Por supuesto, no podría dejar pasar mencionar a Lorenza, su mujer, ni esa relación que se va deteriorando; tampoco a su amigo Giulio, quien le pedirá un curioso favor personal; ni a un párroco llamado Karol, con una historia más humana que espiritual, o al profesor Novelli, con el que he llegado a sentir cierta lástima —aunque me exponga a perder lectoras, con a, con esta reseña—. Pero este libro no se merece ese tipo de reseña. Sobre todo, si uno llega a Tasmania con el recuerdo de la gran novela que lanzó a la fama a su autor: La soledad de los números primos. En ambas, creo que el amor es vertebral. Si en la novela de 2008 fue entre dos jóvenes que se descubren a si mismos, en Tasmania, el amor se asoma desde varios prismas aun con una sola voz.
Tiene esta novela algo de autoficción, por cuanto de similitudes encontraremos en Giordano y en el protagonista. También roza la crónica, lo periodístico y lo ensayístico. Porque el narrador quiere escribir un libro sobre las bombas atómicas lanzadas por los EUA, en Japón, en 1945. El horror, el miedo, la soledad o la extinción son afluentes de la trama, en su vertiente más real y realista, pero también en lo metafórico.
Por segunda vez, me arriesgo a no ser políticamente correcto si asomo el caso de la intrahistoria del profesor Novelli y el feminismo. Con todo, quienes se acerquen a esta reseña, han de saber que me ha gustado Tasmania, que personalmente me ha emocionado paladear a sorbos detalles sobre física nuclear, biología, psicología o meteorología, ovillados aquí y allá con acertado bisturí narrativo.
Creo que Tasmania es una novela híbrida y reflexiva sobre la condición humana singularizada en el protagonista, pero extrapolable —con otros de los secundarios— a quienes componemos la sociedad occidental. Incluso la parte menos agradable, la del terrorismo xenófobo o la del calentamiento global y sus consecuencias inapelables podrán acariciar a las y los lectores más exigentes. Porque no todos los novelistas escriben sobre lo que les hace llorar, pero si, a veces, hay que saber que la ficción y la realidad son dos caras de una moneda: como la comedia y la tragedia. ¿Acaso no fueron Groucho Marx y Woody Allen quienes dijeron aquello de que la comedia es tragedia con tiempo?
Nos vemos en Tasmania, en los dos minutos y medio escasos que nos resta para la medianoche… quienes la lean, sabrán por qué.
Paolo Giordano (Turín, 1982) es doctor en Física, periodista, guionista y escritor. Colabora regularmente con el diario Corriere della Sera. Su aclamada primera novela, La soledad de los números primos, mereció el Premio Strega 2008. Es también autor de las novelas El cuerpo humano, Como de la familia y Conquistar el cielo, así como del ensayo En tiempos de contagio.
No sé si terminaría de disfrutar con esta lectura. No termina de llamarme.
ResponderEliminarBesotes!!!