Quedo con el escritor Iván
Repila en la cafetería del IVAM de Valencia. Él espera en una mesa en la
terraza, tomando un café. Me comenta que ha quedado con otro compañero de medios
–media hora después–, para otra entrevista en una librería, no lejos de allí,
donde presentará su novela.
La novela en cuestión, por la que me concede esta
entrevista, es "Prólogo para una guerra" (Seix Barral).
Somos casi de
la misma quinta, quizá por eso las preguntas fluyen casi como si se tratase de
una conversación. De hecho, al final de la misma, me comenta que (también)
imparte talleres de escritura y que creía que yo era filósofo o algo así, por
las cuestiones que le he lanzado. He sonreído pensando en si dará para escribir un relato. Lo que no le
comento es que al empezar a leer su novela me costó "entrar" en ella, casi como
años atrás cuando me decidiera por "La peste" de Camus. Precisamente, al ver
ciertas evocaciones entre ambas le digo que no creo mucho en esas comparaciones
de algunas reseñas solemnes, en esas literaturas
comparadas de varias obras entre sí, y aun así le lanzo el guante –metafórico,
claro–, de si hay algo de la obra mencionada del francés en su novela.
«Albert Camus es mi autor de cabecera
–me dice–, no he leído toda su obra
porque es extensísima y eso que el hombre murió con 46 años, yo creo que a
nivel formal no tenemos nada que ver. A nivel de ideas tenemos mucho que ver,
las ideas de Camus desde "El extranjero" ya, primero con el tema del absurdo,
pero luego cuando derivó hacia posiciones más humanistas, sus ideas sobre la
justicia, sobre la igualdad, sobre la libertad, sobre la dignidad de vivir,
esas ideas las comparto y las seguiré compartiendo y han sido capitales en mi
aprendizaje no solo como escritor sino como ser humano. "La peste" es un libro
–añade– que orbita mucho hacia decisiones individuales que tienen que ver con
el colectivo, con la solidaridad, fraternidad, temas que efectivamente están
presentes en mi libro».
Me señala acerca de "Prólogo para una guerra" que
«la novela tiene más que ver con el amor
que con cuestiones políticas» cuando le cito parte de un párrafo de su
libro ya que quiero que me comente acerca de la arquitectura del lenguaje empleado, de las palabras bien cuidadas. «No solamente las palabras –responde
dando un meditado trago al café, apurando la taza–, escribir es todo un conjunto, la frase, el párrafo, el capítulo, la
estructura general del libro… Yo cuido mucho el lenguaje porque es la única
forma que tenemos para mirar a los ojos del lector. Tú y yo estamos hablando
ahora mismo, si yo hago un silencio o miro a otro lado tú detectas los matices,
en un libro es difícil encontrar esos matices si no mantienes una conversación
cara a cara, por eso le presto tanta atención al lenguaje, intento ser muy
meticuloso incluso con las comas. Las comas marcan dónde yo respiro, donde yo me
callo, un punto, un punto y coma.
»Todo lo que tiene que ver con el lenguaje me
parece que es muy importante porque es la única herramienta que tenemos como
escritores para mirar a los ojos del lector, para interpelarlo y que el diálogo
se establezca, si prestamos menos atención a la construcción del lenguaje a la
elaboración casi artesanal de la frase yo creo que muchos matices se pueden
perder. Intento que mis libros tengan muchos matices».
Y del lenguaje
a los temas de la novela, entre los que le pregunto por el sentimiento de
pérdida y el hombre como parte de una sociedad destructiva. «Una sociedad destructiva o que se está
destruyendo…». Es aquí donde me habla de los padres fundadores de la Unión Europea, del sueño de una Europa integradora y de cómo ese sueño se ha roto o
lo hemos roto.
«Gran parte del mensaje metafórico alegórico
del libro es cómo hemos pervertido el sueño europeo, el sueño de construir una
civilización tolerante, integradora, igualitaria; solo hay que ver lo que hay
ahora a nuestro alrededor, en la última década o dos décadas, ya sea evidente
que estamos reventando ese sueño. Lo hemos convertido en una pesadilla, solo
levantamos muros y concertinas, echamos a los refugiados, somos
individualistas, todo ese sueño integrador creo que se ha ido a pique.
