miércoles, 17 de agosto de 2016

Rubén Figueres: «El empujón definitivo para esto fue Risto Mejide».



Entrevisté a Rubén Figueres en Valencia promocionando este libro de título tan original como lo fue la experiencia que le llevó a escribir ‘De Gandía a la Casa Blanca’ (Plaza y Janés, 2015). Porque uno puede ir a los USA de muchas maneras (p. ejem. de turista o a hacer las américas) y volver con un montón de fotografías de su viaje o con la mochila llena de experiencias tan enriquecedoras y tan motivadoras como las de Rubén Figueres y que tuvo a bien comentarme admitiendo que no siempre se planifican las cosas buenas que a uno le pasa pero que es importante ir sembrando semillas para que esa suerte florezca.

¿Cuáles fueron las motivaciones, las decisiones que tomó para llegar ‘de Gandía a la Casa Blanca’ y en general hasta aquí?

No fue algo premeditado, en cuanto a ‘tengo que hacer esto’, fue un proceso. Yo de Gandía salí pronto. Gandía es una ciudad pequeña en la que la gente tiende a quedarse, se vive muy bien allí, y yo a la hora de ir a la universidad me fui a Barcelona, no me fui a Valencia que sería lo normal. Una vez estás en Barcelona empecé a descubrir otras culturas, otros mundos y quería conocerlos, aparte de una inquietud que tenía. Cuando terminé tenía la necesidad, quería vivir un año o dos años fuera para poder absorber una cultura; además, la cultura americana me había gustado mucho, ya había estado antes, y me fui con la idea de aprender inglés, de aprender esa cultura, de tener una experiencia más, pero para volver. Lo que pasa es que las circunstancias se dieron y encontré allí una segunda casa que me gustado y que me permitió pues crear cosas de una manera diferente, algo de lo que hablo en el libro, una marca personal; crear una marca personal superior a la que había tenido en ese momento, crearla a mi gusto y eso me hizo estar más a gusto allí y poder quedarme. Ahora llevo 17 años allí.

Según he leído además de la exigencia, la entrega o la motivación, uno de los pilares de su filosofía empresarial ha sido el deporte, con el que veo ciertos paralelismos, pero ¿qué más paralelismos existen entre ambos ámbitos, entre el deporte y el mundo empresarial?

Paralelismos…, pues que es un trabajo de constancia, de esfuerzo y que los objetivos se cumplen si se hace el trabajo bien hecho. El deporte me ha ayudado obviamente físicamente, socialmente y de trabajo, que es un poco, profesionalmente que es la parte que resalta más en el libro, el cómo se pueden utilizar esas pasiones, esos hobbies, para avanzar en el mundo profesional.

En ‘De Gandía a la Casa Blanca’ también encontramos renuncias personales o sacrificios, como al hablar de la familia o de ese hobby suyo: tocar la batería, ¿qué hace uno en esos casos? ¿Cómo debemos plantearnos esa disyuntiva para saber cuál es la decisión acertada?

Yo creo que lo principal es tener las prioridades claras; escucho muchas veces que la gente me dice, “¿de dónde sacas tiempo para hacer tanto?” El día tiene 24 horas, entonces, es una cuestión de prioridades completamente. Si tú prefieres ver la tele por la noche, ver los programas del corazón, por ejemplo, esa es una decisión que tú tomas, es una prioridad tuya que puede que sea muy importante para ti, que puede que te ayude a relajarte después del día, y es lo que quieres, pero prefieres hacer eso que irte a correr; porque podías irte dormir a las diez y levantarte a las seis de la mañana para ir a correr que es lo que hago yo. Entonces, tienes que tener claras las prioridades, si uno le da al trabajo una prioridad tan infinita que no le da tiempo a hacer lo demás, que trabaja 15 horas al día, pues te quedas sin tiempo para lo demás. Es establecer las prioridades, y muchas veces, a lo mejor, es pararse a analizar y decirse: si quiero hacer esto lo puedo hacer, pero tengo que eliminar otra cosa; la otra cosa es tan importante para mí que no me deja hacer esto…, te tienes que sacrificar.
A mí me gustaría tener más tiempo, me gustaría tener cuarenta y ocho horas al día, haría muchas más cosas, pero bueno, establezco mis prioridades y a eso es a lo que dedico el tiempo.

