Amàlia Lafuente, médico y catedrática de Farmacología en la facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, acaba de publicar su segunda novela Terapia de riesgo. Dedicada a la docencia y a la investigación, en el ámbito literario ha cosechado varios premios como el XXII Premi Països Catalans Solstici d´Estiu en 2009 y el XVI Premi Literari Ciutat de Badalona de Narrativa por su anterior novela, Código Genético.
¿Cómo respondió el público a su primera novela y qué expectativas ha
depositado en esta Terapia de riesgo?
Con Código Genético tuve muchos más lectores de los que podía imaginar.
Estoy segura que Terapia de Riesgo gustara aún más. Es una novela muy madura y
entretenida, el tema de la medicina antienvejecimiento es muy atractivo.
He celebrado esa cándida definición infantil de ‘médicos de ratas’ para
aludir a los investigadores médicos.
Así me llamaban mis hijas.
Me parece curioso, como también los nombres elegidos para los
personajes de su novela, y especialmente por ese lugar llamado: El Gallo
Alegre.
Es un bar de carretera que sirve para las reuniones clandestinas de los
protagonistas. Es un soplo de aire fresco en el ambiente opresivo del hospital.
El nombre era real. Creo que da ese tono desenfadado necesario.
La barrera idiomática también aparece de algún modo reflejada en la
vida de estos personajes.
Se muestra la barrera idiomática del inglés, que puede ser un gran
obstáculo en ciencia, pero luego se muestra también la lengua como un
instrumento de complicidad (turco de Mark).
De los personajes a los escenarios en los que transcurre Terapia de
riesgo. Barcelona entiendo que por proximidad personal, pero ¿cómo eligió al
resto?
El nuevo hospital se construye en unos terrenos frente al mar y la
Fundación en un edificio histórico existente en dicho terreno, medio en ruinas.
Está inspirado en los edificios tétricos de La Savinosa, en Tarragona. Yo
también me traslade a un nuevo hospital y facultad (Reus-Tarragona) con mi
familia, y viví 8 años.
Además de la parte de ficción, el lector se asoma a curiosidades
científicas, como esa en la que Diana ‘había leído que la sensibilidad era un
hábito que se adquiría mediante una experiencia reflexiva’.
Si, es así. La sensibilidad se cultiva y se forma.
Coménteme esa frase de ‘abrazamos una sombra y amamos un sueño’ dentro
del argumento de esta novela.
Una de las mayores intrigas de la novela es Claudi, el marido de Diana y
ella se pregunta si alguna vez se llega a conocer a la pareja a pesar del amor
y del abrazo de cada día.
«Dicen que es banal el culto al cuerpo –afirma Olga Sokolov–, pero es
mucho peor la nostalgia de lo que fuimos», ¿está de acuerdo?
En mi opinión no es bueno ni una cosa ni la otra
En una Nota de la autora, al final del libro, afirma que ‘ésta no es
una historia de ciencia ficción’ y que ‘todo lo que se cuenta podría suceder
(…)’. Nos deja abierta una inquietante reflexión.
Todos los científicos somos conscientes que la investigación está basada
en la confianza, en la honestidad de los investigadores, tanto en cuanto a la
veracidad de los resultados como a la corrección ética y técnica de los
procedimientos. No tenemos ningún policía detrás que vigile nuestra honradez. En Código
Genético puse de manifiesto la falsificación de resultados, y aquí, en Terapia
de Riesgo, se cuestionan algunos
procedimientos.
¿Cree que debe haber mayor transparencia en el funcionamiento de de
ciertas instituciones, por ejemplo en el caso de algunas ONGs, dada su labor
social?
A veces se puede creer que una financiación no pública exime de
responsabilidades y eso no es así.
Terminemos con música, la que acompaña a la novela, creo haber
‘escuchado’ desde ‘La escocesa’ de Mendelssohn, o La hora de los adioses
(una canción popular escocesa), a Depeche Mode
o Fito y los Fitipaldis.
De todas las músicas, es “Me equivocaría otra vez” de Fito y los
Fitipaldi, la banda sonora de la novela. Inequívocamente.
Por Ginés J. Vera
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