martes, 16 de octubre de 2012

EL PRISIONERO DEL CIELO, de Carlos Ruiz Zafón.

En menos de dos meses lo he leído dos veces. Cuando me lo regalaron y ahora para escribir la reseña. Empecé esta segunda vez a hojearlo con la idea de refrescar y volvió a atraparme.
    El Prisionero del Cielo es la tercera entrega de El cementerio de los libros olvidados. El laberíntico y fascinante espacio donde van a parar libros que buscan ese lector único y especial. ¿Quién después de haber leído La Sombra del Viento no ha soñado con ser uno de los elegidos a visitarlo? Cada una de las entregas de esta serie de Carlos Ruiz Zafón puede equipararse a ese especialísimo lugar: góticas, mágicas y singulares.
    Puestos a establecer paralelismos La sombra del viento se asemejaría al semisótano del Cementerio; con sus vueltas y revueltas, en una penumbra gris cargada de amenazas. El Juego del Ángel, segunda entrega de la serie, es sin duda el sótano: húmedo, frío, lóbrego.  El Prisionero del Cielo trepa hasta el primer piso, siempre y cuando sus ventanas den a un patio de luces para mostrarnos una Barcelona en vísperas de la navidad del cincuenta y siete. En las calles aún hay frío, miedo y pobreza atemperados por la cruda luz del paso del tiempo.
    Hay humor en sus páginas, costumbrismo y una Barcelona, personaje más de la obra, pintada en colores más suaves que en las anteriores entregas, aunque la trama nos lleve a lugares y épocas donde la maldad reina a golpes de mediocridad por las causas de siempre: fama, dinero, poder. Así un hombre con aspiraciones literarias frustradas, reconvertido en director de cárcel por su relación con un afecto al régimen  dará rienda suelta a sus peores instintos. Vuelve a aparecer Fumero, como una sombra que causa escalofríos.

    La historia comienza con un misterioso personaje relacionado con Fermín Romero de Torres que se presenta en la librería del señor Sempere. A partir de ahí, Daniel va tirando del hilo hasta descubrir, no solo la historia del pasado oculto de Fermín, si no también parte de su propia historia.
    No cuento más, si no lo habéis leído no sería de recibo destriparos el placer de descubrir sus misterios.
    Aunque el autor la presente como una obra cerrada e independiente, deja suficientes hilos sueltos y un final tan abierto que parece prometer una nueva “puerta” al cementerio de los libros olvidados.
Por May.

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