Tenía una deuda literaria con Juan
Francisco Ferrándiz. Nacido en Cocentaina (Valencia) llegué ‘tarde’ a lo
personaje de Lewis Carroll para entrevistarle tras la publicación de su novela
‘Las horas oscuras’. Abogado en ejercicio, además de escritor, ha publicado
recientemente su tercera novela, en ‘La llama de la sabiduría’ (Grijalbo, 2015)
por la que le pregunto en esta entrevista agradecido y emocionado al descubrir
tanto y tan bueno de la ciudad en la que nací y vivo desde hace años.
Primera pregunta obligada, ¿cómo surgió la
idea de escribir una novela histórica emplazada en la Edad Media valenciana con
esa premisa sobre el alma las mujeres?
Fue la fusión
de dos ideas independientes que podrían haber derivado en dos historias
totalmente distintas. Por un lado el fascinante camino que ha recorrido la
mujer occidental durante milenios: desde la época minoica en Creta, su descenso
a los infiernos con los griegos micénicos, las interpretaciones en la
mitología, filosofía y religión, hasta el debate intelectual de la querella de
las mujeres. Se puede intuir la existencia de un rastro muy sutil que es para
mí uno de los mayores enigmas del pensamiento occidental.
Por otro lado
Valencia a finales del siglo XV era no sólo una ciudad. Era una Metrópolis en
el sentido arquetípico, es decir, la confluencia en un punto del espacio y
tiempo de todo lo luminoso y oscuro del ser humano. Un escenario con infinidad
de aristas: edificios ostentosos, el mayor burdel de Europa, la pugna entre
nobles, comerciantes y banqueros por el poder, las intrigar, los casos de
corrupción, esclavitud, epidemias, riadas... Luego está el sistema sanitario,
los usos y remedios de la época, sus protagonistas...
Sólo el
escenario ya posee tanta potencia que fue muy fácil ubicar a los personajes de
ficción en él. Para mí profundizar en la historia de esta ciudad ha sido un
viaje emocionante.
Háblanos del personaje de Irene Bellvent en
el contexto argumental de esta historia, de sus valores como mujer en una
sociedad machista y represiva como era la del s. XV en Europa.
La novela
comienza con el dilema al que se enfrenta una joven soltera de finales del
siglo XV... Irene Bellvent hereda el hospital regentado por sus padres, pero
las leyes de la ciudad obligan a que los spitalers,
encargados de su gerencia, sean un matrimonio... ¿Debe casarse entonces? ¿Qué
esposo querrá asumir un hospital lleno de deudas y con mala fama por ser el
epicentro de extrañas muertes? ¿Le conviene más vender la propiedad y aportar
ese dinero a su propia dote? Y sobre todo... ¿Qué siniestra amenaza planea
sobre de su familia?
He buscado
con atención y la sorpresa ha sido encontrar numerosas biografías y hechos de
mujeres que tomaron el camino difícil, el que dictaba su corazón o su
conciencia frente a los prejuicios y, sobretodo, las leyes del momento. Todos
imaginamos la situación de la mujer en aquellos tiempos, sin embargo las hubo
que siguieron su propia senda. En ellas y su valor se inspiran Irene Bellvent,
Caterina, Peregrina y también personajes varones, claves para la historia.
Me ha llamado la atención algo que el lector
encontrará más de una vez en ´La llama de la sabiduría’, me refiero a ‘el
latido de la sibila’.
Aunque sea un
recurso ficticio de esta novela, bebe de lo que algunos historiadores
consideran pequeños conventículos femeninos de ayuda ante la ausencia de espacios
públicos para ellas más allá del mercado o los deberes religiosos. Muchas
mujeres de la edad media y moderna se reunían para compartir conocimientos,
remedios, confidencias y secretos como verdaderas comunidades, a menudo
secretas. Son muchos los antropólogos que interpretan los “coven” o aquelarres en
este sentido.
