Esta entrevista es muy especial, en tanto quiero dar las gracias a
Jaime Siles por su amabilidad y dedicación al abrirnos las puertas de su casa
para llevarla a cabo. También mi agradecimiento a Sergio Martínez, por sus
excelentes fotografías y haber hecho posible esta entrevista y la difusión en
un importante medio de comunicación valenciano.
Jaime Siles es profesor universitario en la
Universidad de Valencia además filólogo, traductor y poeta. Doctor en Filología
Clásica ha sido nombrado autor del año 2014 por la Generalitat Valenciana.
Entre sus muchos reconocimientos como escritor destacar el premio Loewe de
poesía en 1989 o en el premio de las Letras Valencianas en 2004.
¿A qué cree que es debido que España
presente unos índices de lectura y comprensión lectora bajos respecto a otros
países tanto dentro como fuera de la Unión Europea y cuál sería la fórmula para
mejorar esta situación?
Creo que España
tiene especialmente la asignatura pendiente de nuestra democracia y es, sin
duda alguna, la educación. La educación debe hacer que la gente aprenda no una
lengua sino varias, que sea capaz de expresarse en ellas, que sea capaz de
leerlas porque es la única manera que tenemos los españoles hoy de ser europeos
de pleno derecho. Si no dominamos las principales lenguas europeas somos
ciudadanos de segunda categoría no de primera. Y en el sistema español hay unas
deficiencias muy claras, y una sobre todo es la no valoración del esfuerzo. Durante
años se ha penalizado el esfuerzo y eso es un gran error porque desde la Ilíada
hasta hoy sabemos que la moral de occidente se ha basado y esta ha sido la base
de nuestro progreso en las palabras de la Ilíada: Esfuérzate por ser el primero
y el mejor en todo. Y aquí llevamos 20 o 30 años en que parece que hay que
esforzarse por ser el peor, por ser el más tonto de la tierra. Eso no puede ser
modelo absolutamente de nada.
¿Qué supone para usted recibir el
reconocimiento como Escritor del año 2014 de la Generalitat?
Para alguien
que ha vivido veintitrés o veinticuatro años en el extranjero, alejado de
España y de Valencia, supone un gran reconocimiento como el que me hizo la
Generalitat Valenciana, en el año 2004, al darme el premio a las Letras Valencianas,
o como me hizo el Ayuntamiento hace unos meses cuando me nombro hijo predilecto
de la ciudad. Yo creo que un reconocimiento como éste lo que supone es un
refrendo de la ciudadanía, es decir de los propios paisanos, ¿qué más se puede
pedir?
¿Dónde se integra la función de un filólogo
en el contexto de la sociedad actual?
Creo que en un
contexto muy importante. Hay muchos tipos de filólogos, yo soy un filólogo
clásico, es decir, que me dedico a las lenguas antiguas, las que han sentado
las bases de nuestra civilización y, naturalmente, la filología es una manera
de entender no solo la Historia sino también la realidad, porque la filología
es lo que nos enseña la representación verbal de la realidad. Un filólogo sabe
si la realidad está bien representada verbalmente, si no lo está es una
imperfección o una falsación, según sea voluntaria o involuntaria esa falta de
exactitud de la verbalización. Yo creo que la filología es muy importante
porque la palabra lo es. Nosotros tenemos identidad porque tenemos lenguaje, si
no tuviéramos lenguaje careceríamos absolutamente de identidad, seríamos como
un vegetal o como un perro, y es el lenguaje lo que nos permite articular en
conceptos todo lo que la Historia de la Humanidad ha ido adquiriendo como conocimiento
y experiencia, si eso no se pudiese trasladar al concepto a lo mejor quedarían
monumentos en piedra, pero no quedaría una palabra, no quedaría un lenguaje que
pudiese trasmitir.
El conocimiento de la cultura clásica, del
latín o el griego en el sistema educativo ¿qué cree que aporta a los futuros
ciudadanos de nuestra sociedad?
