Este semana comparto con vosotros una entrevista de lujo. La periodista y escritora Elga Reátegui ha publicado recientemente El vals de la Gata y tuve la oportunidad de departir con ella. Nos une una larga amistad además de ser colegas de letras y proyectos literarios. Se da también otra circunstancia, y es que esta semana presentará su libro en Valencia, con firma de ejemplares, en un local muy querido para mí: el Club de lectura La ardilla literaria. No os perdías ni la entrevista ni la oportunidad de asistir a la presentación de El vals de la Gata.
P.: Coméntanos, Elga, ¿por qué has titulado a esta novela El vals de la Gata? He recordado que otra de tus novelas también tiene relación con la música, me refiero a Y te diste la media vuelta.
Las canciones están de una u otra manera presentes en mis novelas. A veces las muestro de una manera directa, con intención expresa, aunque también lo han estado de un modo sutil, casi desapercibido. Tal como ocurre en la vida real, nuestras existencias poseen una banda sonora, canciones que están vinculadas a una persona, un hecho o un sentimiento.
En el caso de El vals de la gata, Lourdes, la protagonista de la novela, se identifica con el tema Que somos amantes del compositor José Escajadillo, un vals muy popular que pertenece al cancionero criollo peruano. Narra la historia de una pareja que vive un amor prohibido. De allí surge el título del libro, del vínculo que se establece con una canción, cuando la haces tuya, porque habla de ti.
P.: Es una historia basada en hechos reales, la protagonista fue alguien que conociste, tengo entendido. También que has esperado a un momento en particular para que viera la luz. Coméntanos ese detalle.
Ellas existieron. La humana y la gata. Lourdes y Mikita vivieron siendo la una para la otra. La idea de contar esta historia nació de la misma protagonista. Si bien antes había escrito algo basado en un hecho real, que me pasó con El santo cura, nunca se me había ocurrido ni presentado esa posibilidad. Yo accedí a su petición por tratarse de ella, una mujer excepcional que tenía mucho que decir acerca de la vida que le había tocado dentro de una familia compuesta por mujeres víctimas de una sociedad machista, que se autoreprimía y procuraba no dar qué hablar con su comportamiento. A Lourdes, cuyo nombre no es el real, se le negó saber su origen, llamó madre a quien no lo era y se sometió a los designios de los otros con una mezcla de miedo y amor.
El manuscrito estuvo listo en 2016, aunque el material para la historia se recogió en los dos años previos, durante los viajes que suelo realizar a Perú anualmente para visitar a mi familia. En esas ocasiones nos veíamos seguido en su casa de Barranco para que ella me proporcionara una serie de documentación impresa como cartas, poemas, postales y fotos. Solo acepté copias de algunas misivas personales dirigidas a otros y a mí, donde ampliaba lo que me relataba en los audios de las entrevistas. Nuestras charlas están grabadas. Si todo estaba listo para la publicación, ¿por qué no salió antes? Solo se me ocurre una explicación, que las historias manejan sus propios tiempos. Lourdes recibió el manuscrito y estuvo conforme. E incluso sé que le hubiese gustado que se hablara de ella con nombres y apellidos, pero yo decidí proteger no solo su identidad y sino parte de los hechos que se relatan. Ella estaba muy entusiasmada con la salida de la obra y barajaba la idea de mostrarse tal cual en alguna presentación. Lo asumía como un acto de liberación, como una valiosa oportunidad para dejar sentir su voz y verdad.
P.: Creo que el amor es uno de los temas vertebrales de El vals de la Gata. El amor, el desamor, el afecto, la libertad y los convencionalismos sociales. Hay una pregunta que me surge, ¿es necesario haber vivido ciertas emociones para poder plasmarlas con efectividad en el papel? ¿Qué ha sido lo más complicado de hacerle llegar a los lectores?
