Foto cortesia Editorial Páginas de espuma. |
Ha
estructurado estas doce historias agrupándolas en secciones correspondiendo a
los 4 elementos de la naturaleza o del budismo temprano: Tierra, Aire, Fuego y
Agua.
Creo que como consecuencia natural de la
posmodernidad, el caos se asume como el nuevo modelo formal. La idea del arte como promotor del orden y de la
armonía está un poco deslegitimada. Sin embargo (quizá porque soy abogada y
estoy habituada a la sistematización que es propia del Derecho), sigo creyendo,
como Rilke, que la creación del artista es una puesta en orden.
Mi intención fue darle al libro una estructura fuerte
que condujera al lector hacia una cierta intensidad, como lo hace la música
sinfónica. Y para ello, era absolutamente indispensable el orden, la armonía y
la proporción. En esta concepción, cada uno de los cuentos debe funcionar de
modo individual, pero también tiene que suponer un plus de emoción respecto del
relato anterior y, a la vez, ser la base, el sustrato emocional del relato
sucesivo.
Además de ese orden, los cuentos de La condición animal están divididos en
cuatro secciones: tierra, fuego, aire, agua. Mientras buscaba un orden para el
libro, reparé en que cada uno de los relatos tenía como núcleo alguno o algunos
de estos elementos. Recordé, entonces, que ciertos filósofos griegos
presocráticos consideraban estas sustancias como el arché, el elemento primigenio del cual estarían hechas todas las
cosas del universo; se me ocurrió que yo también podía jugar con esta idea. Así
concebí un orden que avanza desde lo sólido hasta llegar al agua que es, como
sabemos, el principal componente del cuerpo humano.
Al final del
libro confiesa que fue Clara Obligado quien de alguna manera la animó a
lanzarse a la publicación, ¿podemos saber qué le preguntó Obligado en aquella
pizzería milanesa hace 3 años?
Coordino un club de lectura en el
Instituto Cervantes de Milán. Luego de la reunión (debatimos El libro de los viajes equivocados),
Clara Obligado me dijo: “pero ¿tú escribes?”. Le dije que sí, que lo hacía para
mí, porque me divertía. Y Clara contraatacó: “está muy bien, si crees que tener
los cajones llenos de historias cuando tengas ochenta años te hará feliz”.
No respondí, pero al día siguiente rebusqué en mis
cajones. Comencé a leer todo lo que tenía guardado y me di cuenta de que tenía
un libro.
He querido
ver en cierto modo hilos comunes: se nutren de recuerdos, hay algo salvaje,
visceral y, quizá muy osado por mi parte, algo de los siete pecados capitales
sin olvidarnos de la Muerte, así, con mayúsculas.
Lo salvaje está ya en el título que
nuclea los doce relatos y remite a la génesis y naturaleza del mal. ¿El mal es
una zoología errada, un recurso a la naturaleza, violaciones al código
ético-normativo-moral que compartimos como sociedad? Lo visceral, en cambio,
tiene que ver con una elección estética, que nace desde la dimensión ética. ¿Por
qué retratar al mundo menos cruel de lo que es o de lo que yo creo que es? ¿Por
qué voy a embellecerlo?
Me encanta que haya visto lo de los
siete pecados capitales. El libro, que como dije es una larga interrogación acerca
del mal, busca ocupar no sólo la dimensión ético-normativa sino también el
campo religioso. No nos olvidemos que la Teodicea ha dado a luz a las teorías
más enjundiosas sobre la naturaleza y origen del mal.
¿Tiene alguna afinidad especial por los dinosaurios,
dígame si es casual que aparezcan en dos de los relatos, seguro que no es un
guiño a Monterroso?
Me encantan los dinosaurios,
es verdad. Tengo una especie de nostalgia de lo no vivido por esos animales. Me
maravillan sus dimensiones, su poder destructor. Todo lo vinculado a esa etapa
histórica es, confrontado con la dimensión humana, excesivo, dionisíaco.