La única manera
de ser ciudadano de verdad es sabiendo porqué se hizo la democracia en Grecia y
cómo se continuó en la república romana. Piense usted que cuando se hace la
gran revolución -que es la revolución francesa, porque es la única que sigue
todavía viva-, ésta se hace tomando como ejemplo Roma, la República. Montesquieau
escribe en esa dirección, y cada vez que la cultura occidental se ha apartado
de las bases del latín y del griego y de las bases de la democracia y de las
bases de la república romana el hombre ha empezado a caminar a cuatro patas y
no le ha salido rabo de milagro. Y cada vez que ha sucedido lo contrario, ahí
tiene usted el renacimiento, ahí tiene usted la ilustración por poner dos
ejemplos claros, toda la humanidad ha ido hacia delante. De manera que yo creo
que el latín y el griego cumplen una función muy importante, o deberían cumplir
una función muy importante en el bachillerato. El bachillerato está
irreconocible. En mi época, cuando yo estudiaba en el bachillerato, lo
importante era, en ciencias: las matemáticas, la física y la química; y en
letras: el latín y el griego. Ahora no. Me he entrevistado cuatro veces con el
ministro Wert, me he entrevistado en la Moncloa con los asesores de Rajoy y,
bueno, hemos conseguido que el griego no quede muy bien, pero el latín y la
cultura clásica lo hemos salvado. No hemos llegado a los objetivos máximos
deseables, pero hemos salvado unos mínimos.
Hablando precisamente de política, ¿cómo
han afectado las políticas de austeridad a la cultura española y cuándo cree
que podrá revertirse esta situación?
No sé cuando se
podrá revertir porque eso depende de unos parámetros internacionales, pero
parece que tardaremos un tiempo de salir de aquí, unos cuantos años, una década
tal vez. Pero, en cualquier caso, yo creo que ha sido muy duro para el cine,
muy duro para la música, el IVA sobre los espectáculos y sobre el libro es un
atropello y no digamos el problema con los estudiantes la universidad, que
tienen muchos menos medios. Los profesores cobran hasta un treinta o un
cuarenta por ciento menos, no hay plazas que vuelvan a convocarse en las
oposiciones. Después de lo invertido, con el sacrificio social que supone en la
formación de una generación, esta generación la estamos exportando. Es una ley
antieconómica se mire por donde se mire.
Quería preguntarle por una afirmación suya:
‘el traductor y el crítico textual son los mejores lectores de una obra’.
Sí, yo he
traducido de varias lenguas, la traducción me gusta mucho, en periodos de
sequia. La traducción ayuda mucho porque es una especie de gimnasia lingüística
y mental que mantiene la temperatura poética. Cuando yo he dicho eso me he
referido a que un traductor tiene que reescribir en otra lengua aquello que un
escritor escribió en la suya propia, y entonces termina conociéndola muy bien
porque ve las limitaciones no de esa obra, sino del propio idioma y de la
propia cultura para esa obra. En ese sentido es un gran lector de la obra
porque la tiene que leer, entender y reescribir. Muy parecido a eso le pasa al crítico
textual, el crítico textual es un especialista dentro de la filología y lo que
tiene que hacer es fijar un texto. Imagínese usted que tiene una novela de Galdós
y que en Galdós hay ocho ediciones distintas: unas con erratas otras sin
erratas, unas en las que hay una palabra que se han comido, otras en la que no.
¿Cómo fijar el texto? Por eso el crítico textual debe conocer al autor mejor
que el autor a sí mismo, para saber qué palabra es la que debe entrar ahí en el
caso de que este falte o cuál de esas distintas versiones del mismo texto es la
canónica o sería la mejor. Son lectores muy especiales, yo los he admirado
mucho, porque si creo con Borges que la literatura de creación sobre todo es
literatura de lectura en el sentido de que de si usted y yo supiéramos, como
dice Borges, cómo va leer un hombre en el año 2040 sabríamos cómo va a escribir
ese hombre en el año 2040. Si usted supiera el código de lectura o el punto de
vista desde el que se lee sabría el punto de vista desde el que se va a
escribir.