En la novela
vemos esa solidaridad y compañía entre ellas, siendo además una válvula de
escape donde cabrían la danza y los flirteos (hay que tener en cuenta que
muchas habían sido casadas por imposición y otras ya eran viudas). Unos ojos
ignorantes y fanáticos verían sin duda en tales encuentros algo malsano y
pecaminoso que debía ser denunciado a las autoridades...
La Valencia del siglo XV se me antoja una
época difícil no solo para las
mujeres, sino para muchos de sus moradores con la constante presencia del
hambre, la miseria, la pestilencia y la muerte.
En cualquier
ciudad de la época se vivían situaciones dramáticas. La muerte estaba presente
y era contemplada como algo cercano, de ahí el desarrollo del Ars moriendi para preparar el tránsito
al más allá.
He querido
que Valencia sea, más que un escenario, un protagonista, que pone a prueba a
los personajes para ver si son dignos de serlo. Les enfrenta a calamidades que
podrían ocurrir en cualquier ciudad y a otras particulares de esta ciudad, en
especial una que desde antiguo ha aterrorizado a sus habitantes (como consta en
las crónicas): una riada del río Turia en los meses de otoño.
Que el propio
escenario sea partícipe de la trama, la modifique o retuerza, le da más fuerza
a la historia, a las vivencias personales de los protagonistas, además de
enriquecer al lector que poco a poco va conociendo más cómo se vivía en esa
ciudad.
Valencia es
una ciudad muy literaria.
Precisamente en Valencia se fundó hace más
de cinco siglos el que se considera el primer hospital para enfermos mentales,
¿qué papel jugaba la medicina y la religión en esa época con la ciencia
enfrentada a la fe y la razón a las creencias?
Leyendo
documentos de la época salta a la vista que no había una clara frontera entre
enfermedad y castigo divino. Los consilium,
una especie de historial médico, describían los síntomas del enfermo,
recomendaban el remedio (sangrías, lavativas...), especificaban los fármacos
(ya empleaban incluso píldoras hechas con hierbas) y finalmente las oraciones y
penitencias para su sanación.
El propio
Lluís Alcanyis, en su obra Regiment de la
pestilencia atribuye a causas divinas la enfermedad aunque ya da ciertos
consejos sobre higiene pública, como limpiar acequias o prohibir la pesca en el
tramo de río que pasa por la ciudad... Será siglos más tarde cuando en medicina,
ciencia y religión separen sus caminos.
Entre los deliciosos detalles históricos -no
en vano Colón pasó por Valencia en su recorrido por las cortes de Portugal y
Castilla-, he rescatado uno, el del posible interés de Luis de Santángel por
unos mapas guardados por Lorenzo de Medici trazados por el matemático Toscanelli….
Se trata de
un artificio de ficción pero tiene elementos históricos que me llevaron a
valorar esa posibilidad. Hay estudios que detallan qué mapas podría haber
estudiado Colón para calcular la posible
ruta hacia las Indias. Destaca el realizado por Toscanelli. Tales documentos
obraban en poder de poderosas familias de banqueros y mercaderes, la mayoría venecianos,
pero también los Medicci.
El valenciano
Luís de Santángel era Maestro de Ración, beneficiario de ciertas concesiones
reales y financiero de la Corona. Solía viajar a la corte real y estaba al
corriente de la propuesta de Colón. Como financiero es lógico que tuviera
interés en valorar si aquella expedición tenía sentido y sus posibilidades
económicas, algo que sólo podía comprobarse estudiando los mejores mapas del
momento. Por otro lado, como bien dices, Colón pasó por Valencia y además se conserva
la carta que le envió a Santángel tras el primer viaje.
Estos mimbres
dispersos son los que al escritor le estimulan para que la imaginación se ponga
en marcha...
La novela pone en valor a las mujeres en
una época, como ya hemos dicho, en la que imperaba el machismo impuesto desde
todas las instituciones; leo una frase en la que viene reflejada esa lacra:
“Caterina bajó el rostro, pues sabía que era verdad; toda mujer estaba bajo
sospecha por la tendencia natural a la lascivia,…”
Puede que el
lector piense que he querido exagerarlo para luego erigirme como el defensor de
las féminas en esta historia. Nada más lejos de la realidad. Los filósofos
griegos hablaban de ser imperfecto y en la Edad Media se afirmaba que su
tendencia a la lujuria y al chismorreo les nublaba la razón. Lo que estaba en
discusión no eran derechos y libertades, sino las capacidades básicas de
discernir y enjuiciar.
