Me
concede una fantástica entrevista la periodista y escritora peruana
Elga Reátegui. Ha publicado recientemente el libro ‘La fugacidad del color’ (Lastura ediciones).
Desde aquí no solo darle las gracias por la
entrevista, por contar conmigo durante el acto de presentación del
libro en Valencia, sino también por el merecido reconocimiento por
parte de la crítica valenciana. No en vano, este ‘La fugacidad
del color’ está entre las obras finalistas para optar a los Premios de la Crítica Valenciana.
Este
libro de microrrelatos viene prologado por el periodista y escritor
leonés César Gavela, quien ha llegado a manifestar su aprecio por
los microrrelatos además de afirmar que “hay que contar las cosas
con la mayor precisión, sencillez e intensidad posibles”. En ‘La
fugacidad del color’, Gavela no solo habla de tus microrrelatos,
también del género en sí. Coméntanos cómo fue esta colaboración.
Fue
una enorme sorpresa el hecho de que aceptara escribir el prólogo de
mi libro. Creo que puedo presumir de gozar de su amistad, pero desde
que decidió volver a viajar y ser, en verdad, amo y señor de su
tiempo, no se encuentra disponible y es algo que sus amigos
respetamos. La benévola causalidad dispuso que coincidiéramos en la
presentación de un libro en la librería Ramón Llul. Estuvimos
hablando de asuntos personales, nada de literatura, y casi cuando nos
despedíamos solté en broma: “Acabo de escribir un libro de
relatos, ¿te animarías a hacerme el prólogo?”. “Por supuesto”,
respondió de inmediato con visible entusiasmo. Aún así, busqué
estar segura. “¿De veras?”, pronuncié. “Claro, lo que
quieras”, contestó abrazándome. Salí de ese acto muy contenta
pensando que la buena suerte existe, ja, ja, ja.
Me
felicito de haberme atrevido, “sin querer queriendo”, como dice
El chavo, a solicitarle su respaldo literario, pues él es un
narrador genial y le tiene un gran cariño a la literatura con sabor
latinoamericano, además se interesa por lo que sucede en esos lares
y siempre se halla muy bien informado al respecto. Es decir habla y
escribe con base. Es un escritor dotado de un bagaje cultural diverso
y posee mucha clase a la hora de dar sus puntos de vista. Vale
también destacar que posee un inteligente sentido del humor y gran
capacidad para atraparnos con sus historias tanto orales como
escritas. Estoy satisfecha con mi elección propiciada por las
meigas, ángeles o cualquier ser mágico que haya colaborado con este
encuentro afortunado.
Los
microrrelatos están hermanados en este libro en cuatro partes.
Curiosamente, la familia, y más concretamente la figura de la madre,
están muy presentes. No en vano uno de ellos se titula ‘mamá’.
¿Fue algo premeditado, es una suerte de reconocimiento o
agradecimiento a la familia?
La
figura de la madre, como dije en muchas de mis declaraciones cuando
promocionaba mi novela Y te diste la media vuelta, nos marca
para bien o para mal, somos en gran medida su reflejo , y eso se
manifiesta no solo en nuestra manera de pensar o proceder, también
en los miedos y supersticiones que arrastramos. Ella, su figura,
discurso y hacer, se hacen notorios cuando menos lo esperas. El
legado es tan fuerte en mi caso, que de modo inconsciente me dejé
conducir por los canales de la memoria pasada y reciente. Es evidente
su influencia en mis relatos, sería absurdo negarlo, pero no hubo
intencionalidad. El trabajo creativo se dio así. Tomó ese curso.
Por tanto, el tributo o agradecimiento a mi madre o mi familia no fue
el motor de mi escritura, aunque ahora sí reconozco que siento
infinita gratitud por haber tenido un hogar donde la realidad y el
pensamiento mágico convivían en sorprendente armonía. En mis
planes no estaba ser escritora. Mucho menos referirme a los míos o
contar ‘ficcionando’ la historia de mi familia.
Los
estudiosos en el género del microrrelato parecen no ponerse de
acuerdo en la extensión que han de tener estos textos. En tu caso,
vemos que transitan desde las 27 palabras, en dos de ellos, hasta las
casi 400 por ejemplo en ‘El precio de volver’ o ‘Vuelven’.
Háblanos de ello.
Un
viejo maestro del periodismo me dijo, en alguna ocasión, “Estudia
a fondo, practica y luego haz lo que te dé la gana”. Lo aplico a
todo, sin embargo este género amerita un número límite de palabras
para que se distinga de otros. He tomado muy en cuenta los parámetros
que me indicó mi profe para no confundir o complicar más el tema,
al menos en lo que a mí respecta. Considero que es necesario
manejarse entre ciertos límites. Otros podrán discrepar, y es
respetable. Sin embargo yo lo hago por una cuestión de orden.
Cuando
vamos introduciéndonos en estas historias breves podemos apreciar
que en su mayoría están protagonizadas por personajes en cierto
modo ingenuos, inocentes, algo cándidos. No sé si compartes esta
apreciación.
Es
tu visión, aunque en esta vida sucede y nos pasa de todo. Hay
diversas ocasiones en que la gente o las circunstancias te
sorprenden tanto que no tienes la menor idea de cómo reaccionar,
entonces te ves y te ven como un tonto, un pusilánime o un ridículo.
Creo que la gente en esencia es buena y espera lo mejor de sus
congéneres o de esto que llamamos vida. Si las personas son sanas no
están con el cuchillo entre los dientes, esperando el ataque para
salir a matar, se muestran serenas, creen en los demás y sueñan en
positivo. Ese debería ser su estado natural. Los conceptos están
revueltos. En la actualidad ingenuo, inocente o cándido es lo mismo
que decir estúpido.
