Me entrevisto en un hotel
diferente al habitual para estas lides, igual de céntrico, con Gaspar Hernández
(Girona, 1971), escritor y periodista. En 2009 resultó ganador del Premio Josep
Pla por su novela ‘El silencio’, convirtiéndose en el libro de ficción más
vendido en Cataluña ese año. Actualmente dirige y presenta el programa L’ofici de viure (El oficio de vivir) en
Catalunya Ràdio y acaba de publicar su segunda novela, La terapeuta (Planeta,
2014), en la que el protagonista presencia un crimen y, para superarlo, recurre
a una terapeuta.
‘Los
hombres inteligentes son los que siempre se mueven en el borde del abismo.’ cita
del libro, muy teatral.
Eso viene de Scott
Fitgerald, que es un autor que me gusta mucho. Y esa frase es un homenaje, como
otros muchos homenajes de la novela, a los personajes de Scott Fitgerald;
porque son hombres inteligentes, son hombres que se mueven al borde del abismo,
porque son hombres que, como decía Gil de Biedma, con menos inteligencia
hubieran sido más felices. “Suave es la noche”, he estado buscando y, que yo
sepa, no se ha llevado al teatro. Es una novela con muchos personajes que me
encantó. Viene a ser la otra parte, la otra cara de la moneda de La terapeuta. Salvando las infinitas
distancias los personajes de Scott Fitgerald son libres, tienen esa alegría por
vivir a pesar de que están al borde del abismo, van todos al abismo con
seriedad y tranquilidad y sin ningún problema. En cambio Héctor Amat va con
demasiado seny porque es demasiado
correcto, encarna un poco el ‘seny’ catalán: hombre moderado, que quiere hacer
las cosas bien, tan bien que acaba sufriendo ansiedad. A él le gustaría tener
más pausa, que sería el otro extremo, dejarse llevar como se dejan llevar los
personajes del abismo de Scott Fitgerald.
Al protagonista, a Héctor Amat, ‘le
desagrada el proceso industrial de las series televisivas, se hacen como
salchichas’. Y yo le pregunto, ¿y los libros, también se escriben como
salchichas?
El punto de
vista de hacerse como salchichas seguramente lo podríamos aplicar a muchas
cosas. Yo conozco bien el mundo de la psicología y el del teatro, es una
limitación mía, me gustaría saber más sobre el futbol, o sobre el Barça. Me gustaría
entenderlo, pero no entiendo nada del Barça, del futbol; el teatro si lo
conozco bien, y he visto que los actores que se consideran de teatro, de teatro
en mayúsculas, siempre creen que el teatro es un arte más puro que los
seriales. Aunque primero, no se atreven a decirlo; segundo, cada mas están
viviendo de los seriales; y tercero, cada vez les gusta más también porque se
sienten cómodos, son trabajos más estables que el del teatro, les permite
representar más teatro. Yo creo estos años, han sido de los peores para el
teatro en Cataluña y en España, y se están haciendo obras minimalistas porque
no hay presupuestos, por lo que tiene mucho merito el sector, por lo que está
aguantando.
Leo también en la novela: ‘Todo el mundo
relacionaba la ansiedad con personas nerviosas.’
Yo también,
hasta que he ido aprendiendo. Esto me lo dijo una doctora en psicología, que
todos somos ansiosos y no necesariamente por ser nerviosos somos ansiosos, y no
necesariamente los tranquilos tenemos que no ser ansiosos; hay gente muy
nerviosa que es tranquila. La ansiedad es otra cosa, yo la defino como un
estado, como un mal, es una alarma que nos ha permitido sobrevivir. Rompo una
lanza también a favor de la ansiedad, no tiene que ser negativa, el problema es
que en nuestra sociedad se dispara durante veinticuatro horas, semanas y meses,
y eso tiene unas consecuencias físicas. Hace unos años hablábamos más de
nervios, de estrés. Oí que la palabra que define nuestra época y las caras que
vemos en las grandes ciudades es ansiedad. De hecho la novela inicialmente
trabajaba con el título provisional de ‘ansiedad’.
¿De dónde surgió la idea de escribir La
terapeuta?
