A quienes se acerquen a Confesiones advertirles que es una novela con niños y adultos como protagonistas. Con una reflexión latente no solo sobre la lacra del bullying. Con una perturbadora historia sobre la consecuencia de nuestros actos y los límites de nuestra condición humana. Resulta curiosa la forma en la que los personajes van cediéndose el testigo de sus respectivas confesiones, de ahí el título. También como vamos descubriendo con cada una de ellas las respuestas a los interrogantes planteados al principio… pero también más preguntas, más perversión por la ética individual.
Con todo, la forma en la que nos exculpamos de nuestras responsabilidades, las implicaciones del daño que como adultos hacemos a los niños y la respuesta de estos en ese delgado límite legal son temas que se agitan entre las páginas de este thriller. La primera confesión es como amartillar un arma cargada, un revolver en el que hay seis balas, seis personajes con sus seis voces testimoniales. El primer disparo seco, a quemarropa, es la confesión de Yuko Moriguchi. Su hija de cuatro años apareció ahogada en la piscina del colegio donde trabaja como profesora de secundaria.
El ruido resuena en el aula al desvelar que lo que parecía un accidente resultó no serlo. Yuko no busca justicia sino venganza, les advierte. Aún humea la pólvora al desvelar que dos de los jóvenes frente a ella saben la verdad. Los siguientes disparos se suceden capítulo tras capítulo, fascinados como lectores por el desarrollo de los acontecimientos.
Donde dije fascinados habrá quien sienta aprehensión, aversión, incredulidad. Los adultos actuamos de una manera, los niños, preadolescentes en realidad, actúan de otra a veces amparados o escudados en la impunidad de una Ley del Menor.
Confesiones no es una historia de buenos y malos, de vencedores y vencidos; no es a mi modo de ver la crónica de una venganza. Pero la sensación de vértigo al pasar las páginas puede hacer cambiar de opinión a quienes lean esta novela.
Por cierto, si alguien se queda con ganas de más, de sobreimpresionar sus pupilas con una adaptación al cine, el director japones Tetsuya Nakashima filmó un largometraje. Fue la película que representó a Japón en los Premios Óscar de 2010 optando a la Mejor película de habla no inglesa. ¿Quién se atreve a escuchar estas Confesiones sin que le dejen huella?
Kanae Minato nació en Innoshima, Hiroshima. Tras dedicarse a la enseñanza en la asignatura japonesa de economía doméstica, publicó en 2008 su primera novela, Confesiones. Ganó premios como el de los libreros y fue nominada al premio Shirley Jackson. En la actualidad, Kanae Minato forma parte de la Asociación de Escritores de Misterio de Japón y se dedica íntegramente a la escritura.
Confesiones. Kanae Minato. Nocturna ediciones. Trad. Rumi Sato.