De
los personajes a la voz narrativa. Quien nos cuenta estas historias
es fundamentalmente una voz en primera persona, quizá te sientes más
cómoda en este registro o no ha habido premeditación y cada pequeña
obra te ha pedido su propia voz con independencia a su argumento.
Recordemos a los lectores que además de poemas, tus últimas obras
han sido novelas.
Los
personajes y sus respectivas historias se presentaron de manera
espontánea, en diferentes escenarios y tiempos disímiles. Venían
con sus demandas y yo a obedecer. Ellos, por ejemplo, aparecían en
un viaje o un paseo, y yo a tomar nota de inmediato. Jamás me vi en
el dilema de no saber en qué voz narrativa escribir. El mensaje
preciso y contundente. Tampoco ocurrió antes con mis novelas. Lo
tenía muy claro y comenzaba a escribir. En este caso, en primer
lugar, aparecía la historia, hasta dónde quería llegar (el final)
y los protagonistas. Los factores invertidos, pero con similar
proceso. La diferencia es que las ideas fueron muchas y no
aparecieron en serie o todas de un porrazo. Recién cuando tuve un
buen número de historias comencé a darles forma.
Comentaba
que hay cuatro partes en este libro, y me pregunto, como he hecho en
alguna ocasión a otro autor de microrrelatos, si han de leerse en el
orden que propones en el libro o podemos alternarlo. ¿Has buscado
algún efecto narrativo en esta división de los microrrelatos?
Pueden
empezarlo a leer por donde gusten. No es necesario que inicien su
lectura tal como propone el libro en su edición. La división de
temas respondió tan solo una cuestión de armonía temática, aunque
ya me han dicho que muchos podrían encajar en otras categorías. Lo
mismo el orden es una simple propuesta. La fugacidad… es un
libro muy libre, espontáneo y sin más intención alguna que un
compartir. Mis libros, y lo digo hasta la saciedad, no pretenden dar
ejemplos de vida, mostrar el horror o alentar cambios. Tampoco yo,
como escritora, pretendo dármela de sanadora o salvadora del mundo.
Cuento historias, si sirven para sensibilizar sobre tal o cual tema,
bien servida estoy -aunque jamás me llegue a enterar que ocurrió-,
y si no, por lo menos, pasaste el rato, tu tiempo libre, conociendo
la existencia de los otros, que no son nada más y nada menos que
otros humanos como tú y como yo: tratando de entenderse y afrontando
sus dramas, dramones y alegrías de acuerdo a su entendimiento y
echando mano de lo que tiene a su alcance para salir a flote. Porque
de eso trata estar vivo.
Me
ha resultado curioso el lenguaje empleado en los microrrelatos, no
solo confirmando esa ‘precisión, sencillez e intensidad’ que
comentaba Gavela. También, salvo en unos pocos, al reconocer en su
mayoría un castellano exquisito, sin abundancia de palabras locales.
En
mis novelas puedo darme muchas licencias en ese aspecto: abundar en
mi español latinoamericano en todas sus variantes, meter mis
peruanismos e introducir palabras no autorizadas por la RAE. E
incluso apelar a aquellas que se usan solo en mi entorno familiar o
en los círculos de amigos. Yo escribo tal cual como soy, respeto mis
raíces y no puedo alejarme de mi cultura, para complacer a ciertos
sectores o por otros intereses. En el caso de los relatos, sin
claudicar a mis principios, he podido lograr un equilibrio adecuado
en el conjunto del libro. En algunas historias fue posible ‘meterle
algo de lo mío’ y lograr una perfecta comprensión, sin embargo,
en otras no, justamente por esas condiciones a las que se refiere
César Gavela.
Tras
una lectura sosegada he creído ver también entre estas historias un
cierto hilo común en muchas de ellas: cierta espiritualidad, un halo
de misticismo o de trascendencia en los personajes o sus acciones.
¿Es posible?
Volvemos
a lo mismo. Si existe, escapa a mi voluntad, y si lo interpretas de
ese modo, es completa responsabilidad tuya. Quizá tu percepción
responda a un anhelo del cual no eres consciente.
Elga
Reátegui nació en Lima, pero reside desde hace años en Valencia
(España). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad
Inca Garcilaso de la Vega y se licenció en Periodismo en la
Universidad Jaime Bausate y Meza de la capital peruana. Ejerció su
profesión en Perú en diversos medios de comunicación e incursionó
en el mundo de la literatura con el poemario ‘Ventana Opuesta’
(1993), al cual le siguieron ‘Entre dos polos’ (1994), ‘Alas de
acero’ (2001), ‘Etérea’ (2004). Asimismo, junto al escritor y
decimista, Pedro Rivarola (ya fallecido) publicó los epistolarios
‘Correo de Locumba’ (2002) y ‘Violación de correspondencia’
(2003), además de la plaqueta de poesía ‘Madera y fuego’ y el
CD ‘Abrazados’ (2003). En 2007 publicó su primera novela ‘El
santo cura’. En 2009, llegó al Perú, en una segunda edición. En
2011 publicó ‘De ternura y sexo’ , ‘A este lado y al otro’
en 2015, y ‘Y te diste la media vuelta’ en 2017. Es autora
también del poemario ‘En mi piel’ (2005), una recopilación de
sus anteriores publicaciones. La versión al inglés se publicó en
el mercado norteamericano bajo el título ‘Body maps’, en 2014.
Es miembro del PEN Club Internacional y de la Asociación
Concilyarte.
La fugacidad del color. Elga Reátegui. Lastura ediciones.