El pterodáctilo de La vida interior de los probadores busca
encarnar la conciencia primitiva, la de los más bajos instintos. El dinosaurio
de Deriva es, efectivamente, un guiño
a Monterroso. De hecho, cuando el personaje del cuento, que es guionista y se
llama Tito M., se despierta el Brontosaurio todavía está allí, en la escena
inacabada del guion, a la espera de su destino.
He destilado de estas historias, algunas frases por si
quiere comentárnoslas. ‘Nunca entendemos el dolor del otro sino en la parte que
se parece al propio’ (Lo que queda en el aire).
Esta afirmación pertenece al
campo empírico. Todo arte es el arte de
escuchar, dice la escritora argentina Hebe Uhart. Yo he sido testigo, más
de una vez, de cómo la gente interrumpe a alguien que está contando una
situación dolorosa para afirmar: “sí, a mí me pasó algo similar”. Y que luego
la charla derive hacia la anécdota de quien interrumpió la conversación, aunque
se trata de una experiencia más liviana, menos dolorosa.
Por otra parte y más allá de la
observación empírica, la empatía es una especie de ejercicio de imaginación. Y
la imaginación, según la neurociencia, tiene sus límites.
‘La avaricia es la condena de este continente,
reflexionó Daniel’. (Leviatán).
En mi visión política, desde la
Conquista de América hasta el presente, quienes ocuparon y ocupan los espacios
de poder político de Sudamérica piensan más en sus intereses económicos que en el
de los países que gobiernan.
‘El horror también
puede ser una costumbre’. (Criaturas).
La verdad es que me gusta confiar en la
hospitalidad del azar. Me gustaría vivir más en el asombro, porque pienso que
en esas fisuras de lo cotidiano se encuentra lo que vale la pena ser vivido. Pero,
como todos, tengo más costumbres que asombros. Vivimos en el horror de la
costumbre y en la costumbre del horror también, tolerando la injusticia, la
corrupción, la pobreza y un largo etcétera de miserias.
‘Hay momentos que son puro agujero sin fondo, una fosa
en las Marianas, diría Cousteau, y no se acaban nunca’. (Criaturas).
Todos somos conscientes de
que hay una distancia entre la palabra y el objeto nombrado. Pero hay ciertos
momentos, las experiencias más dolorosas que refieren a la muerte, por ejemplo,
que se acercan al campo de lo prácticamente indecible. Para esas situaciones
inefables, suelo utilizar una imagen. Los elementos particulares de la imagen
no pierden su carácter concreto y singular, pero a la vez expresan, por
proximidad, por oposición, etc., una realidad, un desgarramiento escondidos en
las palabras.
En el relato Criaturas, el personaje vive en un mundo
chapoteante, infectado de anfibios, fue fanático de Jacques Cousteau y del
mundo marino en su infancia y está ahora atravesando una dura crisis
existencial; de ahí que, dentro de la lógica del cuento, su dolor pueda ser
comparable a un agujero sin fondo, a una fosa en las Marianas.
Valeria Correa Fiz nació y creció en Rosario (Argentina), a orillas del río Paraná. Aunque hace más de diez años que vive en el extranjero (siempre en ciudades que empiezan rigurosamente con la letra eme: Miami, Milán, Madrid), todavía conserva el humor turbio y sedicioso que le legaron las aguas del río. impartió talleres de escritura creativa en las ciudades norteamericanas de Miami y Weston y coordinó el Grupo de Lectura en Español para la cadena de librerías norteamericanas Barnes & Noble durante cuatro años. Posteriormente estuvo a cargo del club lectura de la Librería Melting Pot (Milán) durante cinco años. Desde el año 2012 hasta la fecha, coordina los talleres de escritura creativa y traducción y los clubes de narrativa y poesía en el Instituto Cervantes de Milán, Italia. Es autora del poemario “El álbum oscuro” (I Finalista Premio de Poesía Manuel del Cabral 2015) y del libro de relatos “La condición animal”, publicado en 2016 por Páginas de Espuma.
Muy interesante esta entrevista. Una autora a la que me ha gustado conocer. Y un libro de relatos muy tentador.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola Margari, si te dejas tentar por estos relatos dímelo, me encantará saber tu opinión. Gracias y un saludo.
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