Quizá no para escribir, pero sí para entender a tus personajes y retratar mejor sus vidas. Yo creo, y lo digo con absoluta honestidad, que para ponerse en la piel de los otros hay que haber padecido tu cuota de sufrimiento o, por lo menos, haber visto o sentido el dolor de alguien a corta distancia. No es lo mismo imaginar frente a tu ordenador y escribirlo con absoluta solvencia o genialidad, que escuchar una historia de boca de alguien y ponerle algo de tu emoción y empatía. Sigo pensando en que es importante vivir para contarlo (apelo al título de la obra del gran Gabriel García Márquez), de alguna manera.
¿Lo complicado? Decirle que la gente de la tercera edad también puede ejercer su sexualidad y enamorarse como una adolescente. O hallarse con amores o pasiones de la juventud en la vejez y retomarlas libremente. O ponerle fin a relaciones postergadas, que se quedaron a medias.
P.: Comentaba antes cierta afinidad por la música en los títulos, incluso diría que hay más música de la que podrías hablarnos en tus obras. Pero quiero darle voz por una parte a Mikita en esta novela y a ciertos animales también protagonistas de algún modo de tu narrativa y poética. Sin olvidar a una ardilla, claro.
Es muy obvia mi relación con la música, y como, apunté antes acompaña, mis historias. Siempre hay una canción para darle marco a un momento mágico, a la soledad, la pérdida o la traición.
Mika o Mikita conserva su nombre verdadero, es el nombre que le dio su madre humana. Fue una gata siamesa que murió de vieja, dejándole un profundo dolor a Lourdes. Ella había jugado todos los roles en su vida: hija, amiga, confidente, compañía; se constituyó en su alma gemela, la única que podía entenderla y con la que podía mostrarse tal cual era. Me consta que entre ellas dialogaban con un lenguaje para mí imperceptible, un sistema de gestos, miradas e incluso suspiros que ambas intercambiaban cuando la una requería del consejo de la otra. Aunque me parece que Lourdes era quien más dependía del cariño y la atención de Mikita. La gata complementaba a su madre, sin sacrificar su independencia; lo que no hacía Lourdes, quien se hallaba sometida a las necesidades de su hija gatuna.
En cuanto a la presencia de los animales en mis obras literarias, créeme que no fue adrede. Más bien podría afirmar que ellos fueron los que me buscaron en mis pensamientos solicitando aparecer. Forzando una explicación hasta me animaría a creer o declarar que es un llamado o imposición de mis ancestros ligados a la naturaleza. Quizá haya una interpretación mística o esotérica, pero no lo sé.
P.: Una frase que leemos en la sinopsis de tu novela es: “Tres hombres le dieron su amor y ella los amó. Pero solo por uno esperó viviendo en paralelo su realidad.” Esos tres hombres tienen algo en común, no solo a Lourdes; no obstante, también son antagónicos en otros aspectos. Háblanos brevemente de ellos para poder encajar a la protagonista en esta historia de historias.
Después de haber escuchado a la verdadera gata hablar de sus amores y la forma en que los amó durante nuestras largas conversaciones, puedo dejar abierta la posibilidad de que hay gente que ama profundamente más de una vez en su existencia. El hecho de que puede tratarse de un sentimiento gestado al interior de una relación complicada, imposible o de corta duración, no le resta validez, autenticidad u otros méritos. Lo claro es que el sentimiento existió, fue cierto y dejó huella. Eso le sucedió a Lourdes, quien amó de verdad a tres hombres en distintos momentos de su vida, pero que por las actuaciones individuales de los involucrados, la intervención de terceros o los caprichos del azar no pudo concretar en una relación estable y duradera. No siempre la decisión de seguir adelante estuvo de su parte. Y, en muchas ocasiones, su familia recortó su libertad.
Néstor constituyó la ternura del despertar, Lorenzo, el amor de piel, y Gonzalo, la obsesión de un sentimiento.