¿Hay en nuestra cultura una cultura
humanística?
En nuestra
cultura hay una base de cultura humanística, lo que pasa es que en los últimos
años de capitalismo desbordado y de un liberalismo sin precedentes se han
venido muchas cosas abajo, entre ellas el humanismo. Y no solo digo el
humanismo porque la gente que no quiera leer latín o griego no se ha venido
abajo, no se ha venido abajo porque lo que se ha venido abajo es el concepto
mismo de ser humano. Claro, esto es lo que no hay de olvidar, y claro, la gente
ha confundido precio y valor, que es otra barbaridad. Las cosas de verdad no
tienen precio, lo que vale de verdad está fuera del mercado. Y eso es lo que habría
que enseñar, eso es lo que enseña la cultura humanística eso y a ser un buen
conciudadano a respetar las leyes y sobre todo a ser crítico, porque la cultura
humanística tiene como obligación la formación de una ciudadanía crítica, entendiendo
por crítica aquella que es capaz de analizar un discurso político y decir: esto
es verdad y esto es mentira; esto nos conviene y esto no nos conviene, eso es
una cultura humanística, una cultura crítica. La capacidad de que usted pueda
criticar, de que usted no vea el periódico y se lo creo que usted no vea la
televisión y se lo crea, que usted sea activo en su pensar. Esa es la fuerza de
la palabra.
Con la crisis, ¿se aprende el verdadero
valor de las cosas?
No, la crisis
es una llamada de atención como cuando uno se pone enfermo. Una crisis en una
sociedad quiere decir que la sociedad está enferma, y cuando uno está enfermo
también se tiene una crisis, solo que es una crisis de su organismo y usted
produce automáticamente unas antitoxinas que le defienden. Una crisis hace que
la sociedad se replantee cosas. Una crisis no es en principio siempre mala,
puede ser muy buena, lo malo es siempre lo que produce la crisis, no la crisis
en sí, sino las causas por lo que hemos llegado hasta allí y eso si hay que
aprender de ello y, si es posible, hay que corregirlo. Pero en la historia de
la cultura las crisis son continuas y no siempre uno sale de la crisis peor. Yo
diría que casi siempre la crisis es consecuencia de una mala interpretación de
la realidad, de una mala interpretación de los valores verdaderos. La crisis a
lo que viene es a recordar a la gente lo que es verdad y lo que es real y
aquello por lo que hay que luchar.
Muchísimas gracias y enhorabuena, Jaime
Siles.
Por Ginés J. Vera.
http://www.levante-emv.com/cultura/2014/05/04/tuvieramos-lenguaje-careceriamos-identidad/1107370.html
Foto: Sergio Martínez
http://www.levante-emv.com/cultura/2014/05/04/tuvieramos-lenguaje-careceriamos-identidad/1107370.html
Una entrevista la mar de interesante. Un placer leerla. Y totalmente de acuerdo. El bachillerato está irreconocible. Pero también la primaria, la secundaria... La educación hoy en día es de pena... Pero claro, es preferible tener a la gente analfabeta, que se la controla mejor...
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias, Margari. La entrevista fue extensa, una hora larga en la que hablamos de casi todo. Tienes razón en lo del bachillerato, es curioso como se ven las cosas dentro y fuera, me refiero cuando yo lo estudiaba y ahora, en la distancia. La vida se vive hacia delante, dijo alguien, pero se entiende hacia atrás. Me voy a permitir la poca humildad, por lo del analfabetismo, de citar a Borges cuando afirmaba que estaba más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito. ¡Qué gran regalo es la cultura! Leamos, huyamos del analfabetismo en busca de la libertad. Un saludo afectuoso.
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