En los años
de la novela, corría por Valencia una obra que es el caso más sangrante que he
leído: El Spill, del médico Jaume
Roig.
Este poema de
más de dieciséis mil versos (de cinco sílabas, eso sí), dedica más de la mitad no sólo a despreciar a las
mujeres y mostrar sus incontables vicios, sino a insultarlas directamente,
además de lamentar que en nuestros fueros no esté recogida la pena de muerte
por adulterio (por supuesto para ellas exclusivamente) como ocurría en Aragón y
Castilla.
Los estudios
modernos han deducido que la Vita Christi
de Sor Isabel de Villena fue una
réplica a esta obra (Jaume Roig era el médico del convento de la Trinitat, donde sor Isabel era abadesa).
Por ejemplo, si Jaume Roig ensalza al rey Salomón como paradigma del desprecio
a la mujer, sor Isabel lo hace callar cuando varias mujeres inician sus
discursos públicos.
Sin embargo,
como ya dije antes, las hubo y muchas que rozaron la libertad o que pudieron
llevar adelante sus proyectos a pesar de todo. De ellas habla esta historia.
Te invito a dejarnos una reflexión final de
lo que ha evolucionado la sociedad desde aquel siglo XV hasta nuestros días
sobre los prejuicios, subrayo un pasaje de la novela en el que se lee: “…en
nada somos inferiores ni nada nos limita, salvo el miedo y los prejuicios que
nos infectan incluso a nosotras mismas.”
La reflexión
es muy sencilla: Aunque mucho se ha evolucionado en derechos civiles, el
arquetipo patriarcal sigue inserto en nuestra psiqué más profunda y ese arquetipo es lo que provoca el machismo
en muchos hombres, la sumisión en muchas mujeres y, por desgracia, la violencia
de género.
Se va
trasmitiendo de generación en generación por medio de la educación, el
comportamiento familiar y la apatía de cambiar. Los transmisores son hombres y
mujeres indistintamente pues el machismo no es exclusivo del varón.
Las leyes,
penas, teléfonos de ayuda, juzgados especiales, etc., son necesarios pero insuficientes.
En la educación está la clave. Tengo
una hija que estudia 3º de ESO y me sorprende comprobar la escasa presencia de
mujeres en los libros de texto. Todos sabemos que desde antiguo ha habido
filósofas, religiosas, científicas, exploradoras, escritoras... Sin embargo
parece que han estado ocultas durante siglos a excepción de alguna reina o
figura puntual. Cuando se estudia sobre ellas y se edita algún libro, lo
encontramos en las librerías situado en la sección especial de “temas
femeninos”, como si fuera una rareza, cuando debería estar en su lugar
correspondiente (ciencia, historia, política...)
La educación
abre la mente, si invertimos el arquetipo patriarcal por otro basado en el respeto,
a la vuelta de una o dos generaciones las cosas podrían cambiar de verdad. La
humanidad jamás ha alterado un arquetipo en una sola generación pero hay que
empezar.
Esta novela
no pretende transmitir una moraleja, pero yo como escritor he aprendido lo que
subyace bajo esta lacra social y cómo ha evolucionado. Espero que al lector, al
tiempo que se entretiene con la historia, también lo descubra.
¡¡Muchas
gracias!!
Muchas gracias a ti y mucha suerte, Juan
Francisco.
Por Ginés J. Vera.
Una gran entrevista, como siempre. Al autor lo conocía pero aún no me he estrenado con él. Pero lo tenog en mi lista de pendientes. A ver s me animo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias Margari. Siempre suelo decir eso de que la novela del entrevistado/a gustará; en este caso me temo que seré poco original, también lo creo, por lo histórico y por lo humano. Repito deseo de que si lees La llama de la sabiduría, un otro libro del autor, estaré encantado de leer tus comentarios. Un saludo.
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