Entrevisto a Eva Monzón tras la
publicación de su novela ‘El día a día’ (Sargantana).
¿Cómo llegó a ti la idea para escribir esta historia
sobre la familia, las decisiones y la capacidad de adaptarse a los reveses del
destino?
En realidad lo
que quería contar es la facilidad con
que se desvía la vida de uno, lo sencillo de que un destino cambie por causas
ajenas al mismo destino inicial, y que al hacerlo, se trastoca todo; no solo la
vida descarrilada, sino las demás, porque al situarla de nuevo, se encuentra
con gentes y lugares que jamás habría encontrado sin ese cambio primero: fue
para mostrar esta reflexión para lo que recurrí a mis personajes, a esta familia
desperdigada con su rumbo modificado.
Desde un punto de vista formal, veo que no hay
capítulos ni los convencionales signos de dialogo para estos, es una narración
continua y a la vez en pequeñas teselas para que el lector vaya configurando el
conjunto de la historia. ¿Por qué te decidiste por este recurso?
Pensé que esa
estructura, la técnica fragmentada en la narración, era la mejor para contar
las historias rotas de los protagonistas, donde el lector ha de ir montando el
puzzle de esas vidas hechas añicos, de este modo, se puede narrar mucho sin
tener que explicar de un modo, quizá demasiado largo, cada uno de los
recorridos, con la ventaja de poder jugar con el tiempo y el espacio.
Hablaba de la familia, también están presentes los
niños, la infancia, esa particular visión de los niños del mundo que les rodea,
háblanos al respecto al hilo del argumento de ‘El día a día’.
El mundo de la
infancia es el universo que todo adulto ha perdido pero reconoce en la mirada
del niño, siempre sobrepasada por una rutina incomprensible que les supera: es
absoluta. Su modo de entender las cosas
roza la magia y suele tener una lógica aplastante, ven con ojos
inexpertos y aceptan lo inaceptable con naturalidad. En esta novela, esa visión
es necesaria para meternos en un mundo crudo donde nada es ya lo que era, y de
donde hay que sobrevivir.
Otro concepto que me ha parecido curioso es el de la
muerte, la presencia de esta entre los personajes, como psicóloga me gustaría
que nos comentases este estado, este tabú aún hoy en día, en ‘el día a día’ de
la mayoría de los mortales, y que quizá en el arte, en la literatura, se amolda
a diferentes miradas y actitudes por los personajes de ficción.
La muerte es
muy literaria, efectivamente, es parte de la vida, por lo tanto del arte. El
modo en que se afronta el hecho de que vamos a desaparecer nos define a
nosotros, a las historias, al Arte: es lo que da sentido a todo, lo que nos
hace inmortales. Es la gran paradoja.
Más allá de la subjetividad propia de cada lector,
de cada mirada al enfrentarse a esta historia, he percibido junto a algunos
temas que ya he comentado antes el de los secretos, el desgarro emocional, la
lucha contra la pérdida de identidad o la culpabilidad. ¿Voy bien encaminado?
Los secretos,
lo que ocultamos, nos dicen más de nosotros mismos de lo que quisiéramos,
siempre nos acompañan; es parte de la identidad, que en este caso, al tratarse
de niños, han de aferrarse a ella para no desaparecer, para entender quiénes
son, lejos de quienes eran, de ahí han de crear otras vidas siendo, sin ser ya,
ellos; el cómo lo hagan traerá o no la culpa, aunque pocos se libran de ese
sentimiento; al mirar atrás quién no querría haber hecho algo diferente. Esa
falta de identidad, donde uno es, sin ser el que era, se puede ver muy bien en
los refugiados.
Hay una frase, parte de una reflexión, que he
querido traer aquí un poco a modo de última pregunta, es allí donde leo:
‘cerrar los ojos no cierra los sentidos’. Coméntanosla, sobre todo con lo que
me ha parecido también un guiño literario, pues cuando cerramos un libro con
una historia como la de ‘El día a día’ no se cierra del todo, hay parte de ella
que permanece en alguno de nuestros sentidos.
"Cerrar
los ojos no cierra los sentidos", es exactamente eso: por mucho que
neguemos algo, ese algo existe a pesar de nuestra negación. Afrontarlo o no, es
independiente de su existencia.
Y como bien
dices, cuando un libro se cierra es cuando empieza, porque ahora es parte de
nosotros y la historia comienza a contarse desde nuestro recuerdo, nuestra
experiencia y crece día a día.
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Eva Monzón.
Nacida en Santander, pasó la infancia en Palma de Mallorca y actualmente vive
en Valencia donde trabaja como psicóloga clínica y jurídica. Ha publicado
Tiempo Muerto (Bartleby editores), Entreactos (premio Alfonso el Magnánimo,
editado por Algar), tradujo el diario inédito en España que llevó Steinbeck
paralelamente a su obra: Diario de una novela; las cartas de Al Este del Edén;
su cuarta novela, Errantes, fue editado por Paréntesis Editorial en su primera edición
y con Sargantana en su segunda. Tiene escrito el guion cinematográfico de
Entreactos, y cinco cortos, varias obras de teatro, entre ellas, Lo que no se
quiere recordar, El jurado, El descubrimiento, y con La pelea ganó el certamen
de Crono Teatro, publicado en Estreno.