Os dejo la sinopsis para abrir boca.
Pablo Campos, un oscuro y anodino policía que presta sus servicios en la siniestra BDS, la Brigada de Delitos Sociales, es elegido por su superior para una importante misión: suplantar la personalidad de un militar, el coronel Eduardo Paz, que debe coordinar un golpe militar para restablecer la democracia en su país, y para ello debe citarse en Estambul con quien le dará los nombres de los militares proclives a la sublevación. Lo que no sabe ese policía, que por fin va a ser alguien, es que el personaje suplantado va a terminar fagocitándolo y la misión, ya en su país, se va a complicar hasta límites insospechados.
La muerte del impostor es una narración hipnótica que bascula entre la novela negra, la de espías, la denuncia social y la fantasía, un relato centrado en la impostura y en el impostor que todos llevamos dentro y en el que el victimario se vuelve víctima en un escenario cada vez más kafkiano y enrarecido.
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G.V.: En La muerte del impostor vamos a encontrar nombres propios, tanto de personajes como de lugares. Por contra, hay una serie de curiosas iniciales, en especial para ciertos escenarios como M, B, G… ¿A qué obedece ello?
J.L.M.: Quería ocultar, para que sobre la novela pivotara lo indeterminado, que la acción transcurre en España, durante la dictadura franquista, aunque un lector medianamente avezado se dará cuenta de que estoy hablando de mi país y de un momento político muy determinado. Se inicia en Turquía, en Estambul, en el lujoso hotel Pera Palas, como una novela de espías y misterio, y luego salta a ese país indeterminado pero fácilmente reconocible y a esas ciudades que sólo nombro por sus iniciales. Me siento más libre, narrativamente hablando, y hago más universal la novela, trasladable a cualquier país que sufra una dictadura liberticida como la que sufrió España durante cuatro décadas y en la que crecí.
G.V.: Creo que uno de los temas de fondo es cierta crítica social a las fuerzas del orden cuando se diluyen ciertas fronteras, ciertos límites ebrias de poder. Leemos en un pasaje que la organización, el GOES, gozaba de “ilimitados recursos de los fondos reservados”. Y parece hacernos un guiño cuando leemos que “esa partida oscura de la que echan mano todos los servicios secretos de todo el mundo para sus no menos oscuras operaciones.” Coméntenoslo porque intuyo que es un tema de rabiosa actualidad.
J.L.M.: Es un guiño a la actualidad nacional que no es nada nuevo. Recordemos el GAL, recordemos la llamada policía patriótica que se inventa dosieres para desprestigiar al adversario político de turno. Durante la dictadura franquista, la plantilla de torturadores de la BIPS, la temible Brigada de Investigación Político Social, tenía poderes extraordinarios para hacer con los detenidos lo que les viniera en gana, torturarlos algunas veces hasta la muerte. Los GAL eran un grupo de criminales y patriotas de uniforme pagados con nuestros impuestos. “La muerte del impostor” es también un grito contra esas cloacas del Estado que hacen trabajos sucios fuera de luces y taquígrafos.
Hay una película extraordinaria, dirigida por Robert de Niro, que no tuvo mucha repercusión, titulada “El buen pastor” que hacia una radiografía demoledora de la CIA y sus actuaciones criminales. Lo malo de esta gente, de los que estaban en la BIPS franquista, en la CIA de Estados Unidos o en la Gestapo nazi es que no tiene conciencia del mal que hacen, que encima se creen que torturando o haciendo desaparecer a personas libran un servicio a la patria. ¿Qué patria? La patria es el lugar en donde cabemos todos. De eso también va “La muerte del impostor”.
G.V.: “Nunca las vejaste sexualmente”, leemos en uno de los pasajes de la novela. También “nunca mataste a ninguna”, referidas ambas al trato del protagonista con las mujeres en su labor en la BDS. Creo que de alguna forma es como si se nos manifestase la doble naturaleza del bien y del mal en las personas; aquello de que el bien no conoce el mal. Quizá los monstruos no siempre son o lo fueron. ¿Nos lo comenta?
J.L.M.: Estoy contra el negro y el blanco y a favor de los matices, también en literatura. Los personajes de mis narraciones son poliédricos y complejos. Los monstruos pueden tener su lado humano. Recuerdo a un amigo argentino que me contaba que una compañera en la lucha subversiva contra la junta militar era torturada sistemáticamente por el mismo policía que, en algún momento de respiro que se daba en su función como torturador, le decía a la víctima que, en el fondo, la admiraba, que no le gustaba lo que hacía, que ojalá le perdonara y pudieran tomarse una cerveza en un futuro, si lo había para ella, porque era mucho más interesante que su mujer, y luego volvía a vejarla y torturarla. Eso es lo interesante desde el punto de vista literario. Las contradicciones de los personajes. La maldad de un nazi como el doctor Aribert Ferdinand Heim, el protagonista de mi novela “El rastro del lobo”, que puede enamorarse de su víctima judía y se siente dios porque la salva de la muerte.
J.L.M.: La segunda persona es compleja. La había utilizado en algún relato corto, en uno sobre la guerra de Irak precisamente que se titulaba “El terror” y fue publicado dentro del libro “La mujer ígnea”, pero nunca me había atrevido en una novela. Inicialmente “La muerte del impostor” estaba escrita en tercera persona. Cuando opté por esa segunda persona que interpela al protagonista de la narración creo que esta crece y aún se hace más opresiva e inquietante. En literatura hay que explorar siempre y no sentirte anquilosada en una forma que dominas. Para mí, cada novela es un desafío estético, procuro variar de tema y estilo, aunque haya lectores que digan que me reconocen siempre.
La muerte del impostor. José Luis Muñoz. Torre de Lis.
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No conocía al autor, así que gracias por dármelo a conocer con esta estupenda entrevista. La novela pinta muy bien.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias Margari. Un saludo.
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