Aprovecho esta nueva entrevista para felicitar a mi entrevistado por su libro número 50. Y aunque no he tenido el placer de leer esa cincuentena de obras, algunas de ellas sí. Quizá por ello, porque su estilo me enganchó desde el principio, descubro con agrado que es con diferencia al autor al que más veces he entrevistado. Otro motivo más para estar de celebración. Aunque sea en casa, estos días, por la razón que muchas y muchos ya sabéis. La obra número 50 de José Luis Muñoz es “El viaje infinito” (Bohodón). Esta es la entrevista y, más abajo, incluyo otros enlaces para que sigáis la pista a este viajero, escritor, articulista y muchas cosas más. Gracias José Luis, a por los siguientes 50.
En tu última novela, “El viaje infinito”, el protagonista se llama Roberto Luis. Pronto descubrimos el guiño al autor de “La isla del tesoro”. De hecho, ambos tienen más cosas en común ¿Nos adelanta alguna significativa?
Robert Louis Stevenson es, sin duda, uno de mis escritores de cabecera. Me he leído prácticamente toda su obra. Además era un autor que tocaba muchos géneros, desde el de aventuras clásicas, y ahí está “La isla del tesoro”, al policial fantástico con ese genial “El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde” y que habla de la eterna dualidad del ser humano, esa lucha entre el bien y el mal que anida en todos nosotros y que está presente en todas mis novelas, y además fue autor de una serie de relatos extraordinarios ubicados en los Mares del Sur en donde finalmente acabó sus días.
En cierta medida siempre me sentí identificado con él, incluso en lo físico. Hay una foto mía de muy joven en la que guardo un más que razonable parecido con el escritor escocés. También compartí una espantosa mala salud durante la infancia, que afortunadamente revertió en cuanto fui adolescente, pero que en Robert Louis Stevenson le acompañó durante toda su vida sin que el autor dejara de ser un viajero irredento. Mi literatura, para los que me conocen, es también una literatura de viajes porque considero que viaje, literatura y vida son indisociables en mi caso, y que la propia vida es un viaje por una serie de escenarios vitales. Para más inri, cuando empecé a publicar con regularidad a los 35 años, la revista Leer me encargó un reportaje sobre Robert Louis Stevenson que me proporcionó la excusa para releer toda su obra y comprobar su extraordinaria vigencia. Llamar al protagonista Roberto Luis es todo un homenaje al autor de “Cuentos de los Mares del Sur”, aunque esa fue una decisión, la del nombre, casi del último momento. Me ocurre a menudo que tengo dudas a la hora de bautizar a mis personajes y esta es una novela de cocción lenta y que ha dado muchas vueltas antes de ser publicada.
Comentábamos los detalles en común entre el novelista escocés y el protagonista de “El viaje infinito”. Roberto Luis mantiene un diario. Un diario de viaje del que dice además que en él se desnuda cada día. Añade que “es como un psiquiatra que me escucha sin que esté tumbado en el diván”. ¿Ha tenido también un diario de viajes? ¿Recomienda tenerlo aunque no se viaje a modo de herramienta catártica y de autoconocimiento?
Los diarios han sido fundamentales en mi vida. Empecé a escribirlos cuando era un crío y todavía los conservo y los releo para reírme de mí mismo. Introduje el recurso del diario en una de los primeros libros que publiqué, una novela de horror fantástico llamada “El Barroco”. En mis viajes siempre escribo un diario en el que relato mis impresiones de todo lo que voy descubriendo y que complemento con miles de fotos y grabaciones cinematográficas. Muchos de esos diarios escritos me sirven como base de obras de ficción que ubico en esos países en donde ha estado. Escribí, incluso, un diario mucho más personal en mi blog “La soledad del corredor de fondo” en el que apuntaba pequeñas anécdotas o lo que me pasaba por la cabeza, mis preocupaciones y angustias para evitar ir a un psicoanalista. La literatura siempre es catártica.
Aprovechando para felicitarle por su libro número 50, me gustaría que nos diera algún consejo a quienes, además de lectores, sentimos la llamada de las letras. A quienes queramos emularle y llegar algún día no sé si a los 50 libros, pero al menos intentarlo. En “El viaje infinito” alguno hay como ese en el que Roberto Luis habla del estilo de escritura de su padre. “A fuerza de perfeccionismo, de intentar escribir bien, consigue exactamente lo contrario, que el texto suene a huero, que las palabras crujan entre sí”.
Hay que encontrar un cierto equilibrio. A veces, en esa búsqueda del perfeccionismo, puede quedarnos el libro impostado precisamente por esa razón. Prefiero una cierta irregularidad en la escritura y más autenticidad. Es importante, a mi parecer, matar el canon. Uno de mis libros fundamentales, y en “El viaje infinito” hay un homenaje claro en uno de sus capítulos, es “Bajo el volcán” de Malcom Lowry una de cuyas virtudes es la ruptura del canon narrativo. De todas formas cada libro, cada historia, tiene su propia música, y es fundamental encontrarla a la hora de ponerse a escribir. Por experimentación trato de que cada libro sea diferente al anterior, cambio de registro e incluso de género. Este, “El viaje infinito”, es más personal, está más próximo a “La manzana helada” o a “Patpong Road”.
Por último, quisiera preguntarle por dos ingredientes en este viaje de viajes literarios. Uno es el humor, por ejemplo, en esos apuntes en los que el protagonista se pregunta cómo un tipo tan vulgar, soez, feo y aburrido como su hermano puede cautivar a una angelical criatura como es su novia. Y, otro, ese punto entre lo sensual y erótico al hacernos partícipes de los encuentros amatorios de Roberto Luis. ¿Se anima?
El humor y la ironía son fundamentales para transitar por la vida. Lo estamos viendo en estos momentos dramáticos que estamos viviendo con esta maldita pandemia que nos tiene recluidos en nuestras casas. Si no hubiera esos rasgos de humor que compartimos por las redes sociales, este encierro distópico sería mucho menos digerible. El humor, como la literatura, salva vidas, y está presente en mayor o menor grado en mis novelas. Fue el eje sobre el que giraba “Lifting”, por ejemplo, un retrato esperpéntico de un escritor que realmente era yo, porque es muy sano reírse de uno mismo y continuamente lo hago. El humor desdramatiza cualquier situación y en eso España puede dar clases magistrales a todo el mundo. En cuanto al erotismo, es uno de los ingredientes de mi literatura y de la vida. El sexo es negación de muerte y generador de vida. La actividad sexual es una de las formas más placenteras de relacionarse con tus semejantes y solo faltan dos cuerpos, o uno, para poner en marcha un rico abanico de posibilidades en los que juega un papel importante el cerebro, el verdadero motor del sexo.
La vida de Roberto Luis Wilcox se narra a través de las habitaciones de hoteles por las que pasa y lo que sucede en ellas, y el sexo no podía faltar, desde el explosivo de su juventud al crepuscular de las últimas páginas. Este libro va sobre la vida, y sobre la muerte que está indeleblemente ligada a ella. Es “El viaje infinito” una novela que no podía haber escrito a los 18 años, ni a los 35 ni a los 50. Espero que guste y, sobre todo, que conmocione.
“El viaje infinito”. José Luis Muñoz. Bohodón ediciones.
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