P.: Sin duda, Lourdes está en el centro de la narración de tu novela, pero hay un hilo conductor que tiene mucho que ver con las mujeres de la familia y, lo que es más interesante, con el papel de las mujeres en una época en la que su rol era uno muy concreto. Quizá suene a pasado, pero ¿qué rasgos, actitudes y creencias que se han seguido perpetuando injustamente en la sociedad actual.
Sin duda las mujeres de la novela son víctimas de una época en la que prevalecía la moral y las buenas costumbres. Por tanto debían que mostrarse decentes a como diera lugar para ganarse el título de personas honorables. La autoexigencia era extenuante tanto como la necesidad de complacer a una sociedad mojigata e hipócrita. Lourdes pertenecía a una familia compuesta solo por féminas, un modelo extraño y poco adecuado que llamaba la atención y se criticaba con dureza. En su caso, no se lo cuestionaban a la cara, pero la ausencia de una cabeza principal en el hogar, o sea un hombre, constituía una situación anómala que no pasaba desapercibida y ellas lo percibían en el lenguaje no verbal de sus allegados.
A pesar de la desventaja de su situación, tan atípica en ese grupo social, fueron unas adelantadas a su época, porque con una gran dignidad se las arreglaron para mantenerse y sacar adelante a sus integrantes. No fueron libres ni por dentro ni por fuera, pero se hicieron respetar, aunque viviendo con un perfil muy bajo. La consiga estipulaba evitar el escándalo a toda a costa; ya tenían bastante a la hora de explicar el rol de Lourdes en sus vidas.
Mi madre sigue diciendo que el hombre, haga lo que haga, siempre cae bien parado. Se quita el polvo del traje y sigue adelante sin problemas. No ocurre lo mismo con la mujer, que en circunstancias similares, es sometida a juicio público sin averiguar lo que sucedió. Se la juzga y condena en un santiamén. Duele decirlo, pero en la mayoría de los casos, la guardiana de la moralidad suele ser otra mujer. Y ocurre a lo largo y ancho del mundo, sin importar que sea Latinoamérica, Europa o el resto de continentes.
Yo sigo creyendo en el papel de los padres en el hogar, criemos y eduquemos a nuestros hijos en igualdad de condiciones. Basta ya de estereotipos femeninos y masculinos. El ser humano es lo que cuenta.
P.: Quizá estamos acostumbrados a protagonistas, femeninos y masculinos, jovencitos o de mediana edad. Lourdes se nos aparece a una edad madura, con mucha vida vivida. ¿La sociedad tiende a ensalzar la juventud y a arrinconar a las personas con arrugas, en el otoño emocional… aunque El vals de la Gata venga a desmontar este y otros tópicos?
He conocido a varios hombres y mujeres en el otoño de sus existencias con mucho que aportar. Con más ilusión y curiosidad que cualquier joven. Que ejercían su derecho a amar, no tenían problemas con su sexualidad y que se animaban a aprender cosas nuevas. Hay vida por supuesto en la senectud, pero, obvio, no todos llegan al cien por cien con salud y energía a esa etapa. Sin embargo, podemos ayudarlos a que saquen provecho de los años que le quedan. Es un error verlos como meros cuidadores de nietos o ciudadanos de quinta categoría, carentes de vida propia, y hasta despojados de su humanidad en cuanto a sus derechos fundamentales.
A Lourdes le motivaba rodearse de gente joven, estudiaba filosofía, entre otras materias, no le era extraña la Internet, navegaba muy por el ciberespacio y leía obras literarias a diario. También conocí a un caballero que escribía décimas, era promotor cultural y le gustaba recitar poemas en los colegios. Entró en el mundo literario a una edad avanzada, y eso no le impidió editar libros e incursionar en el mundo de la declamación formando parte de un veterano grupo que tuvo éxito en la televisión nacional.
