José María Andrés Fernando Lezama
Lima, más conocido por José Lezama Lima, nació en La Habana, allá
por los inicios del pasado siglo XX. Hijo de militar, la muerte de su
padre marcó su vocación como escritor. Lezama destacó sobre todo
como poeta, cuentista y como novelista por una obra singular:
Paradiso, quizá una de las obras más importantes en la
lengua castellana. Esta apareció publicada en 1966; la única
publicada en vida, pero que representó todo un acontecimiento en el
panorama literario de la época.
He querido hacer esta breve
introducción porque no se prodigan en las librerías las obras
narrativas de autores cubanos. En este caso, Las comidas de
Lezama Lima no es una semblanza del intelectual habanero, ni
una profunda disertación al hilo de sus obras en vida o tras esta.
El título y la portada ya nos dan
alguna pista de que sobre el mantel vamos a encontrarnos un libro muy
especial. Los lectores descubrimos como entrante un prólogo a cargo
del también cubano, periodista e investigador Ciro Bianchi. Titula a
su exordio antes del recetario posterior La cocina contada. En
él, Bianchi nos ilustra acerca de esos pasajes en la obra de Lezama
donde este evoca la cocina cubana. También hace un recorrido por
otros escritos y escritores cubanos acerca de ello, de esa presencia
o ausencia de referencias gastronómicas en las obras literarias
cubanas.
«El lector se queda con ganas de
enterarse qué comían los protagonistas de Mi tío el empleado
(1887) la importante novela de Ramón Meza, y adentrarse así en los
gustos culinarios de la burocracia colonial», leemos. Y en ese
recorrido llegamos a ese punto en el que Bianchi nos cuenta que «El
dulce es adicción remota del cubano».
Quizá por ello la repostería cubana es tan deliciosa, añado yo.
Bianchi añade que «Algunas
crónicas dan cuenta de que ya en el siglo XVI se hacía presente en
la mesa criolla».
No
vayamos tan atrás. La narrativa cubana actual también hace guiños
a la comida cubana, como el que le hago aquí y ahora a Leonardo
Padura. Este autor me concedió una entrevista hace unos años. Puede leerse aquí. recuerdo que
nada más entrar aquel en el hotel donde habíamos quedado, lo
primero que hizo tras sentarse fue pedir un café bien cargado. Creo
que hablamos de su novela y de comida, cómo no.
Bianchi
nos cuenta en el prólogo de Las comidas de Lezama Lima
que «La
cocina ocupa un lugar nada desdeñable en Pasado
Perfecto (1991) y Vientos
de Cuaresma (1993)
novelas de la tetralogía “Las cuatro estaciones” de Leonardo
Padura.»
Antes
de hablar de la segunda parte, la del recetario incluido en este
libro, no quiero descuidar el comentar las divertidas anécdotas de
Lezama y su buen comer. En el prólogo, así, leemos por ejemplo de
Lezama que no era raro que este «(…)
en un restaurante de cocina española, rematase su cena con ese
postre criollísimo que son los cascos .de guayaba con queso blanco».
Pues eso. Ya anuncia Gómez
Fariñas que este libro «pretende dar una idea aproximada
de lo que comía Lezama Lima y de los platos que lo deleitaron»,
algo que la autora ha llevado a cabo valiéndose de múltiples
fuentes, afirma, para reconstruir este testimonio.
En el
recetario hay buena profusión de jugos como el de mango, ya solo o
con piña, o el de guayaba. Esa que tanto gustaba a Lezama como hemos
leído. Hay mermeladas, salsas, cremas y recetas de tamales, de
arroces y calamares sin descuidar las
carnes o los filetes de pescado en
varias presentaciones. No podían faltar en el recetario algo tan
representativo de la gastronomía cubana como su cerdo asado, su
ajiacao, su caldosa, su dulce de coco... junto
a los cascos de guayaba. A lo largo de sus páginas, la autora de Las
comidas de Lezama Lima incluye las palabras del gran escritor
cubano para conformar el contrapunto necesario como lo era ese queso
blanco a los cascos de guayaba lezamianos.
Enhorabuena a la editorial Verbum
porque ¡metió pesca’o!
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