Ahora comparte su experiencia en forma de libro, si antes nos dijo que no hubo premeditación en lo de llegar hasta la Casablanca, ¿en qué momento decidió contar esta historia personal en forma de libro?

El que me dio el empujón definitivo para esto fue Risto Mejide, que es un compañero mío de la carrera y buen amigo. Había hecho unas conferencias y me dijo: “tío, tienes que escribir un libro porque es muy interesante tu historia y cuando das la conferencia muere; el que no va a la conferencia no lo va a oír y necesita un soporte físico”. Yo no me lo había planteado hasta ese momento, pero me empezó a rondar la idea y dije: ‘oye, no sería una mala idea’. Y a medida la fui madurando me empezó a hacer ilusión el hecho de tener algo escrito, dejar algo, un legado para poder pasarlo a mis hijos. Además, a medida que la escribía veía que podía ser muy motivacional para otras personas, que podía ayudarles, y también el hecho de pensar que alguien podía leerla y podía cambiarle la vida, ayudarle, eso es una satisfacción increíble; entonces me animé con el libro y fuimos adelante.

Tampoco hubo entonces planificación con lo de escribir el libro, me pregunto si ha habido un componente de suerte en todo este trayecto desde Gandía a la Casablanca.

Sí, siempre he pensado que he tenido un componente de suerte exponencial a lo largo de mi vida. Hace un par de años alguien me dijo: ‘ojo, no creas que tiene tanta suerte, te buscas la suerte’. Y cuando me paré a analizarlo sí que es verdad que yo me he pasado la vida sembrando semillitas, y algunas de esas semillitas florecen y otras no, pero si no las plantas ninguna va a florecer. Sí es suerte que entrara en la campaña de Leo Burnett; sí, es muchísima suerte, porque hay consultores políticos que llevan intentando entrar en una campaña así toda la vida y no entran, pero por otro lado, yo llevaba desde que llegué a Chicago y le conocía nadando en la piscina, sembrando la semillita que años más tarde dio fruto. Así que después, analizando ese comentario, que muchas de las cosas que yo pensaba ‘qué suerte tengo’, era una suerte buscada de alguna manera, no voy a negar que me siento muy afortunado.

Si esta es una historia para mostrar lo que supone el camino de emprender, el vértigo de empezar desde abajo para llegar alto, ¿podría darnos algunos consejos quienes queramos seguir sus pasos y lanzarnos a emprender?

El libro lo que pretende no es dar una guía de consejos de cuáles son los pasos a seguir, porque no existe; cada persona es diferente, cada momento es diferente. Para mí lo que el libro sí que da es una experiencia: la de que se pueden aprender cosas buenas, malas; cosas que se pueden hacer cosas, que no; y un emprendedor se caracteriza por no seguir un plano, no seguir un plan establecido. Cuantas más experiencias pueda tener alguien más garantías de éxito, más fácil va a ser eliminar el riesgo de fracaso. Es una historia que para mí tiene el valor de: ‘mira, este chico lo hizo así, le funcionó; esto no lo había pensado, tiene su sentido, lo voy a aplicar; esto a mí no me lo aplicaría porque no me interesa, porque mi sector es diferente…’ Pero sobre todo que despierte una reflexión en la persona porque para mí es importante.

Rubén Figueres es un consultor político experto en comunicación. Abandonó España a los 24 años con un MBA bajo el brazo. Durante meses se ganó la vida con todo tipo de trabajos de subsistencia, complementaba su sueldo dando clases de tenis y como entrenador personal. Gracias a su entusiasmo y a la popularidad de sus entrenamientos, logró un puesto de trabajo en la prestigiosa agencia de publicidad Leo Burnett, desde la que dirigió campañas para algunas de las empresas más importantes del mundo También formó parte de los equipos de Price Waterhouse Coopers o Telemundo-NBC. La experiencia adquirida le sirvió para fundar su propia empresa, Alario Group, agencia de consultoría y comunicación para el mercado hispano en Estados Unidos que no tardó en convertirse en una de las agencias de referencia en el país.

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