P.: No sé si hemos mencionado que en tu novela también palpitan la hipocresía, el postureo -como se le llama ahora-, la violencia psicológica o la represión. Te invito a que nos hables del paralelismo entre el amor romántico y el amor-odio de las y los autores por sus obras. ¿Hay también grandes pasiones, expectativas, decepciones e ingratitudes hasta que asumimos que puede existir una parte de arbitrariedad y casualidades ajenas a nosotros mismos?
Supongo, y se lo dejo a los lectores, que algunas de mis historias están mejor contadas que otras. No me he puesto a pensar en eso como si fuera una evaluación de mi conducta pasada. Cuando retorné a ellas para considerar la salida de una nueva edición, no alteré en nada la narración de la historia. Respeté su resultado final. A lo sumo corregí alguna que otra errata. Mis libros son como mis hijos (y yo solo tengo uno en la realidad), y, es probable que alberguen defectos y virtudes en su contenido. No son perfectos como yo no lo soy, pero me animo diciéndome en que su gestación puse lo mejor de mí, apelando a la experiencia y conocimiento que disponía en ese instante. No puedo renegar de ellos o detestarlos, porque erré al escoger la historia, la narración me condujo por otro lado o fracasé en mi intento de enganchar al lector. Ya he dicho que aunque mis temas sean impopulares, siempre voy a serme fiel como escritora. Quizá vaya contra la corriente con mis historias, pero nunca me verán apelando a los géneros de moda en un intento desesperado por captar la atención de los lectores.
P.: Presentas este libro oficialmente el 21 de octubre en Valencia. Imagino que también lo harás en Lima. ¿Qué tienen en común y qué de singular tus lectoras y lectores a un lado y al otro del Atlántico? ¿Brindarás con champán por coincidir con el día internacional de esta bebida o con horchata y pisco sour respectivamente?
Habrá dos presentaciones en Valencia, el día 21 de octubre en el local de La ardilla literaria, y el 23 de noviembre en la Biblioteca de la Dona. No he considerado brindis alguno. Al menos, no por el momento. En cuanto a Lima, también serán dos los actos para dar a conocer la novela: el día 14 de diciembre en la Asociación Nacional de Periodistas del Perú (ANP), y el 15 de diciembre en el Centro de Desarrollo Integral Frieda Holler. En cuanto al denominador común entre ambos lectores, creo que es la curiosidad, el hecho de descubrir qué historia les presento y a quiénes me refiero. En cada publicación entrego algo distinto. Espero nunca repetirme. Ese es mi deseo.
Elga Reátegui nació en Lima (Perú) aunque actualmente reside en la Comunidad Valenciana (España). Ha publicado siete poemarios y cinco novelas. Produce y conduce tres espacios literarios: VíaLibros, Reunidos y El Blog. Dirige la revista literaria y cultural La ardilla literaria y el club de lectura del mismo nombre. Es embajadora del idioma castellano (Fundación César Egido Serrano y el Museo de la palabra; Madrid, marzo 2018). En octubre 2019 recibió un reconocimiento otorgado por la Red Cultural de Chiapas (México) por su aportación a la literatura y a la cultura. En diciembre 2012, participó por vez primera en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), dando a conocer su novela De ternura y sexo; volvió a presentarse a dicho evento en 2016, con su novela A este lado y al otro. Fue finalista de los Premios de la Crítica Valenciana 2019 por su libro La fugacidad del color. Su poemario El ecosistema de las hormigas y su libro de relatos La fugacidad del color formaron parte de la lista de los mejores libros de 2019 en Perú. Obtuvo un Internacional Latino Book Award 2020 (primer puesto) por su libro La fugacidad del color, en la categoría Best Collection of Short Stories (Estados Unidos). Varios de sus cuentos fueron incluidos en la obra El microrrelato peruano (2021), publicada por el Dr. Ricardo González Vigil, miembro de Academia Peruana de la Lengua, con motivo del Bicentenario de la Independencia del Perú.
El vals de la Gata. Elga Reátegui
Nota: Recordad. 21 de octubre 19h. La ardilla literaria (C/. Explorador Andrés, 49, Valencia 46022).