Empecé a leer Las voces del lago (Nocturna), de mi paisana Beatriz Esteban, alentado por la sinopsis. Pronto me percaté de la intriga que sostiene la historia a partir del personaje protagonista, la joven Bree, en el centro de una trama de descubrimiento. Y de autodescubrimiento.
La autora se vale de un primer capítulo satélite para dejar un cabo suelto en la mente del lector. Luego viene la historia del regreso de la protagonista, y su madre, al pueblo irlandés de su infancia tras la muerte del padre. Esa muerte familiar y el propio traslado desde Dublín a una pequeña localidad rural genera tensiones, recuerdos, evocaciones y sensaciones que Bree narra en primera persona. Aunque será otro elemento extra el que aporte la intriga y el interés narrativo en esta historia: las apariciones espectrales.
Ante la lógica de la posible naturaleza para el lector, Esteban nos proporciona un relato plagado de pequeños indicios apuntando conforme avanza la trama hacia una misma dirección. Se vale también de ese primer incidente ocurrido nueve años antes del traslado, cuando Bree y Adam eran unos niños jugando cerca de un lago helado. Incidente que regresa a mitad del libro, narrado en tercera persona, para disparar la sucesión de acontecimientos trágicos y la resolución del climax en las páginas finales.
Las voces del lago se lee como novela juvenil entretenida y brillante, con el añadido, como así lo apostilla la autora en una nota final, de querer aportar un acercamiento a una realidad social que afecta al uno por cien de la población. Porque Las voces del lago no solo habla de fantasmas, también de monstruos, de nuestros propios fantasmas y monstruos y de cómo actuamos frente a ellos. Como individuos y como sociedad, no solo representado con el personaje de Bree, también con el de su amiga Carrie Sloan como descubrirán las y los lectores de esta novela intrigante y conmovedora.
Beatriz Esteban (Valencia, 1997) estudia actualmente Psicología, además de impartir charlas sobre literatura y salud mental tanto en institutos como en universidades. En 2017 publicó su primera novela, Seré frágil, que dos años antes había resultado finalista en el Premio Literario Jordi Sierra i Fabra para Jóvenes. En 2018 ganó la segunda convocatoria del Premio Ripley de Ciencia Ficción y Terror con el relato «Niña caducada» y publicó Aunque llueva fuego. Su novela más reciente, es Presas (Nocturna, 2019),
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