»El
discurso que hay detrás de mi novela, a nivel simbólico, es: si bien hay gente
que sigue abogando, como Emil, por esa herencia del siglo XX destructiva y
egoísta, lo que viene en el siglo XXI, la propuesta es: vamos a construir un
mundo donde habitar lo inhabitable vamos a construir un mundo más decente, más
habitable».
¿Una sociedad
globalizada?, le lanzo; preguntándole si acaso el cáncer de que adolece no sea
la despersonalización (aquí vuelvo a evocar a Albert Camus, aunque me lo callo).
«Si existe, por llamarlo cáncer, diría que
tiene metástasis. La despersonalización sería uno de ellos, igual, desde mi
punto de vista, el problema más grave que tiene ese cáncer que tu señalas sería
que tendemos a olvidarnos de la gente, vivimos de espaldas unos a otros, yo
creo que es el origen de todos los problemas, a raíz de vivir de espaldas, a mí
no me importa lo que te pase a ti y a ti no te importa lo que me pase a mí,
creo que de ahí se derivan otros muchos problemas, entre ellos la
despersonalización, pero también el despojamiento, la insensibilización, la
crueldad…»
Los capítulos
de "Prólogo para una guerra" se suceden como fases constructivas, aparecen como: "Dibujos", "Anteproyecto", "Proyecto de ejecución", "Construcción" y "Ocupación" antes del anexo. Le pregunto por ello más allá de lo metafórico
habida cuenta del personaje protagonista.
«Porque era coherente, el personaje
protagonista es un arquitecto que está construyendo un barrio, que luego, en
lugar de construir un barrio bueno, construye un barrio habilitado para la
muerte, un barrio destructivo, como él es estéril, un barrio estéril. Es una
metáfora.
»Al mismo tiempo, la arquitectura como
metáfora está presente todo el tiempo, como escenario incluso, se mencionan
muchas cuestiones arquitectónicas. Tiene muchas imágenes metafóricas para
asociarlo a mi idea de cómo el sueño europeo se ha convertido en algo
inhabitable, me parecía que era muy coherente que yo, como constructor de un
libro, de alguna forma también utilizara una estructura paradigmáticamente
arquitectónica».
Le pregunto un
par de cuestiones más, pero creo que con estos cimientos los lectores ya pueden
hacerse una idea del sólido edificio que Iván Repila ha construido en este
libro, ahora toca habitarlo como si fuera un hotel o una urbanización,
compartiendo, quizá departiendo, entre los balcones metafóricos (o no) una vez
leído.
Iván Repila. (Bilbao,
1978). Escritor, editor y gestor cultural. Cofundador de la editorial Masmédula
Ediciones, especializada en poesía contemporánea. Ha trabajado para diversos
organismos e instituciones nacionales e internacionales en la producción,
coordinación y dirección de congresos, encuentros y festivales de teatro,
música y danza. Autor de las novelas Una comedia canalla (2012) y El niño que robó
el caballo de Atila (2013), publicada en Italia, Reino Unido, Estados Unidos,
Corea, Rumanía, Holanda y Japón. Varias productoras cinematográficas han
adquirido recientemente los derechos para su adaptación al cine y el dramaturgo
Hywel John ha adquirido los derechos de representación teatral para Estados
Unidos.
Pues sí, me queda claro lo que me va a ofrecer el autor con esta novela. Te confieso una cosa también. Me cuesta entrar también con Camus, pero luego me cuesta salir. Son libros que te dejan tocada. Como creo que me dejará tocada la lectura de éste. Me lo apunto. Gran entrevista!
ResponderEliminarBesotes!!!
Hay libros que se tocan y otros que nos tocan, también nos que no se dejan tocar. Qué suerte cuando nos toca leer buenos libros. Mejor eso, que los libros toquen a que no nos digan nada al primer toque. Gracias y un saludo Margari. Me toca pasarme estos días por tu blog, por cierto.
EliminarCuando puedas, que no hay obligación!
EliminarAdemás de pasarme por tu mail, como sabes, he incluido a tu blog "Mis lecturas y más cositas" en el apartado de mi lista de blogs. Un humilde reconocimiento a tu labor de venir semana tras semana a visitar y dejar tus comentarios. Muchas muchas gracias Margari.
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