te va a hacer una mezcla en la cabeza, es difícil que te acuerdes de lo que has leído. Ya que como cada uno es una píldora cargada de mensaje y significado luego no te vas a acordar de cual es cual o, en este libro, qué monstruo aparecía dónde, se te van a mezclar los títulos con los temas. Lo ideal sería, como ocurre en la poesía, que se reposara, que se leyeran unos cuantos y se reposaran. De hecho es un buen ejercicio para leer en los grupos o para leer en un hueco que tengas a lo largo del día, y dejarlos ahí, dejar que echen raíces, que generen monstruos, o lo que sea.
En particular este libro me parece que se leen mejor en orden porque las estructuras bien pensadas. Por un lado al ir de lo pequeño a lo grande, se va acostumbrando al lector a que ocurran cosas cada vez más raras; luego, por otra, porque está estudiado el contraste que hay uno tras de otro. Si hay uno de humor, luego te puede venir uno trágico. Si hubiera puesto juntos los de humor y juntos los trágicos se pierde el contraste.

¿La ficción nos salva de la perversa realidad?

Sí, creo que la ficción tiene un punto curativo que todos necesitamos y por eso la ficción es tan consumida sino en literatura por desgracia estos días, al menos se consume cine y series de televisión. Yo creo que es porque consigue explicarte el mundo de otra forma y también porque consigue evadirte del mundo, cuando tú estás viendo ficción o leyendo ficción de alguna forma te estás olvidando de tu vida y eso es una liberación. Durante el tiempo que lees consigues desconectar, esa es la parte evasiva. Pero al mismo tiempo te están hablando de otras personas, de otras vidas, de otra forma de enfrentarte a los retos, de formas de superación, de tragedias de otros, etc. Creo que esta combinación es lo que hace que sea tan buena, combinar entretenimiento con aprendizaje.

¿El arte debe provocar, de lo contrario no es arte?

Probablemente; creo que sí, que gran parte de lo que consigue el arte implica una provocación. En este libro lo intentaba de alguna manera. Lo de provocar a lo mejor alguien lo puede malinterpretar, yo intentaba conmocionar al lector. En algunos casos va a ser con la risa, otras va a ser con una situación violenta, otras con algo polémico, algo transgresor, otras por el cambio que te decía antes, el cambio de registro. He intentado impactar y creo que la portada ya dice algo de eso, tiene esa contradicción y un punto inquietante. Creo que el libro en conjunto nos ha quedado bastante coherente.

Dentro de estos milagros encuentro a un  personaje recurrente, el tiempo, quizá como un elemento alquímico, como orfebre imponiendo sus caprichos narrativos.

El microrrelato tiene mucho de orfebrería, lo tiene el cuento, y cuando ya nos metemos en una historia todavía más pequeña ahí sí que hay que engarzar mucho, que quitar todo lo sobrante, entonces claro que hay mucho de ese trabajo de artesano, de hecho es imposible escribir un microrrelato, bueno uno sí, unos pocos, si no se va aprendiendo ese oficio del pulido de los textos, luego ya vas cogiendo el mecanismo, te va siendo más fácil.

Efectivamente también tiene no solo de mecánica, de encajar, sino de sublimación de una esencia. Cada microrrelato de alguna forma, es como hacía el personaje de El perfume, que iba cogiendo elementos aquí y allá; yo creo que esto es lo mismo. Por mi forma de ver determinadas cosas quiero que otras personas afines a mi forma de ver las sientan. Yo he cogido elementos aquí y allá para, para en uno pocos renglones sublimar en esencia y que eso, al meterse como un comprimido en la cabeza del lector, que vuelva a expandirse, o al menos debería volver a construir ese pequeño mundo que tuve yo antes.

¿Hay una búsqueda de la simetría? Lo digo por las ilustraciones entre los capítulos.

Es una deformación mía, siempre he tendido a ser ordenado y racionalista, a lo mejor es verdad, eso se nota y tiendo a darle una idea a mis libros de relatos microrrelatos, cierta coherencia, cierta unidad, por eso hay algunos que se han quedado fuera. Este orden imagino que obedece a mi manera de ser y organizar en definitiva. Luego en los microrrelatos he intentado ser contrario a ese principio, he intentado que eso no me limite. El creador siempre tiene que hacer un pulso, debe conocer la técnica pero por otro la técnica no puede dominar la creación. Eso se consigue mediante una labor de introspección y trabajo interior, siempre tratando dote de liberar de prejuicios, de etiquetas, de cómo se ha hecho; siempre pensar de nuevo, de un nuevo lugar. Aquí, con tantos textos, al final lo que quería era cambiar una y otra vez el trípode con la cámara, el punto de vista, cambiar la realidad a partir de dónde se cuenta o de quién lo cuenta. Ese intentar cambiar los puntos de vistas y los formatos era la forma que yo tenía de no dejarme arrastrar por tecnicismos, de intentar desordenarme.

Descubrimos pequeños milagros de formas muy diversas, escapando o no a lo que decía Rulfo de que solo hay tres grandes temas: el amor, la vida y la muerte.

En esos tres grandes temas se engloban casi todos lo microrrelatos de este libro. Hay muchos que hablan de la vida, muchos que hablan de la muerte, pero hay unos con el tiempo invertido donde las personas vienen de la muerte; y luego el amor, claro. Es que entendido en general es lo que uno da a los seres. Donde yo no me ubicaría tanto seria ahí, realmente aquí también odio, y también hay relatos donde hay una recesión metafísica y, por tanto, no hay amor; o un suceso relacionado con la crisis y lo que nos está pasando ahora.

Eso me lleva a preguntarle por su ‘pequeño milagro’ favorito. El mío, es de poder elegir solo uno, sería ‘Ah, las fábulas’.

Ese va de la crisis, ese es la actualidad completa. Así, globalmente, te diría que con los que mejor me lo he pasado ha sido con los del final, con los de los alienígenas, que sabía que no los podía poner al principio para no asustar al lector. Hay uno que se titula ‘Neuroleptol’, con ese creo que conseguí dar forma a un microrrelato de diccionario, en el sentido de que te cuenta una historia que acaba donde tiene que acabar, que la última línea te obliga a una relectura, en poco espacio, está dentro de lo dice el canon de microrrelatos.


Me gustan los que tienen criaturas, me gusta alguno porque sé que da caña…, este, por ejemplo: En mitad de la noche, que da como miedo. Cuando tengo algún acto y escojo microrrelatos para leer al público suelo leer varios de humor y me gusta meter este porque deja a la gente muy fuera de lugar, volvemos al contraste que te decía.

Muchas gracias y mucha suerte, Juan Jacinto.

Por Ginés J. Vera.