De ver a mucha
gente ansiosa, gente que lo está pasando mal, y ver que los medios de comunicación –y
me incluyo– solo hablamos de algunas consecuencias de la crisis; hablamos del
miedo, pero no hablamos del miedo subterráneo que subyace de todo lo que
estamos viendo: recortes, despidos, etc. Hay un miedo al futuro, que es como yo
defino la ansiedad, y surge un poco esta idea, que se va concretando en la
historia de un actor que tiene ansiedad. No es una novela lúgubre o triste. El
personaje el protagonista empieza a tener otro tipo de miedo, que es el miedo
que tienen los ansiosos cuando sufren miedo del miedo. Y esa ansiedad del
protagonista lleva a otras ansiedades. Es un actor inseguro, y la historia de
este actor inseguro, un hombre vulnerable, un hombre normal y corriente me
lleva a las otras historias.
Eugenia Llort, la otra gran protagonista de
su novela, hace ‘lo que tantas veces ha recomendado a sus pacientes: escribir. En
tercera persona, para conseguir cierta distancia.’ Que es como está escrita
esta novela, por cierto.
Sí, porque son
dos terceras personas: una del protagonista, la del actor, y otra que presenta
quién está escribiendo su texto, y lo que ve el lector son dos textos escritos
en tercera persona. Empecé a escribir La terapeuta con la primera persona y no
funcionaba. Creo que fue la propia novela la que manda, la que dice como tiene
que ser escrita. Al final lo que importa es si la novela funciona.
Héctor Amat
está en contra de la primera persona porque la encuentra demasiado en el ‘yo’ y
él se siente cómodo en la tercera persona.
Me gustaría
añadir algo más, a veces sí recomiendo a la gente que lo esté pasando mal con
algo, escribir; creo que la escritura es terapéutica, también la buena
literatura es terapéutica. El arte es terapéutico, pero a veces alguien me dice
¿qué puedo hacer para conocerme un poco a mí mismo? Entonces yo le recomiendo
escribir, no para publicar, pero si escribir un diario, llevar un diario. Yo
creo que un diario es la mejor forma de conocerse y saber como somos, como éramos
ayer.
También me ha llamado la atención esta otra
frase: ‘Hoy en día poca gente escucha, las mentes están sobrecargadas de
estímulos’, ¿es cierto?
Sí, sin duda.
De hecho es una de las frases clave de la novela porque el protagonista quiere
tener higiene mental y para ello desconecta de pantallitas, Smartphones, internet, etc., y a partir
de ahí tiene bastantes problemas, pero inicialmente lo que dice, en efecto, es
que nuestras mentes tienen poco espacio. Nosotros damos mucha importancia a lo
que nos metemos en el cuerpo, pero no damos tanta importancia a lo que nos
metemos en la mente, y nos dejamos meter de rodo. Tenemos cada día sesenta mil
pensamientos, muchos de ellos son, como si dijésemos, contaminación ambiental;
nos dejamos meter casi cualquier cosa por las pantallitas y muchas veces es
información toxica, contenido toxico, muchas veces son palabras o imágenes que
nos inducen a tener miedo. Este miedo es el que al final forma parte de esta
ansiedad colectiva. El protagonista tiene un ayuno de noticias, como lo llama,
y no escucha ni ve noticias, sobre todo noticias toxicas. Yo lo he llevado a un
extremo y no consume nada.
Precisamente recuerdo haber leído eso de
que ‘El ayuno de noticias había acabado siendo una cuestión de salud mental’ y
se menciona el caso de Umberto Eco.
Sí, damos
importancia a lo del cuerpo pero no a la mente, estamos sobreestimulados. Estamos
enganchados a las pantallitas porque unos señores de Silicon Valley decidieron
que había negocio con esto y todos estamos muy contentos, pero esto altera
nuestros biorritmos, somos adictos también a ellos; estamos aquí como
enganchados, enganchados al enganche que provoca las pantallitas. Umberto Eco,
también lo cito, dijo que cuando se murió su padre no tenia teléfono y tardo 24
horas en enterarse, y él explicaba: ‘¿Y hubiese cambiado algo si me hubiera
enterado antes? No, no hubiera cambiado nada importante.’ Esta reflexión nos
sería útil para la vida en general, si es importante todo, y todo tiene que ser
tan urgente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario